
La
arquitectura eclesiástica en Álava y Treviño durante los siglos
XII-XIII: promotores, constructores y significados en un momento de
transición.
Arquitectura
eclesiástica en Álava y condado de Treviño siglos XII-XIII.
Ecclesiastical
architecture in Álava and Treviño during the 12th and 13th centuries:
promoters, builders and meanings in a transitional moment Alejandro
Jiménez Hernández Universidad de Sevilla.
ARQUEOLOGÍA
DE LA ARQUITECTURA, 14, enero-diciembre 2017, e057.
Egoitz Alfaro Suescun ( 1
) Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea.
ARQUEOLOGÍA DE LA ARQUITECTURA, 14, enero-diciembre 2017,
e057 Madrid / Vitoria-Gasteiz ISSN-L: 1695-2731 doi: http://dx.doi.org/10.3989/arq.arqt.2017.010
Copyright ©
2017 CSIC. Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos
de una licencia de uso y distribución Creative
Commons Attribution (CC-by) España
3.0.
( 1 ) egoitz.alfaro@gmail.com /
ORCID iD: http://orcid.org/0000-0002-7617-0490.
RESUMEN.
En este artículo se reflexiona sobre la edificación de iglesias durante los siglos XII y XI II en Álava y Treviño, tratando de rastrear las transformaciones que se dieron en la naturaleza de sus promotores, el modelo organizativo de sus constructores y sus funciones y significados.
Para ello se analizan más de un centenar de templos, definiendo variables constructivas y agrupándolos en tres momentos a través de las marcas de talla: periodo 1 (1100-1250), periodo 2 (1220-1250) y periodo 3 (1220-1300).
La relación entre estos periodos y las variables constructivas señaladas muestran dos grandes cambios en la arquitectura eclesiástica durante estos siglos respecto a la época anterior, siendo el siglo XII una suerte de etapa de transición. Dichos cambios se identifican tanto en la demanda, con iglesias cada vez más asequibles, rápidas de erigir y menos complejas, como en la oferta, con templos cada vez más homogéneos.
ABSTRACT.
This paper presents a reflection on church building in Álava and Treviño regions (north-central Spain) during the 12th and 13th centuries. The study aims at tracking the transformations occurred in the promoters’ idiosyncrasy, the builders’ organizational model and both the function and meaning of these temples.
More than a hundred cases have been analyzed to this end, so as to determine the variables involving their construction. Three main phases have been established according to changes documented in stonemasonry: period 1 (1100-1250), period 2 (1220-1250) and period 3 (1220-1300).
The combined assessment of both the aforementioned variables and phases shows the existence of two major shifts in the ecclesiastical architecture of these centuries with regard to the previous period, constituting the 12th century itself kind of a transitional stage. These changes are seen in both the demand –economically, temporally and structurally more feasible buildings– and the supply –increasingly homogeneous temples–.
INTRODUCCIÓN. IGLESIAS ROMÁNICAS, IGLESIAS PRERROMÁNICAS.
De forma general, el objeto de análisis del presente artículo es la arquitectura eclesiástica de los siglos XII al XIII en el Territorio Histórico de Álava y el enclave de Treviño.
Su objetivo, inferir quiénes, por qué y de qué manera construyeron los edificios de culto a lo largo de estos dos siglos. Trataremos para ello de diferenciar talleres, técnicas o el empleo de materiales concretos asociados a promotores, proyectos y momentos constructivos diversos, comparándolos además con lo que se conoce a este respecto del periodo inmediatamente anterior.
( 2 )
Afortunadamente este objeto de estudio, en los marcos espaciales y cronológicos definidos, no es poco generoso. Y es que a la ventaja, inherente a todos los trabajos sobre arqueología de la arquitectura, de no necesitar tantos recursos para acceder al registro material como en una excavación del subsuelo se añade el gran número de restos existentes en alzado, adscritos al estilo románico, que en nuestro territorio se extiende a lo largo de los siglos XII y XIII.
