EL ESTUDIO DE SITIOS ARQUEOLÓGICOS ENTERRADOS
DESDE LA SUPERFICIE.
Luis Barba Pingarrón.
ABSTRACT.
The first ia¡t of this work makes a brief review of the origin and developmént of the prospccting techniques and is followed by the
proposal of a new methodology for the study of archaeological sites.
This rnethodology is a pioneer approach in the study of archaeological sites from the surface. lt proPoss-the ordered
application-of prospecting techniques, not only to locate the structures,
but understánd the activities related to them. Through the study of the distribution of archaeological matedals on the surface and
the distribution of chemical elements and compounds, it is possible 10 establish the telationship between structu¡es and actiüty
areas.
Presentación general.
Como ciencia, la arqueología tiene algunas desventajas que superar.
La más importante es que al ejecutar su principal experimento, destruye su objeto de estudio. Como se sabe, la arqueología no sólo
se interesa en objetos y artefactos, sino en el estudio del contexto arqueológico, y durante la
excavación, su experimento inevitablemente destruye el contexto bajo estudio (Thomas 1979).
Pero si la arqueología no puede evitar esta destrucción, sí puede
buscar nuevas opciones para minimizarla. Una de estas opciones es la prospección y el estudio de sitios desde la superficie. Del mismo
modo que los cirujanos han desarrollado estudios preliminares antes de proceder a las intervenciones quirúrgicas, el arqueólogo debe
incluir una serie de estudios previos para hacer la excavación más eficiente y menos destructiva. En muchos casos clínicos, elementos
tales como diferencias en el color y características de la piel, y otros síntomas más o menos evidentes. son suficientes para diagnosticar enfermedades simples, pero con los casos con que la importancia del
padecimiento demanda la intervención quirúrgica, es indispensable llevar a cabo estudios intensivos a través de análisis bioquímicos,
rayos X, estudios por ultrasonido, tomografías y todas las técnicas disponibles. Solamente después de la aplicación de estas técnicas, el
diagnóstico es confiable y el cirujano puede planear su intervención con más seguridad.
De la misma manera, los arqueólogos no deberían ejecutar
excavaciones importantes sin la ayuda de una prospección preliminar, ya que la valiosa y única información contenida en el contexto puede
perderse para siempre. En un futuro próximo, será práctica común el estudio de sitios arqueológicos utilizando técnicas de prospección,
a fin de obtener información sobre las características del sitio antes
de iniciar la excavación. La prospección maximizará su eficiencia y la
hará más rica en información.
El presente trabajo ilustra una nueva aproximación al estudio
de los sitios arqueológicos, utilizando la aplicación ordenada de técnicas de prospección y el análisis computarizado de datos en el
campo, para permitir la localización desde la superficie de estructuras
enterradas y la interpretación de las áreas de actividad asociadas a ellas.
En la opinión de Richard Linington
en el origen y desarrollo de los métodos de prospección aplicados a la
arqueología se deben principalmente a tres circunstancias:
a) La alarmante velocidad de destrucción de la evidencia
arqueológica a consecuencia del desarrollo urbano y la agricultura
mecanizada. En especial en países con una importante y larga tradición
arqueológica, cada vez que se efectúa una excavación para instalar
tubería, líneas de comunicación o para construir cimientos, existe una alta probabilidad de encontrar rasgos arqueológicos. En muchos
casos, para evitar costosos retrasos en los programas de construcción, se ha destruido la evidencia arqueológica. Por otro lado, debido a que
los tractores cada día son más grandes y potentes, muchas estructuras, hasta hace poco presentes en campos de cultivo, se destruyen
cotidianamente durante el trabajo agrícola.
b/ El segundo factor es el incremento en los costos del trabajo
arqueológico y la restricción de recursos para este tipo de
investigación. Los problemas económicos en todo el mundo han afectado la investigación arqueológica, haciendo cada vez más
difícil el obtener fondos para las excavaciones. Pero si la arqueología pretende
continuar su desarrollo, es urgente buscar otras alternativas para estudiar los sitios en menor tiempo, a menor costo y sin
perder información.
c/ El último factor mencionado por Linington, es el importante
papel de los buscadores de tesoros y los saqueadores en la completa destrucción del contexto
arqueológico y en la pérdida de objetos y monumentos.
Desde mi punto de vista, existe otro punto importante de considerar. Es el
desarrollo científico y tecnológico moderno, que ha proporcionado a las ciencias de la tierra equipo superado para estudiar las
propiedades del terreno. La arqueología debe adaptar estas técnicas para sus fines y con ellas
tratar de enfrentar sus problemas actuales.
