
Identidades
y ajuares en las necrópolis altomedievales. Estudios isotópicos del
cementerio de San Martín de Dulantzi, Álava (siglos VI-X).
( 1 )
Identities
and grave goods in early medieval necropoleis. Isotopes studies in the
cemetery of San Martin of Dulantzi, Alava (6th-11th centuries).
Archivo
Español de Arqueología 2013,
86, págs. 215-232.
ISSN:
0066 6742 doi: 10.3989/aespa.086.013.012.
Juan Antonio Quirós
Castillo Universidad del País Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea. Miguel
Loza Uriarte - Arqueólogo. Javier Niso Lorenzo - Arqueólogo.
Este
es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de una
licencia de uso y distribución Creative
Commons Reconocimiento 4.0 Internacional (CC-by 4.0).
( 1 ) Trabajo realizado en el marco del proyecto de investigación “Desigualdad en los paisajes medievales del norte peninsular”, HUM2012-32514, de la actividad del “Grupo de Investigación en Patrimonio y Paisajes Culturales / Ondare eta Kultur Paisaietan Ikerketa Taldea” (IT315-10) financiado por el Gobierno Vasco y de la UFI 11/02 “Historia, Pensamiento y Cultura Material”. Las observaciones de Carmine Lubritto, Luis Ángel Ortega, Maite Iris García, Alfonso Vigil-Escalera Guirado y los evaluadores anónimos han mejorado notablemente el texto y a ellos va nuestro agradecimiento
RESUMEN.
En este artículo se presentan los resultados de los estudios isotópicos realizados sobre los restos antropológicos recuperados en la intervención arqueológica de carácter preventivo realizada en el yacimiento altomedieval de San Martín de Dulantzi (Alegría-Dulantzi, Álava) por parte de la empresa Iterbide.
El hallazgo de una serie de tumbas fechadas en los siglos VI y VII en el interior de una iglesia, algunas de las cuales dotadas de objetos de adorno personal, ha permitido analizar en términos críticos el estatus, los patrones alimentarios y la movilidad de estos individuos a partir del análisis de los isotopos y de los rituales funerarios.
Más concretamente se ha podido observar que se trata de una sociedad local, con una escasa incidencia de inmigrantes, y que los objetos de adorno personal constituyen un marcador de estatus social en el seno de una comunidad que presenta niveles de vida homogéneos.
Asimismo se discuten estos resultados en relación con otras fases de ocupación del yacimiento y en el contexto de otros estudios realizados en varios yacimientos europeos coetáneos.
SUMMARY.
This paper presents the results of the isotopic studies made on the anthropological remains recovered in the archaeological excavation of the early medieval site of San Martín of Dulantzi (Alegría–Dulantzi, Álava), carried out by the archaeological company Iterbide.
The discovery of a series of tombs dating in the 6th and 7th centuries inside a church, some of them containing grave goods, has enabled the analysis, in critical terms, of the status, the eating patterns and the mobility of these individuals through the analysis of the isotopes and the funerary rites.
Specifi cally, it has been possible to observe that it is a local society, with a scarce impact of immigrants, and the personal ornaments constitute a social status marker inside a community with homogeneous lifestyle. Likewise, these results are discussed in the context of other studies conducted at several European sites of the same chronology.
1. INTRODUCCIÓN.
Un lector atento de los trabajos realizados en los últimos veinte años sobre las prácticas funerarias de los primeros siglos de la Alta Edad Media tendrá que constatar que, a pesar de tratarse de una temática tradicional sobre la que se ha fundado la Arqueología Medieval, su estudio ha conocido una notable renovación.
Una vez superados los presupuestos del historicismo cultural -que identificaban a los pueblos como sujetos históricos, a determinados objetos como marcadores étnicos y a la migración como el principal motor del cambio histórico- el empuje del procesualismo y, sobre todo, del posprocesualismo ha sustituido el paradigma de la etnicidad por el de la identidad, especialmente en el ámbito anglosajón y de habla germana ( 2 ).
