El Dolmen del Arroyal I (Burgos):
Estudio arqueozoológico y tafonómico de los restos de macromamíferos neolíticos y
calcolíticos.
Facultad de Filosofía y Letras. Máster en Prehistoria y Arqueología.
El Dolmen del Arroyal I (Burgos): Archaeozoological and taphonomic analysis of the Chalcolithic and Neolithic
macromammals.
Pedro Mateo
Pellitero.
Dirección: Ana Belén Marín Arroyo.
ÍNDICE.
1. INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS.
2. ESTADO DE LA CUESTIÓN.
2.1. DESARROLLO DE LAS INVESTIGACIONES.
2.2. PANORAMA GENERAL DE LA PENÍNSULA IBÉRICA.
2.3. PANORAMA GENERAL DE LA MESETA NORTE.
2.4. MEGALITISMO.
2.5. DESCRIPCIÓN DE YACIMIENTOS CONTEMPORÁNEOS.
2.5.1. EL HORNAZO.
2.5.2. EL PÚLPITO.
2.5.3. FUENTE CELADA.
3. YACIMIENTO Y MATERIALES DE ESTUDIO.
3.1. EL YACIMIENTO DEL DOLMEN DEL ARROYAL.
3.2. CAMPAÑAS DE EXCAVACIÓN.
3.3. FASES Y UNIDADES ESTRATIGRÁFICAS.
3.4. DATACIONES RADIOCARBÓNICAS DE ARROYAL I.
3.5. MATERIALES DE ESTUDIO.
4. METODOLOGÍA.
4.1. TAFONOMÍA Y ZOOARQUEOLOGÍA.
4.2. BASE DE DATOS.
4.3. METODOLOGÍA ARQUEOZOOLÓGICA.
4.3.1. DETERMINACIÓN TAXONÓMICA Y ANATÓMICA.
4.3.2. LATERALIDAD Y PRESENCIA.
4.3.3. CÁLCULO DE LA EDAD A PARTIR DEL ESTADO DE FUSIÓN DE LOS HUESOS Y ERUPCIÓN Y DESGASTE
DENTAL.
4.3.4. ESTIMACIÓN DEL SEXO.
4.3.5. CUANTIFICACIÓN.
4.3.6. PATOLOGÍAS.
4.3.7. REARTICULACIÓN Y REMONTAJE.
4.4. METODOLOGÍA TAFONÓMICA.
4.4.1. PROCESOS BIOESTRATINÓMICOS.
4.4.1.1. MARCAS DE CORTE.
4.4.1.2. FRACTURACIÓN ANTRÓPICA.
4.4.1.3. TERMOALTERACIONES.
4.4.1.4. MARCAS DE CARNÍVOROS.
4.4.1.5. WEATHERING.
4.4.2. PROCESOS DIAGENÉTICOS.
4.4.2.1. RAÍCES.
4.4.2.2. CONCRECIONES.
4.4.2.3. DISOLUCIÓN.
4.5. CÁLCULO DE LA BIOMASA.
5. RESULTADOS.
5.1. DATOS GENERALES DEL ESTUDIO ARQUEOZOOLÓGICO.
5.2. RESULTADO TOTAL DEL ANÁLISIS TAFONÓMICO.
5.3. NIVELES NEOLÍTICOS.
5.3.1. FASE 1 Y 2.
5.4. NIVELES CALCOLÍTICOS.
5.4.1. FASE 3 Y 4.
5.4.2. FASE 5.
5.4.3. FASE 6.
5.5. NIVELES DE LA EDAD DEL BRONCE A LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA.
6. DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES.
7. BIBLIOGRAFÍA.
ANEXOS.
ANEXO 1: REMONTAJES.
ANEXO 2: REARTICULACIONES.
ANEXO 3: ÍNDICE DE FIGURAS.
ANEXO 4: ÍNDICE DE TABLAS.
Resumen.
Uno de los temas claves de la Prehistoria reciente lo constituye el estudio de las
transformaciones acontecidas en el seno de las primeras sociedades campesinas, que
sucede durante el Neolítico y el Calcolítico. Las evidencias arqueológicas ofrecen un
panorama diverso, reflejo de la existencia de estructuras sociales y ámbitos político-religiosos complejos, los cuales son susceptibles de ser conocidos a través del estudio de
las manifestaciones funerarias. Una de ellas, el dolmen de Arroyal I (Burgos), ha sido
tomada como elemento significativo para ampliar la información disponible para el
noreste de la Meseta Norte. En este caso concreto, el estudio es susceptible de
proporcionar información relevante desde distintas perspectivas. Por un lado proporciona
información económica relacionada con la composición y la gestión de la cabaña
ganadera o el uso de los recursos cinegéticos. Por otro, los aspectos tafonómicos ofrecen
datos que ayudan a entender la formación y transformación de los contextos de
procedencia.
Abstract.
One of the key themes of recent Prehistory is the study of transformations
occurring within the first farming societies that happened during the Neolithic and
Chalcolithic. Archaeological evidence offers a mixed picture, reflecting the existence of
social structures and political-religious complex areas, which can be identified through
the study of funeral demonstrations. One of them, the dolmen of Arroyal I (Burgos), is a
significant site to expand the information available about the northeast of the Northern
Plateau. This study will provide relevant information from different perspectives. On one
hand, this study provides economic information related to the composition and
management of livestock or use of hunting resources. On the other hand, taphonomic
aspects provide data to help understand the formation and transformation of the contexts
of origin.
Agradecimientos.
Quisiera, antes de nada, dar las gracias a varias personas que han hecho posible
que este trabajo salga a la luz:
En primer lugar, a Ana Belén Marín, la directora de este proyecto y mi tutora,
sin la que todo esto hubiera sido imposible. Gracias en primer lugar por los brazos abiertos
con los que recibiste la propuesta de hacer este trabajo. Gracias también por la paciencia,
por el apoyo, por enseñarme, por animarme, por los consejos y por insistir en llevar a
buen puerto cada uno de los apartados de esta memoria. No sólo en el ámbito académico,
sino también por las importantes recomendaciones y sugerencias que me has dado de cara
al futuro en este difícil mundo de la investigación. Por todo ello, gracias.
A Eduardo Carmona Ballestero, director del Arroyal I, por sus ánimos y ayuda
constante durante todo el curso, por proporcionarme información muy importante sin la
cual este trabajo no sería el mismo, por sus correcciones y por aguantar mis constantes
correos y responderlos siempre con la mejor disposición.
A los integrantes del Laboratorio de Bioarqueología del IIIPC, Jeniffer Jones y
Jeanne Marie Geiling, por estar siempre dispuestas a ayudar y a responder a mis preguntas
incluso dejando su propio trabajo. Mención especial a Lucía Agudo Pérez, técnico del
Laboratorio de Bioarqueología, siempre voluntaria y dispuesta a echar una mano, cuya
ayuda con los elementos gráficos y bibliográficos ha sido fundamental. Gracias, en fin, a
las tres, por hacer menos tediosas las largas horas de trabajo en el laboratorio.
A Carlos Fernández Rodríguez, sin el cual posiblemente no estuviera haciendo
este trabajo, por su constante ayuda y consejo y por introducirme en este pequeño gran
mundo de la Arqueozoología.
A mis compañeros y amigos, Alejandro, Carlos, Sandra, Raquel, Eva y Simón.
Por poder contar con ellos siempre durante todo el curso, por hacer mucho más fácil y
divertida mi estancia en Santander y por sus consejos, ayuda, apoyo constante e interés
en este trabajo.
Por último y más importante, gracias a mis padres y a mi hermana, que me han
apoyado siempre incondicionalmente. Por su preocupación diaria, por su cariño y porque
sin ellos no podría haber sacado adelante mis estudios de ninguna forma. A ellos les debo
todo esto y para ellos va dedicado.
1. INTRODUCCIÓN Y OBJETIVOS.
Uno de los temas claves de la Prehistoria reciente lo constituye el estudio de las
transformaciones acontecidas en el seno de las primeras sociedades campesinas, que
sucede durante el Neolítico y el Calcolítico. El estudio de estas sociedades, en concreto
las del Norte Peninsular, ha sido uno de los temas de investigación más recurridos en los
últimos años, a pesar de que hasta los años 90 la investigación sobre éstas fue mucho
menor, por no decir inexistente, que sus coetáneas del Sur peninsular.
