Vitoria-Gasteiz :: Arqueología.


 

 

Una aproximación territorial al Fenómeno Megalítico: La Rioja Alavesa y Cuartango.

Una aproximación territorial al Fenómeno Megalítico:
La Rioja Alavesa y Cuartango.
J.I. DE CARLOS IZQUIERDO *

* Universidad Complutense de Madrid
Facultad de Geografía e Historia.
Departamento de Prehistoria y Etnología.
Ciudad Universitaria. 28040 MADRID. ESPAÑA

PALABRAS CLAVE: Hitos territoriales, Reconstrucción paleoeconómica, Comunidades megalíticas, Sociedad pastoril-trashumante, Sociedad agraria dependiente.

RESUMEN.

La distinción entre dólmenes de montaña y de valle habitualmente utilizada no ha tenido hasta ahora una base empírica suficiente.

El presente trabajo muestra dos modelos económicos antagónicos: uno fundamentalmente agrícola, aunque vinculado a la Sierra (Rioja Alavesa) y otro pastoril con carácter transhumante, en el que hay dos habitats complementarios -sierray valle-(Valle de Cuartango).

El punto de partida obligado para el primer ejemplo ha sido el apriorismo de que cada monumento megalítico ha correspondido a una sola comunidad, mientras que en el segundo la relación entre el patrón de asentamiento y la ubicación de los sepulcros megalíticos se muestra más compleja.

La aplicación de Site Catchment Analysis es crítica, acorde con los últimos planteamientos de este método, incluyendo la corrección isocrónica, análisis tipográfico, análisis del vecino más próximo, distancia a recursos, etc.


SUMMARY.

The diference between highland's dolmens and valley's dolmens in their frecuently use, they didnt have enought empirical base.

This papes shows up two antagonic models: an agricultural model, within highlands relations (Rioja Alavesa). On the other hand pastoralin migration which have two complementary habitats -highlandand valley- (Cuartango Valley). The apriorism of one megalith monument is a comunity, it was the first step in agricultural model, while the relation between settlement pattern and megaliths, it is more complex in the second model.

Sit catchment analysis aplication is reviewed in relations with recent adjust, moreower tipological analysis, nearest neighbourh analysis, distance to resources.

1. INTRODUCCIÓN.

El presente ensayo en un primer momento pretende, mediante una forma de análisis peculiar -el acercamiento espacial-,refutar la idea de que los constructores de los dólmenes eran gentes que como actividad casi exclusiva practicaban el pastoreo trashumante, este concepto es lo que hemos denominado Modelo Clásico.

La alternativa propuesta se podría precisar indicando que la agricultura se mostraba como una actividad verdaderamente importante, y se realizó su estudio en el conjunto dolménico de la Rioja Alavesa. Pero ante nuestra sorpresa la agricultura cobró una importancia imprevista, mostrándose estas comunidades muy especializadas. Todo ello nos inclinó a pensar que una economía como ésta no podía ser generalizable, por lo que nos propusimos el estudio de otro conjunto (el Valle de Cuartango), en donde fuera posible contrastar la importancia de la ganadería trashumante (lo que desde hacía tiempo algunos suponían como verosímil) pero con la agricultura como actividad secundaria.

El motivo de que la minuciosidad y extensión del primer ejemplo sean mayores, es de dos órdenes. Por una parte se trata de una hipótesis inicial, ya que era lo menos aceptado, mientras que el segundo estudio se realizó como alternativa al primero y fruto de las necesidades internas de este mismo ensayo.

Después de lo dicho no sorprenderá el indicar que en nuestra opinión el método utilizado no es ni puramente inductivo ni deductivo, sino más bien interactivo, como ya han señalado algunos autores (GALLAY 1986: 156; HODDER 1986).

