Las iglesias prefeudales en Álava.
Cronotipología y articulación espacial.
AGUSTÍN AZKARATE
GARAI-OLAUN, LEANDRO SÁNCHEZ ZUFIAURRE
Unidad Asociada CSIC/Universidad del País Vasco. Grupo de Arqueología Tardoantigua y Medieval. Arqueología de la Arquitectura
(GATMAA).
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 2 - 2003, págs. 25-36.
Resumen.
El artículo constituye un avance de un proyecto de investigación en curso sobre las iglesias alavesas anteriores a los siglos XII-XIII,
invisibles hasta la fecha a una metodología tradicionalmente de base analógica y formal. Se efectúa una nueva propuesta de análisis
experimentada ya en la catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz y que se articula de la manera siguiente:
1. Lettura veloce de los
principales momentos constructivos de los templos seleccionados con el objeto de individualizar estratigráficamente la fase o fases
anteriores al periodo «románico».
2. Individualización y registro de
las variables técnicas y formales más representativas de esta primera fase constructiva en cada una de las iglesias objeto de
estudio.
3. Identificación numérica de las variables seleccionadas.
4. Creación de una tabla analítica que recoja la presencia o ausencia de estas variables en cada uno de los edificios a estudiar.
5. Agrupamiento de los edificios que comparten variables entre sí.
6. Transformación de las asociaciones tecnotipológicas en tablas
cronotipológicas, es decir, en indicadores cronológicos. Resultado de todo ello ha sido la individualización de seis grupos de iglesias
que se articulan diacrónicamente entre los siglos IX y XII.
A modo de conclusión se avanzan, finalmente, algunas consideraciones
interpretativas sobre la naturaleza de estos templos de época prefeudal.
Abstract.
This article constitutes a preview of a research project into pre-12th to 13th century churches in Álava, which until now had been
invisible to traditional, analogical formal methodologies. It presents a new proposal of an analysis tested already in the cathedral of
Santa María de Vitoria-Gasteiz and based along the following lines:
1. Lettura veloce of the main construction stages of temples chosen with the object of stratigraphically determining the phase or phases
prior to the Romanesque period.
2. Identification and register of the
most representative technical and formal variables of this first phase of construction in each of the churches in the
study.
3. Numerical specification of selected variables.
4. Creation of an analytical table to register the presence or absence of these
variables in each church.
5. Grouping together those buildings with
variables in common.
6.Transformation of technotypological
associations in chronotypological tables, i.e., chronological indicators. This has led to the identification of six groups of
churches based diachronically between the 9th and 12th centuries.
By way of conclusion, some interpretative considerations are put forward as to the nature of these pre-feudal period temples.
1. INTRODUCCIÓN.
Es bien conocido el carácter madrugador de muchas localidades del occidente alavés a la hora de incorporarse al
registro escrito altomedieval y son muchos, y buenos, los estudios que se han ocupado de este
fenómeno ( 1 ).
Sabemos por ellos que, ya para el siglo IX eran más de diez los núcleos
habitados sólo en el valle de Ayala, que otro tanto sucedía en el valle de Valdegovía
-a juzgar por los conocidos
testimonios del obispo Juan para Valpuesta (año 804) y del abad Abito para Tobillas
(822)-, que en el valle de
Cuartango eran también diversas las iglesias que se agregaron a San Esteban de Salcedo en el año 873 y que esta ocupación
del territorio alcanzó incluso las estribaciones del Gorbea tal y como refleja la donación a San Vicente de Acosta
efectuada en el año 871 por el senior Arroncio. Para el siglo X las menciones se multiplican hasta tal punto que
renunciaremos a sintetizarlas en este breve texto. La undécima
centuria, finalmente, se abre con el famoso documento conocido como «Reja de San Millán» y que recoge más de trescientos
núcleos que debían satisfacer bien hierro --en la mayoría de los casos-- bien cabezas de ganado al monasterio
emilianense.
Sin embargo, son muy pocos los testimonios materiales que tradicionalmente se conocían de aquella
espléndida floración de núcleos habitados y que tanto recuerda al famoso pasaje en el que el monje Raoul Glaber alude al
blanco manto de iglesias con el que el mundo de su época cubría su vetusta desnudez. Porque, efectivamente, son
excepcionales los casos --como el de San Román de Tobillas-- en los que los restos materiales conservados son
adscribibles al periodo de su primera mención documental. En otros la advocación primitiva del templo mencionado en
los siglos altomedievales pervive en el templo actual y cabe pensar que su ubicación siga siendo la misma. Sin embargo
las fábricas actuales no conservan el más mínimo resto de los primitivos templos, desaparecidos totalmente ante
edificios de culto muy posteriores. Es el caso de San Vicente de Acosta o San Martín de Estavillo, por citar únicamente un
par de ejemplos.