( 3 )
Esta abundancia contrasta con la escasez de restos de la arquitectura eclesiástica anterior, la prerrománica, cuya identificación material se produjo en nuestro territorio hace apenas dos décadas y gracias a los trabajos vinculados a la arqueología de la arquitectura (Azkarate 1995; Azkarate et al. 1995; Solaun 2003; Azkarate y Sánchez Zufiaurre 2003; Sánchez Zufiaurre 2007).
( 2 ) Este texto deriva de las ideas desarrolladas en la tesis doctoral defendida por E. Alfaro en enero de 2016 en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Dicho trabajo, titulado La formación de la red parroquial en Álava y Treviño. Evidencias desde la arqueología (siglos XI-XIII), se encuentra actualmente inédito. La autoría de fotografías y gráficas corresponde también al autor.
( 3 ) Los historiadores del arte convienen en iniciar la expansión del románico en Álava y Treviño en el siglo XII (López de Ocáriz y Martínez de Salinas 1988: 42-45; Gómez Gómez 1995-1997: 242; Portilla 1984: 51). El único que se aventura con una fecha anterior (finales del siglo XI-comienzos del XII) es J. J. López de Ocáriz y para el caso concreto de Nuestra Señora de Elizmendi (López de Ocáriz 2014: 41).
Fig. 1. Mapa contextualizando nuestro marco geográfico de estudio: el Territorio Histórico de Álava y el enclave de Treviño (Autor: J.
Ordoño).
Cuantificación y características.
En este sentido, L. Sánchez Zufiaurre ha identificado en Álava y Treviño, a través de diversos trabajos, 26 iglesias con restos
prerrománicos ( 4 ) datados en un amplio arco temporal entre los siglos IX y XII. A partir de variables constructivas concretas, el autor distribuyó todos estos templos en seis grupos, de los que únicamente se analizarán tres, al ser coincidentes con la cronología de nuestro trabajo.
Las tres iglesias que componen el grupo 4 fueron erigidas siguiendo un sistema productivo de albañilería, empleándose material local extraído por capas naturales en el aparejo y sepulcros reutilizados en esquinales y vanos.
Se fechan, gracias al post quem de los sepulcros (siglos IX-X) y el ante quem de la obra románica (siglos XII-XIII) en una amplia horquilla cronológica comprendida entre los siglos X y XII (Sánchez Zufiaurre 2007: 274-277).
Las siete ( 5 ) iglesias que componen el grupo 5 son muy heterogéneas, siendo su único rasgo en común la técnica constructiva de los paramentos, realizados con una mampostería de bajo coste con materiales locales y constructores no especializados.
Evidentemente esto supone un hándicap añadido a la hora de establecer una cronología, ya que es una forma de construir que, como el mismo autor admite, “nunca dejó de ser utilizada, pudiendo ser identificada en construcciones de las más diversas épocas hasta la actualidad”.
De hecho, añade que “desde el punto de vista técnico estamos ante un grupo cuyos miembros pueden ser coetáneos a cualquiera de los demás grupos” (Sánchez Zufiaurre 2007: 279).
Propone, en cualquier caso, el siglo XI como datación genérica, al menos para algunos de sus templos.
( 6 )
El grupo 6 incluye seis templos y se caracteriza por esquinales realizados con mampuestos semielaborados, aparejos con material local extraído por capas naturales o semielaborado, el empleo del picón como instrumento de labra y la presencia de saeteras a los pies, algunas de ellas con evidencias del uso de tallante. Han sido datadas en los siglos XI y XII.
Sin embargo, la argumentación ofrecida por el autor para establecer dicha horquilla cronológica es, a nuestro parecer, poco sólida. En primer lugar, infiere conclusiones parciales de las menciones documentales en las que se apoya.
Así, como Otazu es citado en la Reja de San Millán, presupone la existencia de un centro de culto en la aldea para comienzos del siglo XI.