A nuestro juicio se pueden considerar tres partes en este ensayo. Esta introducción junto con el apartado 2 (Historia de las investigaciones) ha de servir como presentación y primer acercamiento a la cuestión que nos ocupa. El Modelo Teórico (apartado 3) presenta en realidad los prejuicios de los que parte el autor para el análisis de la base material, y que se habrá de tener en cuenta para valorar las conclusiones definitivas (Epílogo). Los apartados anteriores (3 y 6) constituyen la parte subjetiva del trabajo, y en realidad pueden separarse del cuerpo central o estudio propiamente espacial (apartados 4 y 5).

Son estos los epígrafes que hemos denominado «El Patrón Regular» y «El Patrón Irregular», y constituyen una de las escasas maneras de aproximarnos a la economía de los grupos humanos inexistentes, por ello aun no asumiendo las conclusiones, creemos que es necesario hacer de todos el estudio espacial de los dos conjuntos megalíticos, porque si no estudiamos el pasado desde el presente, ¿cómo lo haremos? (FLANERY 1976: 94-5).

Por último indicar respecto a la bibliografía reseñada, que no se ha tratado de exponer todas las referencias conocidas sino tan sólo aquellas que puedan servir para aproximarse a los diferentes temas aquí tratados.


2. HISTORIA DE LAS INVESTIGACIONES.

Como ya se ha señalado en otras ocasiones (ARRIBAS y MOLINA 1984: 66 a 77), hasta el impacto de las cronologías absolutas, incluso hoy en día, una de las cuestiones preferentes de la investigación del fenómeno megalítico ha sido el de las relaciones entre los diferentes grupos regionales o «focos» genéticos, no obstante desde estos momentos iniciales siempre se argumentaron diferentes hipótesis que pretendían explicar por qué la ubicación espacial de los monumentos era esa y no otra.

Ahora bien, antes de comenzar el trabajo empírico, a modo de prefacio, nos ocuparemos brevemente y de una manera un tanto restringida (ya que sólo aludiremos al ámbito territorial que nos concierne en estos momentos, el País Vasco), de la historia de las investigaciones respecto a la ubicación de los monumentos megalíticos, así como de las implicaciones económicas de sus comunidades constructoras.


Primer estadio:
Explicaciones exógenas.

Aunque adoptemos un criterio marcadamente diacrónico, como muestra el título de este epígrafe, en realidad el panorama se muestra mucho más complejo. La figura de J.M. de BARANDIARÁN es un buen exponente de ello (BARANDIARÁN 1953: 293-5), pues cuando recurre a la explicación de las influencias indoeuropeas para comprender la relación entre las vías de comunicación y los dólmenes, señala dos estrategias distintas de actuación sobre el medio que motivarían dos patrones espaciales en la ubicación de los dólmenes.

En esta primera etapa de las investigaciones, la que más frecuentemente recurre a las explicaciones exógenas, ya hemos aludido a la «relación con las influencias indoeuropeas», como recuerda APELLANIZ (1974: 95) pero su primer y más típico exponente es el análisis realizado por MIGUEL DE MADINAVEITIA en 1845. 

Se trata de un modelo mixto, en el que se intenta conciliar la celtomanía con la tradición bíblica, recurriendo a la explicación invasionista: «la explicación de la construcción del dólmen sería la conmemoración de una batalla entre la población indígena (Tubalitas) y los pueblos célticos...» (BALDEÓN Y LOBO 1984: 25).


El Estadio Clásico.

Durante más de veinticinco años, sin solución de continuidad, y con una verdadera hegemonía (se trataba prácticamente de la única explicación), persevera el modelo pastoril-trashumante, que señala una exclusiva estrategia de actuación sobre el medio a estas comunidades, fundamentándose en el paralelo etnológico.

Para la zona que nos ocupa, la primera alusión es la de PERICOT sobre la Cultura Pirenaica (PERICOT 1925: 151-163). Dos años más tarde J.M. de BARANDIARÁN utilizando varios argumentos -coincidencias entre chozas de pastor y dólmenes, y entre majadas y zonas dolménicas-indica «que la población eneolítica del País Vasco -almenos en gran partese dedicaba al pastoreo» (BARANDIARÁN 1927: 279), del mismo modo se vuelve sobre el tema no variando en esencia los argumentos en los años siguientes (BARANDIARAN 1932: 527, 1934: 398-400, 1931: 61; ATAURI et alii 1951: 49).