Los diferentes estudios ya realizados han intentado documentar sus formas de
vida, los patrones de comportamiento, las estrategias de subsistencia que desarrollan para
su pervivencia, etc., construyendo marcos referenciales que ayudan a la interpretación de
las formas de vida de estas poblaciones. Sin embargo, todavía es mucho lo que no
sabemos, por ello es necesario obtener más información, proveniente, sobre todo, de otras
disciplinas o ramas de la arqueología.
En relación con esto, las evidencias arqueológicas ofrecen un panorama diverso,
reflejo de la existencia de estructuras sociales y ámbitos político-religiosos complejos, los
cuales son susceptibles de ser conocidos a través del estudio de las manifestaciones
funerarias. Una de ellas es el dolmen de Arroyal I (Burgos), yacimiento que en este trabajo
ha sido tomado como elemento significativo para ampliar la información disponible para
el noreste de la Meseta Norte.
Haciendo referencia a lo dicho anteriormente, en este trabajo, la Arqueozoología
y la Tafonomía se convierten en fundamentales para saber más sobre el comportamiento,
sobre todo el económico y de subsistencia, de estas gentes. A través de una metodología
ya bastante asentada, intentaremos llegar a conclusiones que den respuesta a los objetivos
marcados desde un principio para este proyecto, que son los siguientes:
- En primer lugar, presentar el estudio y análisis arqueozoológico de los
restos de fauna extraídos de dicho yacimiento utilizando la metodología propuesta.
Determinación taxonómica y anatómica, de edad, y registro de cada resto en una base de
datos.
- En segundo lugar, análisis tafonómico a través del cual podremos apreciar
las alteraciones, tanto antrópicas como no antrópicas, que han modificado el registro fósil
y que nos desvelan cómo ha evolucionado éste desde su formación hasta nuestros días, es
decir, conocer la historia del depósito y como afecta a los materiales orgánicos, en
especial a los huesos, así como conocer que agentes han actuado sobre el yacimiento.
En definitiva, el objetivo prioritario de esta memoria es estudiar en detalle la
colección faunística, con el fin de recabar datos que nos ayuden cumplir los objetivos
secundarios que surgen a partir de los dos objetivos principales anteriormente
mencionados. Estos objetivos secundarios son los siguientes:
- A través del registro faunístico analizado intentar entender mejor las
primeras sociedades campesinas en la Meseta Norte peninsular y su comportamiento en
las diferentes etapas representadas en el yacimiento.
- Proporcionar información acerca de los patrones de consumo de estas
sociedades, tanto de actividad doméstica como actividad cinegética, y de los patrones de
sacrificio de las diferentes especies. Es decir, proporcionar información económica
relacionada con la composición y la gestión de la cabaña ganadera o el uso de los recursos
cinegéticos y los cambios que se producen con el paso de una época a otra.
- Comparación con la fauna aparecida en otros yacimientos similares de la
misma región para averiguar si se sigue el mismo comportamiento o si existen actuaciones
distintas y particulares en nuestro yacimiento.
- Comprender la peculiaridad que supone la aparición de fauna en un monumento funerario y asociar su existencia dentro del dolmen a un posible uso ritual o
religioso.
2. ESTADO DE LA CUESTIÓN.
2.1.
Desarrollo de las investigaciones.
El estudio e interpretación de las sociedades de la Prehistoria reciente en la
Península Ibérica ha suscitado multitud de debates y de posturas enfrentadas que, en cierto
modo, modelaron el panorama científico que ha estado vigente hasta no hace muchos
años. Difícil y controvertida ha sido la investigación cuando trata de acercarse al
nacimiento y formación de las "sociedades complejas", que comenzaron a aparecer en el
transcurso de los dos milenios que ocupan el paso del Neolítico al Calcolítico y que se
consolidaron durante éste último hasta llegar al Campaniforme, que marca el límite con
la Edad del Bronce Antiguo (finales del IV milenio cal. A.C. a comienzos del II milenio
cal. A.C.).
Encontramos a lo largo de la historia de las investigaciones acerca de esta época
varios problemas o cuestiones discutibles, algunas de las cuales han quedado ya
superadas, aunque existen otras que siguen siendo objeto de debate. Una de ellas es la
creencia errónea que presupone la existencia de una situación idéntica (en lo que se refiere
tanto a lo social y económico como a lo cultural) de los grupos humanos en toda la
Península Ibérica. Nada más lejos de la realidad, como iremos viendo a lo largo de este
trabajo, ya que existen diferencias notables entre el sur y el norte que nos hacen pensar
en multitud de escenarios diferentes en cada zona o región. Hasta la década de los 90
(Delibes de Castro, 1993) todavía persiste cierta tendencia a identificar el Calcolítico
Ibérico con la civilización almeriense de Los Millares. No obstante, pese al amplio eco
cobrado por este yacimiento, dicho planteamiento no deja de estar equivocado, ya que en
la Península Ibérica se desenvolvieron otras culturas importantes, las cuales tenían puntos
en común con Los Millares, pero también enormes diferencias. Por tanto, tiene que quedar
constancia de que, durante el III milenio, las tierras de Iberia distaron mucho de mostrar
un comportamiento cultural uniforme.
Otra de ellas, que supone un gran problema, es la escasa información que existe
de los diferentes asentamientos, tanto Neolíticos como Calcolíticos, en ciertas zonas de
la Península, sobre todo en el Norte, cuya principal consecuencia es la deformación de
una visión más o menos general del panorama que estamos tratando.
Del mismo modo parece conveniente desterrar el tópico del colonialismo como
el causante de los cambios múltiples acaecidos en esta época. Sin pruebas ni testimonios
acerca de contactos entre ambos extremos del Mediterráneo, parece más correcto dar el
protagonismo a las poblaciones neolíticas indígenas (Delibes de Castro, 1993).
Por suerte, desde un marco general, las dos últimas décadas han visto cómo el
debate teórico y la investigación empírica acerca de la Península Ibérica han propiciado
una renovación de contenidos de diversa índole en los seis milenios de Prehistoria que
median entre la aparición del Neolítico (5600 cal A.C.) y la disolución de las sociedades
de la Edad del Bronce (1500 cal A.C.). En el primer caso, el más antiguo, se trata de
comprender el proceso de formación y expansión de las primeras sociedades agrícolas;
en el extremo opuesto, la Edad del Bronce constituye el ámbito privilegiado del debate
en torno a los límites alcanzados por la jerarquización y la desigualdad social durante la
Prehistoria peninsular (Bernabéu, 2003). Todo ello puede incluirse por tanto dentro de un
mismo ciclo histórico: Primera Edad de los Metales (Bernabeu,2003; Díaz del Río, 2001).
Sin embargo, como se decía anteriormente, la investigación sobre el Calcolítico
en el Norte de la Península Ibérica ha sido, durante los últimos 30 años, menos dinámica
que en otras zonas como son el litoral mediterráneo o Andalucía, regiones en las que la
investigación sobre este periodo tiene una mayor tradición investigadora. Esto ha
supuesto que hayan sobrevivido propuestas teóricas que son, en cierto modo, deudoras de
otros marcos de investigación. En este sentido, la investigación sobre la Meseta Norte,
ámbito en el que se encuentra Arroyal I, haya ido un tanto a remolque de otros ámbitos
tanto peninsulares como europeos que se han utilizado como referencia comparativa. De
tal modo que buena parte de las hipótesis son una simple traslación de las propuestas
teóricas provenientes de los marcos de referencia que se asocian sin mucha crítica al
registro local a través de analogías simples (Carmona Ballestero, 2013:16).
Por tanto, sintetizar y presentar la información y problemática relativa a cada uno de estos periodos
no es tarea fácil, ya que la diversidad parece un rasgo más común que la uniformidad.
En lo que concierne a la Meseta Norte, hasta los años 70-80 del siglo pasado nos
encontramos con un registro arqueológico mucho menos potente que en el sur peninsular.
Será a partir de esta fecha cuando la excavación de varios lugares de habitación en las
provincias de Ávila, Salamanca o Zamora ofrecerán suficiente material arqueológico
como para vincular cronoculturalmente éstos y otros sitios con los del Calcolítico sureño.
Paulatinamente nuevos trabajos, de la mano fundamentalmente de las Universidades de
Salamanca, Valladolid y Burgos, realizados en casi la totalidad de la Meseta Norte fueron
poniendo de relieve varios de los aspectos clave desarrollados durante este periodo
(Villalobos García, 2012).