Según Aitken (1974-1987) en la mayoría de los casos "transcurre
poco tiempo entre el momento del descubrimiento de un sitio arqueológico y su total desaparición".
La arqueología necesita incluir en su equipaje nuevas
técnicas que ayuden a evitar riesgos innecesarios para el patrimonio arqueológico.
Sí sabemos que cada día se desarrollan nuevas técnicas, en muy diversos campos, y que
muchas pueden ser aplicadas a la arqueología, es inevitable el reto de incluir las técnicas de prospección en el quehacer arqueológico
tradicional. Es necesario utilizar para tal efecto recursos, de los actualmente disponibles, a fin de no enfrentar problemas nuevos
sólo con herramientas de siglos anteriores.
BREVE REVISIÓN DE LAS TÉCNICAS DE PROSPECCIÓN APLICADAS A LA
ARQUEOLOGÍA.
a) Fotografía aérea.
El primer reconocimiento aéreo aplicado a la arqueología fue realizado por Crawford
alrededor de 1920.
Su primera publicación, Wessex from the
Air, inició el uso de la fotografía aérea como técnica de prospección (Crawford 1928).
Un poco más tarde, Bradford, aprovechando
su experiencia como piloto durante la Segunda Guerra Mundial, publicó Ancient Landscapes (Bradford 1957).
Estos autores establecieron la relación entre los eventos culturales que modifican las
características del suelo y varios tipos de marcas en el suelo, observables desde el aire.
Quizá la característica más distintiva de la fotografía aérea sea su
capacidad de abarcar grandes extensiones de terreno en una simple fotografía, permitiendo el estudio de correlaciones entre rasgos que
son imposibles de apreciar al nivel del suelo. Además muestra los patrones de distribución, que hacen más fácil la detección y
delimitación de sitios para estudio.
En México, el material más útil para la fotointerpretación arqueológica son los pares estereoscópicos; sin embargo, las fotografías oblicuas comienzan a adquirir más importancia.
De acuerdo a Limón (1975), las características más valiosas en el estudio de
fotografías aéreas de las tierras altas de Mesoamérica son las sombras y las marcas
en el suelo. Con el uso de las primeras se puede detectar estructuras
aparentes; con las segundas, puede predecirse la localización de rasgos
arqueológicos enterrados.
b) Resistividad eléctrica.
En general, las técnicas geofísicas se dividen en dos grupos: las
pasivas, que sólo miden la variación de las propiedades, y las técnicas
activas, que producen una alteración, y miden el comportamiento del terreno
con estas condiciones.
La resistividad eléctrica es una de las técnicas geofísicas activas.
Se basa en diferencias en las propiedades eléctricas del terreno.
En este caso, la diferencia se aprecia por el contraste entre los restos
arqueológicos y su contexto, que a su vez, es dependiente de la naturaleza de los materiales involucrados, la profundidad, la forma de
los restos, la proximidad entre ellos y el contenido de humedad del suelo. Si este contraste es suficientemente grande, los rasgos
arqueológicos serán detectables.
La propiedad medida es la resistencia que presenta el suelo al paso
de la corriente eléctrica. Debido a que esta resistencia es presentada por una porción
específica del suelo, con dimensiones definidas, es necesario involucrar un factor dimensional. De esta forma, la
resistividad eléctrica puede definirse como la resistencia ofrecida por un cubo de tierra de dimensiones unitarias. Hasta este momento
se ha considerado que el material con el que tratamos es homogéneo, pero éste no es el caso normalmente. El concepto de resistividad
eléctrica aparente ha sido introducido para tratar con la resistencia eléctrica
de un suelo que no sea necesariamente homogéneo, y éste es el caso más frecuente en el trabajo de campo.
La primera vez que la medición de la resistividad eléctrica se aplicó
a la arqueología fue en Inglaterra, en 1946, por Atkinson (1952).
Después de esto, esta técnica eléctrica se ha aplicado exitosamente en
muchos sitios, entre ellos, Cerveteri y Tarquinia en Italia (Lerici, sf).
c) Prospección magnética.
El reconocimiento magnético es, por mucho, la técnica de prospección más usada en arqueología, debido quizás a su confiabilidad y
fácil uso.
Se basa en la medición de pequeños cambios en las
propiedades magnéticas del terreno.
Está considerada como una técnica
geofísica pasiva.
Aun cuando se hicieron algunas prospecciones a principios
de siglo midiendo propiedades magnéticas, no fue hasta 1985 que por primera vez Aitken aplicó el magnetómetro de protones a la
arqueología (Aitken 1958). En ese momento el objetivo de la aplicación era detectar el magnetismo termorremanente producido por
hornos y fuego, pero esos primeros experimentos mostraron nuevas posibilidades de aplicación de la técnica en la detección de otros
rasgos arqueológicos, con menores diferencias en su susceptibilidad
magnética.
