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DE EXCAVACIÓN E INVENTARIO DE MATERIALES DEL DOLMEN DE AIZIBITA (CIRAUQUI
NAVARRA).
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Cuadernos de Arqueología.
Universidad de Navarra 15,2007, págs. 43-142.
MEMORIA DE EXCAVACIÓN E INVENTARIO DE MATERIALES DEL DOLMEN DE AIZIBITA
(CIRAUQUI, NAVARRA).
Mª Amor BEGUIRISTAIN GÚRPIDE.
RESUMEN:
Se aporta la Memoria de Excavación de este dolmen de la Cuenca del río Ebro conocido por
informes parciales. En este trabajo se incorpora el inventario completo de los materiales arqueológicos
recuperados, el proceso de estudio, rasgos de su arquitectura, de los ajuares y algunos datos sobre la población, junto
a la reflexión de conjunto.
SUMMARY:
We present the results of the excavation of this dolmen of the Ebro River Basin, known
until this moment by partial information. In this work, we offer the complete inventory of the recovered
archaeological materials, the process of study, the characteristics of the architecture and offerings, some data on the
population and a reflection about the monument.
HISTORIA DEL YACIMIENTO.
La historia del descubrimiento del dolmen de Aizibita, situación, y las circunstancias
que rodearon la intervención arqueológica, que tuvo lugar entre 1991 y 1995, se recogen en
los avances de las campañas ya publicados (Beguiristain et alii, 1993-94; Beguiristain, 1995-96). Sus coordenadas geográficas, dentro del término municipal de Cirauqui, son: x 589550;
y 4726813; z 542 m snm. [Hoja 140-IV Abárzuza, escala 1:25.000, del Mapa del Instituto
Geográfico Nacional] (Figura 1).
No queremos dejar de mencionar, de nuevo, al descubridor del mismo, Jesús
Aramendia, que con su celo evitó la pérdida para la ciencia de una estructura que inicialmente
parecía modesta pero cuyo contenido se ha revelado del mayor interés.Este interés se
manifiesta por el número de individuos que acogió, por las características patológicas y lesiones que
algunos presentan, por los propios ajuares que a algunos de los inhumados les acompañaron
y por tratarse de una construcción funeraria que, indirectamente, ha impulsado el estudio de
esta manifestación arqueológica en una zona que era un verdadero desierto en estructuras
dolménicas.
( 1 ). En el informe enviado a la directora del Museo de Navarra, Mª A. Mezquíriz, fechado el 28 de
febrero de 1991, al día siguiente de mi primera visita al monumento, acompañada de su descubridor, de A. Alcalá y
de algunos familiares míos, señalé que "a mi juicio urge una pronta excavación". No pensé entonces que
Aizibita me iba a ocupar tantos años.
Su descubrimiento ha reforzado la llamada "área de Artajona", en la Navarra Media, en
la que tan sólo se conocían los dólmenes de Portillo de Enériz y La Mina de
Farangortea, en dicho término municipal (Maluquer de Motes, 1963). Hoy se han inventariado en esta zona
hasta once monumentos megalíticos ( 2 ), superando así el dogma que, en nuestro ámbito,
identificaba dolmen con montaña.

Figura 1.
Localización de Aizibita en el término municipal de
Cirauqui.
En estos quince años, Aizibita cuenta con una bibliografía notable, centrada en algún
aspecto de su biografía. Incorporo de forma poco ortodoxa, en esta historia sobre el
monumento, las citas bibliográficas por orden cronológico de aparición para facilitar su
consulta al lector interesado. Quien realmente establece su "intrahistoria" es E. Álvarez
(2006) al relatar la reutilización del monumento en diferentes etapas culturales. Los
trabajos publicados hasta la fecha, que han contribuido a dar a conocer la historia de
Aizibita son: ( 3 )
( 2 ). Varios permanecen inéditos para evitar expolios y saqueos, en un intento de garantizar su
conservación.
( 3 ). Se elude citar algunas publicaciones de divulgación en las que se ha incluido breves referencias a
este dolmen.
- 1993-94: BEGUIRISTAIN, M. A., GARCÍA, M. L., SESMA, J., GARCÍA, J. y
SINUÉS, M., "Excavaciones en el dolmen de Aizibita (Cirauqui, Navarra). Campañas de 1991-92-93", Trabajos de Arqueología Navarra 11, 265-269.
- 1994: BEGUIRISTAIN, M. A. y ETXEBERRIA, E, "Lesión craneal seguida de
supervivencia en un individuo del dolmen de Aizibita (Cirauqui, Navarra)", Cuadernos de
Arqueología de la Universidad de Navarra 2, 49-69.
- 1995-6: BEGUIRISTAIN, M. A., "Dolmen de Aizibita (Cirauqui, Navarra).
Campañas de 1994 y 1995", Trabajos de Arqueología Navarra 12, 283-288.
- 1997: BEGUIRISTAIN, M. A., 'Belicosidad en la población usuaria de los dólmenes
navarros. Reflexiones y perspectivas". En BALBÍN, R. y BUENO, R (eds.), Actas del II
Congreso de Arqueología Peninsular (Zamora 1996), tomo II, 323-332, Fundación Rei Afonso
Henriques, Zamora.
- 1997: BEGUIRISTAIN, M. A., "Nuevas dataciones para la Prehistoria de Navarra",
Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra 5, 31-40.
- 1997: MONTERO, I. y RODRÍGUEZ, Mª J,, "Asociaciones naturales de cobre y
níquel en el Alto Valle del Ebro". En BALBÍN, R. y BUENO, P. (eds.), Actas del II Congreso
de Arqueología Peninsular (Zamora 1996), tomo II, 517-526, Fundación Rei Afonso
Henriques, Zamora.