A pesar de que la versión típica de este Estadio Clásico acabe hacia los cincuenta, sobre el mismo tema central (una sociedad pastoril-trashumante) surgen numerosas variaciones, que hacen que este núcleo teórico fundamentado casi exclusivamente en dos evidencias empíricas (el paralelo etnológico, y la apreciación no suficientemente contrastada de la coincidencia entre vías de comunicación y dólmenes), perdure sin modificaciones sustanciales hasta hoy en día. La mayoría de los autores, y una vez más el trabajo de BARANDIARÁN (1957) es pionero, hacen mención explícita a las diferencias entre dos tipos de dólmenes y sus correspondientes habitats, la montaña y el valle (CIPRES et alii 1978: 123; BEGUIRISTAIN 1982: 140). 

Algunos se esfuerzan en cargar de sentido cultural la división entre una zona meridional y otra septentrional, otorgando a la primera mayor importancia de la agricultura, pero siempre con una estrategia económica prioritaria, el pastoreo (ALTUNA 1975: 132-66), mientras que otros intentan matizar la distinción entre dólmenes de montaña y valle (APELLANIZ 1974: 97). 

En la misma línea que APELLANIZ cabría situar el trabajo de VIVANCO (1981: 141-2), aunque este último no cree en el carácter trashumante de las poblaciones dolménicas (lo que podría considerarse la revisión formal del Estadio Clásico), es por ello por lo que consideramos más conveniente situarlo dentro de lo que hemos denominado «Modelo Mixto».


El Modelo Mixto.

La verdadera quiebra del Estadio Clásico en realidad parte de su mismo seno, pues sin dejar de reconocer que un amplio sector de la población se dedicaba al pastoreo, se afirma sin ambages la existencia de un sector sedentario cuyos establecimientos «se hallan en las regiones bajas y en las zonas intermedias entre los altos pasturajes y los llanos de las comarcas subpirenaicas» (BARANDIARÁN 1953: 295). Es posteriormente cuando se indica que estas comunidades tenían «pleno dominio de la agricultura cerealística» (MALUQUER 1974: 84). Se trata por tanto de un modelo mixto por el que la actividad ganadera deja de ser necesariamente la prioritaria para las comunidades megalíticas, y todo ello fundamentado ahora en criterios objetivos de análisis de la realidad (ANDRÉS 1978: 57-61; VIVANCO 1981).


3. EL MODELO TEÓRICO.

El hecho de que la evidencia física que se puede observar, la distribución actual de los monumentos megalíticos, sea ésta y no otra puede ser explicada por varios factores, siendo dos los más importantes.

Por una parte cabe la posibilidad de que la actividad reciente haya destrozado la organización primigenia, lo cual es posible, en particular, en los terrenos que han recibido una mayor presión antrópica (por ejemplo las tierras intensamente roturadas en la Rioja Alavesa por debajo de los 600 m. s.n.m.). En este primer caso se hace necesaria una prospección sistemática (VEGAS 1983: 34-6), que facilite encontrar alguna evidencia que hable de la existencia pretérita o actual de otros sepulcros megalíticos. Pero también es posible (segundo factor) que la dispersión espacial actual sea un reflejo de la antigua. Esta es una cuestión fundamental, pues en ella misma radica la esencia de la ciencia histórica y, en particular, de nuestra área de conocimiento, «ya que el fin último de la arqueología es generar modelos explicativos de la realidad...» (LULL 1986). 

No obstante hemos de ser conscientes de «que se corre el riesgo de que la interpretación sea errónea e incompleta.

Ahora bien, es mejor correr ese riesgo que no atreverse a solucionar los problemas o ni siquiera planteárselos» (SLICHER 1974: 13).

