Vitoria-Gasteiz Arqueológica.


 
 

 

Complutum, 13, 2002: 19-50  I.S.S.N.: 1131-6993.

LAS UNIDADES INDUSTRIALES MESOLÍTICAS EN LA ALTA-MEDIA CUENCA DEL EBRO.

POR D. ALFONSO ALDAY RUÍZ. (Arqueólogo UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO.) VITORIA-GASTEIZ.

Alfonso Alday Ruiz *


* Área de Prehistoria. Universidad del País Vasco. Francisco Tomás y Valiente, s/n. Apartado 2111. 01006 Vitoria-Gasteiz.




RESUMEN.

- El texto recoge la información disponible a fines del 2000 sobre el mesolítico de la Alta-media cuenca del Ebro. Compilándola propone la partición del período en tres fases atendiendo a los valores de las industrias líticas: fase laminar, fase de muescas y denticulados y fase geométrica. Se detallan las particularidades de cada una de ellas: hábitat, datos económicos, industrias, encuadre radiocronológico. Se insiste en la "puesta en marcha" desde los inicios del holoceno de un territorio que, vertebrado, recibirá lo neolítico con rapidez y sin rupturas aparentes.

 

ABSTRACT.

- Mesolithic industrial assemblages from the Middle and Upper Ebro Basin. The text summarizes the available information by late 2000 on the Mesolithic from the middle and Upper Ebro basin. All together following the values of the lithic industries, it points to the partition of the period in three phases: 1) laminar, 2) notches and denticulate, and 3) geometric phase. The particularities of each of them are detailed: habitat, economic data, industries, radiocarbon frame. We insist on the "setting out" from the beginning of the Holocene of this territory which, organized, will receive the neolithic quickly and with no obvious ruptures. 

 

PALABRAS CLAVE: Mesolítico, Neolítico, Cuenca del Ebro, Carbono-14, Industria lítica, Economía. 

KEY WORDS: Mesolithic, Neolithic, Ebro basin, Carbon 14, Lithic industry, Economy.

 

1. INTRODUCCIÓN.

La serie de trabajos de campo emprendida en la década de los años 90 más la publicación, en esas mismas fechas o un poco antes, de interesantes memorias de excavación, han mejorado notablemente nuestro conocimiento sobre el mesolítico de la Cuenca Alta-Media del Ebro. Anteriormente en los mapas que recogían los establecimientos de interés, estos aparecían como unidades aisladas. 

Por el contrario, encontramos ahora, salvo vacíos aún notables, verdaderos entramados de yacimientos: al conocido núcleo del Bajo Aragón ­con depósitos recién excavados, en proceso o ya editados al completo­, se suma la lista de descubrimientos de los entornos prepirenaico y alavés. La compilación de todos los datos, difundidos con mayor o menor detalle según los casos, nos acerca a la realidad prehistórica de aquellos tiempos aunque, como veremos, no pueden explicarla en su totalidad.

Ofrecemos en este artículo una síntesis de la dinámica cultural mesolítica resultante sin abordar, empero, todos los ángulos posibles: reflexiones sobre los territorios, tipología y usos de los yacimientos, estrategias económicas, etc., se plantean en estudios complementarios a éste. Aquí se ofrece una relación de las secuencias estratigráficas que creemos más importantes para la comprensión de la época, resaltando muy brevemente los caracteres más sobresalientes de cada una de ellas,

para sintetizar a continuación lo fundamental de las tres unidades en las que vamos a parcelar el proceso mesolítico.

En fechas cercanas otros autores han ofrecido pareceres muy acertados sobre el mesolítico de la región, lo que nos exime en buena parte de descripciones exhaustivas de las colecciones arqueológicas. 

Por ejemplo, 

a) en la memoria de Costalena (Barandiarán y Cava 1989b) encontraremos minuciosas descripciones sobre los progresos industriales del geometrismo mesolítico y neolítico para buena parte del territorio; 

b) sobre el Bajo Aragón es de consulta obligada Barandiarán y Cava 1992 al someter a cotejo su dinámica mesoneolítica con la levantina; 

c) por articular lo conocido a lo largo de toda la Cuenca del Ebro son imprescindibles los esfuerzos de Cava (1994), Utrilla et alii (1998) y Utrilla (en prensa), centrado el primero de los trabajos en las unidades mesolíticas, y más vinculados al neolítico, sin desatender el substrato previo, los dos siguientes. 

Encontrando en los cinco textos mencionados los referentes principales, aprovecharemos así mismo registros arqueológicos vinculantes de próxima edición, informaciones inéditas a partir de trabajos propios y lo provechoso de otros artículos editados.

Acuerdan los investigadores el interés que reviste la industria lítica en la diagnosis de los depósitos prehistóricos, su ordenamiento y comparación, a sabiendas de que la misma no es más que uno de los ingredientes de la realidad cultural. Si observamos el discurrir mesolítico de la región a partir de las mutaciones que sufre es fácil parcelar el período en tres grandes unidades: 

a) fase laminar, 

b) fase de muescas y denticulados, y 

c) fase geométrica.

La adjetivación de cada tramo atiende a definidas particularidades técnicas o morfotipológicas: referida a los soportes en el primer caso, a la abundancia de determinada categoría industrial en el segundo ­si bien podríamos haber resaltado la base de lascas del complejo o el uso del retoque campiñoide como se ha hecho otras veces­ y a la presencia de armaduras microlíticas geométricas en el tercero. 

No se entienden como unidades estancas, aunque no siempre estemos en condiciones de describir los procesos de muda, ya que percibimos con claridad como modelos técnicos o formales vinculados a uno de los tramos perduran en el siguiente o encuentran antecedentes en el anterior.

La seriación industrial es confirmada por la serie radiocronológica disponible. 

Las fechas extremas publicadas para cada una de las unidades están: entre el 10370 ( 1 ) de Portugain y el 8150 de Zatoya para la fase laminar; entre el 8760 de Atxoste y el 7620 de Kanpanoste Goikoa para la de muescas y denticulados; entre el 8120 de Fuente Hoza confirmar sus caracteres industriales­ y el 6360 de Kanpanoste Goikoa para la geométrica.

Aceptada la división antedicha habrá que advertir que solamente en tres de los veinticinco yacimientos estratificados que se recopilan en el presente ensayo, se han consignado la totalidad de las unidades industriales: en Atxoste, Mendandia y Peña 14, concurriendo en ellos a) una fase de puntual abandono entre lo laminar y las muescas y denticulados (a tenor de lo marcado por el C-14), y b) una falta de descripciones completas de sus contenidos.

Se ha insistido, razonadamente, que para la comprensión de la implantación y desenvolvimiento de las formas neolíticas es imprescindible un atinado reconocimiento del pasado mesolítico (Cava 1990; Alday 2000): sólo así ponderaremos si en la formulación del neolítico fue activa o pasiva la actitud de las comunidades asentadas, si poseían o no las capacidades suficientes para administrar las novedades culturales. 

Sin embargo es en los últimos tiempos cuando los autores vienen evaluando la realidad mesolítica, por la acumulación de los datos pero señalando las lagunas existentes. Queremos nosotros ofrecer nuestra visión de la articulación del mesolítico en la Alta-Media Cuenca del Ebro por el interés que tiene en sí mismo y para introducir un nuevo ingrediente en el debate neolítico.