Del mismo modo, como Gazeta y Acilu no son mencionadas en este documento cuando otras aldeas de su alrededor sí (Alegría, Elburgo y Añua; Arrieta y Adana respectivamente), da por hecho que las localidades no existían en este momento y, evidentemente, tampoco los templos, con lo que lo utiliza a modo de post quem para el grupo (Sánchez Zufiaurre 2007: 284-285).
Consideramos que interpretar un documento complejo como la Reja de forma tan literal es un error.
( 7 )
Al fin y al cabo se trata de un listado de aldeas que debían pagar un tributo al monasterio de San Millán de la Cogolla, no un censo exhaustivo de las localidades alavesas existentes en la primera mitad del siglo XI.
Que Gazeta y Acilu no lo pagasen cuando las aldeas de su entorno lo hacían no puede servir de argumento para cuestionar su existencia. Igualmente, la simple mención en el documento tampoco debería emplearse para admitir la presencia de un edificio de culto en el lugar.
Su segundo argumento pone en relación los elementos defensivos que se repiten en las iglesias de este grupo, las dos líneas de saeteras a los pies, y la existencia de un posible dextros en Gopegi con el modelo historiográfíco del ensagrerament catalán (Sánchez Zufiaurre 2007: 140-141 y 285-287).
Éste se basa en un presunto pacto a partir del siglo XI entre los obispos y el campesinado, con la sagrera como institución central, para proteger a éstos últimos de la apropiación violenta del excedente campesino por parte de los señores feudales.
Sin pretender cuestionar la existencia del dextros o la iniciativa unitaria de las iglesias de este grupo, creemos que hay ciertas matizaciones que deberían tenerse en cuenta. Por un lado, se desconoce el momento en que se fundaron la iglesia y el dextros de Gopegi.
Las sagreras catalanas se fechan fundamentalmente entre mediados del siglo XI y mediados del XII, reduciéndose sustancialmente el número de noticias documentales al respecto a partir de 1175 (Farías 1993: 113), pero nada sabemos sobre si esta cronología, o el propio marco interpretativo, son válidos también para nuestra geografía.
Por otro lado, historiadores que defienden el modelo interpretativo tradicional de P. Bonnassie han rebajado la influencia de la violencia señorial en el desarrollo de la sagrera (Farías 2007: 62), por lo que la aparición de estos templos con funciones poliorcéticas no tiene por qué estar relacionada con estos procesos históricos ni, evidentemente, con sus cronologías.
A estas evidencias prerrománicas hay que sumar las incluidas dentro del estilo románico, mucho más numerosas, sobre todo en lo que se refiere al siglo XIII. Según la Enciclopedia del Románico se contabilizan 224 iglesias con restos arquitectónicos románicos en el territorio analizado: 207 en Álava (García Guinea y Pérez González 2011) y 17 en Treviño (García Guinea y Pérez González 2002).
A pesar de que el estilo románico se ha llegado a definir en nuestro territorio como “bastante unitario pese a las escuelas locales” (López de Ocáriz y Martínez de Salinas 1988: 18), las publicaciones al respecto no se han prodigado en ofrecer rasgos concretos que compartan todas (o la mayor parte de) sus iglesias y que establezcan sin ambages su adscripción al grupo estilístico.
( 8 )
M. Portilla, por ejemplo, consideraba que las características de los templos del románico alavés eran las plantas rectangulares y un predominio de las cabeceras rectas, los muros de mampostería, los arcos apuntados y las cubiertas de bóveda de cañón apuntado (Portilla 1984: 47).
Como vemos, nada demasiado específico.
Con todo, estos autores coinciden en diferenciar varias formas en las que el estilo se materializa en Álava, dependiendo de variaciones cronológicas (románico primitivo, pleno, tardío/protogótico) o por diferencias en los promotores, la inversión y/o la geografía (románico monumental, rural).
Estas categorías adolecen, sin embargo, de falta de concreción, siendo sus límites confusos, ya que se elaboran en base a la tipología o la decoración. Muchas veces la pertenencia de una iglesia a una u otra está poco justificada cuando no roza directamente la arbitrariedad.