Por tanto enunciaremos de la siguiente manera el principio general del que partirá este análisis: la dispersión espacial de los sepulcros megalíticos indica una relación hombre-medio con una dinámica lógica (interactiva) y cognoscible. Pero el camino no es simple ya que tal dinámica no puede ser explicada por medio de relaciones unidireccionales entre los diferentes elementos como se puede observar en el gráfico (fig. 1).

Figura 1. Patrón de emplazamiento de los túmulos megalíticos (según Criado 1986:18).

 

Figura 2: Relaciones entre factores espaciales y socioeconómicos (datos según Siögren 1986).

Como se ha observado en el apartado correspondiente, frecuentemente se ha aludido a la distinción entre los dólmenes de montaña y de valle, pero han sido menos las veces que esta diferencia ha sido cargada de contenido cultural. En el presente trabajo, cuyo principal objeto es el acercamiento a las actividades paleoeconómicas de las comunidades megalíticas, partiremos de dos modelos teóricos, dos diferentes estrategias de actuación sobre el medio: una economía mixta, con importancia prioritaria de la agricultura, y otra pastoril trashumante. 

Dos patrones espaciales megalíticos corresponden a esas modalidades económicas.

Un patrón regular, que implica alta densidad de población, territorio definido y separado, y por último (el nivel primero de análisis) cada megalito correspondería a una unidad poseedora de tierra (A); y otro patrón espacial (B), este irregular, con la ausencia de los atributos anteriormente enumerados (SJÖGREN 1986). 

Para el estudio del patrón espacial regular se ha elegido la concentración dolménica de la Rioja Alavesa, mientras que para el patrón irregular se analiza el conjunto del Valle de Cuartango y de sus sierras adyacentes.

Para completar este análisis, aparte de las relaciones entre los sepulcros megalíticos y los factores socioeconómicos, consideramos una tercera variable, los asentamientos, y en especial la relación de estos con la ubicación de los monumentos megalíticos. A pesar de los esfuerzos empíricos que se están realizando para aclarar esta cuestión (VEGAS 1985), y no sólo mediante excavaciones, parece poco probable que en breve se pueda contar con la suficiente base material para podernos inclinar por alguna de las opiniones mantenidas hoy en día, que tan sólo excepcionalmente se señalan de una manera explícita.

Por lo anterior, de entre las diferentes relaciones posibles entre asentamiento y necrópolis (RENFREW 1983: 10-13) asociaremos a nuestros modelos las verosímilmente más probables. Para el caso del patrón espacial regular, el que constaría de un territorio definido y separado, la actividad doméstica sería adyacente a la funeraria (fig. 3a), o como ya fue formulado por BARANDIARÁN (1932: 527), «cada familia tenía su cementerio o sepultura en su propia casa». 

Habitualmente esta afirmación ha estado basada en el paralelo etnográfico como señala KAELAS (1983: 85); BARANDIARÁN lo utiliza aludiendo a las costumbres de los no cristianos del País Vasco de enterrarse junto a las casas, del mismo modo que RENFREW recuerda el caso de los Tuamotus, en Polinesia. 

Figura 3. Relaciones entre asentamientos y necrópolis (tomado de Renfrew 1983).

Por otra parte parece que hay alguna evidencia en el mismo sentido en las excavaciones actuales (APELLANIZ y FDEZ. MEDRANO 1978: 199-220; VEGAS 1985; DELIBES y SANTOJA 1986: 186). 

En este caso la base material sobre la que realizaremos el análisis será la asociación dolménica de la Rioja Alavesa.

Mientras, para el patrón espacial irregular, nos parece el tipo de relación entre asentamiento y dólmen más apropiado, aquel en el que apareciendo agrupadas las necrópolis, los asentamientos se hallan dispersos (fig. 3b). Es precisamente este tipo de relación la que predomina entre los grupos nómadas (RENFREW 1983: 11), y la que aparece en el Valle de Cuartango.

Por lo tanto, los modelos propuestos quedan definidos de la siguiente manera: un modelo económico, fundamentalmente agrícola, frente a otro pastoril. El conocimiento de estas dos estrategias será posible gracias al estudio espacial de la dispersión de los sepulcros megalíticos, una configuración regular se asociará a posesión de terreno y alta densidad de población, así como una economía estable.