- 1998: BEGUIRISTAIN, M. A. y VÉLAZ, D., "Objetos de adorno personal en el
dolmen de Aizibita (Cirauqui, Navarra)", Cuadernos de Arqueología de la Universidad de
Navarra 6, 7-31.
- 2001: ALBISU, C , "Patología quística radicular en la población del dolmen de
Aizibita (Cirauqui, Navarra)", Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra 9,
278-283.
- 2003: BEGUIRISTAIN, M. A. y ALBISU, C , "La población del dolmen de Aizibita
(Cirauqui, Navarra). Avance de la analítica aplicada a los restos óseos humanos", Cuadernos
de Arqueología de la Universidad de Navarra 11, 81-90 [publicado también en:
Caesaraugusta 78, XXVI Congreso Nacional de Arqueología 2007,125-133].
- 2003 (inédito): VÉLAZ, D., El megalitismo en el Valle del Salado: Un estudio
territorial desde los sistemas de información geográfica, t. II, 536 y ss., Pamplona (Tesis
doctoral. Universidad de Navarra).
- 2004: ALBISU, C , "Patología de la articulación témporo-mandibular (ATM) en los
lechos I y II del dolmen de Aizibita (Navarra)", Boletín de la Asociación Española de
Paleopatología 41, 6-17.
- 2004: BEGUIRISTAIN, M. A., "Restos esqueléticos en yacimientos prehistóricos de
Navarra", Cuadernos de Arqueología de la Universidad de Navarra 12, 79-145 (en concreto
página 81).
- 2004: GIL SOTRÉS, R, "La farmacia primitiva en Navarra: el cráneo de
Aizibita", Albarelo, Revista Profesional del Colegio de Farmacéuticos de Navarra, II Etapa, n° 1
(Enero 2004), 14-16.
- 2005: NARVARTE, N., Gestión funeraria dolménica en la Cuenca Alta y Media
del Ebro: fases de ocupación y clausuras, 257-262, Instituto de Estudios Riojanos,
Logroño.
- 2006: ÁLVAREZ VIDAURRE, E., "Percepción y reutilización de monumentos
megalíticos durante la Prehistoria Reciente: el caso de Navarra", Cuadernos de Arqueología de
la Universidad de Navarra 14, 117-150 (en concreto: 122-123 y 134).
- 2007: ALBISU ANDRADE, C , "Cinco estudios anatómicos sobre los restos
esqueléticos del dolmen de Aizibita (Cirauqui, Navarra)", Cuadernos de Arqueología de la
Universidad de Navarra 15.
- 2007 (inédito): ÁLVAREZ VIDAURRE, E., Historia de la percepción del
megalitismo en Navarra y Guipúzcoa: aproximación a una "biografía" de sus monumentos,
Pamplona (Tesis doctoral. Universidad de Navarra).
- 2007: BEGUIRISTAIN, M. A., "El dolmen de Aizibita (Cirauqui)", La Tierra te
sea leve. Arqueología de la muerte en Navarra, 78-83, edita Gobierno de Navarra,
Pamplona.
- 2008: BEGUIRISTAIN, M. A., "Aizibitako dolmenaren industria litikoa
(Zirauki, Nafarroa), Euskal Herri penintsularraren eremuan", Boletín Gernika, n° 1
- (en prensa): BEGUIRISTAIN, M. A., "Un singular acondicionamiento del espacio
interno en el dolmen de Aizibita (Cirauqui, Navarra)", Homenaje al Prof. Ignacio Barandiarán
Maestu, Veleia, UPV, Vitoria.
LA EXCAVACIÓN.
Desde la primera visita, el 27 de enero de 1991, pude comprobar el interés que revestía
el hallazgo y la urgencia de intervenir en él por la falta de tradición dolménica en la zona lo
que le convertía en un atractivo objeto de deseo para clandestinos y coleccionistas. La
Comisión de Excavaciones y Arqueología del Gobierno de Navarra me encargó una intervención
de urgencia que, tras unas visitas preparatorias, comenzó el 14 de septiembre del mismo año
de su descubrimiento.
La intervención tuvo diferente intensidad y en las cinco campañas programadas se vio
afectada por diversos avatares que incluyó desde la lucha contra los elementos naturales
(lluvia en la campaña de 1991, calor, tormentas de verano y vendavales en las siguientes...),
hasta la lucha contra los elementos que se han revelado como los más dañinos, los humanos. En
dos ocasiones sufrimos la acción de clandestinos. En la primera incursión (campaña de 1992),
robaron algún cráneo y huesos largos que temamos perfectamente identificados en plano; en
la segunda ocasión la intervención fue más dramática. En la primavera de 1995, pocas fechas
antes de iniciar la que iba a ser última campaña, arrasaron buena parte del lecho 7 donde
habíamos dejado restos con más que evidentes conexiones anatómicas, lo que supuso una pérdida irreparable para conocer mejor la historia de
Aizibita.
Como es lógico, con tantas campañas la nómina de agradecimientos tiene que ser
necesariamente larga. A modo de ejemplo, en la campaña de 1994, hubo 22 jornadas de
trabajo, colaboraron en la excavación 15 personas, incluyéndome. De esas colaboraciones,
alguna fue esporádica, 1 a 3 días, pero la mayoría superaron los diez días de trabajo
(Foto 1).