Et equipo usado para medir estas variaciones del campo magnético
se llama magnetómetro, y en arqueología los más comunes son los
magnetómetros de protones.
Estos equipos son capaces de medir
pequeñas variaciones en la intensidad del campo magnético en un lugar dado. Usando este equipo es posible recorrer un sitio
arqueológico y registrar las lecturas en distintos puntos del mismo. El
recorrido sistemático de la superficie permite finalmente, la interpretación de estos datos en témrinos
arqueológicos.
Entre los rasgos más fáciles de detectar a través del uso de
magnetómetros de protones, están los hornos. Esto es debido al gran
cambio de propiedades magnéticas que el fuego produce con la combinación de la temperatura, los minerales de hierro presentes, el tiempo, y
las condiciones reductoras durante la combustión, que ocasionan transformaciones importantes en las partículas de
hierro. Dichas partículas modifican su estructura atómica y adquieren fuertes
propiedades magnéticas, alineando sus dipolos constituyentes en la dirección del campo magnético bajo el que se encuentren. Este tipo de rasgos son fácilmente reconocibles debido a que son concentrados,
ya que el contraste magnético con sus alrededores es muy alto.
Entre más veces ocurra la combustión, más intenso será el campo magnético remanente (Tite y Mullins 1971).
d) Estudio químico.
El análisis químico de los suelos es probablemente la menos usada
de las técnicas de prospección. Esto se debe a que es un procedimiento
analítico que consume mucho tiempo.
Aún así, debido a su bajo costo, ha sido aplicada en diversos sitios desde que Arrhenius
descubrió su aplicación a la arqueología (Arrhenius 1963, Cook y Heizer 1965 ).
Entre las herramientas químicas de prospección, sin duda el
análisis de fosfato es el más popular, ya que este compuesto persiste en
el suelo durante largos periodos de tiempo.
La acumulación de fosfatos puede ser detectada debido a que las actividades humanas
desechan sobre los pisos, gran cantidad de materiales que contienen este elemento. Sin embargo, el fósforo y sus compuestos no son los
únicos que se acumulan en las áreas de asentamiento humano. Existen al menos l0 elementos directamente asociables a
actividades humanas, que son factibles de utilizar como indicadores químicos.
De esta forma, es posible la utilización de los elementos químicos como indicadores para el estudio e interpretación de
asentamientos humanos.
Si revisamos el desarrollo del análisis de fosfato en la arqueología,
veremos que se originó de los estudios del suelo para la agronomía, donde se utiliza para predecir el comportamiento de plantas en
relación a la fertilidad del suelo. En estos casos el análisis de suelo
es una inversión económicamente redituable, y por lo tanto es posible analizar miles de muestras. Fue así como Arrhenius (1963)
descubrió la correlación entre las altas concentraciones de este compuesto y la presencia de rasgos arqueológicos.
Más tarde, los geógrafos europeos decidieron utilizar este análisis para estudiar
asentamientos humanos y desarrollaron técnicas más simplificadas.
De esta forma, la técnica analítica original fue transformándose en una técnica más simple y menos costosa y se fue adoptando
cada vez más a los problemas y las necesidades arqueológicas.
La característica más importante de las herramientas químicas es su posibilidad de detectar rasgos invisibles, que aun después de una
cuidadosa excavación, son imposibles de apreciar. En excavaciones tradicionales, y aun en excavaciones que incluyen técnicas modernas,
se desperdiciaba información importante intrínseca al suelo, al no incluir el
análisis químico como herramienta de excavación.
El análisis químico de muestras de suelo detecta áreas enriquecidas, a través de altas concentraciones que contrastan con su
contexto.
Debido a la estabilidad química de los compuestos de fosfato, se
les considera prácticamente inamovibles. Aún cuando esto no es estrictamente cierto, ha sido probado tantas veces y en tan diversas
condiciones, que no queda duda de la confiabilidad de esta técnica en la arqueología.
El método más común para practicar el análisis de fosfato fue
desarrollado por Eidt (1973) y está basado en una reacción que produce color azul sobre un papel filtro, estando relacionada la
intensidad del color, con la concentración de fosfato en la muestra.
e) Técnicas electromagnéticas.
Este es un ejemplo de una técnica
desarrollada para detectar minas con propósitos militares, que encontró otras interesantes
aplicaciones.