Imperceptiblemente, por tanto, se fue extendiendo una cierta desesperanza en la historiografía que acabó por
renunciar al conocimiento de aquellas primeras estructuras eclesiales. Así se refleja, por ejemplo, en el testimonio de la
más concienzuda y prestigiosa investigadora sobre esta cuestión: «Conocida la existencia de estas iglesias nos
preguntamos cómo serían sus edificios. Construidas en momentos difíciles, los monjes recién llegados o los señores que, con
escasos recursos, ocupaban las tierras incultas, las edificarían con pobres materiales: sencilla mampostería, ladrillo,
madera y, muy posiblemente, adobe en los edificios anejos, sobre todo en el Suroeste alavés (...). Es muy posible que en
los edificios más ricos entre los señalados -Valpuesta, Armentia, Tobillas o San Esteban de
Salcedo-, se hubiera empleado piedra labrada y sillería en sus partes más nobles
y en sus esquinales; en los muros de la iglesia románica de Tobillas pueden verse
-por ejemplo- piedras con motivos incisos, posiblemente del edificio primitivo.»
(PORTILLA, 1983: 42).
Las causas de nuestro escaso conocimiento son diversas y no podemos extendernos en su análisis. Sabemos que
en un porcentaje importante fueron construcciones lígneas ( 2 ) y, por tanto, hoy en día sólo susceptibles de ser detectadas
mediante excavaciones arqueológicas. Únicamente los hábitats rupestres y las iglesias abiertas en la roca
-que debieron constituir un porcentaje no desdeñable entre los centros de culto de
entonces- nos han permitido acercarnos a
la materialidad de los templos altomedievales. Es el caso de los ejemplares rupestres treviñeses, indiscutibles en su
morfología y funcionalidad litúrgicas. Su uso como templos cristianos desde el siglo VI hasta, al menos, los siglos XI-XII
no parece ofrecer dudas (AZKARATE, 1988) ( 3 ).
Tampoco es ajena, desde luego, a esta enorme laguna en nuestros conocimientos la poca atención que hasta
fechas relativamente recientes ha venido mereciendo la arqueología medieval. Pero ésta es una circunstancia que no
debe servirnos de excusa permanente para ocultar graves carencias metodológicas y enfoques excesivamente
arqueográficos por parte de quienes nos hemos dedicado desde hace algún tiempo a este periodo histórico. Es hora de
aventurarnos críticamente a una diagnosis que nos sirva de punto de partida para iniciar una renovación de nuestros
instrumentos hermeneúticos. En esta línea, este breve artículo tendrá como objetivo articular una propuesta de análisis
metodológico que permite descubrir la existencia de unos testimonios que, hasta la fecha de hoy, han permanecido
ocultos a nuestros ojos.
Son varios ya los trabajos en los que nos hemos referido a las generalizaciones abusivas que, con base en criterios
idealistas y analógicos,
se acostumbra a efectuar a la hora de articular la secuencia diacrónica de nuestro patrimonio edificado. La tiranía de los analogismos formales y la ausencia
de análisis constructivos precisos han distorsionado nuestro conocimiento, favoreciendo la invisibilidad de fases constructivas primitivas que se «ocultaban» en fábricas de
cronología posterior o han convertido en románicos templos levantados en los siglos XVII o XVIII. Como señalaba
J.M. Pesez, «il est très difficile de cerner la date de construction d'un édifice par les seuls critères habituels de l'histoire de
l'art » (1985: 198).
Se ha aducido con frecuencia, para justificar la desaparición de nuestro patrimonio más antiguo, la profunda
modificación que han sufrido muchas de las primitivas iglesias
altomedievales, sustituidas en momentos de crecimiento económico o demográfico por templos erigidos de
nueva planta. A pesar del paso implacable del tiempo y su acción destructora, sin embargo, «no hay nada tan difícil
como borrar todas las huellas» de nuestro pasado. «La homogeneidad absoluta es absolutamente rara en el mundo
material». Para reconstruir estos mundos perdidos, sin embargo, es en parte necesaria una metodología especial que
no puede ser sino el método estratigráfico (CARANDINI, 1997: 256).
Recurriremos a este renombrado autor
italiano, algo que hacemos con frecuencia, para ilustrar el contexto al que debemos
enfrentarnos a la hora de responder al
objetivo que más arriba señalábamos.
Si la materialidad de las primitivas iglesias altomedievales alavesas no ha sido observada por los numerosos
investigadores que han trabajado aquel periodo es, entre otras razones, porque su presencia no es evidente. O no lo era, al
menos, a los códigos de lectura que hemos venido utilizando.
Nos resultaban imperceptibles, no porque no existieran sino porque resultaban invisibles a nuestra manera de mirar
las cosas. No éramos capaces de detectar «lo que se encuentra sumergido en el interior de las construcciones». No
fuimos conscientes de que, con frecuencia, nos enfrentábamos a «una construcción expoliada de la que apenas queda su
propia sombra» y que la comprensión de un determinado lugar «no puede ser justa ni completa si no se controla la
superposición y la destrucción de todas las estructuras que allí han surgido a través del tiempo y de las que el edificio
todavía en uso no es más que el último representante» (Ibidem: 257).