Quiero agradecer expresamente esta permanencia en el campo a Mariano Sinués,
responsable también del diseño final y tratamiento infográfico de la totalidad de las figuras,
sobre los croquis y dibujos a lápiz. A Mª Luisa García por su importante contribución,
especialmente en la primera y última campañas. También a Jesús García Gazólaz, que colaboró
con entusiasmo desde su incorporación en 1993. De manera particular quiero dejar
constancia de mi agradecimiento a Jesús Sesma, que estuvo a pie de obra durante varias campañas.
Los dibujos a lápiz de cerámicas y objetos de adorno se deben a su buena mano, lo mismo que
algunas de las fotos del proceso de excavación. A todos los colaboradores, David Vélaz,
Amparo Laborda, Iñaki, Richard, Inés, Pilar..., muchas gracias.
La tabla 1 recoge esta información de manera concisa. A lo largo de las cinco
campañas, las jornadas de trabajo en el campo suman un total de 94, de más de ocho horas en
ocasiones. Pero si se tienen en cuenta las de los diferentes colaboradores que han pasado
por la excavación son 372 jornadas, a las que hay que sumar las mías que fueron 84, ya
que motivos de salud me impidieron estar presente durante los diez días que costaron los
trabajos de recuperación de restos rotos y esparcidos en 1995. Han sido, por tanto, 456
jornadas de trabajo de campo las invertidas en el proceso de desentrañar el contenido del
dolmen de Aizibita, por parte de un personal cualificado que lo ha hecho de modo
totalmente gratuito.
Los gastos de manutención, desplazamiento y parte del equipo material, fueron
asumidos por el Gobierno de Navarra; de otros gastos, especialmente de los generados por los análisis, se hizo cargo la Universidad de Navarra a través de un Proyecto de Investigación que
me concedió (PIUNA 1998-2000).
Tabla 1. Colaboradores.
La estrategia de excavación planteada desde el inicio en Aizibita fue fiel al método de
coordenadas cartesianas, habitual en nuestros trabajos, con la previsión de ampliaciones de la
cuadrícula en cualquiera de las direcciones que un yacimiento como éste, en campo abierto,
pudiera requerir. El punto 0, para tomar las profundidades, se ubicó en el ortostato más elevado
(W), por él pasaba la línea imaginaria que dividía el interior de la cámara en bandas. Bandas
denominadas, a partir de esta línea, de oeste a este con las letras A, B, C, etc.; y de este a
oeste: Z, Y, X..., para el caso de necesitar una ampliación de la excavación en tal dirección
( 4 ).
Estas bandas estaban subdivididas, a su vez, en cuadros de 1 metro teórico de lado, numerados
de norte a sur (1,2,3, etc.), como queda reflejado en la figura 3. A su vez, cada cuadro era
susceptible de subdivisiones menores (9 sectores de 33,33 cm de lado), lo que ha permitido situar
con bastante proximidad en su lugar de procedencia aquellos elementos, a veces minúsculos,
que aparecieron en la criba. Una serie de concentraciones intermitentes de piedras, en unos
casos, y la diferente coloración del sedimento, en otros, facilitaron, en el transcurso de la
excavación, diferenciar hasta 7 lechos o unidades arqueológicas. Unidades arqueológicas que no
son necesariamente sinónimo de diferentes momentos históricos en el uso de la cámara.
También debo agradecimiento a alumnos y, preferentemente, alumnas que me han
ayudado durante largas horas de laboratorio a lavar, ordenar y dotar de sigla al material. Entre las
primeras colaboradoras debo citar a Iranzu Solano y Marisol Reta, entre las últimas
incorporaciones, a Marisol Solchaga, Silvia López Iribarren, Amaia Iraizoz y Verónica Jiménez. Son
muchos los que han ayudado en el lavado el material esquelético a la vez que hacían
prácticas, incluidos alumnos de Medicina, matriculados en Prehistoria para obtener los créditos de
libre elección que el actual Plan de Estudios obliga a cursar.
Debo advertir que los diferentes criterios respecto a la conservación e identificación de
las piezas me hicieron abandonar la idea de dotar a cada objeto de su sigla con tinta
indeleble. En estos años se ha desarrollado una sensibilidad especial hacia estas prácticas, así como
ante la vieja costumbre de siluetear las piezas líticas con lápiz, dado que las marcas de
grafito interfieren en los análisis de huellas de uso. Tampoco se incentiva hoy el siglado de piezas
con las iniciales del yacimiento, sino que desde la Administración autonómica se nos
estimula a utilizar un código formado por letras que se refieren al término municipal, seguidas del
n° de orden adjudicado a dicho yacimiento dentro de su municipio. En Aizibita mantuvimos
el procedimiento de sigla basado en las iniciales del nombre del yacimiento, seguido del año
de excavación, cuadro y n° de orden (p. e.: Aiz.93.A1.71), pero solamente se signaron
directamente los objetos de las campañas primeras, por las razones antes expuestas. En los otros
casos los datos se recogen en una ficha dentro de cada bolsita individual (Foto 2).
Para facilitar la consulta de la totalidad de piezas recuperadas, aportamos en un Anexo
al final del texto el inventario de la totalidad del ajuar arqueológico procedente de excavación,
incluidos los escasos restos recuperados en 1995 tras la acción de los clandestinos.
Tampoco hay unidad de criterio respecto del lavado del material osteológico. Debo
confesar que, a día de hoy, parte de estos restos humanos se conservan en el envoltorio de
excavación sin que hayan sido sometidos a lavado, sigla y catalogación adecuados.
( 4 ). Nótese en la planta de la figura 3 la ligera desviación NW-SE del monumento, que hemos obviado a
la hora de la descripción por motivos prácticos.