En la arqueología se ha intentado usar como
sustituto de las técnicas eléctricas, para evitar la tediosa actividad de
insertar los electrodos en el terreno. Desafortunadamente, los primeros experimentos
mostraron que aunque teóricamente debe ser posible, los resultados en la práctica han sido
pobres.
El principio de operación de este equipo está basado en campos
electromagnéticos, que producen o reciben sus bobinas. Durante su operación normal, la bobina de transmisión produce un campo
electromagnético que penetra el suelo. Si un metal o cualquier conductor está presente allí, el campo electromagnético genera
corrientes parásitas, que a su vez producen un campo electromagnético secundario que emerge desde el suelo y que detecta la bobina
de recepción. Finalmente, la señal se transforma en una indicación analógica o digital que permite las lecturas (Legal y Garret 1982).
Debido a su capacidad para detectar metales conductores, su
más importante aplicación ha sido la detección de monedas y otros artefactos metálicos. Sin embargo, dado que los metales en
Mesoamérica son escasos, su aplicación arqueológica en esta región está
limitada.
En este trabajo se propone su uso como herramienta para
minimizar las interferencias magnéticas causadas por la presencia de objetos metálicos próximos a la superficie. Puede ser una ayuda para
desechar anomalías indeseables y evitar errores de interpretación en la prospección magnética. Hasta hoy, su principal uso ha sido
sustituir equipo costoso, como los magnetómetros, o bien para evitar técnicas tediosas, como la resistividad eléctrica.
En el primer caso, aun cuando detecta cambios en la susceptibilidad magnética,
su penetración es extremadamente limitada.
En el segundo, estos equipos no han mostrado ser sensibles a pequeños cambios en la
resistencia eléctrica.
APLICACIONES DESTACADAS DE LAS TÉCNICAS DE PROSPECCIÓN EN LA ARQUEOLOGÍA.
Probablemente una de las más famosas aplicaciones de las
técnicas de prospección en la arqueología ha sido patrocinada por la Fundación Lerici en Tarquinia, donde muchas de las técnicas de
prospección han sido aplicadas con buen éxito para detectar tumbas enterradas (Lerici sf).
Estas tumbas fueron excavadas en toba volcánica a casi tres
metros de profundidad. La toba volcánica es un contexto homogéneo, en el que es posible encontrar un contraste significativo entre los
huecos producidos por las tumbas excavadas y su contexto.
En estas condiciones se aplicaron
técnicas tan diversas como la magnetometría, la resistividad eléctrica, el sondeo mecánico y la fotografía a
través de un periscopio.
Todas ellas han tenido éxito en la detección
de cientos de tumbas, discriminando entre tumbas con muros decorados, tumbas no decoradas, tumbas intactas y tumbas saqueadas,
ahorrando tiempo y dinero en el estudio y rescate de ellas.
La escala de este proyecto es otra de sus características distintivas.
Existen miles de tumbas en la necrópolis de Tarquinia, y era necesario cubrir una
enorme extensión y al mismo tiempo, competir contra los saqueadores en el descubrimiento de las mismas.
Las tumbas fueron localizadas después de un recorrido sistemático con magnetómetros, registrando las anomalías magnéticas;
pero, a fin de precisar dicha localización, se utilizó la resistividad
eléctrica como comprobación. De este modo, se superó el problema del desplazamiento de las anomalías magnéticas.
Una vez que la posible tumba era localizada, se introducía, a través de una perforación en el techo de la cámara, un ingenioso equipo
modificado a partir de un periscopio de submarino. De esta manera fue posible observar el interior de la tumba, y más tarde, gracias a la
adaptación de una cámara, fue posible fotografiarla y registrar los contenidos, permitiendo, en última instancia, la
correcta decisión de excavarla o no excavarla.
Aun en proyectos tan destacados como el mencionado, el objetivo principal sigue siendo la localización de estructuras y no el estudio
desde la superficie de las relaciones entre las estructuras y otros indicadores, como es el objetivo del presente trabajo.
PROPOSICIÓN DE UNA NUEVA METODOLOGÍA DE ESTUDIO.
Objetivo de la proposición.
"Prospección arqueológica" es un término normalmente empleado
para describir el uso de varias técnicas que, aplicadas a un sitio
arqueológico, proporcionan información sobre la localización del sitio
mismo y de sus rasgos enterrados.
Pero lo que aquí denomino el estudio de sitios arqueológicos desde la superficie, va mas allá de la
anterior definición.
Este estudio tiene por objeto localizar el sitio y
las estructuras que lo constituyen, además de establecer las actividades humanas relacionadas con esas estructuras, utilizando para
ello la información que proporcionan tanto la distribución de los materiales de superficie, como los elementos
químicos asociados.