( 2 ) La bibliografía es abundantísima; sin ánimo de exhaustividad se pueden señalar entre los balances críticos más recientes los trabajos de Gilett 2006; Castellanos 2007: 42-52; Hakenbeck 2008; Heather 2010: 28-56; Hakenbeck 2011: 11-25; James 2011: 118-187. El trabajo de Fernández Götz y Ruiz Zapatero 2011 constituye una magnífica introducción en castellano al estado de los estudios de la arqueología de la etnicidad abarcando una cronología mucho más amplia de la tratada en este trabajo.
El estudio de los procesos de etnogénesis, las aportaciones de la antropología a la hora de explicar la noción de identidad en términos situacionales y la crítica de las fuentes textuales ha llevado a cuestionar el significado atribuido de forma previa a los rituales y a las prácticas funerarias altomedievales poniendo el acento sobre los procesos de construcción de identidades e interpretando los cementerios en términos de escenarios de competitividad social (Halsall 2009).
La creación de este nuevo paradigma se sitúa en el contexto de una profunda renovación de los estudios sobre el período comprendido entre el final del mundo romano y el inicio de la Edad Media, analizados desde hace unos años más en términos de transformación que de fractura a raíz de proyectos tan influyentes como The transformation of the Roman World (Pöhl 1998a).
De hecho, algunos autores han llegado a relativizar (y en los casos más extremos a cuestionar) la importancia misma de las invasiones germánicas, consideradas con anterioridad como un verdadero motor histórico (Brather 2002; Halsall 2007).
Y aunque la réplica a las posiciones de los autores negacionistas ha sido muy contundente e incluso visceral (p. ej. Ward Perkins 2005; Valenti 2009), son muchos los especialistas que defienden en la actualidad la necesidad de analizar el significado de la etnicidad altomedieval en el marco de los procesos de construcción de las identidades sociales y las estructuras políticas postimperiales (Curta 2007).
Los estudios más detallados y exhaustivos, como los realizados por S. Hackenbeck en Baviera, han mostrado la multiplicidad de significados contextuales que han tenido los rituales y los objetos hallados en las tumbas, cuestionando definitivamente la lectura étnica clásica (Hackenbeck 2007: 25-26, 2011).
Estas controversias están permitiendo, por lo tanto, repensar en términos teóricos los procesos de construcción del registro material y en términos críticos, los apriorismos con los cuáles se ha estudiado la Alta Edad Media y el fin del mundo romano.
De forma paralela el extraordinario desarrollo que ha conocido la arqueología preventiva en los últimos dos decenios en varios sectores europeos ha permitido contar con nuevos conjuntos funerarios de los siglos V-VIII que han sido analizados con protocolos e instrumentos analíticos muy rigurosos e innovadores.
En particular las aportaciones de la arqueobiología, la osteoarqueología, la arqueología molecular y la arqueología isotópica están siendo fundamentales para llevar a cabo un salto cualitativo significativo en el estudio de estos documentos arqueológicos.
Y aunque aún carecemos de nuevas síntesis territoriales de un cierto alcance, en los últimos años se están densificando este tipo de estudios realizados tanto en los nuevos yacimientos excavados en estos años como en el análisis de intervenciones más antiguas (p. ej. Carver 2009).
Este cuadro expuesto de forma extremadamente sintético contrasta notablemente con el estado de los estudios en la Península Ibérica. A pesar de que la investigación arqueológica de las sociedades altomedievales ha conocido un evidente salto cualitativo y un acentuado proceso de internacionalización en los últimos años, el eco de estas aportaciones en nuestro país aún ha sido muy parcial. En buena medida son tres las causas que podrían explicar esta asimetría.