En la actualidad estoy embarcada en su limpieza e inventario. Todo el material osteológico de la campaña
de 1991 ha sido totalmente lavado e inventariado por Claudio Albisu, de la Sociedad de
Ciencias Aranzadi de San Sebastián. A él se deben una serie de estudios preliminares ya
mencionados en la bibliografía y otros cuatro estudios inéditos que se incluyen en este mismo
número de la Revista.
El cráneo Aiz.Al.le5.93.n° 71 fue reconstruido y analizado magníficamente por F.
Etxeberria del Departamento de Medicina Legal de la Universidad del País Vasco en San
Sebastián (Beguiristain y Etxeberria, 1994: 49-69). Fue motivo de un interesante debate con D.
Campillo acerca de la causa de la lesión, sin llegar a un acuerdo de si se trata de una lesión
por golpe contundente o de una trepanación, como opinó éste último.
Mª J. Iriarte, del Departamento de Prehistoria de la Universidad del País Vasco,
analizó tres muestras de polen fósil cuya publicación aparecerá en esta misma revista. La
tierra procedía del interior de otros tantos cráneos, del Lecho 2 (ATI: Aiz.91.A3. z: - 143-146 cm), Lecho 4 (AT2: A1.93.z: - 141-150 cm) y Lecho 7 (AT3: A2.94. z: - 175 cm)
(Figura 2) ( 5 ).
Se enviaron las cuentas perforadas y pulidas sobre rocas tenaces al experto en calaíta M.
Edo, quien desestimó en todos los casos la presencia de dicho mineral, sin llegar a identificar
la naturaleza de estas piezas. Consultas con colegas geólogos nos sugieren para alguna de
ellas una procedencia local, de los inmediatos diapiros de Lorca y Salinas de Oro.
Se enviaron dos muestras de arenisca cuprífera tomadas de las afloraciones del camino
hacia los Mogotes de Aizibita, donde se ubica el dolmen, así como la única pieza metálica
recuperada en el proceso de excavación, un punzón biapuntado, a I. Montero del
CEH/CSIC de Madrid.( 6 ).
Al Dr. J. van der Plicht, del Centrum voor IsotopenOnderzoek de la Universidad de
Groningen, se enviaron, en dos momentos sucesivos, hasta un total de ocho muestras, todas de
restos esqueléticos humanos. De una de ellas se obtuvo el duplo, dos se analizaron por el
sistema convencional y las otras seis fueron datadas por AMS.
También se envió la totalidad del instrumental lírico tallado al Dr. Carlos Mazo de la
Universidad de Zaragoza.
Queda pendiente de análisis la fauna, cuyos restos serán estudiados en el
Departamento de Zoología y Ecología de la Universidad de Navarra.
Queda pendiente también la consolidación del monumento, evaluar si se interviene en
el bloque caído y, desde luego, la adecuada señalización para su visita. Actualmente, con las
modificaciones en los accesos, resulta sumamente difícil de localizar.
( 5 ). De estos mismos cráneos se habían enviado muestras para datación por C14.
( 6 ). Entonces, Instituto de Restauración y Conservación de Bienes Muebles
(IRCBM).
Figura 2. Localización, en la cámara, de la procedencia de muestras para análisis de C14 y de polen fósil.
EL ENTORNO DEL DOLMEN.
En el paraje donde se ubica Aizibita predominan los terrenos terciarios de formación
marina con margas y niveles de areniscas intercaladas. En su entorno inmediato hay una
vegetación mediterránea de carrasca y ollagas, degradación del bosque de encinas que debió ser
más abundante en el pasado. Un avance del análisis polínico facilitado por la Dra. Iriarte
confirma que hay pocas novedades con respecto a la vegetación actual, salvo la constante
degradación forestal que acompaña a la acción antrópica a partir del Neolítico. A los recursos de
monte bajo cabe añadir la proximidad de campos sobre terrazas fluviales bien drenadas y de
agua en los barrancos que discurren cerca de Aizibita, condiciones aptas para una economía
mixta (Foto 3).
Entre los recursos abióticos próximos que pudieron favorecer la ocupación de esta
comarca geográfica, que hoy se denomina Valdemañeru, cabe destacar la afloración de arcillas
en los terrenos más recientes necesaria para fabricación de vasijas, la afloración diapírica de
esquistos, cuarzos, oligistos y ofitas en los diapiros de Lorca y Salinas de Oro. Lugares que
hoy siguen en explotación, ya que se emplean las ofitas para hacer la última capa de
asfaltado de las carreteras o "capa de rodadura" por su dureza y cualidad
antideslizante ( 7 ).
Además, en relación con la construcción megalítica, hay que tener en cuenta la afloración de
abundantes bancos de areniscas rojas, muy apreciados hasta nuestros días para la construcción.
Otro recurso que debió incentivar la ocupación de la zona es la presencia de carbonatos
de cobre, azurita y malaquita, que se presentan juntos en las areniscas de Cirauqui. En dicho
término municipal se conoce una importante mina, explotada con seguridad en época
romana, pero que debió ser conocida con anterioridad.
Además, la abundancia de arenisca cuprífera, por todo el término y alrededores, pudo permitir su explotación a cielo abierto, lo que
debió alcanzar cierto interés económico en los albores de la metalurgia.
Del resultado de los análisis de las dos muestras enviadas al Dr. Montero cabe destacar
la total ausencia de níquel en los cobres locales analizados, elemento que sí estaba presente
(aunque en proporción muy baja, > 0,25%) en el único punzón metálico recuperado en el
proceso de excavación, lo que hace desestimar que esta pieza sea resultado de una producción
local. Los resultados de dichos análisis se incluyen en la tabla 2:
Tabla 2.