Como línea argumental de cada una de las fases industriales en las que vamos a dividir el mesolítico de nuestro territorio, hemos elegido el yacimiento alavés de Atxoste (Vírgala-Alava), sin voluntad de erigirlo como modelo único o suficiente ni de sobrevalorar su importancia ( 2 ). 

Hay que advertir, en primer lugar, que el depósito está aún en proceso de excavación, de hecho se ha autorizado una sexta campaña para este verano del 2001, y los atributos que de él ofrecemos son muy parciales: los recuentos de sus efectivos líticos son ciertamente provisionales, y aunque nos sirven de hilo conductor general de la evolución que sigue la industria sobre sílex, deberán ser matizados, y mejorados, en próximas publicaciones en la medida que vayamos terminando con los trabajos de campo ( 3 ).

Es Atxoste un abrigo que el hombre prehistórico ocupó, según lo exhumado al día de hoy, con estabilidad durante unos diez milenios, de creer a la serie radiocronológica disponible. 

Los niveles basales nos remiten al tardiglaciar y son seguidos por un conjunto mesolítico laminar, con redundancia de láminas y puntas de dorso pigmeas, dos unidades mesolíticas de muescas y denticulados, donde además de la abundancia de este utillaje sorprende el cambio de rumbo tecnológico operado. Se cierra el ciclo mesolítico con dos nuevas unidades certificadas como geométricas y que conocen el resurgir de la laminaridad. Una densa actividad neolítica es culminada con la deposición tardía de inhumaciones colectivas. El recorrido cultural queda registrado en una secuencia sedimentaria que alcanza ya los 500 centímetros de espesor.

A nuestros intereses en el presente escrito, conviene retener la sucesión no traumática de tres episodios mesolíticos en el citado abrigo de Atxoste, que pueden ser asimilados a los denunciados en otros yacimientos de la Cuenca del Ebro y cubren la totalidad de la vigencia del genérico mesolítico. Precisamente, nuestro ejercicio consistirá en el agrupamiento de los niveles arqueológicos con caracteres industriales comunes a lo conocido en Atxoste, sintetizando las cualidades más sobresalientes de ellos y aventurando la cronología de su plenitud. 

No está de más, en cualquier caso, que previamente recordemos cual ha sido el ritmo y los mecanismos de interpretación de las evidencias mesolíticas de la región, y conocer la calidad de los datos disponibles. Con ello comprenderemos las claves del debate los condicionamientos analíticos a los que nos enfrentamos.


( 1 ) De aquí en adelante transcribiremos los resultados radiocronológicos tal y como los ofrecen los laboratorios: en años B.P. sin calibrar.

En contra cuando hablamos de milenios nos referiremos a "antes de Cristo".

( 2 ) Se discutirá más adelante sobre la calidad de los datos disponibles y su representatividad para diagnosticar horizontes culturales, así como lo acertado de crear modelos partiendo de yacimientos-tipo.

( 3 ) En otra ocasión, Alday 1998, ofrecimos los datos que entonces disponíamos para los niveles IIIb1, IIIb2 y IV. Remozamos ahora aquella información al incorporar los resultados de las nuevas campañas e incorporamos los recuentos de los estratos V, VI, VII, e y e2, todos estos como el IIIb2 y IV, mesolíticos.




 

Fig. 1.- Distribución de establecimientos mesolíticos de la Alta-Media Cuenca del Ebro.

2. EL RITMO DE LA INVESTIGACIÓN, LOS DATOS EN JUEGO Y SU DISCUSIÓN.

Para comprobar si en la reconstrucción del entramado mesolítico hemos tal vez abusado de las apariencias, y si son estas las que abusan ahora de nosotros, conviene reflexionar sobre la calidad de los datos disponibles y el ritmo de acogida de los mismos.

En la realización de la siguiente síntesis hemos extraído los datos de 25 yacimientos mayores ­además de menciones a sitios al aire libre de documentación más imprecisa y no siempre garantizada­ observando que es muy dispar la información que ofrece cada uno de ellos (Fig. 1). 

Para nueve se han publicado con suficiente extensión los resultados de sus excavaciones: Abauntz, Botiquería del Moros, Chaves, Costalena, Kanpanoste Goikoa, Montico de Charratu, Peña, Els Secans y Zatoya. 

En los otros dieciséis casos las referencias son mas vagas: breves informes postexcavación con generalidades industriales (Fuente Hoz, Padre Areso y otros), notas cortas con recuentos provisionales (Aizpea, Portugain y otros), menciones mínimas de trabajos en proceso (Baños de Ariño, Peña 14 y otros) o, incluso, aportaciones inéditas (Atxoste y Mendandia). 

Se hace notar enseguida que entre los 25 yacimientos son mayoría los refugios ­en verdaderas cuevas, covachos o abrigos­ y escasas las localizaciones al aire libre lo que más adelante nos obliga a reflexiones sobre la calidad de la documentación. En once yacimientos está representado el mesolítico laminar, en otros tantos el de muescas y denticulados y dieciséis encajan bien en lo geométrico: si lo cuantificáramos por niveles en vez de por establecimientos la suma será, respectivamente, de 13, 12 y 20 ­en total 45 estratos­ (Tabla 1).

Tabla 1.- Yacimientos y niveles según las unidades industriales.

Para conocer la cadencia de difusión de los trabajos arqueológicos, no siempre coincidentes con el ritmo de los trabajos de campo, se confecciona la Tabla 2, que recoge la distribución según las cuatro unidades geográficas básicas de la región (territorio alavés más Peña de Marañón; Norte de Navarra, Norte de Aragón y Bajo Aragón) y tramos de publicación, la fecha de edición de cada una de las memorias de excavación.

Tabla 2.- Edición de las memorias de excavación, y su distribución por áreas geográficas.

De la misma se desprende:

a) un cierto desequilibrio en el conocimiento según unidades geográficas con sólo un referente para el Norte de Aragón ­Chaves, a la espera de Forcas I y II­por tres en ambos extremos de la Alta-Media Cuenca del Ebro;

b) antes de los años 80 se habían publicado dos sitios que, por las circunstancias propias de los establecimientos, carecían de suficientes apoyos paleontológicos, paleovegetales y cronológicos: Montico de Charratu y Botiquería dels Moros. 

Esta última, de 1978, inaugura un modelo de memoria de excavación muy seguida posteriormente dados sus planteamientos actualistas: por su organización interna, el tratamiento dado a las industrias y las visiones de conjunto que ensaya. 