En primer lugar los importantes resultados proporcionados por la arqueología preventiva aún no han sido explotados en toda su potencialidad para llevar a cabo un reexamen de las sociedades altomedievales desde el punto de vista de los registros funerarios.
En los últimos años se ha invertido un enorme esfuerzo en sistematizar y “dar sentido” a nuevos registros, como es el caso de los lugares habitados hallados principalmente en los suburbios de ciudades como Madrid o Barcelona (Vigil-Escalera 2007; Roig 2009).
La inexistencia de una trayectoria de estudios previos dedicados a esta temática ha favorecido, indudablemente, la construcción crítica de estos registros sin que fuese necesario confrontarse con consistentes paradigmas historiográficos.
En cambio, son numerosos los hallazgos de cementerios que han sido simplemente clasificados bajo el epígrafe de ‘necrópolis visigodas’ ajustándose a los paradigmas dominantes. En realidad hay suficientes elementos como para pensar que los nuevos hallazgos producidos en el interior peninsular o en Cataluña desbordan notablemente estas categorías y cuestionan los paradigmas interpretativos al uso.
Los abundantes enterramientos realizados en el interior de los silos (Roig y Coll 2011), la existencia de grupos de tumbas distribuidas en el tejido de los asentamientos rurales y la misma variabilidad y complejidad que muestran las necrópolis comunitarias constituyen un registro muy articulado que lleva a cuestionar, entre otros aspectos, las nociones de ‘necrópolis’ y ‘necrópolis visigodas’ (Quirós Castillo y Vigil-Escalera 2011).
Y aunque la mayor parte de las intervenciones aún permanecen inéditas, es indudable que en los próximos años esta temática conocerá un notable desarrollo (p.ej. Vigil-Escalera 2013).
En segundo lugar las aportaciones realizadas por los estudios osteoarqueológicos de los cementerios altomedievales excavados en la Península Ibérica son aún más bien modestas y episódicas. Es cierto que suele ser frecuente la realización de informes técnicos en el marco de proyectos de carácter preventivo o como resultado de la revisión de intervenciones arqueológicas antiguas, aunque normalmente se trata de estudios puntuales que en pocas ocasiones se llegan a editar.
Asimismo se han realizado algunos trabajos pioneros sobre los marcadores genéticos de yacimientos como Aldaieta (Alzualde et alii 2006, 2007) o en varios conjuntos madrileños (Fernández Domínguez et alii 2009a; 2009b), pero estamos aún lejos de contar con proyectos de una cierta entidad y de una masa crítica de datos suficiente como para realizar síntesis de cierto calado. Del mismo modo son prácticamente inexistentes los estudios isotópicos de poblaciones altomedievales en nuestro país ( 3 ).
En definitiva, queda aún mucho camino por recorrer para poder construir registros funerarios de calidad que permitan integrar los análisis formales con los osteoarqueológicos.
Pero sin ninguna duda, es el campo teórico donde es más acuciante la necesidad de una profunda renovación de los estudios sobre la arqueología funeraria peninsular, ya que estamos convencidos de que una nueva mirada sobre estos registros movilizaría otros recursos y metodologías. Esta inquietud ha sido ya manifestada por varios autores, y en particular por A. Azkarate en un trabajo crítico publicado hace unos años (2002) ( 4 ).
( 3 ) Entre las excepciones se pueden los trabajos Prevedorou et alii 2010, Fuller et alii 2010; Mundee 2010; Quirós Castillo 2013 o las tesis doctorales actualmente en preparación por parte de S. Inskip, M. I. García y O. López Costas.
( 4 ) Igualmente la reciente traducción al castellano de un trabajo clásico de L. R. Binford (2011) acompañado de una introducción de G. Ripoll es otra prueba tangible de las crecientes preocupaciones por los aspectos teóricos.
No obstante, incluso en publicaciones recientes el paradigma culturalista sigue siendo dominante (Morín y Barroso 2008), de tal forma que las ‘necrópolis visigodas’ siguen siendo interpretadas como necrópolis de los visigodos en términos normativistas.