( 9 )
( 4 ) De éstas, 24 fueron publicadas en su tesis doctoral (Sánchez Zufiaurre 2007) y las dos restantes en un trabajo posterior sobre los talleres constructivos en el Condado de Treviño (Sánchez Zufiaurre 2012).
( 5 ) Fueron ocho en la publicación de su tesis doctoral, pero en la referida obra de 2012 se trasladó la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Valluerca del grupo 5 al 2 (Sánchez Zufiaurre 2009: 87-88).
( 6 ) L. Sánchez trata de solventar los problemas referidos recurriendo a los análisis de mortero realizados en algunos de los templos prerrománicos. Destaca dos conclusiones reseñables. En primer lugar y a partir de la coincidencia de sus morteros, establece la contemporaneidad entre las iglesias de Goiuri-Ondona y Eribe, esta última del grupo 4. En segundo lugar, determina la existencia de un centro productor de morteros que operaba en el noroeste de la provincia y que se surtía de las arenas procedentes del cauce del Bayas al sur del diapiro de Murgia. Estos artesanos habrían aportado la argamasa para la construcción de diversas iglesias de los grupos 4, 5 y 6. Al compartir este mismo origen el autor da por hecho cierta contemporaneidad en la edificación de éstas, aunque ello no le permite acotar la pertinaz cronología del grupo 5, debido a las amplias horquillas temporales de estos grupos (Sánchez Zufiaurre 2007: 280-281, 304-305).
( 7 ) Sobre los problemas en el significado y comprensión de este documento véase Pastor 2011: 57-60.
( 8 ) Resulta significativo que en esa misma publicación las iglesias del siglo XIII se analicen por zonas geográficas debido a su gran variedad de caracteres y la dificultad de extraer rasgos generales que las definan.
( 9 ) J. J. López de Ocáriz y F. Martínez de Salinas consideran las cabeceras semicirculares y el primitivismo de la decoración de los capiteles, más que el apuntamiento de los arcos, rasgos del románico primitivo que emplazan de forma genérica en el siglo XII (López de Ocáriz y Martínez de Salinas 1988: 42-45). M. Portilla también pone en duda el empleo del apuntamiento de los vanos como criterio de datación, aunque defiende que las portadas de casi todos los templos de finales del siglo XII e inicios del XIII utilizaban arcos de medio punto, mientras que en el siglo XIII predominaban los apuntados (Portilla 1984: 51).
El problema conceptual del románico.
Estas carencias en la definición del románico y la ausencia de límites precisos en sus categorías lastran, bajo nuestro punto de vista, su empleo entre arqueólogos.
Pese a lo cual somos conscientes del grado de aceptación que tiene el término entre ellos y cualquier otro historiador que se ocupe del patrimonio medieval.
T. O’Keeffe, en su obra Archaeology and the Pan-European Romanesque, llama la atención sobre la ausencia de una definición que verdaderamente englobe todas las construcciones etiquetadas como románicas y la escasa actitud crítica que se ha dedicado a este aspecto fundamental: There is no definition in the specialist literature which captures essences of all those buildings and groups of buildings [...] Ironically (and revealingly), scholars have found it considerably easier to identify buildings as examples of Romanesque than to define the boundaries within which they make those identifications. [...] by-passing definition is an option that is not really open to participants in Romanesque studies.
It is not because we actually need a definition per se; after all, to argue that we need a definition is to imply that the construct is inherently a good and accurate one, a viewpoint which I am contesting. Rather, it is because the unspoken, uncritical, definition is problematic in our intellectual engagement with the corpus of architecture (O’Keeffe 2007: 26-27 y 56-57).
Este párrafo del arqueólogo irlandés recoge perfectamente las limitaciones apuntadas sobre la arquitectura románica alavesa: “No hay una definición en los textos de los especialistas que capture las esencias de todos esos edificios o grupo de edificios”.
