

Comité de Redacción:
I. BARANDIARÁN J. L. MELENA M. QUIJADA ]. SANTOS V. VALCÁRCEL.
Secretario: J. GoRROCHATEGUI.
LA CAVIDAD SEPULCRAL DE KOBEAGA
(ISPASTER): ANÁLISIS DE SU AJUAR.
POR D.
ALFONSO
ALDAY RUÍZ. (Arqueólogo UNIVERSIDAD DEL PAÍS VASCO.) VITORIA-GASTEIZ.
CONCLUSIONES.
El recinto sepulcral de Kobeaga es una más de las cavidades sepulcrales que tan abundantes
son en el pasado prehistórico de nuestra comunidad. Aunque participa de las características que
son más propias en este tipo de yacimiento arqueológico, conjuga en su interior algunas
novedades de interés que le prestan un tono o carácter muy personal.
Como elementos que comparte con muchos otros depósitos funerarios habría que citar, por
ejemplo, la propia morfología del lugar: de entrada pequeña y escondida con un desarrollo
espeleológico mediano pero muy estrecho, diseño usual en un número importante de cuevas de
enterramiento. También la escasez de restos antropológicos es frecuente en estos receptáculos
( 91 ), lo que nos lleva a considerar que las prácticas inhumatorias se realizaron en un escaso margen de
tiempo, lo que sin duda explicaría la homogeneidad del ajuar recuperado.
El ajuar es muy escaso, y no desentona en líneas generales con lo que es común en estos
lugares. Así, en la industria lítica no podemos señalar piezas destacables, y sigue siendo una incógnita, como plantearon A. Armendáriz y F. Etxeberria, el papel de los restos de talla en los
ajuares. ( 92 )
Señalaremos que la técnica del pulimento no es conocida en cuevas sepulcrales de
Guipúzcoa, pero sí en Vizcaya y Álava ( 93 ).
No podemos cuantificar con seguridad la producción cerámica, pues si bien el número de fragmentos es abundante, 799, no es posible reconstruir
ninguna de las formas originales de los recipientes. Ya hemos descrito las particularidades esenciales de
los mismos, queriendo incidir ahora sobre su tamaño: al parecer son vasijas grandes, fenómeno
denunciado en provincias limítrofes. ( 94 )
Más representativa es la industria del adorno personal, que, en su conjunto, podría originar un solo aparejo complejo y pertenecer al único individuo
que, con seguridad, se recuperó en la cavidad ( 95 ).
Es un material interesante puesto que: nos permite fechar con cierta seguridad el depósito; comunica las relaciones existentes entre los dos
sistemas funerarios contemporáneos: la inhumación en cuevas y dólmenes 96 ; e informa sobre los
contactos que esta área cultural mantiene con otras zonas vecinas ( 97
).
( 91 ) El estudio de los restos antropológicos sólo permite asegurar la presencia de un individuo femenino de
unos 60 años de edad, y cuyas características físicas, cráneo
mesobraquicéfalo, le acercaría más a la genuina población vasca que a la mediterránea (Basabe 1966).
En el trabajo de Armendáriz y Etxeberria (1983, p. 337) se computan, para Guipúzcoa, 29 cuevas sepulcrales, sobre
53, con un número mínimo de individuos igual a la unidad y 10 con dos.
( 92 ) Armendáriz y Etxeberria 1983, p. 344. También fueron abundantes los restos de talla hallados durante la
excavación del monumento megalítico de Kurtzebide (Álava) (31,6 °/o de toda la industria lítica), pero aquí no fueron interpretados como partes integradores del ajuar,
sino como resultado de preparar la herramienta necesaria para construir el túmulo.dolmen (Vegas 1981, p. 63).
( 93 ) En esta última provincia se ubica el yacimiento de Lamikela, con un objeto pulimentado (Barandiarán y
Fernández Medrano 1958).
( 94 ) Armendáriz y Etxeberria 1983, pp. 341-342 y 344.
( 95 ) Si bien es cierto que se ha sefialado la presencia de un individuo los enterrados pudieron ser más, pero no
haberse conservado sus restos.
( 96 ) El aparato ornamental analizado en Kobeaga tiene muchos paralelos en los dólmenes del país.
Quedaría por explicar el por qué de este dimorfismo ritual y de sus relaciones, sobre lo que ya se ha escrito bastante.
( 97 ) El concepto de área cultural queda definido como una comunidad de tradiciones y
de esquemas culturales, con soluciones similares ante determinados impulsos
(Véase Pérez Arrondo y López de Calle 1986b, p. 33).