Y aunque las contradicciones y debilidades que arrastra este paradigma -que por otro lado ha ido modificándose a lo largo del último siglo- han sido subrayadas por varios autores (Collins 2005: 181-194; Quirós y Vigil-Escalera 2011: 159-164), las últimas propuestas siguen impregnadas de estos planteamientos (Barroso Cabrera y Moríndo de Pablos 2007: 19; López Quiroga 2010: 264-265).
Por otro lado otros especialistas han asimilado las debilidades del paradigma etnicista pero aún no se ha logrado construir un discurso alternativo (Kulikowski 2005: 251; Ripoll 2007: 65; Arce 2011: 40).
Teniendo en cuenta estos antecedentes, sería necesario aprovechar las ocasiones que brinda la arqueología preventiva a la hora de proporcionar nuevos registros para avanzar en estas líneas de trabajo y repensar el significado de los espacios funerarios altomedievales desde la óptica que nos proporciona las nuevas aportaciones producidas en el campo de la arqueología de los espacios rurales.
En este trabajo se presentan los resultados del primer estudio realizado en España de un espacio funerario de los siglos VI-X combinando el análisis de los isótopos ligeros y pesados, lo que permite realizar una serie de inferencias sobre los habitantes del yacimiento de San Martín de Dulantzi (Alegría-Dulantzi, Álava).
El empleo de estas técnicas analíticas cuenta ya con una cierta tradición en el estudio de los cementerios altomedievales europeos, y son muchos los autores que consideran que su aportación es y será fundamental para analizar con mayor rigor estos siglos (Härke 2007: 16; Hedges 2011).
Este trabajo se articula en cuatro partes principales. En primer lugar se presenta el registro arqueológico de Dulantzi; en segundo lugar se exponen los métodos analíticos y los resultados obtenidos en el estudio de los marcadores isotópicos; a continuación se analizan las consecuencias de estos registros y se concluye realizando una valoración global.
2.
EL YACIMIENTO DE SAN MARTÍN DE DULANTZI.
Durante los años 2009 y 2010 se ha llevado a cabo una intervención arqueológica preventiva en el barrio de Dulantzi de la villa de Alegría-Dultanzi (Álava) como consecuencia de la reurbanización de la zona (Fig. 1).
Figura 1. Mapa de localización del yacimiento de Dulantzi
(Alegria-Dulantzi, Álava) y de las principales localidades citadas en el texto.
La villa de Alegría fue fundada por iniciativa de Alfonso XI en el año 1337 sobre la aldea de Dulantzi (Fig. 2), documentada desde el siglo XI y situada en proximidad de la sede de Tullonium, una de las localidades de los Várdulos mencionada por Ptolomeo y nuevamente citada en el itinerario Antonino (Gurruchaga 1951).
Figura 2. Vista aérea de la villa de
Alegría-Dulantzi (Álava).
La intervención, que ha afectado una extensión de unos 800 m2, ha permitido recuperar una compleja secuencia ocupacional que arranca en la prehistoria y llega hasta la actualidad. El carácter urbano del lugar ha condicionado la naturaleza de los depósitos arqueológicos así como la estrategia de la intervención y el carácter fragmentario de los contextos recuperados, de la misma manera que el carácter preventivo de la excavación ha determinado los plazos de ejecución (Fig. 3).
Figura 3.
Fotografías generales de la excavación (1. El ábside con la “tumba fundacional”; 2. “tumba fundacional”; 3. Tenante de altar; 4. Pila identificada como baptisterio).