Desde los años 90 se ha configurado el panorama actual, basado sobre todo en
la ampliación de los datos disponibles sobre el registro arqueológico del norte peninsular
a través de proyectos de investigación al uso pero sobre todo como resultado de
intervenciones preventivas ligadas a la llamada Arqueología Comercial o de Gestión. Los
diferentes estudios llevados a cabo han establecido un nuevo panorama que rompía
completamente con muchas de las hipótesis asentadas anteriormente, y que supone una
profunda renovación investigadora que ha ampliado sustancialmente el conocimiento
sobre las sociedades septentrionales de la Prehistoria Reciente.
A partir de aquí, diferentes trabajos (Bernabéu, 2003; Díaz del Rio y García Sanjuán, 2006; Garrido Pena, 2014; Díaz
del Río, 2001; Delibes de Castro, 2014; Nocete, 2014; Delibes de Castro, 1986; Fabián
García, 2003; Fabián García, 2006; Delibes de Castro y Fernández Manzano, 2000;
Delibes de Castro y Herrán Martínez, 2007; Delibes de Castro y Fernández Miranda,
1993; Carmona Ballestero, 2013) proponen nuevas hipótesis que ofrecen en la actualidad
una secuencia más o menos continua integrada en un mismo ciclo histórico, como ya se
ha señalado.
Aunque el nuevo paradigma incide en la consideración unitaria de todo el
ciclo, es posible detectar diferencias en el registro arqueológico que dan cuenta de
transformaciones, las cuales permiten delimitar distintas fases en este proceso de
trasformación y también distinguir conjuntos arqueológicos distintos que ofrecen un
panorama un tanto complejo durante el Neolítico y el Calcolítico.
2.2. Panorama general de la Península Ibérica.
Como se ha dicho, es difícil ofrecer una síntesis de la información arqueológica
sobre el Neolítico y Calcolítico debido a que el panorama general se caracteriza
precisamente, a diferencias de etapas anteriores, por la falta de homogeneidad y la
fragmentación de la representación arqueológica de las sociedades del momento. De
hecho, los límites entre las distintas etapas prehistóricas aparecen, a veces, difuminados
o no del todo claros debido a la variabilidad regional de la que se ha hablado anteriormente
(tabla 1). No obstante, podemos establecer fechas aproximadas con las que, de un modo
muy general, queden fijados los límites entre Neolítico y Calcolítico, fechas que son de
vital importancia para el conocimiento de la situación en la que el dolmen de Arroyal I se
encuadra.
Tabla 1.
Fechas aproximadas de inicio, final y máxima presencia del periodo Calcolítico en diferentes
zonas de la Península Ibérica.
Más difícil es, por otro lado, constituir el límite superior del periodo Calcolítico,
debido al fenómeno Campaniforme. Los diferentes hallazgos arqueológicos recuperados
en estos últimos años muestran la existencia de artefactos Campaniformes, tanto en el
Calcolítico como en contextos de la Edad del Bronce temprana. Del mismo modo, no se
observan de forma clara patrones de cambio socio-económico entre una época y otra, por
lo que tenemos que contemplar un periodo de transición o lapso temporal de
aproximadamente un milenio para poder observar diferencias palpables entre ambas
épocas (Díaz del Río y García Sanjuán, 2006).
En lo que se refiere a la entrada de la secuencia neolítica en la Península,
Bernabéu (2003) propone unas fechas que en gran parte son las que están asentadas y se
reconocen dentro de la comunidad científica actualmente. Parece ser, por tanto, que el
periodo comprendido entre 5700/5600-5300 cal A.C. dependiendo de las regiones,
aparecen los primeros registros cerámicos, y con ellos el primer Neolítico de la Península.
Junto a la cerámica aparecen las primeras plantas y animales domésticos. Si bien, esta
primera fase tiene un impacto geográfico y demográfico limitado.
No será hasta finales del VI milenio (entre 5300-4900 cal A.C.) cuando se
produzca la segunda fase de la colonización "neolítica", durante la cual se ocuparán buena
parte de las regiones peninsulares, incluyendo aquellas más alejadas del mundo
mediterráneo. Recientes hallazgos, precisamente lejos del mundo mediterráneo, indican
una ocupación de la Meseta Norte en torno al 5200-5100 cal A.C.(Alday Ruiz et al., 2012;
Bernabeu, 2003; Peña Chocarro et al., 2005; Rojo Guerra et al., 2012; Rojo Guerra et al.,
2006).
Los proyectos recientes llevados a cabo en la Región Cantábrica ratifican los
inicios de la ocupación neolítica en esa misma fecha (Bernabéu, 2003). Sin embargo, a
pesar de esto, el Neolítico de la Meseta Norte sigue siendo un gran desconocido; tal
desconocimiento es uno de los problemas fundamentales a la hora de evaluar la auténtica
transcendencia de muchos de los rasgos percibidos como propios de la etapa posterior en
esta zona, es decir el Calcolítico (Carmona Ballestero, 2013).
No es tan esencial, en nuestro caso, ahondar en la discusión sobre la aparición y
extensión del fenómeno neolítico como sí lo es, profundizar acerca del periodo de
transición que da paso al Calcolítico, periodo en el que se constatan importantes cambios.
Según Nocete (2014), el periodo comprendido entre el IV y el III milenio cal A.C. en la
Península Ibérica (fechas propuestas para el inicio del Calcolítico) define una unidad
histórica crucial y esencial en la explicación del posterior desarrollo histórico de la
Península Ibérica y de Europa Occidental y en la reflexión sobre su presente y su futuro.
Ello se debe a que, entre otros aspectos, supuso la emergencia de las denominadas
primeras sociedades económica y políticamente complejas.
Con todo, los límites anterior y posterior del periodo Calcolítico en la Península
Ibérica coinciden con hechos como la implantación de la metalurgia y los últimos
coletazos del Campaniforme respectivamente. En lo que se refiere a la primera, a finales
del IV milenio cal A.C. ya se registran testimonios claros de fundición en ciertos poblados
portugueses del área del Guadiana; desde entonces, el fenómeno metalúrgico se extendió
a lo largo de la primera mitad del III milenio hacia el norte e interior peninsular
(Delibes de Castro, 2014).
Las mismas fechas constan en otros trabajos (Bernabéu, 2003; Díaz del
Río y García Sanjuan, 2006; Garrido Pena, 2014), en los que se sostiene que la metalurgia
del cobre aparece con seguridad en torno al 3000-2800 cal A.C. en el área sureste y en el
suroeste de la Península Ibérica. Fuera de esta zona, la metalurgia parece extenderse más
tarde aunque de manera generalizada en lo que se conoce como Calcolítico
Precampaniforme.
En cuanto a su final, como se ha dicho, viene dado con la paulatina desaparición
del fenómeno campaniforme y la aparición de manera solapada de otros repertorios
arqueológicos del Bronce Antiguo, como el Argar, los estilos epicampaniformes del valle
del Ebro o el "horizonte Parpantique" en la Meseta Norte a finales del III milenio cal
A.C. (Delibes de Castro, 2014).
Algo similar propone Ríos et al. (2012, p. 202) en lo que se refiere al final del periodo, en cuyas investigaciones propone el Campaniforme como
"visagra" entre el paso del Calcolítico a la Edad del Bronce, sobre todo en la región de
Madrid y en las Mesetas, ya que la cronología de los nuevos poblados y cambios sociales
de la Edad del Bronce se sitúan en paralelo a los últimos campaniformes y, lo que es lo
mismo, a los últimos siglos de los poblados calcolíticos.
Por la misma línea, Garrido Pena (2014) considera el Campaniforme como uno
de los fenómenos arqueológicos que más polémica y debate han generado desde los
comienzos de las investigaciones. La amplia dispersión de un conjunto de tipos de objetos
que aparecen asociados en numerosos yacimientos calcolíticos de buena parte de Europa
occidental, siempre han supuesto un reto difícil de explicar, más aun cuando se encuentra
a caballo de dos épocas distintas. Parece en definitiva que existe un consenso generalizado
sobre que los elementos campaniformes no son el emblema de una "cultura" o una etnia
determinadas, sino objetos de alto valor social que formaron una exitosa combinación que
se extendió a través de los sistemas de intercambios en un momento clave de la Prehistoria
reciente europea y peninsular, de ahí las dificultades para encontrar fronteras temporales.