Todo ello nos sitúa en el ámbito de las habilidades instrumentales, en el de la depuración de las técnicas de análisis. Este breve texto es un modesto ejemplo de una
metodología que ya ensayamos en la catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz y que ofreció, creemos, resultados
sumamente interesantes. Es también un avance de una tesis doctoral en curso sobre técnicas constructivas del medievo
y que viene realizando uno de los arriba firmantes.
Si nos conformáramos con ello, sin embargo, caeríamos en lo que, a modo de denuncia, ha calificado
G.P. Brogiolo como hiperestratigrafismo (1997:183). No tenemos que olvidar, en efecto, que la consolidación de una
tendencia orientada a investigar, mediante el análisis de los testimonios materiales del pasado, el antiguo contexto
social y productivo, se ha revelado, con el tiempo, como una de las aportaciones más importantes de la arqueología
medieval y de la arqueología de la arquitectura. Las investigaciones han ido
confirmando la idea de que las técnicas constructivas son sólo en parte el producto de la elección
formal de los proyectistas y destinatarios, dado que éstos, en sus decisiones,
están condicionados inevitablemente por los recursos materiales del territorio y por el contexto
histórico y productivo que determina tanto la calidad de los medios de transporte como la disponibilidad de
maestros especializados (CAGNANA, 1994: 40). Investigar, por tanto, el uso de técnicas constructivas diversas exige algo
más que su secuenciación en un diagrama estratigráfico, algo más
-incluso- que su seriación en tablas de
carácter cronológico en la medida en que esa diversidad está
denunciando, probablemente, la existencia de cambios socio-económicos que reflejan la mayor o menor capacidad
excedentaria de una sociedad y, consecuentemente, su mayor o menor capacidad para
controlar ciclos productivos complejos.
Es por ello por lo que aventuraremos también, de manera muy breve, algunas cuestiones sobre el contexto
histórico de cada uno de los grupos de iglesias altomedievales que, como se verá, hemos podido detectar en nuestro
territorio. Su desarrollo más pormenorizado es uno de los objetivos del trabajo doctoral mencionado, como lo será
también la cronotipología que ahora, de manera provisional, avanzamos.
( 1 ) Véanse, a modo de ejemplo, los trabajos de J.A. García de Cortázar
(1982), R. Martínez Ochoa (1982) o los diversos estudios efectuados por
S. Ruiz de Loizaga (1982, 1989, 1995).
( 2 ) Aunque no sean muchas las referencias documentales a construcciones
de carácter lígneo, son sin embargo suficientemente explícitas: plenariam
libertatem ad incidenda ligna montibus meis ad construendas ecclesias, sive
aedificandas domos (Cart. Valpuesta, 2, 804); et levabimus matera de quator casas et uno orreo et tectus de tres ecclesias de Valle Posita, et
composuimus de ipsa matera casas et eclesial in Villa Merosa, et restaurabimus eas
(Cart. Valpuesta, 44, año 975).
( 3 ) Son significativos también, a este respecto, los testimonios del
monasterio de San Martín, ubicado no lejos de los Castros de Lastra (Caranca)
en un emplazamiento protegido y en el que se conservan todavía las huellas de un templo semirrupestre con su necrópolis de tumbas excavadas
también en roca (ALONSO et alii, 1992/93).

Fig. 1.
San Vicente
(Hueto Abajo). Puede observarse con claridad cómo el
primitivo templo altomedieval quedó abrazado por la ampliación «románica»
posterior.
2. METODOLOGÍA DE TRABAJO.
La diócesis de Vitoria cuenta con más de 700 iglesias dispersas por su territorio. Había que racionalizar la búsqueda
estableciendo algún criterio con el que pudiéramos establecer una primera criba que redujera el muestreo inicial. Como punto de partida general
-y con intención de obtener un ante quem operativo- se decidió seleccionar todas aquellas
iglesias que tuvieran en su edificación actual alguna fase constructiva de lo que en Historia del Arte se ha definido
como «románico» y que, en Álava, se inicia a finales del siglo XII. Un vaciado bibliográfico exhaustivo permitió
reducir a 326 las iglesias o ermitas a visitar en esta primera etapa del trabajo, número de templos que venía a coincidir
aproximadamente con el de las localidades recogidas en la Reja de San Millán de 1025 y en la lista del Arcedianato de
Álava de 1257. Teniendo en cuenta que los actuales despoblados alaveses comenzaron a abandonarse a lo largo del
siglo XIV y durante la primera mitad del XV (DIAZ DE DURANA, 1986: 121), contábamos con la seguridad razonable de
acceder, de esta manera, a la práctica totalidad de las principales iglesias potencialmente
altomedievales.
Nuestras experiencias previas en San Román de Tobillas (AZKARATE, 1995), Andra Mari de Ullíbarri Arana y
San Vicente de Hueto Abajo (SOLAUN, 2003) nos habían permitido constatar la existencia de iglesias «románicas»
construidas literalmente «sobre» pequeños templos de época anterior que permanecían, de esta manera, fosilizados en fábricas más modernas. Cabía suponer que este fenómeno
debía observarse también -en mayor o menor medida- en otros edificios. Y así ocurrió, en efecto. Aunque el
trabajo de campo no haya sido finalizado en su totalidad, se han podido detectar hasta la fecha una veintena de iglesias en
las que cabe detectar el fenómeno descrito.