Más concretamente se han reconocido ocho fases de ocupación ( 5 ) (fase 1: ocupación doméstica de la edad del bronce; fase 2: ocupación doméstica altoimperial seguida por una reestructuración a partir del siglo III carente de estructuras de habitación; fase 3: ocupación de carácter funerario del siglo V primera mitad del VI; fase 4: construcción de un edificio religioso y de un cementerio fechables en la segunda mitad del siglo VI y el siglo VII; fase 5: densificación del asentamiento y formación de un amplio cementerio entre finales del siglo VII y el siglo IX; fase 6: transformación de la iglesia y del área funeraria en los siglos X-XII; fase 7: edificación de la nueva iglesia de San Martín, siglos XII-XIV; fase 8: transformaciones recientes, siglos XV-XXI), aunque nuestra atención se centrará en esta ocasión únicamente en las fases 4 y 5.
( 5 ) Una presentación analítica y exhaustiva de la secuencia estratigráfica se puede consultar en Loza y Niso 2012.
Se puede atribuir a la fase 4a la construcción de un edificio de planta basilical conservado únicamente en sus cimientos o con pocas hiladas realizado en un espacio dedicado con anterioridad a un uso funerario y que ha podido ser excavado únicamente de forma parcial (Fig. 4).
Figura 4. Vista general del aula de la iglesia hallada en Dulantzi (Álava).
El edificio ha sido fechado en un momento indeterminado del siglo VI a partir de la datación radiocarbónica de los restos humanos hallados en una tumba femenina ubicada en el ábside y construida en el momento de la fundación del templo con muros de mampostería y un revestimiento de un enfoscado rosáceo, así como por la datación de otros individuos enterrados en el área con anterioridad ( 6 ) (Fig. 5).
Figura 5. Dataciones radiocarbónicas calibradas de los enterramientos atribuibles a la fase 3 (218), fase 4a (181), fase 4b (197, 212, 204, 190) y fase 5 (46, 50, 72, 83, 90, 162, 188, 14, 144, 168).
La construcción, realizada con mampuestos y con materiales romanos reutilizados, presenta un ábside semicircular inscrito en un rectángulo con una cámara rectangular contigua ( 7 ), un aula rectangular de al menos 10 x 5 metros presumiblemente dividida en tres naves, y un cuerpo de 4 x 3,5 metros situado al SO dotado de una pila con dos escalones revestida en su interior por un enfoscado rosáceo similar al hallado en la tumba fundacional (Fig. 6).
( 6 ) La tumba 218 (1580 ± 30 BP) es anterior a la construcción del edificio, mientras que los restos humanos de la “tumba fundacional” 181 (1626 ±37 BP) están en posición secundaria lo que explica esta aparente contradicción cronológica.
( 7 ) No se ha podido determinar si cuenta con una cabecera tripartita.
Figura 6.
Vista general de la excavación y en primer plano la pila identificada como baptisterio.
En términos funcionales este edificio ha sido interpretado como una iglesia teniendo en cuenta su morfología y orientación, el hallazgo en el centro del ábside de un fragmento de estela funeraria reutilizada como tenante de altar conservada in situ, la presencia en los niveles de amortización de restos arquitectónicos de celosías, cornisas, tambor de columna, etc., y por último, la identificación de una sala dotada de una pila central como un baptisterio de inmersión (Loza y Niso 2012).
Si se admite esta interpretación, se trataría de un edificio singular en el panorama de la arquitectura monumental del norte peninsular, puesto que presenta notables similitudes con otras construcciones realizadas en sectores mediterráneos o en el interior peninsular (Godoy Fernández 1995; Utrero Agudo 2006; Ripoll et alii 2012).
En cualquier caso, su cronología es coherente con las dataciones propuestas para la difusión de las iglesias rurales en Hispania (Chavarría Arnau 2006).
En el interior del edificio y en su proximidad se han hallado un número mínimo de diecinueve tumbas (Fig. 7), la mayor parte de las cuáles se localizaba en el aula del templo o en la cámara contigua al ábside, respetándose el ábside y el baptisterio (fase 4b).
Figura 7. Planta con los enterramientos atribuidos a la fase 4.