De forma breve, decir que la cerámica Campaniforme hace su aparición
alrededor del 2600 cal A.C. Sus diferentes estilos marcan un horizonte homogéneo en la
mayor parte de la Península Ibérica. Aunque el Calcolítico se ha dividido
tradicionalmente en "pre-campaniforme" y Campaniforme, las fechas de radiocarbono y
estudios contextuales muestran la existencia de artefactos Campaniformes tanto en
Calcolítico como en contextos de la Edad de Bronce temprana (Díaz del Río y García
Sanjuán, 2006). Es aquí donde reside uno de los problemas de los que antes se ha hablado,
ya que este fenómeno no lleva consigo cambios estructurales, lo que hace de los límites
entre la Calcolítico y Edad del Bronce estén en discusión.
Por otro lado, este marco general varía mucho regionalmente, ya que mientras
en regiones como el sureste peninsular el campaniforme desaparece hacia el 2200-2000,
en buena parte del interior peninsular se prolonga durante los comienzos del II milenio
cal A.C. (aproximadamente 1900 cal A.C..) en lo que tradicionalmente se denomina
Bronce Antiguo (2200-1750 cal A.C.) (Garrido Pena, 2014).
Nos encontramos, por tanto, ante un panorama complejo, todavía en discusión,
pero en el que los límites temporales, aunque en su mayor parte difusos y heterogéneos,
están asentados y aceptados de manera uniforme. Más difícil es cuando nos acercamos al
ámbito regional, aunque las investigaciones han avanzado mucho en los últimos años en
este terreno. En este contexto, no ayuda la falta de homogeneidad en el ámbito del
desarrollo de las formaciones sociales de la península. De hecho, durante el Calcolítico
los cambios en el sur y occidente de la Península darán paso a la aparición de
desigualdades sociales permanentes y a la emergencia de las primeras Jefaturas en el
plano político. Es lo que se conoce tradicionalmente como la formación de las llamadas
"sociedades complejas" o jerarquizadas.
Por tanto, en este ámbito suroccidental, el Calcolítico, al igual que en muchas
otras partes de Europa (Bernabeu et al., 1995), tiene un carácter que se ha considerado
revolucionario, no solamente en el aspecto tecnológico (con el descubrimiento de la
metalurgia ), sino en otras muchas esferas como son la economía, el poblamiento y la
sociedad.
En este escenario que se reconocen cambios importantes: se asiste a un proceso
de protourbanización en los poblados (Bernabeu et al., 1995), cuyo mejor ejemplo son
los casos conocidos de Los Millares y Vilanova de Sao Pedro; a un crecimiento de la
producción gracias a la Revolución de los Productos Secundarios (Sherrat, 1981), que se
manifiesta en un cambio de la cabaña ganadera respecto al Neolítico y un retraso en las
edades de sacrificio de los animales con el fin de aprovechar recursos como la lana, la
leche y otros; un incremento en la producción agrícola, que se aprecia en la multiplicación
de las estructuras de almacenaje y los útiles dedicados esta actividad; y el surgimiento de
una sociedad cada vez más jerarquizada, con centro de poder político de alcance
aparentemente regional (Delibes de Castro, 1993). No obstante, hay que decir que en
determinados aspectos seguimos teniendo los mismos problemas que se han tratado
anteriormente, es decir, una falta de información o ausencia de registro de la fase neolítica
que no siempre nos permite hacer una comparación fiable con fases posteriores.
Sin embargo, como llevamos repitiendo a lo largo de este apartado, determinadas
situaciones, como la que ahora estamos tratando, no son extensibles a toda la Península,
primando las diferencias regionales, sobre todo entre el sur y el norte. Es de esta última
zona, el norte, de la que nos interesa profundizar más, pues es la región donde se encuentra
el yacimiento que aquí se estudia y analiza en detalle. En el siguiente apartado se realizará
un panorama general de la Prehistoria Reciente en la Meseta Norte (figura 1), teniendo
en cuenta, claro está, tanto las diferencias como las semejanzas con el resto de la
Península que se han intentado explicar anteriormente y, lo que es lo más importante, la
escasez de datos existente. Este es un problema que en la última década parece que ha
disminuido considerablemente debido al aumento de la información.
2.3.
Panorama general de la Meseta Norte.
Figura 1.
Mapas ubicando el área de estudio del apartado 2.3.: Submeseta Norte.
Tradicionalmente, dentro del marco investigador, Los Millares y Vila Nova de
Sao Pedro han sido durante mucho tiempo los ejemplos principales dentro del Calcolítico
peninsular; el estudio de éstos dio pie a los investigadores a considerar que en el norte
existía un auténtico vacío cultural e incluso demográfico. El aumento de datos desde los
años 90 ha demostrado que tal consideración no era cierta. Como alternativa, según
Carmona Ballestero (2013), se ha propuesto una nueva línea interpretativa que aboga por
mostrar una cierta "complejidad" derivada del influjo de las comunidades del sur sobre
las norteñas.
Tal influencia se reconoce en las similitudes formales de algunos elementos
arqueológicos suroccidentales y los encontrados en la Meseta Norte. En consecuencia,
se concibe a la Meseta Norte como un espacio periférico cuyo desarrollo histórico se
presenta como consecuencia del contacto con las más desarrolladas comunidades del sur.
Básicamente el énfasis se ha puesto en desmentir que en dicho espacio existió,
paralelamente al desarrollo de Los Millares y Vila Nova de Sao Pedro un auténtico vacío
cultural, y en desacreditar la creencia de que las poblaciones locales de la segunda mitad
del tercer milenio vivían todavía en un estadio puramente neolítico y de espaldas a las
transformaciones ocurridas en las culturas del sur peninsular (Delibes de Castro, 1993).
Frente a esta postura, aparecen otras, más recientes, que contemplan un
desarrollo diferente de las formaciones sociales del centro-norte peninsular. Existe un
intenso debate sobre ciertos postulados respecto del cambio o transformación desde el
mundo segmentario vinculado a las comunidades neolíticas, al de las clases o estados que
correspondería a la Edad del Bronce. Frente al sur, el norte de la Península Ibérica
muestra, en lo que se refiere a lo social, caracteres muy diferentes, que han llevado a
algunos investigadores a proponer explicaciones sobre por qué no evolucionaron estas
sociedades en un sentido similar a las del sur (Bernabéu, 2003).
Así, la mayor parte de
los investigadores se han centrado en el surgimiento de las llamadas "sociedades
complejas" y su reconocimiento material en el registro arqueológico. La necesidad de
renovar el discurso ha derivado en la aplicación de un esquema lineal, evolutivo, que
culmina con la emergencia de jefaturas durante el Calcolítico meseteño, cuyo elemento
más evidente sería el complejo Campaniforme (Delibes de Castro y Herrán Martínez,
2007; Delibes de Castro y Val Recio, 2007-2008).
Esta hipótesis se basa en tres novedades que son comunes en la Península, en mayor o menor grado, y que surgen en el
paso del Neolítico al Calcolítico: la primera es la creciente tendencia al hábitat estable y
a la vida sedentaria; en segundo lugar, un considerable aumento demográfico que se
adivina en el doble número de asentamientos calcolíticos respecto a los del Neolítico; por
último, en tercer lugar, la aparición de una sociedad algo más jerarquizada (Delibes de
Castro, 1986). Repetir de nuevo que estos tres factores no se dan de igual forma en toda
la península. Como hemos visto, en el sur se dan en un mayor grado, pero en el norte,
aunque con mayor dilatación temporal y resistencia, también comienzan a estar presentes.
No obstante, la contundencia con que se defiende la presencia de jefes no se corresponde
con las carencias que aún persisten respecto al conocimiento de los patrones básicos de
producción que sustentarían tales jefaturas. Como se ha señalado, se acude a la
Revolución de los Productos Secundarios (Delibes de Castro & Fernández Manzano,
2000; Delibes de Castro & Herrán Martínez, 2007; Delibes de Castro et al., 1995) como
motor de las disimetrías sociales y base de la nueva organización política. Sin embargo,
algunos autores advierten que la adaptación del modelo de Sherrat a la Meseta cuenta con
problemas que tales propuestas no han sabido responder (Carmona Ballestero, 2013; Díaz
del Rio, 1995; Vicent García, 1995).