Fijado el objeto de la investigación, había que articular una metodología que permitiera rentabilizar el trabajo de campo. Una lectura estratigráfica de cada uno de los
templos hubiera exigido un esfuerzo más allá de nuestras posibilidades reales, aunque se ha efectuado en los tres
casos arriba mencionados y se llevará a cabo en algún otro en un futuro inmediato.
La veintena de edificios detectados ofrecían fábricas de una gran variedad, debido a su construcción con
materiales obtenidos en las inmediaciones y aparejados con técnicas «complejas»
( 4 ) que conllevan, por su propia naturaleza, una notoria heterogeneidad. Se hacía necesario, pues, un
esfuerzo de sistematización, articulando la muestra en grupos que compartieran unas mismas características, puesto
que es de esperar que, en un mismo ámbito espacio-temporal, las técnicas detectables estuvieran participando de las
especificidades propias de los diversos ciclos constructivos.
Contábamos, además, con las experiencias cronotipológicas llevadas a cabo en la Catedral de Santa María de Vitoria-Gasteiz (AZKARATE, 2002) que, en este caso, se han
adecuado a las circunstancias específicas de la investigación en curso.
El proceso de trabajo, a ejecutar sistemáticamente en cada uno de los edificios seleccionados, ha sido el siguiente:
1. Lettura veloce de los principales momentos constructivos del edificio con el objeto de individualizar
estratigráficamente la fase o fases anteriores al periodo
«románico».
2. Individualización y registro de las variables técnicas y formales más representativas de esta primera fase
constructiva en cada una de las iglesias objeto de estudio.
3. Identificación numérica de las variables seleccionadas. En nuestro caso fueron seis, cinco de carácter técnico
--aparejos muro (1-5), aparejos esquinales (10-15), aparejos ventanas (20-24), técnicas constructivas (30-31),
instrumentos de labra (40-42)- y uno formal ( 5 ) -tipología ventanas (50-54)-- (Fig. 2).
4. Creación de una tabla analítica que recoja la presencia o ausencia de estas variables en cada uno de los
edificios a estudiar (Fig. 2).
5. Agrupamiento de los edificios que comparten variables entre sí (Fig. 2).
6. Transformación de las asociaciones tecnotipológicas en tablas cronotipológicas, es decir, en indicadores
cronológicos. Las fuentes documentales en unos casos, las epigráficos en otros o los recursos arqueométricos llegado el caso, están permitiendo y permitirán en el futuro que los
resultados del trabajo efectuado constituyan verdaderos indicadores cronológicos de alto valor para la investigación en curso.
( 4 ) «Existen técnicas en las que el albañil no se preocupa tanto del aspecto
exterior del muro, cuanto de una mayor homogeneidad tridimensional del mismo. Es el caso de la mayor parte de los muros «a seco», y también
de muchos muros que van a tener algún tipo de revestimiento. Son las técnicas aparentemente más
desordenadas o con un orden menos aparentes, y que es mejor llamar técnicas complejas.»
(MANNONI, 1997: 20) (la traducción es nuestra).
(
5 ) No incluimos los tipos de planta de las iglesias estudiadas por carecer
de suficiente información a este respecto. A diferencia, sin embargo, de
lo que se ha observado en Bizkaia donde de tres ejemplares conocidos dos
(Momoitio, Ranes) ofrecen planta rectangular sin cabecera marcada (GARCÍA CAMINO, 2002:
187-193), en los ejemplares alaveses parece dominante la planta de aula rectangular con cabecera diferenciada de
testero recto. Tanto en Bizkaia como en Álava las dimensiones conocidas
permiten concluir que se trataba de templos que acogían espacios muy reducidos.


Fig. 2.
Mapa de ubicación de las iglesias estudiadas.

Fig. 3
Mapa de ubicación de las iglesias estudiadas.

Fig. 4.
Imagen de San Román de Tobillas, con dos de las variables más
representativas del Grupo 1: ventana rematada en herradura y sillería reutilizada en su aparejo.

Fig. 5.
Imagen de San Pedro (Urbina de
Basabe) con algunas variables del
Grupo 2: Ventana rematada en arco de herradura, labra en azuela y aparejo de
mampostería con material extraído por capas naturales.

Fig. 6.
Aparejo de sillería labrada ex novo de la ermita de Andra Mari de
Ullibarri Arana. Grupo 3.
3.
AVANCE RESUMIDO DE LOS PRIMEROS RESULTADOS
CRONOTIPOLOGICOS.