Falta, por tanto, información que permita afirmar una temprana actividad metalurgista
en la zona, aunque se den las condiciones para ello ( 8 )
.
ARQUITECTURA. SU SISTEMA CONSTRUCTIVO.
Aizibita, es, por su tipología, un dolmen simple largo, con recinto cameral rectangular,
que mide aproximadamente 3,5 de largo por 2 m de anchura. Su acceso debió ser lateral, por
el lado oriental, como en la actualidad, aunque existió otro ortostato en dicho lado del que se
encontró tan sólo su base en la campaña de 1994, así como las cuñas de piedra que lo
calzaban. El cierre meridional lo constituyó el banco natural de areniscas que allí aflora (Figura 3
y Foto 4).
En el transcurso de la intervención arqueológica, realizamos tres catas periféricas que
nos han permitido conocer el sistema constructivo de Aizibita, como se aprecia en la misma
figura 3.
( 7 ). SARRIÉS, O. (2006): "Mineralogía", en Bajo el Camino 42.
( 8 ). Estamos a la espera del estudio y análisis de algunas piezas de cobre procedentes de lugares de la
Zona Media de Navarra, que se están realizando en colaboración con el Dr. J. Fernández Carrasquilla de la
Universidad Pública de Navarra, que pueden aportar luz sobre estas actividades en la zona.
Figura 3.
Planta de Aizibita con su planimetría y zanjas externas en las que se intervino.
En detalle se reproduce la orientación de toma de coordenadas dentro de cada cuadro.
La abundancia de arenisca en el paraje debió facilitar el proceso seguido por sus
constructores. Se debió practicar una zanja en forma de U, con base en el norte y los lados
abiertos hacia la pendiente; en el lado Oeste de la misma se insertó un ortostato de proporciones
considerables, es el que presta cierta monumentalidad al dolmen, y se colmató con tierra y
algunas piedras irregulares. Éstas fueron más abundantes y de tamaños variados en el ángulo
NW, entre dicho ortostato y el de cabecera, pudiendo comprobarse, en la zanja exterior
excavada, la existencia en esta zona de un verdadero anillo perimetral (Foto 5).
Simultánea o previamente, se colocó en el extremo septentrional de la zanja el
ortostato de cabecera, bien trabajado en sus lados, ajustando los espacios vacíos entre los ortostatos
con lajas, interna y externamente, algunas de forma cuidada y considerable tamaño (Foto 6).
En el otro brazo de la U, en el oriental, los constructores de Aizibita practicaron una
zanja mayor y más irregular, a juzgar por el resultado de la excavación externa llevada a cabo en
la campaña de 1993. El relleno superaba el metro de anchura en el extremo próximo a la
cabecera y medía unos 35 cm en el extremo opuesto. En este lado se mantiene erguido un
tercer ortostato a considerable menor altura, es irregular y ha basculado hacia el interior de la cámara (Foto 7). Su base, de forma triangular, debió procurarse de manera intencional para
facilitar su colocación. Llamó nuestra atención la cuidadosa labra del borde próximo a la
cabecera, frente a la forma tan irregular que presenta el opuesto. La zanja, una vez colocados
los ortostatos del lateral oriental, se debió llenar con piedras irregulares y tierra, como se
comprobó en la excavación de la banda C durante la campaña de 1993 (Foto 8).
El cierre meridional de la cámara se encuentra hoy ocupado por un gran bloque pétreo
que debió formar parte del ortostato occidental. Debió fallar el suelo, en pendiente, se
fracturó y cayó hacia el interior, cubriendo parte del relleno ( 9 ).
Tenemos argumentos para pensar que este lado meridional lo constituían las areniscas que naturalmente afloran y que debieron
fallar por la presión y el declive (Fotos 4 y 9) ( 10 ).
.
De las posibles soluciones de cubierta trataremos más adelante, pero es evidente que
algún papel debieron tener las abundantes piedras concentradas en el interior de la cámara
cuya densidad, tamaño y número varían según los lechos (Figura 4).
LOS LECHOS: EVOLUCIÓN CRONOLÓGICA, CARACTERÍSTICAS E INTERPRETACIÓN.
Al abordar este apartado debemos aclarar algunos extremos. Por ejemplo, que el
sedimento ha sufrido remociones en diferentes momentos, que la acción de roedores ha sido
importante a juzgar por los restos recuperados, y, un factor importante a tener en cuenta, que los
restos han sufrido los efectos de la extremosa climatología de la zona. La comarca en la que
se asienta Aizibita se caracteriza por una climatología dura, con fuerte viento racheado del
noroeste, el cierzo, y acusadas amplitudes térmicas, característica del Valle del
Ebro ( 11 ).
Otro aspecto a tener en cuenta, es la inclinación natural del terreno que facilita una acumulación
diferenciada según zonas. Por esta razón la coordenada z (profundidad) debe tomarse con
cautela, como corresponde a un yacimiento abierto, de uso diacrónico.
( 9 ). Este bloque cubre los cuadros A5 y B5, y parte de A4 y B4. En la campaña de 1992, se extrajo
desde la zona meridional correspondiente al cuadro A5 un cráneo, y en relación con él una punta de flecha rota, de
pedúnculo y aletas en ángulo agudo, morfología frecuente en ambientes asociados al vaso campaniforme
(Inventario n° 35. Aiz 92. A5).
( 10 ). Se ha fechado un posible terremoto en la Rioja alavesa hacia el 2510 AC, como probable causa del
derrumbe de la visera del yacimiento de San Juan Ante Portara Latinam (Vegas, 1999: 67).
( 11 ). De unas campañas a otras y dentro de la misma campaña hemos pasado de 16° a 42° centígrados.