Igualmente, Garrido Pena (2014) expone que en las regiones del norte peninsular
las manifestaciones de complejidad social son mucho menos claras que en el sur porque
tuvieron una escala sensiblemente menor. Los patrones de asentamiento norteños durante
el III milenio no muestran indicios de jerarquización ni centralización ni se documentan
importantes núcleos de población.
Otro ejemplo, es el que explica Fabián García (2003), que hace una síntesis del
Calcolítico a través del yacimiento de Fuente Lirio, en Ávila, y quién, a su vez, expone
que es similar a otras zonas del norte peninsular como el Valle del Duero. En la Meseta
Norte las circunstancias parecían indicar un estatus menos complejo, por más que se trate
de la época Calcolítica. Estamos ante pequeños poblados calcolíticos, que no parecen
estar condicionados por inseguridades muy evidentes y que podrían ser la manifestación
de un ambiente general distendido y bastante igualitario, en el que la complejidad social
no sería un exponente principal al menos hasta este momento, complejidad que en otros
lugares ya se da a la vista del registro arqueológico.
En síntesis, la alternativa propuesta hace hincapié en el notable éxito de las
formaciones sociales de tipo segmentario, grupos multifamiliares que se fundamentan en
un modo de producción basado en el parentesco. Tal éxito se manifiesta en la resistencia
al cambio y en el mantenimiento de unas condiciones de vida similares durante la práctica
totalidad de la Prehistoria reciente en la Meseta Norte (Carmona Ballestero, 2013; Díaz
del Río, 2006; Fabián García, 2006).
Bien es cierto que se reconocen diferencias, sobre todo cambios relacionados con aspectos estrictamente materiales del registro
arqueológico, pero tales cambios son fácilmente explicables dentro del marco de las
sociedades de este tipo, no exentas de tensiones, conflictos y desigualdades pero que ni
son permanentes, ni hereditarias, ni tienen como consecuencia obligatoria la emergencia
de Jefaturas ( Carmona Ballestero et al., 2010; Díaz del Río, 2004, 2006; Vicent García,
1998). Estas residen en las distintas escalas que se dan respecto a la edad, sexo y estatus
de cada individuo dentro de las comunidades de este tipo (Johnson &
Earle, 2003).
Un aspecto significativo para este trabajo tiene que ver con el modelo productivo
desplegado por estas comunidades, el cual se mantuvo prácticamente invariable durante
el lapso temporal que nos ocupa: el final del Neolítico y el Calcolítico. A este respecto,
los datos dan cuenta de un modelo agroganadero (García González, 2008 p. 60), o lo que
es lo mismo, que combina de manera indisoluble agricultura y ganadería, aunque una
actividad predomina sobre la otra, según contextos geográficos. En la mayor parte del
territorio meseteño la agricultura cerealera de subsistencia se combina con la ganadería
extensiva, en la que explotan básicamente ovicaprinos, bovinos y suidos.
Los datos provenientes de la Meseta Norte manifiestan que la producción se dirige exclusivamente
a la reproducción simple de los grupos (Carmona Ballestero, 2013), es decir, no hay
excedentes debido a que no se produce por encima de lo estrictamente necesario para la
supervivencia anual, eso sí, dejando un pequeño remanente almacenado para momentos
críticos e imprevistos. Los datos aportados por los análisis arqueozoológicos ( Carmona
Ballestero, 2013; Fabián García, 2006; Morales Muñiz, 1992) dan cuenta de un leve
cambio precisamente en el tránsito del Neolítico al Calcolítico: la explotación algunos
productos secundarios en concreto, como pudiera ser la leche o la lana.
Es en los patrones
de sacrificio donde encontramos la justificación de estas diferencias. Durante el Neolítico,
todas las muestras analizadas señalan que las tres especies dominantes se criaron
básicamente por su carne. Este modelo está presente también durante todo el ciclo de la
Primera Edad de los Metales, pero junto en un momento determinado, comienza a
documentarse un mayor interés por algunos productos derivados (Bernabéu, 2003). Por
lo tanto, es una limitada implantación de la famosa Revolución de los Productos
Secundarios, que no se despliega en los términos expuestos por Sherrat sino con un perfil
mucho más bajo y adaptado a las condiciones locales.
En definitiva, conforme se avanza en el conocimiento de estas sociedades
tardoneolíticas y calcolíticas, crecen los matices en el registro que permiten un
conocimiento mucho más detallado de los registros regionales e, incluso, locales.
2.4.
Megalitismo.
No podemos, y menos en el caso que aquí se trata, realizar un panorama
completo del Neolítico y Calcolítico sin hacer referencia brevemente al mundo funerario
y a su relación inseparable con el Megalitismo.
Este último se inició en una fase avanzada del Neolítico, ya dentro del IV
milenio. No es un fenómeno que aparezca de repente ni contemporáneamente a la primera
implantación de las formas de vida neolíticas, sino en una fase más tardía, cuando ya estas
se han ido extendiendo prácticamente por todo el territorio peninsular. Por otro lado, se
siguen construyendo megalitos hasta casi la edad del Bronce (Muñoz Amilibia, 2001).
En general, se trata de enterramientos múltiples, que funcionan como panteones
funerarios de uso sucesivo, de carácter monumental, y que contienen no solo restos
esqueléticos, sino ajuares y ofrendas de todo tipo. Abundan los hipogeos o los dólmenes
con galería cubierta con cámara funeraria en el centro e integrados en un túmulo de
grandes dimensiones; también los monumentos dolménicos sencillos son recurrentes. A
pesar de esta generalización hay que decir que los monumentos funerarios sufren
variabilidad en cada época (en lo que se refiere a que se les da un uso diferente con el
paso del tiempo) y en cada región.
Para la Meseta Norte, se han encontrado patrones que coinciden en varios
aspectos cuando hablamos del mundo funerario: una primera fase de enterramiento en
fosa y uso de las cuevas como panteón, en el Neolítico Antiguo (Delibes de Castro &
Rojo Guerra, 1997; Palomino Lázaro et al., 2011); una segunda fase de aparición y
vigencia del fenómeno megalítico, con una secuencia temporal dentro del mismo que
comienza con la construcción de monumentos simples al comienzo tipo cista o túmulo
simple, hasta culminar con la construcción de grandes construcciones dolménicas a
finales del III milenio cal A.C. (Delibes de Castro et al., 1987); una tercera fase, de uso
decreciente de estas grandes monumentos durante el Calcolítico Inicial
(Precampaniforme), que convive con inhumaciones en fosa integradas en los
asentamientos ("campos de hoyos") y el uso de las cuevas como panteón; durante el
Calcolítico Final (Campaniforme) son habituales los enterramientos en fosa, también en
los "campos de hoyos" así como la frecuente reutilización de los megalitos como lugar
de enterramiento pero con un sentido distinto al anterior, lo que tradicionalmente se
conocía como "intrusiones" campaniformes (Delibes de Castro & Santonja Alonso,
1987).
La reutilización de los megalitos a finales del III milenio cal A.C es un fenómeno
generalizado (Carmona Ballestero, 2013: 41) que se da y que atañe también al Dolmen
de Arroyal I. La explicación de esta reutilización tan común sigue sin estar clara y, de
momento, la observación general del fenómeno manifiesta que en estos monumentos se
conocen al menos dos fases distintas de uso: una primera, asociada a la construcción y a
una tradición funeraria de raigambre neolítica; y una segunda, normalmente un hiato sin
uso, relacionada con un nuevo formato funerario asociado a objetos campaniformes que
está acompañada en ocasiones de túmulos de nueva planta o remonumentalización de los
antiguos megalitos.
Hay que tener presente que estos lugares son espacios ceremoniales, representativos de los aspectos ideológicos de las comunidades. De esta manera, estos
lugares traslucen, sin duda, una forma de organización en la que estas construcciones
implicaban su ligazón a la tierra que habitaban. Por tanto, por encima de su interés
funerario hubo de estar su fin social, puesto que el convenio de su construcción tenía que
implicar necesariamente una forma de conciliación y un pretexto para la unión de los
pobladores de la zona (Fabián García, 2006).