En la primera mitad de la década de los ochenta se añaden dos depósitos más poseyendo así uno para cada área geográfica. El siguiente lustro incorpora a Zatoya y Costalena, convirtiéndose ambos lugares en indicadores básicos del mesolítico. Peña de Marañón es el único nuevo sitio editado en los inicios de los noventa que se complementa a finales del decenio con Kanpanoste Goikoa y Els Secans;

c) que si nos fijamos en las fases industriales presentes en cada establecimiento, cuatro memorias aportan datos para lo microlaminar (una del territorio alavés ­Montico de Charratu­, otra para el Norte de Aragón ­Chaves­ y dos para el Norte de Navarra ­ Zatoya y Abauntz­ desconociéndose este episodio en el Bajo Aragón); referido al mesolítico de muescas y denticulados sólo hay dos series: Costalena ­aceptando como tal el nivel d­ y Kanpanoste Goikoa; para el geometrismo nos servimos nuevamente de Costalena y Kanpanoste Goikoa más Botiquería y Els Secans, observando que, como antes, faltan documentos en el área Norte, y que la abundancia de datos para el geometrismo en el Bajo Aragón permite diseñar allí un modelo de evolución industrial a cotejar u oponer con lo que se reconozca en otros entornos de la propia región o de fuera de ella ­clásicas son las comparaciones frente a la secuencia levantina­. 

La evaluación cronológica del mesolítico es apoyada por 42 análisis radiométricos ­contando como dos las ocasiones en los que los laboratorios ofrecen dos estimaciones para una misma muestra­, sin que, en general, ningún autor haya desdeñado alguna de ellas por aberrantes o incongruentes con lo esperado ( 4 ).


( 4 ) No tomamos en consideración el resultado de El Montico de Charratu, obtenido por análisis de gasterópodos terrestres cuya vinculación a actividades antrópicas no está asegurada. 

El abrigo de Vergara (Soria) ha entregado una secuencia estratigráfica dividida en 5 estadios, encuadrando el carbono 14 el nivel 2 en el 7800 ±50 (GrN - 9570): sin embargo desestiman los arqueólogos, por posible contaminación, tal marco cronológico por reciente. 

Lo exiguo de la colección, siete piezas y 138 restos de talla, no permiten una segura cualificación industrial (Utrilla et alii 1999). No se han publicado las referencias exactas, de Peña 14 y Baños de Ariño, aunque se haya presentado su marco aproximado, y no las recogemos ahora.


 

Tomando los valores extremos (desde Portugain 10370 a Kanpanoste Goikoa III­sup 6360) teóricamente tendríamos una datación para cada tramo de 95 años (Fig.
2). 

Fig. 2.- Relación radiométrica del Mesolítico de la Alta-Media Cuenca del Ebro.

Sin embargo, dispuesta la serie en etapas de 100 años faltan resultados ­es decir, no disponemos de conjuntos industriales para­ entre, por ejemplo: el 10000/ 10200 (cuatrocientos años entre Portugain y Berniollo) y el 8800/9200 (seiscientos años entre Forcas I y Atxoste, careciendo, además, para ambos lugares de prolijas explicaciones de sus contenidos industriales).

En contra hay hasta ocho registros que se ordenan entre el 8000/8200 (para unidades laminares ­Zatoya y Legintxiki, 3 ­, de muescas y denticulados ­Atxoste y Angel, 4­ y plenamente geométricas ­la basal de Fuente Hoz­) y siete entre el 7700/7800 (de muescas y denticulados alaveses ­Atxoste, Kanpanoste Goikoa y Mendandia, 4­ y geométrico ­Fuente Hoz y Peña de Marañón, 3­) ( 5 ) (Fig. 3).


( 5 ) En este caso puede seguirse con bastante detalle el paso entre el mesolítico de muescas y denticulados y el geométrico.



Fig. 3.- Relación fechas C-14 en años BP, con indicación de la unidad industrial a la que califican.

Disgregando el territorio en las cuatro unidades menores ­la alavesa incluyendo aquí La Peña de Marañón y Urbasa­; el Norte de Navarra ­más Legintxiki­, el Norte de Aragón y el Bajo Aragón­ se percibe un desequilibrio en la distribución geográfica de las fechas C-14: están datados 17 depósitos, que siguiendo la organización zonal corresponden  7  a la primera unidad, 4 a la segunda, 2 a la tercera y 4 a la cuarta.

Desglosando por número de resultados da 42 fechas para 27 niveles arqueológicos que se resumen en la Tabla 3.

Tabla 3.- Fechas C-14 según unidades geográficas.

Tabla 4.- Acumulación fechas C-14 para cada unidad geográfica.

Podemos evaluar el proceso de adquisición de los datos de cronología absoluta desde las Tablas 3 y 4, para comprender así las herramientas disponibles a lo largo de cada tramo de la investigación:

a) los investigadores disponían de una única fecha antes de empezar la década de los ochenta, a la que se suman siete más en cada mitad de este decenio: 15 en total, de las cuales la mitad son para Alava/Navarra, por 3 para el Norte de Navarra, 4 para el Bajo Aragón y ninguna en el Norte de Aragón. A pesar de la mayor información teórica para el área alavesa, en este tramo sólo se había publicado una memoria de excavación, de El Montico de Charratu, así pues para Berniollo, Fuente Hoz, Portugain y La Peña poco más se conocía que sus valores radiométricos;

b) en el primer quinquenio de los 90 se publican 6 nuevas fechas, todas menos una para el Norte de Navarra ­Aizpea y Legintxiki­ y trece en el segundo ­ocho para Alava y Navarra y cinco, las primeras, para el Norte de Aragón. La relación de 42 fechas de cronología absoluta pudiera parecer, a primera vista, suficiente, a pesar incluso de los vacíos ya comentados.

Sin embargo, sólo 10 de las 42 vienen acompañadas de prolijas explicaciones industriales/culturales (en Botiquería, 1, Abauntz, 1, Zatoya, 2, Costalena, 1, Peña, 1 y Kanpanoste Goikoa, 4).

Además, de las cuatro decenas de fechaciones recogidas en este texto algo más de la mitad califican a los yacimientos alaveses, un 19% a los del Norte de Navarra, un 11% a los del Norte de Aragón y un 14% al Bajo Aragón. Es patente el desequilibrio que este baremo impone entre las áreas: obsérvese que de las 23 dataciones del entorno alavés 16 se han editado muy recientemente ­incluyendo las ocho que se ofrece ahora por primera vez­ (Tabla 4).

Otro examen deduce como la velocidad de adquisición de los valores C-14 se ha acelerado en los últimos tiempos: entre 1981 y 1995 engrosaban al listado 7 nuevas fechas por lustro, media que se multiplicó por dos entre 1996-2000, progresión que parece continuar después.

La Tabla 5 recoge una última combinación de datos, a partir de dos factores: unidades industriales y tramos de la investigación prehistórica. De ella se desprende como el complejo mejor encuadrado cronológicamente es el geométrico, pues las referencias duplican tanto a las conocidas para lo microlaminar como a las muescas y denticulados. 

 

Tabla 5.- Acumulación fechas C-14 para cada unidad industrial.

La adquisición de las tasas radiométricas ha sido constante en los casos microlaminares y geométricos pero es muy actual para la unidad central. Interesa retener, para acabar, como sólo una cuarta parte de las veinte fechas sobre el geometrismo disponen de evaluación precisa de sus contenidos ­al haberse editado las correspondientes memorias de excavación­, situación que se reduce al tercio en lo microlaminar ­depósitos navarros de Zatoya y Abauntz­, y a la sexta parte para las muescas y denticulados ­dos fechas obtenidas a partir de una misma muestra en Kanpanoste Goikoa­.

A tenor del volumen de la información manejada, 25 yacimientos, 45 niveles sedimentarios y 42 fechas de radiocronología, pudiera concluirse en una primera apreciación que estamos suficientemente armados como para ensayar con éxito la reconstrucción del entramado mesolítico de la región. 