Las principales limitaciones de las técnicas de prospección en la
arqueología se deben a que la interpretación de resultados se restringe a la localización de los rasgos
mayores, tales como estructuras, lo que resulta reducido si consideramos las
múltiples posibilidades de interpretación inherentes a rasgos menores.
En mi opinión, existe la posibilidad de combinar distintas técnicas
para formar un grupo que, complementándose y apoyándose mutuamente, permitan profundizar en la
interpretación. Uno de los objetivos del presente trabajo es entender la correlación entre los rasgos
mayores enterrados y las áreas de actividad asociadas, interpretadas desde la superficie.
De acuerdo a Limbrey (1975) "la información acerca de las
actividades del hombre y sobre el medio ambiente en el cual vive, reside en el suelo mismo y en las cosas encontradas en, bajo y sobre
éste. La 'información intrínseca' está contenida en el material que forma el suelo y en su distribución en el entorno".
En otro párrafo escribe: "otra fuente de información en el suelo es
la 'información contenida', esto es, la información proporcionada por los residuos orgánicos y por los artefactos arqueológicos
depositados sobre, contenidos en o enterrados bajo el suelo".
Debido a que la mayor parte de la información arqueológica no
está ni en las estructuras, ni en los artefactos, sino en la relación entre
ellos mismos y con el contexto arqueológico total, es una lástima que la excavación tradicional pierda la información intrínseca al suelo y
a los sedimentos cuando los remueve y desecha.
Esta información intrínseca puede obtenerse desde la superficie y
permite la interpretación arqueológica antes de practicar la excavación destructiva. De esta forma se brinda una mayor atención al
contexto, al medir sus propiedades y al muestreado con el mínimo de
alteración. A fin de obtener toda esta información, es necesario combinar
técnicas en una secuencia ordenada que permita la aplicación de cada una de ellas en el momento preciso en que resulten más valiosas y
eficientes. En esta secuencia, los primeros resultados e interpretaciones soportan a las siguientes, continuando de esta manera.
Además, intenta obtener la más completa información sobre un sitio
arqueológico antes de la excavación, a través del estudio de las propiedades químicas y
físicas de los sedimentos, evitando la destrucción del contexto arqueológico, guiando al arqueólogo en la decisión
de dónde y cuánto excavar, haciendo finalmente, que la excavación resulte más rica en información y más
eficiente tanto en tiempo como en dinero.
No hay duda de la importancia de las técnicas de prospección en la
arqueología moderna, y aunque cada día las posibilidades de aplicación de estas técnicas aumentan con la aparición de nuevos equipos mejorados, el problema de la interpretación de los resultados persisten
y es importante resolverlo. La interpretación arqueológica resulta pobre porque cualquier característica física o
química aislada es sólo una muy pequeña parte de la información arqueológica total. De
esta forma, aún en el caso en que la interpretación de los resultados de la técnica aplicada fuera muy rigurosa y precisa, y se obtuviera
el máximo posible de información, ésta será sólo una pequeña parte
del total.
Ha habido muchos intentos para interpretar cuantitativamente
la información geofísica, entre ellos podemos mencionar los de Schollar y Kurckeberg (1966), Linington (1964) y Aitken y Alldred (1964). Todos ellos han aportado importantes contribuciones en la
interpretación de las anomalías magnéticas, determinando la profundidad y la forma del origen de éstas. Sin embargo, los problemas de
interpretación persisten y desde mi punto de vista será difícil resolverlos de esta manera, ya que el análisis cuantitativo ha sido diseñado
para estudios geofísicos a gran escala, donde las anomalías son de origen natural, además de que resulta muy limitado para explicar las
extrañas anomalías que producen, en espacios muy reducidos, las modificaciones culturales.
De acuerdo con Chenhall (1975), el estudio del material
arqueológico de superficie proporciona una imagen muy reducida al compararla con la imagen original de la cultura material. De la misma
manera, la información proporcionada por cualquier técnica de prospección aislada es muy limitada, y como consecuencia, la
interpretación es pobre y se dificulta.
Un aspecto interesante que este autor, al igual que muchos otros, no considera
la participación de técnicas geofísicas y geoquímicas en la recuperación de la
información desde la superficie, y de este modo no se concibe a las anomalías como un indicador de materiales o rasgos arqueológicos.
Los "rasgos de prospección"
que hasta el presente han sido ignorados, pueden ser detectados desde la superficie
aún en ausencia de artefactos, y podrán ser interpretados en términos arqueológicos si se estudian con la participación
simultánea de varias técnicas.