Si bien, hay que recordar que el motivo de este trabajo es el estudio de la fauna
que aparece en dicho dolmen. Precisamente, la presencia de restos óseos animales supone
una novedad, puesto que es, hasta donde alcanza nuestro conocimiento, el único caso
documentado en la Meseta Norte de monumento megalítico donde se han recuperado
restos de macrofauna que parecen relacionarse de alguna manera con el ceremonial
funerario.
Por esto, sabiendo que estos monumentos tendrían un interés social relevante
(aparte del funerario), el estudio de restos de fauna en contextos de este tipo es muy
importante dado que permite no solo obtener información estrictamente ligada a la
economía de las comunidades, sino que permite llevar a cabo otro tipo de inferencias que
se relacionan con el contexto ceremonial e ideológico de la sociedad. Esta última cuestión
sobrepasa el alcance de este trabajo, pero la información proporcionada por este estudio
será empleada por el equipo de investigación de Arroyal I para contrastar las distintas
hipótesis que plantean al respecto.
2.5.
Descripción de yacimientos contemporáneos.
Para conocer más en detalle un yacimiento es aconsejable conocer y contrastar
otros yacimientos similares con los que podremos obtener datos concluyentes acerca de
aspectos importantes como es el caso, por ejemplo, de la economía. En nuestro caso, los
yacimientos de El Hornazo, Fuente Celada y El Púlpito (figura 2) son referencias
fundamentales si queremos saber algo más de Arroyal I, ya que están adscritos a la misma
época y situados en el mismo contexto geográfico en la provincia de Burgos.
Figura 2.
Mapa de la Cuenca Media del Arlanzón en el que aparecen los yacimientos que aquí se
describen, entre otros. Foto cedida por Eduardo Carmona Ballestero.
Sin embargo, hay que tener en cuenta un dato importante y salvar las distancias,
ya que los tres yacimientos anteriormente mencionados corresponden a contextos
domésticos y de hábitat, mientras que El Arroyal I pertenece al mundo funerario. No
obstante, podemos recurrir a los datos económicos en general y a la fauna consumida en
particular de cada uno de ellos ya que nos pueden servir de referencia para el estudio de
nuestro yacimiento.
A continuación se exponen los datos arqueofaunísticos de los tres yacimientos
mencionados, que han sido extraídos del trabajo de Eduardo Carmona Ballestero (2013)
en el que realiza una compilación de los yacimientos calcolíticos de la Cuenca Media del
Arlanzón (Burgos).
2.5.1.
El Hornazo.
Figura 3.
Localización de El Hornazo (Carmona Ballestero et al., 2013).
El Hornazo es un yacimiento ubicado en las cercanías del barrio de Villimar
(Burgos) (figura 3). Está conformado por un conglomerado de interfacies negativas entre
las que se reconocen hoyos de poste y grandes fosas. El yacimiento se encuadra dentro
del Calcolítico Pleno. La distribución de las estructuras halladas tanto en positivo como
en negativo manifiesta una ordenación orgánica del espacio (figura 4) en la que se
reconoce un espacio de vivienda/residencia, un espacio de almacenamiento de producto
(en el que han aparecido dos enterramientos en fosa) y una tercera área de transformación
de bienes de consumo y almacenamiento (Carmona Ballestero et al., 2013).
Figura 4. Organización del espacio de El Hornazo. A la izquierda espacios de hábitat; en el centro y
derecha espacios de almacenaje y otras actividades. Fuente: Carmona Ballestero, 2011.
En cuanto a los restos faunísticos (tabla 2), éstos fueron estudiados por Riquelme
Cantal (2009), quien analizó unos 1876 restos, de los cuales, sólo 832 se pudieron
identificar taxonómicamente.
De ellos, 466 eran de Bos taurus (ganado vacuno), que es la especie con mayor
representación. Se han calculado un número mínimo de 21 individuos que representan
todas las cohortes de edad (infantiles, juveniles, subadultos, adultos), aunque existe un
claro predominio de animales sacrificados a edad juvenil y, sobre todo, adulta.
Los ovicaprinos (Ovis aries / Capra hircus) son la segunda especie más
representada, con 167 fragmentos y un mínimo número de 11 individuos. Al igual que en
el ganado vacuno se encuentran representadas todas las cohortes de edad, aunque
predominan los animales juveniles y adultos sobre los demás.
En cuanto al cerdo doméstico (Sus domesticus), se han recuperado un total de 14
fragmentos que representan a un número mínimo de 2 individuos. La mayoría de los
individuos determinados se sacrifican antes de llegar a la edad adulta, lo que parece
apuntar a una cría exclusiva para su consumo cárnico.
Otra de las especies asiduas en este tipo de yacimientos es la de perro
(Canis familiaris). Esta especie está representada por 50 fragmentos que representan a un número
mínimo de 3 individuos. Los tres individuos determinados pertenecen a la cohorte adulta.
Importantes son de la misma forma las marcas de mordeduras que dejan en el material
óseo, así como su presencia en muchos contextos calcolíticos ya estudiados (Daza, 2011).
Otras especies que son silvestres o que ofrecen duda sobre su domesticidad aquí
representadas son el caballo (Equus caballus), el ciervo (Cervus elaphus), conejo
(Oryctolagus cuniculus) y liebre (Lepus granatensis). La presencia de estas dos últimas
especies posiblemente es debido a la abundancia de madrigueras detectadas en el
yacimiento que han afectado a los contextos y por tanto su incorporación es reciente e
intrusiva.
Tabla 2. Número de Restos Determinados y Número Mínimo de Individuos en El Hornazo. Fuente:
Riquelme Cantal, 2006 en Carmona Ballestero, 2011.
Con estos datos, podemos sacar en conclusión que en El Hornazo el consumo
cárnico primaba sobre el aprovechamiento secundario, excepto en la cabaña bovina (ya
que son sacrificados en su mayoría en edad adulta, lo que puede significar que se
utilizaran también para cría y para leche). La dieta de sus gentes estaba basada
mayoritariamente en el consumo de vacuno y ovicaprino, siendo residual el de otros
taxones.
Por último cabe señalar como hecho relevante la documentación de "depósitos
estructurados" (Márquez Romero & Jiménez Jaimez, 2010) de animales completos o
fragmentos articulados de los mismos en varios contextos. Su presencia recurrente bajo
condiciones semejantes remite a un empleo ceremonial cuya orientación no está del todo
clara (Daza, 2011 en Carmona Ballestero, 2011).
2.5.2.
El Púlpito.
El yacimiento del Púlpito se encuentra en la localidad de Villalonquejar
(Burgos), y se ubica al principio de una cuesta de páramo, situada de la margen derecha
del río Ubierna (figura 5). En él se encontraron una serie de estructuras circulares y
ovaladas excavadas en el propio sustrato y que estaban colmatadas por depósitos
cenicientos, con abundantes restos cerámicos. Alrededor de esta zona apareció un
segundo grupo de evidencias de estructuras.
Figura 5. Localización de El Púlpito. Fuente: Carmona Ballestero, 2011.
Los restos de fauna de este yacimiento fueron estudiados por la Dra. Ana Belén
Marín Arroyo, quién analizó en total unos 71 restos. Al igual que en el caso de El
Hornazo, la especie más representada con enorme diferencia es el vacuno
(Bos taurus), que representa el 66,7% del total. En segundo lugar los ovicaprinos y en tercer lugar los
suidos. Encontramos de nuevo restos de perro (Canis familiaris), en concreto un adulto
de pequeña talla.
En cuanto a la manipulación antrópica para su consumo, los restos de vacuno y
de ovicaprino presentan marcas de corte tanto de descarnado como de despellejado.
En lo referente a las edades, salvo un individuo juvenil de vaca y otro infantil de suido, en
general predominan los individuos adultos.
Nos encontramos, por tanto, de nuevo, con el aprovechamiento mayoritario del
ganado vacuno, tanto primario como secundario, que se complementaría con aportes
cárnicos menores de ovicaprinos y suidos.
2.5.3. Fuente Celada.

Figura 6.
Localización de Fuente Celada. Fuente: Carmona Ballestero, 2011.
Fuente Celada se encuentra a apenas 500 m. de Arroyal I, en el Alfoz de Quintadueñas (Burgos), en el borde de una extensa altiplanicie del páramo, dentro del
paraje de San Antón, que flanquea el valle del río Ubierna en su tramo final (figura 6).