Incluso, en la campaña de 1994, en un descuido en que al termómetro que colgaba del ortostato de cabecera le
daba el sol, llegó a reventar (> 50°). Por eso se recogen frases en el diario de este tenor: "27-VIII-93.
Todos a la excavación pero con un día invernar; "31-VIII-93. Coloco el termómetro a las 9,30 en el ortostato N, marca
18"; a las 12 marca 27° a la sombra... El termómetro por la tarde oscila entre 37 y 42", le está dando el
sol"
Figura 4.
Diferentes lechos de piedras identificados en el transcurso de la excavación. La
gradación de grises refiere a su lecho: el inferior (Le7) en negro, el superior (Leí) se
corresponde con el tono más claro. En primer plano destaca la laja esteliforme.
Tabla 3.
Dataciones absolutas.
La prueba más evidente de lo dicho es el resultado de las dataciones por Carbono 14 de
restos esqueléticos de diferentes lechos que, como era de esperar, dadas las reutilizaciones del
monumento funerario, no mantienen una cronología consecuente con el principio estratigráfico de la antigüedad. Su datación es coherente con el tipo de yacimiento abierto y su uso
funerario queda atestiguado durante casi un milenio, con un momento álgido entre el final de la
primera mitad del Ill er milenio BC y durante toda la segunda mitad de dicho milenio (en
dataciones convencionales sin corregir). Coincide plenamente con la segunda fase del
florecimiento del megalitismo en consonancia con lo observado para el área cantábrica y Valle del
Ebro.
El resultado de las muestras analizadas, de más reciente a más antigua, que se
reproduce en la tabla 3, corrobora lo dicho, que no siempre a un lecho inferior le corresponde
una datación más antigua. En la sigla de cada muestra está incluido el lecho del que
procede.
En conjunto, el volumen de sedimento de tierra, piedras y huesos levantado ronda los
2-2,5 metros cúbicos (Figura 5). En los cuadros con mayor acumulación de piedras y restos
el espesor del relleno superaba los 50 cm. Como se ha dicho, la intervención de los
clandestinos contra las zonas del Lecho 7 que dejamos sin excavar en la campaña de 1994, impidió
recuperar los restos en conexión anatómica más evidentes de todo el yacimiento (Figura 6 y
Foto 10).

Figura 5.
Cortes transversal (B-B') y longitudinal (A-A') de
Aizibita. En B-B' se aprecia la zona de donde el descubridor extrajo un cráneo y otros restos
esqueléticos.
Características del sedimento. De las observaciones y anotaciones registradas en el
Diario de Excavación se extrae la siguiente caracterización de cada uno de los lechos
diferenciados en el proceso de intervención:

Figura 6.
Dibujo del Lecho 7. Se rodean en gris los que fueron excavados en la campaña de
1994. Fuera de la línea, los restos esqueléticos que sufrieron el expolio (entre otros los
individuos de A2 en conexión anatómica).
Lecho 1.
Lecho superior. Una vez realizada la limpieza de la cubierta de matas,
carbones de los fuegos de cazadores y tierra más superficial, aflora: una tierra suelta, arenosa,
color marrón oscuro con abundantes piedras entremezcladas con huesos sin aparente conexión,
hay abundantes raíces. Espesor variable según los cuadros, en algún momento en el diario se
califica de "amalgama de huesos y piedras".
Las piedras son más abundantes en las proximidades al ortostato de cabecera y en los
laterales, algunas aparecen descompuestas. En B1/B2, junto a tres cráneos, tapada
parcialmente por uno de ellos, llama la atención una laja por su forma esteliforme de la que se tra-
tará más adelante (Figura 7 y Foto 11) ( 12 ).

Figura 7.
Distribución de restos esqueléticos y piedras en el lecho 1.
.
Lecho 2.
De espesor irregular y características similares al lecho 1, siguen siendo
abundantes las raíces. También el lecho de piedras de tamaños irregulares y pequeñas es potente y
está bien definido, salvo en A4 y B4, donde escasean los restos de cualquier tipo. Las piedras
parecen de mayor tamaño en los cuadros B1/B2, en la zona próxima al ortostato oriental
(Figura 8 y Foto 12). En Al, se alcanza pronto una base de tierra más
arcillosa ( 13 ) y en A3 hay cierta disposición radial de huesos largos.
( 12 ). En el transcurso de la excavación se calculó que el número de individuos aparecidos en este lecho1
era de 11, cálculo basado en el recuento de cráneos. Habría que añadir uno más extraído y entregado por el Sr.
Aramendía procedente del cuadro B2, como se aprecia en el corte B-B' de la figura 5.
( 13 ). Para este lecho 2 el cálculo de individuos por los cráneos aparecidos fue de 6.
Figura 8. Distribución de restos esqueléticos y piedras en el lecho 2.
Lecho 3. (Figura 9).
Se caracteriza por el progresivo enrarecimiento de piedras, principalmente en la banda A. En lo constructivo destaca la presencia de alguna laja plana bien
ajustada en los ángulos de la cámara entre la cabecera y los ortostatos contiguos W y
O ( 14 ) (Foto 6).
( 14 ). En el diario de excavaciones del día 20-8-92 se lee: "Cribamos la tierra que saqué de la esquina de
los ortostatos N-W que tenían una piedra plana aparentemente cerrando la cámara por ese lado. No sale nada,
algún resto de roedor. Esa piedra se debió colocar en un acondicionamiento de la cámara coincidiendo con el
lecho 2 ó 3, porque debajo de ella sale un fragmento grande de hueso largo incrustado".