Ya que la diversidad de las actividades humanas produce muy
variadas modificaciones en el área de asentamiento, en lugar de practicar un
análisis intensivo de una de esas modificaciones, en esta propuesta se intenta estudiar tantas
alteraciones como sea posible e interpretar todas ellas en conjunto.
Considero que ésta es la única manera en que la información
geofísica y geoquímica permitirá la interpretación de sitios arqueológicos desde la superficie,
ya que en esta forma, muchas pequeñas partes se conjuntarán para construir un cuerpo de información más completo.
Para tratar de explicar lo anterior, usaré el ejemplo de la
producción de las modernas impresiones a color, que se originan de la superposición de varias capas de diferente color.
Por sí misma, y aislada, ninguna de las capas tiene mucho valor. Su significado
aparece sólo después de la combinación de todos los colores. De esta manera se produce una imagen clara y fácilmente reconocible. De
la misma forma, es posible superponer la información proporcionada por las diferentes técnicas de prospección, que quizás
aisladas no signifiquen mucho, pero que combinadas e interpretadas en conjunto permiten una
clara idea de su aplicación arqueológica.
En las publicaciones especializadas no es común encontrar
aplicaciones simultáneas de dos o más técnicas de prospección. Ha sido solo hasta épocas muy recientes en que se notan los primeros
intentos de combinar algunas técnicas geofísicas. Esto es debido principalmente a que la dificultad en la interpretación de los
resultados requiere de un apoyo extra; todavía no se producen interpretaciones conjuntas de los resultados químicos, arqueológicos y
geoflsicos.
En párrafos anteriores se mencionó el uso de diversas técnicas
en Tarquinia con el propósito de encontrar y registrar tumbas (Leriói s/f); también en Montelibretti se utilizaron para estudiar grandes
extensíones de terreno con el propósito de diferenciar las áreas culturalmente estériles, antes del inicio de construcciones
importantes (Linington 1974).
Hammond (1974) y Hus (1975) utilizaron un magnetómetro y
un equipo de resistividad en el mismo sitio. Uno y otro confirmaron sus respectivos resultados y los experimentos fueron exitosos.
En general, resulta difícil disponer de ambos instrumentos en el mismo sitio debido a su alto costo, además de que estas
técnicas superponen sus campos de aplicación y, como consecuencia, no es común aplicarlas juntas. Sin embargo, es importante considerar
que también son complementarias y que pueden apoyarse mutuamente.
Recientemente, un magnetómetro y un radar de penetración
se utilizaron simultáneamente. Ya que la interpretación del radar fue problemática en el
área histórica estudiada, se propuso el uso del magnetómetro para ayudar en la interpretación de los datos
(Brain 1980).
El presente trabajo es un intento pionero de
involucrar no sólo distintas técnicas geofísicas sino incluir técnicas
geoquímicas, sedimentológicas y arqueológicas en forma ordenada, e
interpretar sus resultados en forma integral y con propósitos arqueológicos.
La secuencia de aplicación.
El estudio de un sitio arqueológico, a través del uso de técnicas
geofísicas y geoquímicas, es posible gracias a que los asentamientos humanos modifican
necesariamente el ciclo natural de formación del suelo, produciendo alteraciones
físicas, concentración de compuestos químicos y acumulación de materiales culturales. La
intensidad de tales modificaciones es dependiente de la duración del periodo de ocupación, el número de habitantes y el tipo de
actividades realizadas.
La mayoría de estas modificaciones
permanecen el tiempo suficiente para ser detectables después de miles de años, y son
intrínsecas al paleosuelo o forman parte de los sedimentos que cubren al sitio.
A fin de detectar estas modificaciones y de estudiarlas' es
necesario agrupar las técnicas de manera que puedan ser aplicadas en aproximaciones sucesivas, de forma que las más simples cubran
amplias extensiones en breve tiempo, mientras que las técnicas más precisas y lentas se destinan a cubrir superficies más pequeñas donde
proporcionen información detallada.
El grupo propuesto en este trabajo está formado por técnicas
tomadas de campos tan distintos, como la geofísica, la geoquímica, la agronomía, la
edafología y la arqueología, en donde las mismas técnicas se pueden utilizar con muy distintos
propósitos.
El orden de aplicación propuesto es el siguiente:
1 Fotografía aérea,
Incluye la fotointerpretación de imágenes
de satélite, de fotografías oblicuas y verticales desde aeroplanos y de
fotografías desde globo.
2. Estudio del medio ambiente.
A fin de ubicar los sitios
localizados en las fotografías en un contexto geográfico y geológico, es
necesario incluir un estudio sinóptico del área. Esto también proporcionará información sobre condiciones del paleoambiente, del clima
y del deterioro de los materiales arqueológicos.