Se trata de un campo de hoyos formado mayoritariamente por estructuras siliformes que
contenían evidencias materiales propias del Neolítico y el Calcolítico Inicial; entre estos
materiales constaban lascas simples, una lámina retocada y un frente de raspador, todos
ellos de sílex, y cerámica a mano de formas simples (cuencos hemiesféricos, algún borde
exvasado y fondo plano) y un buen número de fragmentos con engobe anaranjado en
ambas superficies (Alameda Cuenca-Romero et al., 2011).
Parece seguro que se trata de espacios de ocupación domésticos, ya que los datos
registrados corroboran la práctica de diferentes actividades económicas vinculadas a
unidades de producción domésticas. Los hoyos aportan elementos arqueológicamente
significativos, a tenor de las especies faunísticas presentes, así como la presencia de
evidencias agrícolas en algunos hoyos. Por otro lado encontramos también inhumaciones
en fosa, insertas en los espacios domésticos, cuya situación sorprende ya que se haya
dentro de un espacio rodeado de monumentos megalíticos funerarios (Alameda Cuenca-Romero et al., 2011).
En cuanto al análisis arquozoológico, decir que fue realizado también por la Dra.
Ana Belén Marín Arroyo (tabla 3). El registro óseo estaba formado por 725 restos que
procedían de 46 hoyos y el resultado no dista mucho de los yacimientos anteriormente
expuestos. De nuevo, las especies dominantes son los bovinos y los ovicaprinos, con
presencia leve de suidos y equinos. Existe presencia también de especies silvestres como
ciervo, conejo y zorro.
En general, los animales domésticos se sacrifican a edad adulta, sobre todo el
bovino, a excepción de los ovicaprinos, que suponen una alta frecuencia de infantiles.
Los restos muestran evidencias de carnicería, aunque no muy numerosas, así como algunas
fracturas en fresco. Por último, de nuevo encontramos presencia de perro, algo que parece
frecuente y se da en todos los yacimientos de estas características.

Tabla 3. Número de Restos, Número Mínimo de Elementos y Número Mínimo de Individuos de la
muestra ósea de Fuente Celada. Fuente: Carmona Ballestero, 2011.
Caso aparte es la actividad de otros agentes biológicos en el yacimiento, como
carnívoros y roedores que también ha sido identificada en diferentes hoyos. En el caso de
los carnívoros se han hallado huesos fracturados en fresco por presión, así como marcas
de dientes (de mordisqueo y arrastre). Tafonómicamente hablando, los restos están
afectados por raíces y disolución mayoritariamente.
Actualmente, como se mencionó anteriormente, son pocos más los datos
arqueofaunísticos de contextos funerarios de los que disponemos procedentes de la zona
próxima al Dolmen de Arroyal I. Los tres casos expuestos anteriormente son los más
relevantes, puesto que en el resto de yacimientos de la zona las colecciones o no se han
conservado o son incompletas. A pesar de los pocos datos, podemos encontrar el mismo
patrón de explotación en todos ellos. La cabaña ganadera estaría compuesta de manera
mayoritaria por ganado vacuno, que aportaría tanto carne como algún producto
secundario, ya que se suele sacrificar a edad adulta. Tras esta especie, aparecen
representados los ovicaprinos, que son aprovechados fundamentalmente por su carne,
según los patrones de sacrificio. De manera testimonial, se acredita la presencia de suidos,
también con un aprovechamiento fundamentalmente cárnico. Junto a estas especies
aparecen otras domésticas como el perro, constante en todos ellos. Además, se acredita el
concurso de la caza a través de la presencia de especies cinegéticas como el ciervo, más
abundante incluso que los suidos, el caballo o la liebre, especie cuya presencia es
controvertida pero que en algunos casos ha sido cazada y empleada en ceremoniales,
como certifica el hallazgo de tres cuartos traseros en conexión anatómica en el Fondo 32
de El Hornazo (Carmona Ballestero, 2013: 125), por ejemplo.
3. YACIMIENTO Y MATERIALES DE ESTUDIO.
La excavación del Dolmen del Arroyal I forma parte del proyecto "Contextos
funerarios Calcolíticos en la Cuenca Media del Arlanzón: Excavación Arqueológica del
túmulo de Arroyal I (Alfoz de Quintanadueñas, Burgos)", programa de ayudas a Jóvenes
Excelentes de 2011 de la Obra Social de CajaBurgos, integrado en un conjunto de trabajos
realizados por el Grupo de Investigación de Arqueología e Historia de la Meseta Norte:
comunidades campesinas y teoría socioeconómica, de la Universidad de Burgos.
Dicho yacimiento fue excavado por un equipo del Área de Arqueología de la
Universidad de Burgos en el año 2011. A partir de este año se han sucedido las
publicaciones e informes que aportan información sobre el yacimiento. Para realizar una
breve introducción sobre el Dolmen, antes de analizar el material de él extraído y objeto
principal de este trabajo fin de master, hemos utilizado algunos de estos trabajos con los
que contextualizaremos este monumento funerario (Carmona Ballestero y Arnáiz Alonso,
2012; Carmona Ballestero et al., 2012).
3.1. El yacimiento de El Dolmen del Arroyal
I.
El túmulo de Arroyal I se ubica en el páramo de San Antón, dentro del Alfoz de
Quintanadueñas, Burgos. Está orientado hacia el Este, sobre el valle del rio Ubierna, cerca
de la localidad homónima y muy cerca de otros yacimientos, anteriormente mencionados,
como Fuente Celada (figura 7).

Figura 7. Izquierda: mapa regional con la localización del Dolmen del Arroyal
I. Foto cedida por Eduardo
Carmona Ballestero. Derecha: provincia de Burgos con la localización del Dolmen.
El monumento funerario original se ubica sobre un saliente del páramo que no
llega a conformar un espigón. Se localiza en el borde de la plataforma, descansando
directamente sobre las calizas tabulares en su lado SO y sobre un estrato. Se trata de una
situación estratégica, ya que se ubica en un alto que domina toda la zona circundante.
Ofrecía una estructura tumular de planta circular, asociada a un casquete semiesférico,
con un diámetro aproximado de 12 m y una altura sobre el terreno circundante de 1,8 m.
La acumulación tumular la forman bloques de caliza de pequeño y mediano tamaño,
cubiertos de tierra y una ligera capa de vegetación.
En su lado Este se puede apreciar un pequeño hoyo de violación, parcialmente colmatado con piedras.
3.2.Fase de campo: excavación.
Este yacimiento fue excavado por un equipo compuesto por los miembros del
Área de Arqueología y estudiantes de la Universidad de Burgos y otros investigadores
que colaboraron en las labores de campo y en las de laboratorio.
La campaña de excavación duró 4 meses en los que se empezó delimitando con
claridad la extensión y contorno del monumento funerario, lo que dejó al descubierto la
cara original del túmulo, compuesta por grandes piedras calizas y tierra (figura 8).
Figura 8. Izquierda:
vista del Dolmen desde el NE. Derecha: imagen del Dolmen después de su limpieza
superficial.
Al mismo tiempo, se estuvo trabajando en un sondeo ubicado en el lado este de la estructura
en el que se documentó, a parte de un hoyo de los furtivos realizado ya en época
contemporánea (el cual se limpió), una estructura que parecía ser el final del pasillo.
Conocida la orientación del mismo (Este - Oeste) (figura 9 izda.) la estrategia de
excavación se organizó para realizar una trinchera de 2 por 12 metros de dirección norte-sur que permitiera localizar la cámara del dolmen.
Tras la retirada de una potente masa tumular se localizó la estructura funeraria propiamente dicha. Puesto que la cámara
excedía el límite de la trinchera, se extendió la excavación, lo que dejó al descubierto una
estructura compuesta por una cámara rectangular y un pasillo (figura 9 dcha.) rellena por
unidades arqueológicas de distinta naturaleza. Posteriormente se procedió a su completa
excavación hasta llegar al suelo natural.
Fig. 9. Izquierda: orientación este-oeste del pasillo y de la cámara. Derecha: estructura de la cámara y su
unión con el pasillo. Fotos cedidas por Eduardo Carmona.
Para la excavación del monumento funerario se aplicaron los procedimientos
metodológicos expuestos por Barker (1977), Harris (1991) y Carandini (1997).
En esencia se rigen por la excavación en área y el registro estratigráfico como método para
identificar los procesos de formación y transformación del yacimiento. Este método
permite obtener una secuencia bien definida de los eventos que forman los yacimientos.