Grupo 1.
a) Variables: Sillería reutilizada en muros (1), esquinales
(10) y ventanas (20). Técnica de cantería (31). Uso de azuela (40). Saetera rematada en herradura (50).
b) Todas las variables que caracterizan a este grupo se encuentran asociadas en la Fase I de San Román de Tobillas
(con una fecha documentada: ante quem 822). Similar cronología, pues, cabe suponer para la iglesia de San Julián de
Aistra de Zalduondo que reúne también la totalidad de las variables y otro tanto es posible defender también para San Miguel de Montoria que carece de una de ellas (50)
pero cuya ausencia es perfectamente explicable por haber sido modificado el hastial de su testero en fecha posterior.
Cronología: siglo IX.
c) Iglesias: San Miguel de Montoria, San Román de Tobillas (fase 1), San Julián de Aistra (Zalduondo).
Grupo 2.
a) Variables: Aparejo de mampostería recogida (3) o extraída de cantera por capas naturales (4). Sillarejo en
esquinales (12) y en las ventanas (22). Técnica de albañil (30).
Azuela en vanos y esquinales (40). Saetera rematada en herradura (50).
b) Carecemos de dataciones absolutas para este segundo grupo. Pero la coincidencia de algunas variables como el
uso de la azuela o la presencia de vanos rematados en herradura, sus dimensiones reducidas (característica propia
también del grupo anterior) y su emplazamiento asimismo en zonas periféricas y bien protegidas nos llevan a proponer
una cronología no lejana a la del Grupo 1, aunque quizá correspondiente ya al siglo siguiente. Urbina de Basabe
aparece mencionada ya en el Cartulario de Valpuesta el año 952 y Samiano constituye una de las localidades
mencionadas en la Reja (1025).
Cronología: siglo X.
c) Iglesias: San Pedro de Urbina de Basabe, Nuestra Señora de la Asunción de
Samiano ( 6 ).
( 6 ) Aunque queda fuera del trabajo de campo efectuado, es preciso recoger
-como perteneciente a este grupo-- la iglesia excavada en los Castros de Lastra (Caranca) por F. Saénz de Urturi. De planta rectangular de
pequeñas dimensiones (6,70 ¥ 3,90 m.), contó con dos vanos rematados en
herradura que fueron recuperados en los trabajos de excavación, uno ubicado en el hastial oriental y otro de mayor porte en el hastial opuesto.
Contaba con puerta de acceso al sur y para su construcción se recurrió
tanto a la caliza como a la toba (SÁENZ DE URTURI, 1984, 1985, 1986).
De planta también rectangular e igualmente de pequeñas dimensiones
fue la iglesia del siglo X descubierta en el subsuelo del Santuario de Nuestra Señora de la Encina (Artzeniega). Posteriormente fue ampliada
-tal y como ocurre en los ejemplos aún en pie que recogemos en este
trabajo- con otra iglesia románica: los testimonios de ambas fases constructivas han sido exhumados recientemente por las excavaciones
arqueológicas llevadas a cabo en el actual Santuario (TORRECILLA GORBEA,
1999, 2000).
Grupo 3.
a) Variables: Aparejo de sillería ex novo tanto en muros (2) como en esquinales (11) y ventanas (21). Labra a azuela
(40) y cincel (41). Saeteras y ventanas abocinadas con remate en arco de medio punto (51).
b) Cuenta con la fechación que le otorga la inscripción que conmemora la restauración efectuada por el
presbítero Vigila en el año 939 de nuestra Era (AZKARATE, GARCÍA CAMINO, 1996: 127-130).
Coinciden, pues, en el tiempo con el grupo anterior.
Cronología: siglo X.
c) Iglesias: San Román de Tobillas (fase 2), Andra Mari de Ullíbarri Arana.
Grupo 4.
a) Variables: Aparejo de mampostería con material tanto recogido (3) como extraído de cantera por capas naturales (4).
Reutilización de sepulcros monolíticos tanto para esquinales (13) como para ventanas (24). Técnica de albañil (30).
b) Poseemos datos documentales de interés a la hora de realizar una aproximación cronológica a las iglesias de
este grupo. San Pedro es hoy en día una ermita que perteneció a Gorostiza, lugar actualmente despoblado que
aparece mencionado en la Reja de San Millán en unas donaciones que, en el año 1067, el obispo Nuño y varios nobles
efectúan a la iglesia de San Vicente de Acosta: «ego senior Didaco Gondissalvo de Gavari dono (...) in villa
Gorostiza, mea portione, cum divisa (Cart. S. Millán, n.º 362). Su fase
constructiva «prerrománica» debe pertenecer sin duda a este periodo. La localidad de Hueto aparece recogida
también en la Reja de San Millán de 1025. La iglesia fosilizada dentro de la que se erigió posteriormente en «estilo
románico» debe corresponder también a la misma época. Podemos, por tanto, presuponer una adscripción cronológica
para estos ejemplares en la undécima centuria. De Eribe no tenemos constancia documental hasta la lista del
Arcedianato de Alava de 1257. Ello, sin embargo, no resulta cronológicamente determinante porque esta localidad está ubicada en la circunscripción de Zuffia de Suso que entrega a
San Millán 12 rejas por todo el territorio, sin especificación de núcleos particulares, aún cuando conocemos la
existencia de aquellos desde fechas anteriores como en el caso de Acosta (781), Cestafe (871), o Letona (871) que han
perdurado hasta la actualidad.