No queremos insistir sobre las relaciones manifiestas entre
diversas regiones, idea ya desarrollada en Alday 1986 y 1987, solamente pretendemos dejar en el aire la
pregunta, ceñida al caso de Kobeaga, de si ¿estos intercambios tienen que ver con la llegada de poblaciones de tipo
alpino al Pirineo? (Basabe 1966, p. 64) -obviamente sin necesidad de hablar de invasiones o movimientos masivos-.
Siempre que nos acercamos al mundo de los enterramientos bajo cavidades nos encontramos
con interrogantes de difícil solución. Algunos de ellos, como la escasez de individuos enterrados
o la pobreza y en algunos casos inexistencia de ajuar ( 98 )
ya han sido tratados.
A ellos había que añadir la frecuencia en la acumulación de determinados materiales, lo que convierte a cada
depósito en un ente diferente. Así por ejemplo en Gobaederra esta acumulación afecta a las puntas
de flecha en sílex y a una industria metálica muy representativa ( 99
); en Sorginzulo a las cuentas de collar discoideas, como ocurre en Abauntz
( 100 ); dentro del mundo dolménico a los cristales de roca de
Kurtzebide, Baiarrate y Uelogoena Norte ( 101 ); y en Kobeaga a la industria del ornato
( 102 ).
Sabido es que el utilizar las numerosas cavidades del País Vasco como lugar de enterramiento
era práctica común desde finales del Neolítico ( 103 )
hasta el tardorromano ( 104 ), si bien cada lugar parece pertenecer a un momento concreto, o al menos, en el estado actual de las investigaciones, es
imposible establecer compartimentaciones internas con validez secuencial en estos depósitos. En
este sentido la datación de Kobeaga vendría dada exclusivamente por su ajuar, ya que el
resultado de un análisis de carbono 14, obtenido a través de una gran cantidad de restos óseos, no fue
satisfactorio (Laboratorio I-2290, Fecha B.P. 2690 ±100, Fecha B.C. 740
±100).
Habrá que pensar que la muestra enviada al laboratorio, por las causas que fueran, estaba contaminada
( 105 ), y no utilizar el dato para hablar de una hipotética perduración de la cerámica campaniforme hasta
finales del Bronce o principios del Hierro ( 106 ).
Va a ser la industria del ornato la que nos va a auxiliar a la hora de establecer un marco
temporal válido, en el que el recinto sirvió de sepulcro para una determinada comunidad prehistórica. La
escasez y homogeneidad del ajuar, así como sus características, nos hacen pensar en un período de
uso muy definido, único en el que las diversas evidencias arqueológicas pudieron coincidir: así las
cuentas segmentadas, las it bou!e y el botón de perforación en V con decoración puntillada
debieron coincidir en Kobeaga a finales del II milenio a.C., siendo un marco adecuado el existente entre
los siglos XX y XIX a.C., a lo sumo, alargarlo a la segunda mitad del XVIII.
Lo que !lama la atención en Kobeaga es tal vez la reunión de elementos característicos de
determinados grupos culturales, que se han tomado a lo largo del tiempo y se han reunido en un
complejo personal y propio ( 107 ), conjunto material que, tras llegar al País Vasco vía Aquitania-Midi
francés, se conjugan e integran con las tradiciones culturales más genuinas y con los ritos funerarios
usuales: el dolmenismo y las cavidades sepulcrales.
( 98 ) Un ejemplo de falta de evidencias materiales junto a los muertos son las cavidades de Lechón, Las
Calaveras y Arralday (Apellániz, Llanos y Fariña, 1967).
( 99 ) Apellániz, Llanos y Fariña, 1967.
( 100 )
Barandiarán 1967; Utrilla 1982.
( 101 )
Vegas 1981; Apellániz 1973.
( 102 ) ¿Significa este hecho que a cada individuo -normalmente muy escaso por yacimiento- se le
enterraba con un ajuar que refleja sus actividades o el papel que desempeñaban en vida?
( 103 )
Se dispone de dos fechaciones para el nivel sepulcral de Fuente Hoz: 1-11, 589 3210±110 a.C.;
1-11,588 3290±110 a.C. (Baldeón, García, Ortiz, y Lobo
1983).
( 104 ) Por ejemplo en Guerrandijo y Ereñuko Arizti (Apellániz 1973).
( 105 )
El hallazgo de terra sigillata y de varios fragmentos de hierro (en los cuadros lA, 5A, 5B y 5L), todo ello
conservado en el Museo Histórico de Bilbao, puede estar reflejando un momento de violación o remoción del
sedimento, y de la supuesta contaminación de la muestra.
( 106 )
Apellániz y Nolte 1966, p. 60.
( 107 ) Ibidem.
UPV-EHU.
D.
ALFONSO ALDAY RUÍZ.
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