Sin embargo, ya hemos ido anotando varios de los desequilibrios que se perciben por: falta de publicaciones monográficas de detalle, ausencia de relaciones completas de los contenidos arqueológicos, desigual reparto de las dataciones C-14 según áreas geográficas y unidades industriales... 

Pero encontramos además otros elementos que obligan a la discusión de los datos para valorarlos en su justa medida.

1. De los 25 depósitos únicamente en tres, Atxoste, Mendandia y Peña 14, están presentes todas las unidades mesolíticas pero con discontinuidad entre la ocupación laminar y la de muescas y denticulados. Recordemos así mismo que tanto Atxoste como en Peña 14 están aún en procesos de excavación y en consecuencia, como en Mendandia, les falta la memoria final.

2. Siete casos nos ofrecen el paso entre el mesolítico de muescas y denticulados y el geométrico: Kanpanoste Goikoa, Fuente Hoz, Forcas, Costalena, El Pontet y Baños de Ariño. Permitirán éstos, más los tres anteriores, observar en detalle el encabalgamiento entre una situación y otra, cuando se publiquen sus correspondientes informes pues solamente dos han entregado la memoria final.

3. Suponiendo que la caza es la principal actividad de subsistencia de los grupos habrá que admitir que no es excesivo el catálogo de fauna disponible, pues sólo nueve yacimientos ofrecen datos explícitos. 

Para el episodio laminar contamos con los datos de Zatoya, Abauntz y Mendandia, en total 450 fragmentos óseos identificables para las siete especies mayores (caballo, gran bóvido, ciervo, corzo, cabra, sarrio y jabalí), correspondiente el 81% a Zatoya. 

Fijándonos en el número mínimo de individuos ­en Zatoya y Abauntz pues no se han dispuesto así los datos para Mendandia­ da tan sólo 25 animales cazados, cifras a todas luces muy baja para la proción de la Cuenca del Ebro que analizamos. En los complejos de muescas y denticulados se han contabilizado 9.358 fragmentos identificados según la especie entre Kanpanoste Goikoa, Costalena y Mendandia, de tal manera que Mendandia aglutina al 99% de la colección (los otros dos suman, en número de individuos, 1 gran bóvido, 3 ciervos, 1 corzo, 1 sarrio y 1 jabalí). 

Mejor dotados estamos para la unidad geométrica, no tanto por el número de los fragmentos consignados, 1.010, como por ser seis los yacimientos implicados. En cualquier caso sigue siendo muy bajo el montante de animales atrapados si nos fijamos en el número mínimo de individuos: 29 ­al no sumar los restos de Mendandia y Forcas por carecer de este cómputo­. 

Una elemental y falsa estadística que conjuga los 10.810 fragmentos identificados por especies, y los 4.010 años que median entre Portugain y Kanpanoste Goikoa III-superior, indicaría la presencia de 2,7 huesos identificables para cada año en juego.

4. Es, con los datos actuales, ilusoria la reconstitución de los paisajes pues son escasísimas las analíticas paleovegetales. Identificaciones a través de los carbones en Mendandia (pero inéditas), y de pólenes en Zatoya y Abauntz para la fase microlaminar; sólo de maderas en Kanpanoste Goikoa y Mendandia dentro del mesolítico de muescas y denticulados donde no encontramos ninguna evaluación polínica; nuevamente de maderas y carbones en estos dos mismos sitios más pólenes en Kanpanoste Goikoa, Peña de Marañón, Botiquería, El Pontet y Els Secans para los grupos geométricos.

5. Referido a la industria lítica, tomada como el elemento fundamental de diagnosis cultural, es lícito preguntarse también si son suficientes los datos que recogemos aquí (donde incluimos referencias provisionales para yacimientos en proceso de estudio). 

En este ensayo hemos sumado 3.812 piezas retocadas de 11 yacimientos que comprometen a 20 niveles diferentes con volúmenes muy dispares (desde un par de decenas en algunos establecimientos hasta seis centenares y medio en Portugain): el 23,1% de la colección corresponde al complejo laminar (concentrando el taller de Portugain el 73% de estos efectivos); un 16% pertenecen a niveles de muescas y denticulados ­porcentaje ciertamente bajo­; y por fin el 61% restante se rescató en unidades geométricas.

6. Un rápido análisis de la cartografía de distribución de los yacimientos advierte, de inmediato, concentraciones llamativas y vacíos difíciles de explicar.

Los esfuerzos en la investigación han fijado mayoritariamente sus intereses en el oriente alavés, prolongándose por el occidente navarro y Treviño (con la denuncia y excavación de Socuevas, Fuente Hoz, Montico de Charratu, Mendandia, Atxoste, Kanpanoste, Kanpanoste Goikoa, La Peña de Marañón, Portugain y otros enclaves de Entzia-Urbasa) y el Bajo Aragón (trabajando sobre Botiquería dels Moros, Costalena, El Pontet y Els Secans). 

En contra en Navarra, salvo su tercio superior, en La Rioja, y en la mayor parte de Aragón, es evidente que nos falta documentación. Si nos detuviéramos a observar esta distribución según los tres complejos mesolíticos, las desavenencias serían aún más elocuentes, pues, como se indicó, para alguno de los marcos geográficos faltan unidades industriales.

Presentados los datos en juego, y discutidos, son varias las cuestiones que quedan en el aire. ¿Son acaso suficientes los elementos de juicio como para proponer modelos generales sobre lo mesolítico? ¿No son tal vez escasos todavía los yacimientos de entidad bien publicados? ¿Es lícito que los elevemos a la categoría de seguros prototipos y como tal cotejarlos con los demás? 

Y una vez ofrecido el esquema general ¿cuántos lugares hay que realmente se aproximen a él? O ¿en qué medida las desviaciones a los modelos responden a usos diferenciados en los establecimientos y no tiene valor seguro cuando se discuten los particularismos regionales? ( 6 ) ¿No es posible que en realidad estemos creando paradigmas ficticios ante la parcialidad de los datos?


( 6 ) Al respecto consúltese a Barandiarán y Cava 1992 y las respuestas posteriores en Martí y Juan-Cabanilles 1997.


 

Podemos exponer de modo muy gráfico el valor de los argumentos de juicio con una arriesgada presunción demográfica. Dados los caracteres de extensión y acogida de los 25 yacimientos mayores implicados, que en su mayoría responden al módulo de pequeños abrigos bajo roca, es cabal suponer que en cada uno de ellos se alojaran en torno a 15 personas ­como media quizás un poco alta, desde luego para algunos casos la cifra es excesiva, no para otros­. 

Entonces, dado que para el mesolítico laminar contamos con trece niveles sedimentarios, doce para el de muescas y denticulados y veinte para el geométrico ¿no estamos considerando como unidades culturales demostradas aquello que se nos ha conservado de la actividad, quizá parcial, de, respectivamente, 195, 180 y 260 individuos distribuidos en yacimientos alejados entre sí hasta 350 kilómetros lineales?

El panorama tal y como acabamos de retratar es quizá demasiado pesimista. No obstante, a pesar de algunas sombras que el proceso investigador irá iluminando, es mucho lo que se ha avanzado en estos últimos años y lo que parece está por llegar próximamente. 