Figura 9. Distribución de restos esqueléticos y piedras en el lecho 3.
También llama la atención en este lecho 3 la presencia de piedras planas bajo las cuales
hay cráneos aplastados con saña en Bl y en B3 (Foto 13). Se aprecian también algunas
conexiones que hasta el momento apenas se habían hecho patentes. Además, entre A1-A2 y
Bl-B2 afloran bajo las piedras varios huesos largos con alguna vértebra, a modo de paquete. La
tierra aparece quemada en A4 y B4, hasta el punto de afectar también a algunos huesos en A4.
Escasez de restos de cultura material.
Aprovechando el fin de semana del 15 de agosto, de este lecho robaron dos o tres cráneos y un gran fémur
( 15 ).
( 15 ). El número mínimo de individuos calculado para este lecho, con el mismo criterio seguido en los
anteriores, fue de 18.
Figura 10. Distribución de restos esqueléticos y piedras en el lecho 4.
Lecho 4.
Las piedras siguen siendo menos cuantiosas en los cuadros de la banda A,
pero son muy importantes en toda la banda B, incluso en B4 hay algunas de tamaño
considerable. En Al el sedimento se va haciendo cada vez más arcilloso.
En este lecho se aprecia un mayor número de cráneos, con apariencia de desplazados,
hacia las paredes de la cámara. Se contabilizan tres cráneos en Al, dos en Bl, tres en B2...
(Figura 10).
Sin embargo, en A3-A4 abundan los fragmentos de costillas, vértebras y diálisis,
en algunos casos con su epífisis. Una data de un cráneo de Al arroja la fecha del 4430 BP.
Aunque se tomó muestra de tierra intracraneal había poca espora para permitir análisis de
polen, probablemente por el carácter arcilloso que caracteriza a esta zona de la cámara. Apenas
se registra otro material que no sea el antropológico. Las bases de algunas de las piedras ya
recogidas y dibujadas en el lecho 3 se asientan en el lecho 4. No se aprecian grandes
diferencias en el sedimento entre ambos lechos en cuanto al tipo de sedimento. El lecho 4 en Bl se
caracteriza por estar formado por piedras de tamaños pequeños y huesos en conexión,
algunos casi verticales ( 16 ).
( 16 ). Se calcularon para este lecho un total de 12 individuos.
.
Figura 11. Distribución de restos esqueléticos y piedras en el lecho 5.
Lecho 5.
Se caracterizó por ser muy irregular de composición y color según las zonas
de la cámara, es por tanto el menos homogéneo. Excavado en buena medida durante la
campaña de 1993, se identificó en algunos cuadros una transición denominada lecho 4-5, ya que
no eran nítidas las diferencias entre uno y otro. En algunos sectores de la cámara también
aparecieron lentejones de tierra muy negra, previos a un nivel de tierra muy rojiza que siempre
se identificó como lecho 6. Estos lentejones negros, en algún caso, se consideraron como
transición entre lecho 5-6 (p. e. en A2). La variabilidad del color del sedimento terroso y su
diferente compacticidad de unos cuadros a otros es el rasgo más llamativo de este lecho. Hay
disminución evidente de piedras en el conjunto, aunque, en el cuadro Al salen algunas lajas
aplanadas que no se han registrado en el plano general pero se aprecian en las fotos (Foto 14),
y en A2 el relleno está formado por piedras pequeñas y tierra oscura muy compacta (Figura
11). Este lecho fue llamativamente escaso en ajuares. En Al la tierra ya es muy dura,
apelmazada, con lentejones grisáceos de descomposición de alguna roca. Salen algunas piedras
descompuestas en este cuadro, bajo las piedras del lecho 4.
Algunas son rojizas podría ser de la propia calidad de la arenisca más que efecto de
oxidación por fuego, pero se recogen algunos carboncillos. Los huesos aparecen amontonados y
alguno parece roto y quemado. Hay vértebras en conexión, restos infantiles, fragmento de
escápula, epífisis... Y en conexión vértebras, un coxal, etc. En medio de la cámara sigue
apareciendo una gruesa raíz. En Al/Bl restos infantiles, algunos en conexión. En Al, se levanta un
cráneo, el que lleva en plano el n° 71 ( 17 ).
En B2 el lecho está formado por pequeñas piedras, descompuestas y cementadas, que provocan mucho polvillo. En esta banda B, bajo el
ortostato oriental, se hace patente un conglomerado de restos esqueléticos en conexión (Foto 15).
Los huesos en esta zona de la cámara están como cementados ( 18 ).
En B3 hay un cambio en el sedimento que se hace más suelto y rojizo, es ya el anuncio
del lecho 6.
Lecho 6. (Figura 12).
Durante la campaña de 1993 se inicia la excavación de este lecho en algunos cuadros pero se termina de excavar en 1994. Se caracteriza por la ausencia
casi total de piedras y por la abundancia de restos esqueléticos y ajuar. Cuando aparecen
piedras suelen presentarse concentradas en torno a paquetes óseos bastante definidos, a
veces "ocultando" algún cráneo ( 19 ) o delimitando algún individuo (p. e. cráneo aplastado por
una laja rojiza en A4, asociado a una cuenta rota de azabache y a cuentas discoides planas
de hueso...).
El sedimento de este lecho 6 se diferencia netamente de los otros por ser de tierra
suelta y de color rojizo, especialmente hacia la base de la zona central de la cámara, que es
donde se muestra con más contundencia. En algunas zonas es muy intenso y polvoriento (B2).