3. Topografía.
Es absolutamente necesario realizar un buen mapa
topográfico del área de trabajo, que ilustre las relaciones entre construcciones modernas, como casas, arroyos, caminos, veredas,
etcétera, y muestre, además, el relieve detallado de áreas de importancia para la investigación arqueológica.
4, Registro del material arqueológico.
Al recorrer un sitio arqueológico
es común encontrar material fragmentado, disperso en la superficie. A fin de establecer la correlación entre las estructuras
enterradas y esos materiales es necesario registrar su localización y
evaluar su concentración.
5. Estudio
magnetométrico.
Esta es una de las más importantes
técnicas geofísicas aplicadas a la arqueología. Su contribución consiste en la detección de los principales
rasgos enterrados. Su portabilidad y fácil manejo permiten que sea utilizado para
cubrir extensiones en poco tiempo y así guiar posteriores estudios.
Esta técnica se ubica inmediatamente antes del
recorrido electromagnético, y del estudio de resistividad, para tratar de evitar las interferencias de
metales modernos y restringir el estudio eléctrico a las áreas más interesantes.
6. Recorrido electromagnético.
Esta técnica funciona como un auxiliar del recorrido magnetométrico. Su función será detectar
objetos metálicos modernos en la superficie, que pudieran causar interferencias al magnetómetro.
7. Estudio de resistividad eléctrica.
Esta técnica tiene un papel importante en nuestra proposición. Su versatilidad permite su uso
en sondeos, perfiles y recorridos. También permite la localización precisa de las anomalías detectadas por el magnetómetro, ya que las
anomalías magnéticas están desplazadas un poco respecto del origen de la anomalía.
Existen casos donde la interferencia afecta el funcionamiento del
magnetómetro, disminuyendo su capacidad de detección o simplemente no permitiendo su operación. En estas circunstancias, es obvio
que la resistividad eléctrica será muy útil para obtener información
del subsuelo. Por otro lado, en suelos muy secos o muy salinos, las mediciones de resistencia eléctrica son seriamente afectadas y la
información proporcionada por el magnetómetro es muy valiosa.
Pero aun entre estos dos extremos, existen casos en donde estas
técnicas se auxilian una a la otra para discriminar el origen de uIgúna
anomalía dada. Ésta es quizá la principal razón para el uso simultáneo
de estas técnicas.
Por ejemplo, los rasgos enterrados, como muros
construidos con rocas ígneas, presentan fuertes cambios eléctricos y magnéticos, pero una ligera anomalía magnética y valores de
resistencia disminuidos, podrían ser interpretados como un hoyo relleno
de material conductor. De este modo, teniendo datos de ambas técnicas es posible tener una más clara idea del origen de las
anomalías.
8. Sondeo edafológico.
Aún cuando las lecturas eléctricas
proporcionan alguna información sobre la estratigrafía, es importante
confirmar tal interpretación con otra técnica independiente. Se utiliza un nucleador de suelo
para obtener muestras a profundidades conocidas. Las muestras se analizan para detectar cambios en sus propiedades
físicas y químicas y se tamizan para recuperar el material arqueológico.
9. Análisis químico de muestras de suelo.
La participación de la química en este proceso es muy importante para
proporcionar información relacionada con actividades. El análisis químico
tradicional es una actividad que consume mucho tiempo, por lo que ha sido colocada en la última etapa del proceso. La interpretación de
los resultados previos, permitirá la localización de áreas en donde este
análisis proporcione información detallada sobre la concentración de los elementos
químicos que puedan asociarse con actividades humanas.
10. Análisis computarizado de los datos.
Este es uno de los pasos más importantes del estudio, ya que de otra manera no
sería posible procesar los datos a la velocidad necesaria para interpretar los datos
durante el trabajo de campo, y los estudios previos no podrían ser la
guía de los pasos subsecuentes.
La mayoría de las técnicas mencionadas han sido usadas en la
arqueología en una forma u otra. Han sido escogidas con base en su confiabilidad, facilidad de uso, y principalmente por su
característica de no destruir el contexto arqueológico. Este aspecto es
importante, ya que después de una temporada de trabajo de prospección,
el mayor daño producido en el terreno serán los huecos de los
nucleadores, los que no sobrepasan los l0 cm de diámetro. Otra característica importante del
grupo de técnicas incluidas es que han sido seleccionadas, ordenadas y modificadas para permitir la obtención
y el procesamiento de los datos durante el trabajo de campo, previo a la excavación, para ser útil como referencia para trabajos
posteriores y una guía para la estrategia arqueológica de excavación.
El laboratorio móvil para arqueología de superficie.