Este procedimiento se ha acompañado además por un programa de datación absoluta, a
través del proyecto Estudio del dolmen de Arroyal I (Burgos): un marco cronológico de
alta resolución, financiado por el Servicio de Planificación y Estudios de la Dirección
General de Cultura de la Junta de Castilla y León.
3.3.
Fases y Unidades Estratigráficas
(U.E.).
A través del estudio de la secuencia estratigráfica del yacimiento, una vez
fechados los diferentes estratos, se ha podido delimitar cronológicamente el yacimiento.
En concreto, se ha podido subdividir sus estratos en diferentes fases (Carmona Ballestero
y Arnaiz Alonso, 2012), las cuales serán utilizadas en este trabajo para un mejor análisis
de los restos faunísticos. Estas fases, documentadas por el equipo de excavación y
ordenadas de más antiguas a más recientes, son las siguientes (figura 10):
Fig. 10.
Secuencia estratigráfica del Arroyal I y sus diferentes fases.
- Fase 1: supone la construcción del monumento funerario original. Parece ser que
se acondicionó previamente la zona para levantar el monumento. Sobre este
acondicionamiento previo (UE 13) se colocan tanto los grandes bloques que
forman el cimiento del túmulo (UE 12) como los ortostatos del pasillo (UE 17).
La estructura interna estaría compuesta por una cámara rectangular
(300 x 260cm) y un pasillo orientado hacia el E de 600 cm de largo por 70 cm de ancho
aproximadamente. La construcción se completa con una segunda acumulación de
material calizo de tamaño menor (cantos y bloques de 20-30 cm) y tierra oscura
(UE 4). La técnica constructiva empleada es distinta en la cámara y primera parte
del pasillo respecto del final del mismo. En conclusión, la construcción original
posee los atributos de un dolmen que tuvo un diámetro de 14 m y una altura que
no podemos estimar pero que tuvo que superar el 1,20 m. Periodo Neolítico Final.
- Fase 2: corresponde con el uso funerario neolítico del monumento. Está formada
por unos pocos depósitos (UE 10, 33, 34, y 39) que se conservaron del Neolítico.
En ella se hallaron algunas partes óseas humanas sin conexión anatómica en la
cámara, aunque no se está muy seguro de que los restos se adscriban a esta época.
En la parte externa del pasillo se incorpora material en posición secundaria que si
pertenecen a época neolítica (restos humanos, cuentas de piedra y hueso y
elementos líticos).
- Fase 3: corresponde con la remodelación que sufre el dolmen ya en época
calcolítica y en la cual se modifica enormemente el monumento funerario que
afecta a la cámara y al pasillo, detectándose una "interfacie de periodo" (UE 27).
La cámara es vaciada, se reforma su morfología (UE 24, 35 y 36) y se reduce el
espacio funerario. La cámara tendrá a partir de ahora un suelo de piedra (UE 28)
sobre la que se depositan los cadáveres, junto a una zona más baja en la que se
depositan ofrendas. El pasillo se colmata con piedras y bloques calizos y otros
restos orgánicos (UE 22 y 29).
- Fase 4: que supone el primer uso funerario Calcolítico, después de la
remodelación de la fase 3. Se documentó un enterramiento (UE 25) en el que se
reconoce un individuo en conexión anatómica ubicado sobre el suelo de piedra
anteriormente mencionado; debajo se encontraron 4 recipientes cerámicos
completos vinculados a éste. Posteriormente, de nuevo, la cámara es colmatada
con material mezclado, con gran cantidad de restos humanos y cerámicos.
- Fase 5: en la que se produce el sellado Calcolítico. La cámara se rellena con un
potente depósito (UE 21) que incorpora material procedente del propio monumento (restos humanos, objetos metálicos, restos de fauna, etc...).
Todos los acontecimientos anteriormente documentados se cierran con la U.E. 15. Ciertos
elementos apuntan a la existencia de actos ceremoniales vinculados al sellado.
Con esta fase, se produce una re-tumulación (UE 9, 14 y 20), ya que debido a la
cantidad de tierra depositada el panteón se monumentaliza de nuevo, proporcionándole su aspecto final.
- Fase 6: en la que se da el segundo uso funerario Calcolítico y en la que
encontramos otro episodio funerario (UE 18 y 19) (enterramiento individual de
un individuo sin ofrendas) cubierto por un depósito de bloques calizo y tierra (UE
16).
- Fase 7: que supone el abandono del túmulo. Después de las acciones llevadas a
cabo anteriormente, el monumento no se vuelve a utilizar. Queda cerrado y se
forman depósitos de épocas muy posteriores (UE 2, 5, 6, 7 y 8).
- Fase 8: que corresponde con el expolio sufrido en el siglo XX (UE 1 y 3). Esta
destrucción afecta profundamente al túmulo y al final del pasillo, desmantelando
los cimientos.
Para terminar, haremos un repaso breve de todas las Unidades Estratigráficas
(UE) que componen el túmulo y se han analizado en este trabajo y, por tanto, que poseen
restos de fauna. A continuación se explicarán las características materiales de cada UE
(ordenadas según corresponde con las fases de formación del túmulo), así como la época
cultural y la fase a la que pertenecen.
- UE 4: acumulación de piedras y bloques calizos de planta circular de 14
metros de diámetro y una potencia de 1,50 m. corresponde con la construcción del dolmen, de formación antrópica y de época neolítica.
- UE 10: unidad de coloración blanquecina localizada en la parte externa
del pasillo que corresponde con el uso funerario neolítico. De formación
antrópica y de época neolítica.
- UE 33: sedimento arcilloso de coloración oscura y algún pequeño bloque
calizo. En ella se forma un depósito funerario en posición secundaria. De
formación antrópica y de época neolítica.
- UE 34: unidad que se dispones en la cámara, de composición limosa,
color gris oscuro y pintas de caliza disgregada, suelta y de escasa potencia (3-5 cm). se trata de un depósito funerario alterado. Es de
formación antrópica y de época neolítica.
- UE 39: depósito de coloración rojiza e inclusiones oscuras que integra
piezas esqueléticas no articuladas. Es de formación antrópica y de época
neolítica.
- UE 22: estrato compuesto por bloques de piedra caliza que se ubica en
todo el pasillo y que se intercalan con un sedimento plástico de coloración marrón oscura. Es un relleno intencional para una clausura.
Corresponde con la modificación de los espacios funcionales. De formación antrópica y de época Calcolítico final.
- UE 29: estrato de composición arcillosa y compacta entre la que se
intercalan algunos pequeños bloques calizos, que se ubica en el pasillo.
Es de formación antrópica y de época Calcolítico final.
- UE 15: unidad constituida por grandes bloques de caliza, alguno de ellos
dispuesto de manera horizontal y alineada, entre los que se intercala un
sedimento suelto de color oscuro y grisáceo. Corresponde con el sellado
de la primera fase calcolítica. De formación antrópica y de época Calcolítico final.
- UE 20: acumulación de piedras calizas que forma un suelo de planta
elíptica. Corresponde con el sellado de la primera fase calcolítica. Es de
formación antrópica y de época calcolítica.
- UE 21: depósito de gran potencia compuesto por sedimento oscuro que
forma un depósito funerario en posición secundaria. Corresponde con el
sellado de la primera fase calcolítica. De formación antrópica y de época
Calcolítico final.
- UE 9: potente estrato compuesto por bloques calizos entre los que se
intercala un sedimento de textura arcillosa y coloración grisácea.
Corresponde con la re-tumulación. Es de formación antrópica y de época
Calcolítico final.
- UE 14: unidad de planta ovalada localizada en la zona NE de la excavación. Color casi negro y sedimento muy suelto con abundante
grijo. Corresponde con la re-tumulación. Es de formación antrópica y de
época Calcolítico final.
- UE 19: depósito funerario compuesto por los restos esqueléticos de un
individuo en conexión anatómica. Corresponde con el segundo evento funerario Calcolítico.
De formación antrópica y de época Calcolítico
final.
- UE 6: pequeña unidad de coloración marrón claro, de planta circular,
ubicada en la parte alta del túmulo. De formación antrópica y de época
medieval o moderna.
- UE 2: unidad de coloración muy oscura, suelta, con gran cantidad de
materia orgánica. Superficie vegetal. De formación no antrópica y de época contemporánea.