( 17 ). En el diario del 25-VIII-93 escribí: "En Al levanto un cráneo que se veía entre dos pelvis... Cerca se
aprecia también el atlas. Al levantar el cráneo que está completo, salvo el maxilar inferior, me llevo la sorpresa
de que presenta en la parte posterior una gran perforación (trepanación) que afecta al occipital y huesos próximos... Han salido en el mismo cuadro huesos de niño...".
( 18 ). El cálculo de individuos estimado para este lecho 5 fue de 10.
( 19 ). Ocultamiento constatado también en el lecho 3.
Está precedido, en ciertos sectores de la zona central de la cámara, por tierra muy negra con
lentejones de arcilla (A3), pero no es uniforme su distribución ( 20 ).
Esta matriz rojiza ha alterado profundamente los huesos, aún más que los lechos de piedras superiores (Foto 16).
En ocasiones nos recuerdan a astillas de madera, algunos presentan manchas negruzcas como de
fuego. Hacia la periferia de la cámara, en los sectores próximos a los ortostatos, la tierra es dura,
apelmazada y blanquecina, especialmente a medida que se desciende.
Figura 12. Distribución de restos esqueléticos y piedras en el lecho 6.
( 20 ). En algún caso le hemos denominado a esta tierra negra le5, le5-6 o leo (más evidente en la zona
central de la cámara: A3/A2-B2).

Los cráneos en este lecho 6 aparecen también muy fracturados y frágiles, siendo
frecuentes los dientes sueltos así como ciertas asociaciones entre restos esqueléticos y ajuares
(Foto 17) ( 21 ).
Este lecho ha sido el más fértil desde el punto de vista arqueológico, donde más
conexiones han aparecido y más relación entre restos esqueléticos-objetos arqueológicos se
ha podido establecer. Se define en algunos casos como lecho 6-base.
21. En A2: asociación de costillas y espléndida punta de flecha de pedúnculo y aletas; también en A2:
bajo vértebras que se dibujaron en el lecho 5 sale una punta de flecha con pedúnculo (se anotaba que este
cuadro era transición 5-6); en Al: otra pieza con perforación en T, junto a un maxilar inferior.
Lecho 7. (Figura 13).
Aunque a veces se ve impregnado de lentejones rojizos, la tierra del lecho inferior es más granulosa, menos polvorienta, de color marrón, con tendencia al
color blanquecino en las zonas más próximas a los ortostatos (Al). El material arqueológico es
similar: cuentas de tipo tonelete de tamaño convencional, puntas de flecha de aletas iniciadas,
una en relación con un pie (Foto 18b).
En este lecho 7, en el cuadro A2, son visibles al menos tres individuos mirando a
poniente, en conexión anatómica (Fotos 10 y 18a), y en los cuadros A4-B4 una estructura
semicircular de piedra en torno a una pequeña cavidad sobre el paleosuelo, conteniendo restos
humanos con su ajuar (Foto 19).
Las catas exteriores. (Figura 3).
Se realizaron, como ya hemos avanzado, varias catas al exterior, con el fin de conocer el sistema constructivo de
Aizibita.
Analizamos a continuación los datos obtenidos.
Zanja en C.
(Campaña de 1993). Al exterior del ortostato oriental, se llevó a cabo
esta excavación en una zona afectada por un desnivel de casi 30 cm, entre C2-C3 (donde la
profundidad respecto a 0 es de - 147 cm) y C4-5 (donde alcanza los - 179 cm) (Foto 8).
Aflora un lecho de piedras y tierra, es de anchura irregular y se perfila perfectamente
porque al exterior (hacia el Este) sale la tierra apelmazada, dura,
rojizo-amarillenta, intacta. Es el paleosuelo sin remover, en cambio, en los sectores más próximos al acceso a la cámara,
la tierra se vuelve cenizosa y oscura. Al profundizar en C4 sale un paquete de huesos
humanos entre piedras carente de ajuar (Foto 20). Por debajo del paquete óseo, cuya
composición se detalla en el anexo 2, salen piedras nuevas, algunas hincadas, en la zona que
correspondería a la entrada, muy por debajo del nivel de base de la cámara y en aparente
desorden.
En la campaña de 1994 se abre una nueva zanja a continuación, en dirección
Este-Oeste, a partir del cuadro C5 (Foto 4). Es la denominada:
Cata SE.
(Campaña de 1994) El objetivo era conocer el cierre meridional. Salió a la
luz la base con sus cuñas de un cuarto ortostato roto y desaparecido (Foto 9b), quedando
visible el banco de areniscas natural, fracturado en esta zona meridional del dolmen pero bien
patente en las fotos generales tras la limpieza de la vegetación. No hay relleno de piedras
en esta zona, debió incrustarse el monolito hoy desaparecido en una pequeña zanja bien
ajustada.
Para conocer el sistema constructivo también se efectuaron sendas catas al exterior del
ortostato occidental, así como entre dicho ortostato y el de cabecera (Foto 5 y Figura 3).
Zanja exterior al ortostato W.
En 1993, con el fin de determinar cómo se sujetó e insertó este monumental bloque, se hace una pequeña cata exterior. La tierra aparece
asentada, dura, natural, intacta. No se apreció el revuelto de tierra y piedras que se veía en la
Zanja en C. Sólo unas pocas piedras sobre ese suelo intacto (Foto 21). Debieron implantar
el monolito sobre una zanja estrecha tan ajustada al grosor del bloque que apenas requirió
relleno.
Zanja NW.
En 1994 y 1995 se abordó el ángulo NW mediante otra cata externa en ángulo recto. Permitió dejar a la vista un potente anillo perimetral, en parte ya apreciado desde
el interior de la cámara a medida que se profundizaba en la excavación y se levantaban
lajascuña (Foto 5).