En cualquier caso, no tratamos con esto de negar la existencia de paralelos, semejanzas y centros de influencia en edificios, esculturas o pinturas considerados románicos. Así como tampoco buscamos refutar la influencia directa o indirecta sobre estas arquitecturas de eventos históricos como la promoción y desarrollo del Camino de Santiago o la Reforma Gregoriana, por poner dos ejemplos a los que se asocia el románico. Queda fuera de los límites de este artículo.
Nuestra única pretensión es poner el acento sobre la carga conceptual inherente al románico y sus complicaciones para referirse a un tipo de arquitectura específica y cerrada. Por ello, y siendo el objetivo del trabajo desentrañar las claves de la arquitectura eclesiástica de los siglos XII y XIII, hemos considerado más prudente aproximarnos al objeto de estudio evitando dicho término y sus connotaciones.
ESTUDIO. LAS IGLESIAS DE LOS SIGLOS XII-XIII. ( 10
)
Para delimitar la muestra de análisis se partió de las obras generales del románico antes referidas, que han identificado un total de 224 iglesias, recordemos, para Álava y Treviño. Sin embargo y dado que se trataba de una cifra considerable, se optó por prescindir de todos aquellos restos aislados y probablemente descontextualizados (portadas, vanos y canecillos en su mayoría) para obtener una más realista y abarcable que permitiera, además, definir los volúmenes y las técnicas constructivas de estas iglesias. Se excluyeron asimismo
todos aquellos templos grandes y complejos vinculados a comunidades monásticas de entidad (Santa María de Estíbaliz y Santa María de los Reyes en Laguardia), los que no podían ser debidamente estudiados por haberse convertido en viviendas (Santa María de Sallurtegui y Nuestra Señora de Ula en Salvatierra) o no ser accesibles (las parroquias de Villanueva de Valdegovía y Morillas) y los que, tras el estudio, evidenciaron que no disponían de fases conservadas de los siglos XII-XIII
( 11 ) o eran inaccesibles por su estado de deterioro (antigua parroquia de Santa Ana en Goiain, Legutio).
En cuatro de estas iglesias se identificaron, finalmente, dos fases constructivas diferentes correspondientes a este momento, con lo que la muestra final la integraron 112 fases de 108 iglesias, 100 en Álava y 8 en Treviño (García Guinea y Pérez González 2002 y 2011).
En cualquier caso, el empleo de estas obras generales sobre el románico sirvió únicamente para identificar los edificios objeto de análisis, puesto que el acercamiento monumentalista que realizan de cada iglesia obvia su naturaleza pluriestratificada y se centra en los elementos más destacables desde un punto de vista estético, estuvieran o no in situ.
Fue necesario, por tanto, visitar cada templo para realizar una lectura estratigráfica simplificada
( 12 ) que se limitó a sus paramentos exteriores, salvo los casos puntuales en los que se pudo acceder al interior del templo, o a las fotografías publicadas de éste.
Se tuvieron en consideración, asimismo, las lecturas estratigráficas publicadas sobre las iglesias de la muestra (Azkarate 1995; Núñez 2000; Sánchez Zufiaurre et al. 2002; Solaun 2003; Murillo 2004; Sánchez Zufiaurre 2004; Sánchez Zufiaurre 2007; Sánchez Zufiaurre y Benedet 2009a; Sánchez Zufiaurre y Benedet 2009b; Sánchez Zufiaurre y Neira 2009; Alfaro 2009; Sánchez Zufiaurre 2012), además de alguna todavía sin publicar, gracias a la generosidad de su autor (Ajamil 2012).
En cada una de estas lecturas se delimitaron los paramentos asignables a los siglos XII y XIII y se codificaron sus caracteres constructivos. Todo ello con el objetivo de definir grupos de iglesias que compartiesen los mismos rasgos y reflejasen, por ende, su sincronía y una génesis similar.
Se siguió para ello a los autores italianos que, desde los años 70 y a través del ISCUM (Istituto di Storia della Cultura Materiale) de Génova, pusieron los fundamentos de la cronotipología asociada a la arqueología de la arquitectura.