Cronología: siglo XI.
c) Iglesias: San Pedro de Gorostiza, San Martín de Eribe, San Vicente de Hueto Abajo.
Grupo 5.
a) Variables: Muros de mampostería bien recogida (3), bien extraída de cantera por capas naturales (4) bien
semielaborada (5). Esquinales con material semielaborado (14) y piezas escuadradas (15).
b) Cronología: idem grupo 6.
c) Iglesias: Nuestra Señora de la Asunción de Valluerca, San Andrés de Tortura, Santiago de Gujuli, San
Bartolomé de Olano, La Natividad de Hueto Arriba.
Grupo 6.
a) Variables: Muros de mampostería bien extraída de cantera por capas naturales (4) bien semielaborada (5). Material
semielaborado también tanto para esquinales (14) como para ventanas (23). Saeteras a los pies articuladas en dos
niveles (54).
b) Existen varias iglesias
-una (Eribe) mencionada ya en el grupo anterior, tres en este grupo (Tortura, Gujuli
Olano), y cuatro en el siguiente (Acilu, Gopegui, Ondategui y Gáceta)- cuya primera documentación es muy tardía
(Arcedianato de Alava de 1257). De esta retardada aparición en el registro escrito podría deducirse una cronología
igualmente tardía.
La conclusión, sin embargo, sería precipitada. Al
igual que veíamos en Eribe -y ello resulta altamente significativo- en seis de los siete casos restantes las iglesias
aparecen ubicadas en circunscripciones que entregan sus diezmos a San Millán de forma conjunta (Gopegui, Ondategui y
Olano en la circunscripción ya mencionada de Zuffia de Suso, Gujuli en la de Urca y Tortura en la de
Quartango).
El caso, sin embargo, de Gáceta puede servirnos como indicador cronológico. Esta localidad no aparece
mencionada en 1025 a pesar de estar ubicada en la pequeña circunscripción de Hiraszaeza en la que el recaudador de San
Millán anota hasta 15 núcleos de poblamiento que deben sus diezmos al monasterio emilianense, alguno de ellos ubicado
en sus inmediaciones, como es el caso de Burguellu (actual Elburgo) situado a menos de un kilómetro. Es posible
deducir de este hecho significativo que la aparición de Gáceta sea posterior a la fecha de la Reja y convertir este dato en un
post quem que permita adscribir las iglesias de los grupos 5 y 6 a una horquilla cronológica situada entre 1025 y finales
del XII o comienzos de la centuria siguiente, fecha en la que el «románico» se extiende por el territorio alavés.
Cronología: siglos XI-XII.
c) Iglesias: San Juan Bautista de Acilu, Nuestra Señora de la Asunción de Gopegui, San Lorenzo de
Ondategui, San Martín de Otazu, San Martín de Gáceta, San Esteban de Zuazo de Vitoria.

Fig. 7.
San Pedro de
Gorostiza. En las esquinas pueden apreciarse los sepulcros
reutilizados, una de las variables que caracteriza al Grupo 4.

Fig. 8.
San Bartolomé de Olano. Grupo 5. Aparejo de mampostería a base de
material semielaborado (bozze). El rejuntado reciente hace que las llagas
parezcan mayores de lo que lo fueron.
4. ALGUNOS APUNTES A MODO DE
CONCLUSIÓN.
Hemos de advertir, antes de nada, que el trabajo de campo que se está llevando a cabo en el contexto de la tesis doctoral
mencionada no está todavía finalizado. Es probable, por lo tanto, que el mapa que presentamos se modifique en un
futuro próximo. Esta circunstancia nos obliga a ser prudentes a la hora de efectuar consideraciones de carácter histórico sobre
dinámicas poblacionales o procesos de ocupación del territorio.
No es esta nuestra intención ni es éste el marco -por su extrema
brevedad- que permita aportaciones de esta naturaleza.
Las ideas que se apuntan hay que tomarlas, en consecuencia, como reflexiones que orientarán la investigación en curso.
4.1. Siglos IX-X.
Llamamos la atención, en primer lugar,
sobre la ubicación -no sabemos hasta qué punto significativa- de las iglesias de los siglos IX y X en los márgenes de la
Llanada alavesa.
Este emplazamiento periférico en valles
bien protegidos o a pie de sierra pudiera estar reflejando, quizá, al menos dos cosas:
a) En primer lugar, una
complicada situación geopolítica, con continuas incursiones musulmanas
( 7 ) que hacían que un territorio como la llanada, abierto y surcado por una iter XXXIV todavía en
uso ( 8 ), resultara poco seguro para la prosperidad de asentamientos estables. Es por ello por lo que éstos madrugaron antes en
lugares geográficamente más protegidos y adecuados a unas circunstancias como las descritas.
b) En segundo lugar, su emplazamiento pudiera estar reflejando también la
dedicación predominantemente ganadera -ya subrayada por la
historiografía- de las primeras aristocracias, laicas o
eclesiásticas, que se establecen en valles y pies de monte de fácil acceso a los pastos que necesitaban sus animales. Esta
dedicación queda atestiguada en el sorprendente número de cabezas de ganado que, en calidad de diezmo, recibía el
conde Diego de tres de sus monasterios o iglesias propias ubicados en el valle de Ayala ( 9 ).