Probablemente, ninguna otra área geográfica de la península dispone hoy de tanta información como la que acumula la Cuenca del Ebro para la reconstrucción del mesolítico: los problemas señalados para nuestro caso se multiplican considerablemente en otros. 

Debemos ser positivos en nuestras valoraciones, pero reconociendo los límites de la información juzgaremos mejor hasta dónde es sensato que debamos implicarnos en las discusiones abiertas. Es probable que todavía la realidad se esté adecuando a las apariencias, en espera de que sean las apariencias las que se adecuen un buen día a la realidad.


3.
MESOLÍTICO LAMINAR.

Representa la primera unidad mesolítica de la región de análisis, con la debida dependencia de las formas finales del Paleolítico Superior. Aunque los datos son aún muy dispersos, y resultaría difícil ofrecer una visión de conjunto ­para varios de los ejemplos que atenderemos será ahora cuando se ofrezca su primera valoración­, tiene el mérito de comunicarnos cuándo tuvo lugar la ocupación estable, es decir, con continuidad durante el Holoceno de territorios antes poco poblados (Fig. 4).

Fig. 4.- Distribución de unidades laminares mesolíticas de la Alta-Media Cuenca del Ebro.

Participa, además, de algunas constantes que se desarrollarán con más fuerza en los siguientes estadios.

ATXOSTE. Tres horizontes estratigráficos de Atxoste, los basales en el estado actual de los trabajos de campo, van a caracterizarse por el carácter microlaminar de su industria lítica: niveles e y e2 en el sector occidental de la excavación; nivel VII en el central. Como razonaremos más adelante, es factible, provisionalmente, la reunión de los tres conjuntos en uno solo. ( 7 )


( 7 ) Puede hacerse un seguimiento bibliográfico del lugar a partir de los informes que entregados anualmente se editan en la serie Arkeoi-kuska, publicación del Gobierno Vasco. Tras la redacción del texto, proseguidas la labores de campo, se han individualzado niveles correspondientes al tardiglaciar.


 

e + e2. 

Mínimos argumentos sedimentológicos, como mayor enriquecimiento de bloques calizos a medida que profundizamos en la secuencia, aconsejan la subdivisión en dos unidades, e y e2, el metro cuadrado exhumado sobre los cuadros V3 y V5. 

Sin embargo, vamos a contabilizar como un todo la suma de sus evidencias arqueológicas: no parecen por el momento significativas las diferencias compositivas o técnicas de cada estrato. En lo exiguo de su excavación, campaña del año 2000, se acumulan 27 objetos retocados, sobre un total aproximado de 600 elementos silíceos.

En el conjunto es importante la participación de los dorsos (9 puntas, 7 láminas y 3 abruptos indiferenciados) debiendo señalar las proporciones ultramicrolíticas, francamente pigmeas, de la colección. A los dorsos le siguen, por correlación numérica, los raspadores, de tendencia circular en cuatro de los cinco casos computados, y siempre de muy pequeñas dimensiones (Lám. I). 

 

Lám. I.- Microdorsos del nivel e2 de Atxoste.

Se termina la colección con unos pocos útiles de la categoría de muescas y denticulados, elaborados siempre con la ayuda de retoques finos y cuidados, que nada tienen que ver con lo que será propio, y mayoritario, en los siguientes momentos mesolíticos individualizados en el abrigo. Estamos claramente frente a una industria de base laminar y tamaño pigmeo.

VII. Detectado durante la campaña de 1999 en la sección de excavación más adelantada, su aislamiento ha continuado en el 2000, aunque, en total, afectando a una escasa superficie que esperamos poder ampliar este mismo verano. Al día de hoy ha proporcionado medio centenar de elementos líticos tipologizables por sus retoques, para un depósito que reúne poco más del millar de ítems. 

Nuevamente aquí los dorsos, tres decenas, vuelven a copar el protagonismo, con mayor interés sobre las puntas que sobre las láminas. Repiten los raspadores su segundo lugar en la escala con los circulares como mayoritarios. Cierran el catálogo las muescas y denticulados (uno de los cuales se aproxima al modelo campiñoide tan frecuentes en los niveles VI y V), las truncaduras, un buril ­habiendo reconocido, además, dos recortes de buril­ y varios diversos.

Como se atisba, las naturalezas de e + e2 y de VII son tan similares ­consúltese la Fig. 5­ que sus curvas acumulativas desarrolla una mimética progresión ­Fig. 6­. Conviene así la reunión de sus efectivos resultando que entre ellos el 83% son abruptos ­estaríamos ante una industria altamente especializada­ y un 8,3 % raspadores.

Figs. 5 y 6.­ Desarrollo porcentual de las categorías industriales de los niveles mesolíticos de Atxoste uniendo e + e2.

Una muestra ósea del nivel VII, recogida sobre los cuadros A3­A5 a ­294 cms. de profundidad, en- cuadra los materiales arqueológicos a mediados del octavo milenio a.C.: GrA 15858, 9550 ±60 B.P. Estamos a la espera de recibir los resultados radiocronológicos para e y e2, aunque, pensamos, no deben andar muy lejos de la fecha otorgada para el VII. En un futuro podrán ofrecerse tanto los recuentos faunísticos de los respectivos lotes óseos, como una reconstrucción paisajística.

No abundan en el territorio objeto de estudio niveles prehistóricos que reproduzcan grosso modo o que maticen, los caracteres industriales descritos en los basales de Atxoste, o que le sean aproximadamente contemporáneos a la luz de los análisis de cronología absoluta: así hasta ahora es Atxoste un documento excepcional entre los depósitos detectados en la Alta Cuenca del Ebro ­sólo Mendandia señala también una mínima ocupación de aspecto laminar tan antigua­ por la segregación en fases del mesolítico, encontrando un paralelo inmediato, aguas abajo, en Forcas (Forcas 1 + Forcas 2). 

En otros pocos lugares, como Zatoya, Abauntz o Chaves, el mesolítico laminar se entiende como perduración de las fases superopaleolíticas, y en varios casos es imprecisa, se discute, su inclusión en este estadio: Montico de Charratu, Atabo, Legintxiki...


MENDANDIA. 

Como acabamos de anunciar, en el lugar de Mendandia, al que podemos acceder desde Atxoste tras dos horas (o dos y media según las dificultades del camino elegido) de marcha campo a través, también inicia su habitación con una industria laminar de pequeño tamaño: se trata de una exigua colección con varios dorsos ­en laminitas apuntadas y no­, raspadores, muescas y denticulados (Alday 1995, 1998; Alday y Mujika 1999). 

El carbono 14 nos lleva ahora a mediados del séptimo milenio: 8500 ±60 (GrA - 6874). Un estudio exhaustivo sobre la microscopía y geoquímica de los sílex revela la existencia de distintas fuentes de aprovisionamiento: sílex de Moraza, afloramiento a unos doce kilómetros del abrigo, de Araico­Cucho, a unos 14, de Urbasa, tres decenas y media de kilómetros, y, por fin, del flysch, en torno al centenar. 