Por otra parte, una dispersión irregular, indicará densidad baja, una territorialidad no definida, y por tanto una estrategia de movilidad.* (1). 

Por último, en el modelo estable habría identidad entre megalito y hábitat, frente al modelo no sedentario en el que se hallarían los megalitos concentrados.



(1) No parece necesario insistir en la preferencia por parte de cualquier comunidad humana de un régimen de movilidad, frente a un régimen sedentario, ya que este último siempre que se desarrolla parece que es de manera obligatoria. (BINFORD 1983: 204).



4. EL PATRÓN REGULAR.

Para la valoración espacial del fenómeno megalítico de la margen izquierda del Ebro en su curso alto, hemos analizado ocho sepulcros megalíticos: Dolmen de La Cascaja (OSABA 1953: 104; BARANDIARÁN y FDEZ. MEDRANO 1958: 130-8), Dolmen de Layaza (BARANDIARÁN y FDEZ. MEDRANO 1958: 164-6; BARANDIARÁN 1962: 5-9), Dolmen de El Sotillo (BARANDIARÁN y FDEZ. MEDRANO 1958: 167-8; APELLANIZ et alii 1964: 29-32), Dolmen de San Martín (BARANDIARÁN y FDEZ.

MEDRANO 1958: 161-3; 1964: 41-66), Dolmen del Alto de La Huesera (FDEZ. MEDRANO 1948: 77-8; BARANDIARÁN y FDEZ. MEDRANO 1958: 139-44), Dolmen de La Chabola de La Hechicera (LORIANA 1943: 206-8; BARANDIARÁN y FDEZ. MEDRANO 1958: 151-60; APELLANIZ y FDEZ. MEDRANO 1978: 141-220), Dolmen de El Encinal (BARANDIARÁN y FDEZ. MEDRANO 1958: 145-50) y Dolmen de Los Llanos (VEGAS 1958: 20-2). No obstante, existen referencias de la posible existencia de al menos otros tres dólmenes: Dolmen de Yécora (FERREIRA et alii 1984: 132), Dolmen de Los Molinos (ELOSEGUI 1953: 309) y Dolmen de Ribas (ELOSEGUI 1953: 328; APELLANIZ 1973: 192), que no se consideran fundamentalmente por encontrarse en las zonas extremas del área estudiada y existir problemas de ubicación o existencia. Una cuestión prioritaria frente a cualquier otro aspecto, es la de la coetaneidad de los diferentes megalitos.

Como por el momento no parece que haya demasiado acuerdo a este respecto (APELLANIZ y FDEZ. MEDRANO 1978: 201; VEGAS 1981: 63), referiremos nuestro análisis a un momento por definir entre el Neolítico Final y el Eneolítico (APELLANIZ 1981: 40-1).

La cartografía de los yacimientos parece señalar, por una parte, un intervalo «regular» de separación entre cada sepulcro, y por otra, una ubicación de los mismos entre unas cotas de altura determinadas, 580 y 625 m. s.n.m. (VIVANCO 1981: 73).

 

A) Organización Espacial.

1.- Distribución E-O.

En cuanto al primer factor, la distribución «regular» de los sepulcros megalíticos, hemos aplicado el análisis del vecino más próximo (HODDER y HORTON 1976: 38-52). Para ello, en esta ocasión, no explicaremos los pasos intermedios, para indicar únicamente que el valor obtenido para R (2'04) es suficientemente elevado como para señalar una distribución regular (hubiera bastado que fuera mayor que 1), así como que la media al vecino más próximo es superior a dos kilómetros y medio (2'6625).

Por tanto podemos afirmar, más que de una manera intuitiva, que la distribución de los sepulcros megalíticos es regular. El último factor, media esperada al vecino más próximo, se ve sensiblemente desequilibrado (podría ser inferior a dos -2-en medio punto), por el intervalo existente entre La Cascaja y Layaza (fig. 4).