Todos los individuos han sido enterrados con una orientación E-O, siguiendo la alineación del edificio eclesiástico, y se ha reconocido la existencia tanto de sepulturas múltiples como individuales. Salvo en un caso concreto (215), las tumbas no se reutilizaron, lo que podría indicar una pérdida de la identidad espacial que en cambio se observa en otras ‘necrópolis visigodas’ coetáneas (Ripoll López 1994) donde la reutilización de las tumbas es bastante común (Contreras 2006).
El hallazgo de numerosos clavos en todas las tumbas de este período testimonia que los enterramientos de esta fase fueron realizados con ataúdes de madera, al igual que en el cercano yacimiento de Aldaieta (Azkarate 1999), situado únicamente a unos 10 km al NO de Dulantzi. Además, en nueve de estas tumbas se han hallado ajuares que comprenden objetos de adorno personal, armas y otros materiales de prestigio (Fig. 8).
Figura 8. Listado de armas y objetos de adorno personal hallados en las tumbas atribuidas a la fase 4.
El número de objetos o de tumbas con este tipo de depósitos pudo ser mayor, puesto que algunos de estos enterramientos se han visto parcialmente destruidos por los silos que fueron abiertos en el interior del templo durante la fase 6, aunque también tenemos la certeza de que algunos de estos individuos carecían de cualquier tipo de material.
Salvo en un caso (190 con vasija), todos los individuos dotados de este tipo de objetos son hombres adultos, y al igual que en el cercano yacimiento de Aldaieta, la composición de estos ajuares es muy heterogénea, puesto que se combinan las armas, objetos de adorno personal, elementos de prestigio como cuencos de vidrio o de bronce, un cubo y otro tipo de elementos como son dos cucharillas metálicas o piezas cerámicas (Fig. 9).
Figura 9.
Principales objetos de adorno personal hallados en las tumbas.
Destacan, en particular, los materiales localizados en una de las tumbas más antiguas halladas en el aula (212) así como otras tumbas atribuibles probablemente al siglo siguiente (187, 215).
Estos materiales presentan grandes analogías con los hallados en Aldaieta, de tal forma que en el catálogo de materiales de este yacimiento se encuentran paralelos prácticamente para todas las piezas de Dulantzi (Azkarate 1999).
Para datar estos enterramientos se ha asumido la cronología propuesta para el cementerio de Aldaieta –segunda mitad del siglo VI hasta inicios del VIII– debido a las analogías existentes entre los materiales de ambos yacimientos, que son compatibles con las dataciones radiocarbónicas realizadas sobre los restos humanos.
Por último hay que señalar que el edificio no estaba aislado. En su exterior se han hallado varios rebajes, estructuras negativas y agujeros de poste fechables entre los siglos VI y VIII que podrían quizás indicar la existencia de algunas estructuras domésticas próximas al templo.
Por otro lado se han hallado en el exterior del mismo algunas tumbas que se sitúan cronológicamente en el momento final de la fase 4 o el inicio de la fase 5 (tumbas 50 y 83, coetáneas a la 190), lo que podría indicar que en este momento se estaba empezando a ocupar también el exterior del edificio por varias tumbas.
El arranque de la fase 5 se puede situar entre mediados del siglo VII e inicios del siglo VIII, cuando tuvo lugar una profunda transformación del yacimiento (Fig. 10).
Figura 10. Planta del yacimiento de Dulantzi durante la fase 5.
A partir de este momento se produjo una densificación de la ocupación, fenómeno que ha sido documentado en varios yacimientos del País Vasco, como Zaballa, Zornoztegi y quizás Vitoria-Gasteiz, cuyo efecto más significativo en este caso ha sido la ocupación de un amplio espacio con fines funerarios en el exterior de la iglesia. Se han atribuido a esta fase un total de 100 tumbas, distribuidas por una amplia extensión que puede ser estimada en unos 1.400 m2.