La presencia de una Nassa perforada reafirma la movilidad del grupo o el mantenimiento de contactos con otras unidades, incluso para el abastecimiento de bienes menores. La fauna, aunque pobre, presenta un espectro bastante amplio: caballo, uro, cabra, sarrio, ciervo, corzo y jabalí. ( 8 )


( 8 ) Siempre que se citen los datos de la fauna provienen del trabajo, inédito, de P. Castaños que se integrará en la memoria de la excavación. Los de industria lítica retocada son prácticamente definitivos, a falta de algún ajuste menor, a partir de la analítica de A. Cava, también inédita hasta la edición de la mencionada memoria.

Las referencias a maderas son un avance de los trabajos de L. Zapata. La identificación de las bases materiales son avances proporcionados por A. Tarriño.




BERNIOLLO. 

Sin abandonar el territorio alavés aún podemos encontrar algunas referencias más, tal vez difusas, de lugares que sirvieron al hombre para su asiento durante este mesolítico laminar. 

En Berniollo, campamento al aire libre a la vereda del río Bayas, y no lejos de los citados Atxoste y Mendandia ­38 y 28 kilómetros lineales­, una muestra ósea ha proporcionado la fecha del 9940 ±490 ( I -14786) (Mariezkurrena 1990), que acompañada de otra más reciente (4160  ±190I -14591) atestiguan la presencia de, al menos, dos fases independientes de ocupación. 

Es muy general la descripción de los materiales exhumados ­dorsos, raspadores, buriles, pero también pulimento y cerámica­ sin diferenciar qué pertenece a cada momento. El encuadre cronológico en los inicios del octavo milenio permite su adjetivación como mesolítico ( 9 ), tal vez, por lo descrito, del tipo laminar.


( 9 ) Así en el título de González e Ibáñez 1991. Puede seguirse la historiografía de Berniollo en la serie Arkeoikuska ya mencionada.


 

MONTICO DE CHARRATU. 

Por su parte, la pobreza industrial de los niveles inferiores del Montico de Charratu (IV, V y VI en las excavaciones de J.M. Barandiarán -1966 y 1967-, o si se prefiere, III y IV de Baldeón, Berganza y García), no permite un adecuado diagnóstico cultural. Se ha especulado en repetidas ocasiones sobre su catalogación en un momento epipaleolítico, posterior al aziliense (Baldeón, Berganza y García 1983: 183), pero quizá no fuera improbable, sin embargo, adelantar su encuadre cultural a fases terminales del Paleolítico Superior: el aire general de sus dorsos, apuntados o no, y buriles pudieran confirmarlo. ( 10 )

 

ZATOYA. 

Si bien estrictamente es Zatoya una cavidad perteneciente a la Cuenca del Ebro, pues se ubica en el valle de Aezcoa y las aguas de su río desaguan en el Salazar, tanto por su precisa ubicación ­a 900 metros de altitud en un ambiente de montaña­ como por su dinámica cultural ­centrada en el tardiglaciar­ ha sido cotejado con varios yacimientos prehistóricos de la cornisa cantábrica ­Urtiaga, Ekain y Aitzbitarte IV­ y de la cara norte de los Pirineos ­Poeymau o Bignalats­ ( 11 ). 

Se ha descrito como epipaleolítico microlaminar el conjunto industrial del nivel Ib (Barandiarán y Cava 1989a), superpuesto a varios del final del Paleolítico Superior y sellado por una ocupación, la última, neolítica. Con algo menos de 1.700 restos líticos, se identifican 83 elementos retocados con mayoría de los dorsos ­laminitas y puntas donde se añaden algunos geométricos trapeciales­ seguidas de las muescas y los denticulados ­entre los cuales queremos señalar aquellos sobre soportes irregulares y lascas que responden a los modelos campiñoides. ( 12 )

El tercer puesto es ocupado por los raspadores siendo anecdótica la participación de las restantes categorías.

Es de interés señalar la recuperación de sendos objetos sobre concha para su uso, presumible, como adornos personales: una, la nassa, de origen cantábrico, la otra, columbella, de procedencia mediterránea.

Veremos de aquí en adelante la recurrencia, en cada uno de los estadios mesolíticos, al acopio de variados gasterópodos de hábitats diferenciados que, además de mostrarnos un elemento de significación individual, nos sugieren unos entramados de relaciones a grandes distancias dentro de unas estrategias de movilidad que involucran a diversos aspectos materiales ­por ejemplo, ya lo hemos indicado para el nivel V de Mendandia, el abastecimiento del sílex­.

Es Zatoya, junto al siguiente de Abauntz, el único lugar, de entre los que incluimos en este apartado, que cuenta con un análisis exhaustivo de la fauna cazada: encontraremos, por orden de importancia ­según el número mínimo de individuos registrado­ a la cabra, el ciervo y el jabalí ­las tres especies en similares números­, seguidas del corzo, el sarrio, el caballo y un bóvido. 

Al parecer varios de los animales fueron abatidos hacia junio, y uno de los jabalíes entre julio - octubre, lo que hace suponer una estancia veraniega en la cavidad de gentes provenientes de cotas inferiores.

Forestalmente se asiste a un aumento del robledal, dentro de un episodio que parece perder humedad, junto al alnus y el tilo.

Dos fechas C-14 certificarían el momento de formación del paquete Ib: 8260±550 (Ly - 1457) y 8150 ±220 (Ly -1398).


( 10 ) Una muestra C-14 del nivel II, realizada a partir de conchas de caracol terrestre, ha proporcionado la fecha del 14770 ±200 (I - 10767) (Baldeón, Berganza y García 1983: 183), pero dada la naturaleza del material usado, el resultado suele dejarse en suspenso. Si fuera buena la presunción de una etapa superopaleolítica la datación sería tal vez conveniente.

( 11 ) Bien es cierto que para cuando se redactó la memoria de excavación eran pocos los lugares de la Cuenca Media del Ebro que ofrecían niveles de comparación: justamente se habían iniciado los trabajos de campo en el vecino depósito de Aizpea ­descubierto en 1989­ y se manejaban los resultados de la primera fase de excavación de Abauntz ­de donde interesaban sus niveles e y d ­más éste que aquel­.

( 12 ) Veremos más adelante como en las fechas en las que nos movemos, último tercio del sexto milenio a.C., se conocen depósitos donde estos útiles llegarán a ser mayoritarios.


 

ABAUNTZ. 

Ubicada la cueva en la base del puerto de Belate, cercana, pero en apreciable desnivel, al arroyo de Zaldazain ­que desagua en el río Ulzama a la altura de Arraiz­ posee en la actualidad un clima/paisaje más cercano a un ambiente oceánico que a uno mediterráneo puro. Se entendió que las unidades del Paleolítico Superior, que incluían manifestaciones de arte mueble, derivarían de lo desarrollado en las vertientes cantábrica y continental. 

Esta primera fase de ocupación culminaría en el desarrollo del nivel d, descrito como aziliense. Tras él sigue una larga fase de abandono antes de su nuevo uso en el Holoceno avanzado (con manifestaciones de vida y de muerte neolíticas y posteriores).