Figura 4. Distribución espacial de los dólmenes de la Rioja Alavesa.

1 La Cascaja; 2 Lazaya; 3 San Martín; 4 El Sotillo; 5 Alto de la Huesera; 6 Chabola de la Hechicera; 7 El Encinal; 8 Los Llanos.

Este hecho, el que el intervalo señalado (2,5km.), no se cumpla ostensiblemente, al menos en un caso, puede ser explicado por tres factores que no tienen porqué ser excluyentes. La existencia pretérita de un dolmen parece ser, inexcusablemente, el argumento más verosímil (primer factor), máxime cuando la distancia entre Peciña y Layaza (5,9Km) es más del doble de la media al vecino más próximo, además de ser la única zona que se halla prácticamente modificada intensamente por el hombre hasta la línea de cumbres (I.G.C. 1953). 

No obstante también es posible (segundo factor) que la importancia específica de uno de estos dólmenes (La Cascaja o Layaza) sea mayor, pero la adecuada valoración de esta cuestión podrá ser apreciada gracias a la distribución espacial de alguna potencialidad económica que pudiera generar tal distorsión. Por ello se hace necesario estudiar los recursos económicos que muestren un patrón espacial, más irregular, y estos son, precisamente, los vinculados al agua: las lagunas y el río.

A modo de aproximación, si trazamos círculos teóricos de tres kilómetros, sin tener en cuenta el relieve (HIGGS y VITA-FINZI 1970), y sobre éstos otros de cinco kilómetros, sombreando el espacio que estos últimos se adelantan sobre los anteriores, se podrá observar (fig. 5) que en el caso de los sepulcros orientales, esta área se sobrepone aproximadamente a las lagunas actuales (CARRALOGROÑO y CARRAVALSECA), así como a una antigua laguna actualmente colmatada, situada al pie de Laguardia, siendo al mismo tiempo la zona que experimenta más coincidencia de los territorios lo que corresponde a las lagunas. 

Figura 5. Potencial interés del área entre 3 y 5 kms. (zona sombreada). Con los valores de 4 a 1 se ha expresado el número de áreas que se sobreponen.

Respecto a los círculos teóricos es conveniente recordar que para que un determinado recurso económico sea rentable es necesario que la energía invertida en él (llegar hasta él, obtenerlo y volver) sea inferior a la adquirida (CHAMPION et alii 1984: 62), por lo que se trata de una distancia apropiada (entre 3 y 5 km) para comunidades sin gran poder de acción sobre el medio como las propuestas.

La otra serie de recursos también distribuida de una manera irregular es la vinculada a las márgenes del río Ebro, siendo de nuevo los sepulcros centrales (San Martín, Alto de la Huesera, La Chabola y El Encinal), así como Peciña los que se hallan más favorecidos (fig. 6). En nuestra opinión estos recursos potenciales situados de manera irregular con respecto a los dólmenes son los que mejor explican la distribución E-W (de forma paralela a la Sierra de Cantabria), que como se, ha visto era fundamentalmente regular.

Figura 6. Separación en tiempo de los dólmenes al río Ebro y a la zona de transición de una zona de vegetación potencial a otra.

De abajo arriba: La Cascaja, Layaza, San Martín, El Sotillo, Alto de la Huesera, Chabola Hechicera, El Encinal, Los Llanos.


2.- Distribución N-S.

Al principio, sin embargo, aludíamos también a cierta disposición de los dólmenes entre unas cotas determinadas (580 a 625 m. s.n.m.). Precisamente la asociación de uno de los potenciales recursos económicos distribuidos de manera irregular, junto con otra variable, resulta enormemente esclarecedora la correlación entre estos dos factores: distancia en tiempo al río y, distancia en tiempo a los 800 m. (esta altura resulta muy significativa ya que para varios autores*(2) se trata aproximadamente de la zona de contacto entre dos tipos de vegetación potencial), ya que resulta positiva (fig. 6).