El análisis de las técnicas constructivas permite avanzar algunas otras consideraciones de interés sobre los contextos
productivos que permitieron la construcción de aquellos
templos primitivos. El Grupo 1 refleja unas capacitaciones (recurso a la técnica de cantería, ejecución de bóvedas sobre
pechinas como en el caso de la fase primera de San Román de Tobillas) que sólo pudieron sufragar comitentes
perceptores de rentas importantes. La generosa dotación que el abad Avito efectúa al recién fundado monasterio de San
Román de Tobillas confirma, en este sentido, las capacidades excedentarias de quien fuera su promotor ( 10 ).
( 7 ) Existe constancia de irrupciones musulmanas en los años 767, 791,
792, 794, 796, 801, 803, 816, 823, 825, 838, 839, 842, 855, 863, 865, 866, 867, 882, 883, 886 (MARTÍNEZ DIEZ, 1974).
( 8 ) Como lo han demostrado las excavaciones arqueológicas llevadas a cabo
en Mariturri, asentamiento próximo a Armentia que desde fechas tempranas se ubicó junto a la vieja calzada romana. Las excavaciones han
confirmado que ésta continuaba en uso en fechas tardoantiguas y que su trazado
seguía vigente en periodo altomedieval como lo demuestra otro iter de
dimensiones más reducidas detectado también en los trabajos que se han
llevado a cabo. (Información debida a Julio Núñez, director de las
excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en el asentamiento mencionado).
(
9 ) 268 vacas, 42 yeguas, 85 cerdos, 83 cabras, 16 caballos, siete mulos, 1
asno y un rebaño de ovejas (Cart. S. Millán, 864, n.º 9).
(
10 ) Constituida por 24 yuntas de bueyes, 100 vacas, 80 yeguas, 20 caballos y mulos, 500 ovejas, pozos de sal en las Salinas de Añana, 24 libros y
extensas propiedades distribuidas por Losa, Orduña, Valdegovía,
Valluerca, Quintanilla, Acebedo, montes Obarenes, Bureba, Cerezo y Lara.

Fig. 9.
Nuestra Señora de la Asunción
(Gopegui). Vista del hastial occidental,
donde se distinguen las cuatro saeteras de la obra original (variable específica
del Grupo 6) y el recrecido de la ampliación románica, con una nueva saetera
en el remate.


Fig. 10. Relación de los aparejos de las iglesias analizadas, organizados por grupos.
Los dos ejemplares del Grupo 3 constituyen también casos
excepcionales. La segunda fase de San Román de Tobillas, llevada a cabo en el año 939 y ejecutada con sillares
labrados ex novo para la ocasión, se ha convertido -hasta la fecha- en uno de los testimonios más madrugadores que
conocemos para el norte peninsular sobre la recuperación de ciclos constructivos complejos. Tampoco es casual que, en este caso, sea de nuevo un personaje relevante
-el presbítero Vigila, emparentado probablemente con la familia condal
alavesa- quien lleve adelante una iniciativa de esta naturaleza.
Las iglesias del Grupo 2, en cambio, parecen más propias de comitentes con menos recursos económicos que
pudieran ser esos seniores locales que, desde fechas tempranas, comienzan a menudear en la documentación de los
principales cartularios: senior Arroncio, dompno Vitulus, dompna Obtavia (871), o también las propias comunidades
campesinas que participan, por estas fechas, en un crecimiento agrícola cada vez mejor atestiguado en ámbitos geográficos
limítrofes al nuestro (PASTOR, 1996; GARCÍA CAMINO, 2002). Con menos posibilidades económicas ( 11 ), como decíamos, e incapaces todavía de iniciativas constructivas de
mayor porte, recurrieron sin duda a artesanos locales que levantaron sus edificaciones con materiales e instrumentos que denuncian el predominio del albañil sobre otros
artesanos de mayores conocimientos técnicos.
4.2. Siglos XI-XII.
Los templos de los grupos 4-6, de
cronología más tardía adscribible a los siglos XI y XII, van ocupando ya espacios más centrados que, significativamente,
comienzan a jalonar ya la vieja iter XXXIV. Su presencia y diversificación responde al crecimiento económico que
acompañó al cambio de milenio.
Muchas de estas iglesias
-tanto en estos casos como en los
de las dos centurias anteriores-, fueron con toda seguridad agentes activos que coadyuvaron a la fijación del
poblamiento campesino en el proceso de crecimiento que se detecta a partir del siglo
VIII ( 12 ).