Entre los cuatro centenares de restos líticos del nivel d, se relacionan 73 piezas retocadas: el dominio corresponde a los dorsos ­el 40% de la colección­, seguidos de raspadores ­se destaca la presencia de los ungulares­, buriles, truncaduras y perforadores. El marco de desarrollo cronológico del estrato es coincidente con el VII de Atxoste: 9530 ±330 (Ly-1964) (Utrilla 1982).

Los análisis polínicos revelan un ambiente forestal con pino como dominante más avellanos, abedules, alisos y quercus, un paisaje que se va reconstruyendo tras el último episodio glaciar. 

En cuanto a la fauna se ha identificado, atendiendo al número mínimo de individuos entre los mamíferos cazados: ciervo, 2, uro o bisonte, 1, sarrio, 1, cabra, 2: sobre una colección ciertamente escasa, se percibe la variabilidad de especies atrapadas pertenecientes a diferentes nichos ecológicos. 

Por la edad de los individuos, y según aproximación al nivel subyacente, se estima un posible uso de la cueva durante las estaciones templadas del año ­al menos dos de los seis individuos fueron atrapados con seguridad entre mayo / junio­.

Dentro aún de la geografía navarra, pueden aportarse cuatro depósitos más que, con ciertas dudas, pudieran ser incluidos en el episodio sobre el que estamos reflexionando: PORTUGAIN, ALAIZ, ATABO y LEGINTXIKI. El primero de ellos, un abrigo en el extremo norte de la Sierra de Urbasa, bien pudo ser un taller de trabajo en el que se aprovechaban los recursos silíceos locales: se recogieron en torno a 37.000 restos líticos junto a 900 núcleos y unos 630 utensilios. 

Por los caracteres tecnotipológicos se encuadra en un momento de transición "Magdaleniense terminal/inicios del Azilense", adscripción arropada por una fecha C-14: 10370 ±90 (GrN - 14097) (Barandiarán y Cava 1986; Barandiarán 1995). 

Los materiales resultantes de la acción de clandestinos en la cueva de Alaiz también han sido encuadrados en la misma transición "Magdaleniense terminal al Epipaleolítico" (Barandiarán 1995), mientras que los de Atabo pertenecerían a un genérico Epipaleolítico antiguo y, con alguna reticencia, al aziliense (Ibídem).

Confusas son también las noticias recibidas del lugar de Legintxiki, en Etxauri: los primeros trabajos de campo denunciaban para el nivel I del sondeo, un Epipaleolítico de finales del noveno milenio BP, al amparo de una fecha C-14 del 8150±100 derivada de una esquirla ósea, y de la importancia de los buriles y perforadores de su industria lítica ( 13 ). 

El nivel que le sigue por arriba 0 - I, es descrito como Epipaleolítico de facies microlaminar con un conjunto microlítico de hojas retocadas (34,5%) y buriles (12%). Las actuaciones posteriores deslegitiman tanto la cronología, al contar para ese mismo estrato con una nueva fecha, del 14865 ±140, como, arrastrada por esta, la adscripción cultural: se dice ahora Solutrense y Magdaleniense ( 14 ) (Nuin 1993-94, 1995-96).

 

FORCAS I. 

Habrá que descender hasta tierras aragonesas para encontrar un nuevo depósito que, tanto según la analítica radiocronológica como a través de los tipos industriales, encaje bien en el episodio que tratamos ( 15 ): Forcas I, niveles XI a VII, azilienses (Utrilla y Mazo 1991, 1996). Con fechas del 9715 ±75 el 9 y del 9360 ±140 el 8 poseen un pobre bagaje arqueológico con microrraspadores como protagonistas, más puntas de dorso (Utrilla en prensa). 

Esta débil estancia aziliense culminaría la ocupación de Forcas I, inaugurada en el magdaleniense inferior, pero encontraría su continuidad en el relleno de Forcas II: ambos abrigos se separan unos 400 metros.


( 13 ) Obsérvese que esta fecha de Legintxiki es exactamente la misma que una de las de Zatoya Ib.

( 14 ) Nos da la sensación, desde un juicio muy personal desprendido de los avances publicados, que en el lugar se recogen evidencias de diversas épocas ­al parecer incluidas fases cerámicas­ quizás parcialmente mezcladas por desplazamiento desde sus posiciones originales. La fecha del 8150 ­no es una media de nada puesto que la muestra la componía una única esquirla ósea­ anunciaría una inconcreta ocupación del holoceno inicial.

( 15 ) Es evidente una vacío documental intermedio que bien pudiera deberse a deficiencias investigadoras.


 


CHAVES. 

También es tenue, no mas que una insinuación, la ocupación mesolítica de la cueva de Chaves: partiendo de una base Solutrense se desarrolla una ocupación Magdaleniense más dos niveles, casi estériles, azilienses (Baldellou et alii 1985). Una costra calcárea, sin material arqueológico, interrumpe la estratigrafía de tal manera que la amplia cavidad es abandonada hasta la instalación de grupos plenamentes neolíticos ­entre el 6670 y el 6330­ que han sido objeto de reflexión en diversas ocasiones.

 

PEÑA 14. 

L. Montes ha iniciado muy recientemente la excavación del abrigo de Peña 14 de Biel, en el norte de Zaragoza, en las inmediaciones del río Arba. 

Su nivel de base, el d, encajaría bien en este horizonte microlaminar dada la presencia de microrraspadores y puntitas de dorso, dentro de unas fechas en torno al 10000 B.P. (Utrilla en prensa): ambos hechos son absolutamente coherentes, en lo genérico, con el yacimiento que nosotros hemos tomado como base. 

Sobre él de nuevo, como vamos viendo en otros ejemplos, se instala un episodio estéril que separa esta unidad microlaminar con un posterior mesolítico de muescas y denticulados: el carbono 14 propone un distanciamiento de milenio y medio entre ambos estratos.

De la lectura de la documentación recopilada sobre las unidades mesolíticas laminares de la Alta/Media Cuenca del Ebro, se desprenden de inmediato las siguientes consideraciones:

a) que siendo frágil el repertorio de datos que pueden reunirse ­trece estaciones pero con una muy desigual información y distribución geográfica­ para un territorio tan amplio, es complicado ofrecer una visión de conjunto o proponer una concreta dinámica cultural supraregional: es difícil dotarla de una cohesión interna ­a falta de recuentos definitivos de muchos de los datos implicados y por la escasez de analíticas complementarias de fauna y flora­, o entresacar las líneas de filiación o deuda ­¿cantábrica en algunos casos, mediterránea en otros y pirenaicas en una tercera posibilidad?­ máxime si tenemos en cuenta que el horizonte inaugura la habitación en varios de los yacimientos, careciendo de sus antecedentes inmediatos en dos tercios de los sitios relacionados;

b) que dado el ritmo de adquisición de los datos (seis yacimientos hasta la década de los 80, por doce en los noventa y uno más en este nuevo siglo) es previsible una pronta mejora de la información: en cualquier caso las novedades, a las que hay que sumar las cada vez más identificaciones superopaleolíticas, adelantan sensiblemente la ocupación estable (o con inicios de estabilidad) en la Cuenca Alta y Media del Ebro, lo que lógicamente tiene consecuencias directas en el devenir histórico posterior. 