(2) Se ha utilizado esta altura siguiendo, en parte, a BRAUN-BLANQUET y BOLOS -1985-,y a CATON y URIBE-ECHEVERRIA -1980-; para los primeros sería la zona de transición entre el segundo y tercer piso, es decir el paso de la encina carrasca a la encina verde, mientras que para los segundos se trataría aproximadamente de la transición entre el carrascal seco al carrascal con boj.


 

No obstante la correlación está sensiblemente desequilibrada en el caso de los dólmenes de Layaza (1), El Sotillo (2), y los Llanos (8). La explicación desde el análisis espacial resulta obvia, ya que se trata precisamente de las zonas marginales a los dos núcleos con potencialidades idóneas: el núcleo de mayor densidad (zona centro oriental, fig. 4), coincide con la zona equilibrada (dólmenes 4, 5, 6 y 7), además de ser el área que más cerca de sí tiene las lagunas. Por otra parte destaca el equilibrio manifiesto en La Cascaja (fig. 6: 1), en especial por la cercanía de los recursos.

 

B) Territorio de Explotación.

Hasta el momento, hemos pasado revista a algunos atributos de la organización espacial genérica del conjunto megalítico riojano. Pero parece más conveniente ahora emprender, primero, el estudio de los patrones de emplazamiento, para más tarde, acercarse al estudio microespacial de cada uno de los sepulcros megalíticos. 

1.- Patrones de emplazamiento.

Hemos citado ya de manera genérica, la ubicación de los dólmenes entre determinadas cotas de altitud, a fin de explicar por qué el lugar elegido fue ese y no otro.

Parece necesario observar también la relación de los dólmenes con su entorno inmediato, para lo cual hemos elaborado un escalonamiento vegetal y geológico (fig. 7). 

Figura 7. Zonación vegetal y geológica desde la Sierra de Cantabria al Ebro (datos según IGME 1979 y Catón Uribe-Echevarria 1980).

Como se puede observar en este perfil los dólmenes se encuentran al pie de la llamada franja móvil de la Sierra de Cantabria (I.G.M.E. 1979: 25), sobre los materiales sedimentarios terciarios, al pie de la zona en que su buzamiento es mayor, que coincide con la zona ocupada por los cultivos intensivos de secano.

Esta ubicación, común a todos los dólmenes, no permite establecer diferencias en virtud de las cuales se puedan explicar los tipos de emplazamiento.

En consecuencia es necesario acudir a las peculiaridades del microrrelieve. En sentido Este-Oeste, el tipo más habitual es el denominado «en llano» (fig. 8a), caracterizado por encontrarse ubicado el dolmen sobre una amplia superficie con escaso desnivel, que a menudo está limitada por abruptos al menos en dos de sus lados (una excepción podría ser el caso de San Martín, que sólo experimenta interrupción en el perfil Este). Tan sólo hay dos dólmenes que no corresponden a este tipo, y que ejemplifican modalidades únicas. Nos referimos al Dolmen de La Huesera, que se encuentra a media ladera sobre un significativo montículo, y que por tanto hemos denominado «en cerro» (fig. 8b), y al Dolmen de Los Llanos, que se encuentra en el, ensanchamiento de un espolón, por lo que lo hemos considerado tipo 3, o «en espolón» (fig. 8c).

Figura 8. Patrones topográficos de emplazamiento: a) «en llano», b) «en cerro», c) «en espolón».

Sí pasáramos a estudiar las relaciones visuales de los sepulcros megalíticos con respecto a su entorno. Podríamos haber utilizado varios sistemas de análisis, por ejemplo la relación visual entre los diferentes dólmenes (CARA y RODRIGUEZ 1984: 62-6) o cualquier otro, pero a nosotros en este «patrón regular de organización espacial», nos interesa más valorar la posibilidad de considerar los dólmenes como unidades poseedoras de tierra. Por ello, creemos verdaderamente significativo lo ya señalado anteriormente (al hablar sobre los patrones topográficos), el que los dólmenes se encuentren en amplias superficies con escaso desnivel, con dominio visual sobre ellas, o controlando estas desde pequeños promontorios.