Que en algunos casos fueron,
además, centros perceptores de las rentas señoriales es cosa admitida ya por la historiografía y queda comprobada
también en nuestro caso por los silos que, cada vez con más
frecuencia, se están detectando en las excavaciones arqueológicas o las estructuras anexas que algunas iglesias tuvieron
-tal y como denuncian las ménsulas conservadas generalmente en sus fachadas
septentrionales- y que debieron funcionar a modo de cellarii. Finalmente no hay que
olvidar tampoco el carácter representativo que alcanzaron, sobre todo las de los siglos XI-XII como símbolos del paulatino
aumento del poder señorial. Resultan del máximo interés, en este sentido, las iglesias del grupo 6, caracterizadas por
su hastial occidental articulado en dos niveles de saeteras que traslucen la existencia de otros tantos forjados
interiores y que invitan a interpretaciones sobre su funcionalidad del máximo interés ( 13 ).
( 11 ) Para la cuestión de los escasos recursos de las aristocracias de los
primeros siglos altomedievales, cfr. WICKHAM, 1989: 30.
( 12 ) No hay que olvidar, sin embargo, la posibilidad de que la fijación de las
comunidades campesinas precediera en algunos casos a la aparición de las
iglesias. En el caso de Gasteiz, por ejemplo, hemos documentado un
asentamiento estable desde el siglo VIII en adelante, pero la primera iglesia
detectada hasta el momento en las excavaciones arqueológicas no puede llevarse
más allá de finales del siglo XI. I. García Camino ha prestado atención a esta
cuestión en su magnífico trabajo sobre Bizkaia (GARCÍA CAMINO, 2002).
( 13 ) En relación con todo ello, parece que estaremos obligados a plantear
en un futuro próximo algunas cuestiones que no han recibido excesiva atención en la historiografía de nuestro entorno. Por ejemplo, la cuestión
bien conocida en otras latitudes de los sacrarios o «sagrers» catalanas, e
ignorada sin embargo en nuestro ámbito geográfico a pesar de que existen
indicios suficientes de su existencia. En la necrópolis vizcaína de
Momoitio, por ejemplo, fueron detectados diversos agujeros tallados en roca que
delimitaban, por el oeste, el ámbito del cementerio (GARCIA CAMINO, 2002: 113-114). Las excavaciones arqueológicas que estamos llevando a
cabo en la antigua sede episcopal de San Andrés de Armentia están ofreciendo datos de la máxima relevancia reacionados con este punto.
* * *
Cuando la gran movilización de recursos propios de una sociedad ya feudal permita la construcción de las iglesias que
llamamos «románicas» a partir de la segunda mitad del siglo XII y sobre todo a lo largo de la centuria siguiente, el futuro
deparará distinta suerte a los pequeños templos que habían ido floreciendo durante los siglos
altomedievales.
Bastantes de ellos continuaron como parroquias y
como tales han perdurado hasta nuestros días. Sus primitivas fábricas han desaparecido completamente en muchos casos,
pero en otros, afortunadamente, han quedado fosilizadas en las estructuras románicas que las substituyeron. Es el
ejemplo, bastante paradigmático, de Hueto Abajo. Tal y como se refleja en la imagen que presentamos (Fig. 1), la pequeña
iglesia altomedieval pervive aún como humilde testimonio semioculto en la potente estructura de fábrica del siglo XIII;
una construcción ésta que luce orgullosa el poder económico de unos comitentes capaces de sufragar el coste generado por
unos ciclos productivos mucho más especializados.
Otros templos pervivieron como iglesias
parroquiales durante algún tiempo y fueron ampliados incluso en los siglos XII y XIII, pero los núcleos a los que servían acabaron
despoblándose y quedan hoy como simples ermitas rurales.
Es el caso de San Pedro de Gorostiza que en el siglo XIII es parroquia todavía del Arciprestazgo de Cigoitia (CARO
BAROJA, 1983: 143), pero que se transformó en «mortuorio» ya para el siglo XVII (LÓPEZ DE GUEREÑU, 1989: 551).
Hubo, finalmente, pequeños templos altomedievales que
no prosperaron de ninguna de las maneras descritas y quedaron como humildes ermitas o, simplemente, como
hagiotopónimos fosilizados. Así ocurrió, entre otras muchas, con las iglesias de San Victor de Gardea en Llodio
(Cart. San Millán, n.º 15, año 873; n.º 85, año 964), San Martín de
Monte (Cart. San Millán, n.º 15, 873), San Milán y Santiago de Abecia (Car. San Millán, n.º 24, año 937), etc.
En cualquier caso, el conocimiento más exhaustivo de este proceso aportaría mucha luz a un periodo poco
conocido todavía entre nosotros. En este sentido, sería deseable que investigaciones como ésta que esbozamos de forma
excesivamente breve, se fueran realizando de manera sistemática en otros territorios porque es casi seguro que son
muchos todavía los testimonios altomedievales que siguen resultando invisibles aunque «estén ahí», a la espera de ser
descubiertos.
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