La conquista de los territorios de interior es más temprana de lo que habíamos supuesto. Además, es contradictorio el reparto espacial de los yacimientos de esta unidad mesolítica con respecto al que veremos en la siguiente etapa: ahora buena parte de los establecimientos de ubican en Navarra, faltando en el Bajo Aragón; luego el mesolítico de muescas y denticulados estará bien representado en el entorno del Matarraña ­ Algás, cuando sólo se han descrito ocupaciones al aire libre ­sin poder concretar con certeza su marco cronológico­ en Navarra.

Únicamente el entramado alavés, más Forcas I + II y Peña 14, ofrece una mínima continuidad entre estas dos primeras fases industriales. Es de esperar una futura corrección a esta "irregular" situación;

Tabla 6.- Fragmentos óseos identificados de yacimientos de la unidad laminar. 

Esta y las siguientes tablas sobre fauna reagrupan los recuentos de grandes mamíferos objeto de caza. No se aportan los datos de aquellos animales, detectados con alguna frecuencia en los yacimientos (lobo, zorro, ardilla...), de los que pudiera discutirse el por qué de su presencia. En los enclaves del Bajo Aragón es frecuente el hallazgo de conejo, como también en Mendandia sin haber recogido nosotros sus datos.

c) que, en relación con la idea anterior, tiene interés el reconocimiento de la identidad de este inicial mesolítico, puesto que, sin ser objeto de proyecto de investigación específico, empieza a denunciarse con cierta frecuencia al amparo de las rebuscas sobre el mesolítico geométrico y el neolítico antiguo (ofreciendo una línea de continuidad cultural ciertamente llamativa).

El panorama está cambiando sensiblemente y deberíamos cuestionarnos si ciertos vacíos peninsulares ­por ejemplo, y por cercanía, la Meseta Norte­ no responden más a prejuicios de la investigación ­no impulsando iniciativas concretas­ que a una pretérita realidad;

d) que entre los yacimientos que hemos relacionado como propios de esta fase, encontramos varios conjuntos con bases superopaleolíticas (Zatoya, Abauntz, Forcas I, Chaves...) que tienden a interrumpir su ocupación mesolítica (en Forcas I trasladándose, quizás, a Forcas II), para recuperar su función en el neolítico antiguo (casos de Abauntz o Chaves, en ambos con estratos estériles intermedios). 

En frente están aquellos otros en los que lo laminar representa la primera fase de habitación, que se prolongará en episodios de muescas y denticulados, geométricos o plenamente neolíticos (Atxoste, Mendandia, Peña 14 de Biel...). 

Suele ocurrir que mientras los primeros son verdaderas cuevas que dilatan un modo de hábitat ­y de elección de un territorio y probablemente de continuismo en actividades cotidianas­, los segundos son abrigos, en paredes con techumbres de desarrollo desigual, que experimentan con nuevos entornos. 

Asistimos pues, a la liquidación, no traumática dado que son evidentes los síntomas de continuidad, de un viejo modelo frente a otro que se impondrá como norma en las sucesivas etapas mesoneolíticas. No puede desantenderse, tampoco, la existencia de algunos establecimientos al aire libre, mal conocidos por los problemas que suelen acompañar a estos depósitos, pero que marcan una tendencia futura ( 16 );

e) que la caza debió ser la actividad fundamental de aquellos grupos: la estratégica situación de los asentamientos parecen confirmarlo. Atendiendo a lo ofrecido por los paleontólogos, como táctica buscaban la diversificación de las especies a atrapar: caballo, bóvido, ciervo, corzo, cabra sarrio y jabalí ­Tabla 6­.

Destaca en Mendandia, ya desde estas fases, la caza del uro no mayoritaria pero sí muy representativa.

Cuando el registro faunístico ha permitido un acercamiento al análisis de las edades de los animales, se sospecha una ocupación en los ciclos atemperados de cada año ( 17 ) (en Mendandia, Zatoya o Abauntz);


( 16 ) Nos referimos a los lugares de Berniollo y Legintxiki, ambos, al parecer, con inseguridades estratigráficas pero con dataciones absolutas del décimo y noveno milenio antes del presente.

( 17 ) Si esta fuera la situación deberemos preguntarnos dónde estaban alojados el resto del año, dónde deberíamos buscar para localizar los refugios de invierno.

En el caso de Mendandia las disquisiciones sobre la ocupación del sitio atendiendo a la edad de la fauna, especialmente partiendo del uro, han sido objeto de cuidada reflexión por P. Castaños dadas las escasas referencias sobre la época habitual de nacimiento de los individuos.


 

f) que en la subsistencia de estos grupos los productos vegetales pudieron tener un importante valor económico, pero en el estado de las pesquisas es difícil corroborarlo. El ambiente forestal es típico tanto en Zatoya, de robledal, como en Abauntz, de pinar, ofreciendo así nuevos recursos a la comunidad (Tablas 7 y 8);

 

Tabla 7.- Identificaciones de carbones en Mendandia.

 

Tabla 8.- Identificaciones de pólenes arbóreos en las unidades laminares.

g) que salvo en el caso de Portugain, por su uso como taller que aprovecha los abundantes recursos silíceos del entorno, no llegan al centenar el número de objetos rescatados por nivel. Es difícil así avalar una dinámica industrial, ni siquiera mínimamente: en todos los casos los dorsos es la categoría dominante ­desde el 70% en Atxoste e + e2 al 32% en Portugain­ a partir de ahí las series llevan una organización muy desigual (Tabla 9);

h) que podemos deducir la movilidad como uno de los factores esenciales, y dinamizadores, entre los hábitos usuales de estas sociedades: la aludida ocupación estacional de los lugares ­esto es, el ir y venir cíclico de un lugar a otro­, el acopio de objetos suntuarios de orígenes lejanos ­las conchas marinas mediterráneas y cantábricas­, y el disfrute de materias primas esenciales ­de sílex­ con distintas procedencias ­el caso del nivel V de Mendandia es verdaderamente elocuente­ son buenas muestras de este "nomadismo". La constancia de los desplazamientos ­práctica común también en el inmediato Paleolítico Superior­ ponen en contacto a los grupos con 

1) unos territorios en cambio donde un aumento de las temperaturas y de la humedad ­como caracteres más propios, por contraste, en los inicios del holoceno­ facilita el asentamiento en parajes antes poco o nada explotados y con bienes nada despreciables; 

2) un paisaje que se va enriqueciendo, y cerrando, por el crecimiento de las masas boscosas ­cambio climático progresivo y ajuste vegetal que se relaciona directamente con la renovación de la fauna­. Los intercambios, quizá no sólo materiales, que tienen lugar a lo largo de toda la Cuenca y ya desde este mesolítico laminar, dinamizan y "preparan" una región que conocerá una pronta "aceleración" cultural  (Tabla 10);

3) que, por último, las 10 fechas C-14 disponibles proponen una dilatada vigencia al complejo: el catálogo es, empero, insuficiente y con notorio vacíos: Portugain aporta la data más antigua ­no es fácil ajustar su encuadre cultural final del paleolítico / inicios del mesolítico­ siendo mayoría las que se incluyen en el octavo milenio: Atxoste, Berniollo, Abauntz, Peña 14 y Forcas I. Las más tardías corresponden a Mendandia, Zatoya y Legintxiki, en clara convivencia con complejos dominados por instrumentos lascares ­Fig. 2­.