A diferencia de la fase anterior, la iglesia no constituye el eje en torno al cual se articula el espacio funerario, puesto que las tumbas se disponen cubriendo un amplio espacio y su orientación –tendencialmente E-O- tampoco está alineada perfectamente con el eje del templo.
Las tumbas no se cortan entre sí, lo que da a entender que la comunidad residente conservaba la memoria física del lugar de deposición de los ascendientes y que, quizás, estaban señaladas. La mayoría de las tumbas han sido excavadas directamente en el sustrato aunque en una veintena de casos han sido delimitadas por muretes y cubiertas por grandes losas. Todas las tumbas de esta fase carecen de ajuares u otro tipo de depósitos, así como de clavos de ataúdes.
Se trata por lo tanto de un cementerio que presenta muchas similitudes con el del cercano yacimiento de Aistra (Zalduondo, Álava), situado a unos 15 km hacia el NE en línea recta y fechado en los siglos VIII y IX (Mendizabal Gorostizu-Orkaiztegi 2011).
También en este lugar se ha hallado un amplio número de tumbas que se distribuyen cubriendo una amplia extensión, sin que se corten entre sí, y las tipologías constructivas son similares a las de Dultanzi (predominio de tumbas excavadas en fosa simple, tumbas de muretes y otras variantes menores).
No se han podido atribuir a esta fase actividades constructivas realizadas en el templo, aunque sí se han hallado en su proximidad restos de construcciones de carácter doméstico que, con posterioridad, han sido amortizadas por la ampliación del cementerio.
Se podría sugerir que, al igual que en Aistra en estos siglos, se creó una fuerte división funcional entre el sector funerario y el residencial.
Por último hay que señalar que en la fase 6, fechable entre los siglos X y XII, se abrieron en el interior de la iglesia un amplio número de grandes silos que cortaron los depósitos anteriores, seccionando algunas de las tumbas atribuidas al período 4b. La disposición de estos silos permite inferir que el edificio seguía aún en alzado, aunque resulta mucho más complejo determinar si seguía teniendo o no un uso cultual.
En síntesis, en un momento indeterminado del siglo VI se fundó una construcción de carácter monumental que ha sido interpretada como iglesia, amortizando un espacio anteriormente empleado con fines funerarios y domésticos, quizás en la periferia de una ocupación tardorromana.
La iglesia, que no estaba aislada puesto que en su proximidad se han hallado algunos espacios domésticos, formaba parte de un establecimiento difícil de caracterizar debido a la limitada extensión de la intervención realizada.
Sin embargo, su proximidad a los hallazgos de San Pelayo (colina situada a unos 700 m al NO de Dulantzi en la que se han hallado conjuntos funerarios de este mismo período, Iriarte Kortázar 1998; Azkarate 2005), podría llevar a pensar que o bien Dulantzi y San Pelayo formaban parte de un único gran yacimiento, o bien que eran establecimientos de dimensiones reducidas entre sí.
Lo que sí parece claro es que la iglesia de Dulantzi se convirtió entre finales del VI y todo el siglo VII en un lugar donde se enterró un colectivo diferenciado internamente, tal y como muestra el uso o la ausencia de ajuares y depósitos de variada naturaleza en el interior de las tumbas. Podría tratarse, por lo tanto, de una iglesia privada relacionada con la presencia de élites locales, tal y como se observa en otros territorios próximos (Chavarría Arnau 2009: 167-169).
Hacia inicios del siglo VIII se formó en torno a la iglesia un asentamiento probablemente más denso y de mayores dimensiones. Y aunque no se han hallado más que un número reducido de estructuras de habitación, la densidad de las tumbas halladas en relación con el espacio excavado es un indicio que permite inferir que el yacimiento tenía entonces una mayor entidad. Quizás lo más sorprendente es que la iglesia (¿también sus propietarios?) ha perdido la centralidad que tenía en la fase anterior.