Para poder llevar a cabo la anterior proposición, fue necesario
diseñar y construir un vehículo que proporcionara espacio y facilidades de trabajo, además de ser un medio para transportar el equipo
al campo.
Tomando en consideración algunas experiencias previas en el diseño de laboratorios móviles (Noakes y Sneider s/f,
Mc Cawlwy y Stone 1983), este laboratorio fue diseñado considerando solamente
actividades relacionadas con la arqueología de superficie. El enfoque restringe la actividad del laboratorio a aquellas acciones dedicadas a
la predicción desde la superficie de rasgos arqueológicos enterrados, antes de cualquier excavación. Esto implica que no se incluyen
facilidades para la excavación, o el análisis de materiales, haciendo el
diseño y la operación de campo más eficiente. Caso contrario al laboratorio diseñado por Noakes y Sneider que, contando con
grandes facilidades analíticas para estudiar el material de excavación,
debía esperar que los hallazgos justificaran su presencia en el sitio de trabajo.
El vehículo con que se cuenta es un camión con 50 metros
cúbicos de volumen en su caja, que ha sido modificada para albergar tres áreas principales.
El área de análisis químico y de revelado que
incluye una mesa, fregadero, instalaciones de agua, drenaje y espacio para el almacenamiento de reactivos químicos y muestras.
El área de estudio y procesamiento de datos consiste de un escritorio,
lugares de almacenamiento de libros y manuales, mesa de trabajo, una microcomputadora equipada con monitor, drives, e impresora,
además de software especialmente seleccionado para estas aplicaciones de campo.
El área de carga está diseñada para transportar
equipo delicado, como el magnetómetro de Cesio, y para albergar el equipo de perforación y de prospección en general.
El espacio dentro del laboratorio móvil está pensado para dar
cabida a cuatro o cinco personas trabajando simultáneamente en su interior, con la posibilidad de agregar otras cuatro personas, bajo
su toldo externo. Su principal contribución es disponer de todos los medios y herramientas para hacer el trabajo de campo más fácil y
eficiente, permitir el análisis químico y físico de las muestras de suelo, y permitir además la producción inmediata de mapas que
muestren la distribución de los indicadores empleados en el terreno.
Tales mapas pueden mostrar la concentración de los materiales en la superficie, el relieve topográfico, la localización de anomalías
magnéticas y eléctricas, etcétera, lo que permite ir construyendo hipótesis parciales que pueden ser probadas al día siguiente, hasta
alcanzar una interpretación final.
Comentarios.
La proposición de estudio aquí presentada se ha probado hasta el momento en tres sitios arqueológicos. Es una
metodología de estudio en evolución constante y en su continua revisión de procedimientos
y resultados, se autoevalúan e incorporan nuevas técnicas al final de cada proyecto. De esta forma, la secuencia de aplicación utilizada
en San José Ixtapa (Barba 1984), en el sitio propuesto por Morrison Limón, es distinta de la utilizada en el "Proyecto Antigua Ciudad de
Teotihuacan" a cargo de Linda Manzanilla y aún distinta de la utilizada en el "Proyecto Cuicuilco" con Manuel Gándara. No
obstante las diferencias existentes, las tres aplicaciones tienen el denominador común de intentar estudiar unidades habitacionales antes de
la excavación.
Los resultados de todas ellas son alentadores y apoyan la hipótesis de partida de que un
sitio arqueológico enterrado puede ser utilizado sin necesidad de la excavación, siempre que se integren
en forma adecuada los datos obtenidos desde la superficie.
Los mismos resultados indican que esta metodología no
sustituye a la excavación en su capacidad de informar en detalle sobre los
rasgos enterrados y sus interrelaciones, pero sí brinda una nueva posibilidad, de escala intermedia, entre los recorridos de
superficie y la excavación extensiva.
El primero informa sobre la localización
de sitios y su temporalidad, mientras que la metodología propuesta dirige su atención a las estructuras e terradas que forman el sitio
previamente localizado. Por otro lado, aunque la excavación extensiva es una excelente manera de entender las estructuras y las
áreas de actividad asociadas, tiene la enorme limitante de cubrir un área
muy reducida. Es por esto que la aportación de la nueva metodología de estudio es entender estas mismas
estructuras y áreas de actividad en menor tiempo y en mayor número, aunque nunca con
el detalle de la excavación.
En conclusión, podemos decir que no está lejos el día en que ésta y
hoy novedosa metodología sea parte del trabajo rutinario previo a la
excavación arqueológica, pues factores tales como la reducción de presupuestos, la rápida desaparición de los sitios, la
tecnología moderna y la teoría arqueológica, apuntan en esa dirección.
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