Este método de estudio experimental y deductivo, que tiene como fin último la datación, se ocupa de los artefactos realizados en serie (en su sentido preindustrial), sujetos a las reglas del mercado y destinados a satisfacer necesidades concretas.
En estas producciones tanto el conformismo de los promotores como la tendencia de la mano de obra de abreviar el trabajo, por las ventajas que implicaba, a través de la repetición de los mismos procedimientos técnicos, determinó la estabilización de las formas y de los efectos decorativos.
Ello no suprimía, naturalmente, el impulso hacia el cambio, ligado por lo general a la necesidad del artesano de personalizar sus productos o a la vanidad del promotor para distinguir su obra del resto (Ferrando et al. 1989: 650).
Las variables constructivas que se codificaron para la correcta definición de los cronotipos tenían en cuenta tanto las técnicas constructivas, los materiales y los instrumentos como las formas de sus motivos decorativos. En cada caso, y tras la delimitación estratigráfica de los paramentos de los siglos XII-XIII, se rellenó una ficha marcando todos estos caracteres arquitectónicos, acompañándose todo ello de una meticulosa documentación fotográfica.
( 10 ) Es cierto que algunas fases constructivas consideradas prerrománicas se extienden hasta el siglo XII, pero al haber sido ampliamente estudiadas (Sánchez Zufiaurre 2007) y al ser afectadas por una reforma posterior de los siglos XII-XIII no serán tenidas en cuenta.
( 11 ) Concretamente, las parroquias de San Juan Ante Portam Latinam en Crispijana (Vitoria-Gasteiz), San Martín en Eribe (Zigoitia), y las ermitas de Nuestra Señora de Beolarra en Markinez (Bernedo) y San Pedro de Quilchano en Argomaniz (Elburgo). Esta última ermita fue excavada a mediados de los 90, constatándose que del templo del siglo XII únicamente quedaba la zapata de cimentación y dos ventanales remontados en un momento posterior (Azkarate et al. 1995: 68). Se ha excluido también la parroquia de San Pedro de Ascarza (Treviño) por considerar, con reservas, que los elementos conservados aparentemente de esta cronología (remate, vanos del ábside y portada) fueron remontados en un momento posterior.
( 12 ) Similar a la “lettura veloce de los principales momentos constructivos” definida en Azkarate y Sánchez Zufiaurre 2003: 30 e inspirada en la Scheda di Archiviazione Veloce y el concepto de gradualidad de la documentación de Brogiolo 1988: 33-34, 40.
Variables constructivas.
En total se han diferenciado 11 variables que toman en consideración, como se ha dicho, las técnicas constructivas, los materiales, los instrumentos de talla y los patrones decorativos.
–– El aparejo de los muros contempla siete posibilidades, en función del tratamiento y el origen de los bloques de piedra. La sillería (1) es la opción que más inversión y trabajo exige, estando compuesta por bloques paralelepípedos.
( 13 )
El sillarejo (2) lo forman piezas casi paralelepípedas que cuentan con ciertas imperfecciones que impiden su consideración de sillares. La mampostería escuadrada (4) se refiere a aquellos bloques suficientemente trabajados como para contar con caras uniformes y aristas rectas, sin llegar al nivel de sillares o sillarejos. La mampostería semielaborada (5) evidencia un tratamiento todavía menor, limitándose a un desbaste básico para buscar cierta regularidad entre las piezas.
Entre el material sin trabajar diferenciamos los bloques extraídos por capas naturales (6), lo que se conoce como spaccatura en italiano, y el material recogido (7), en el que predominan los cantos de río.
Finalmente, el material reutilizado (8) incluye todas las piezas reaprovechadas de estructuras anteriores expoliadas.
–– El aparejo de los esquinales retoma cinco de estas mismas opciones: sillería (9); sillarejo (10); mampostería escuadrada (11); bloques extraídos por capas naturales (12); material reutilizado (13).
–– El aparejo de los vanos engloba, dependiendo del tipo de bloque empleado en la factura de las saeteras y/o ventanales (no se tienen en cuenta los vanos de acceso), las siguientes siete posibilidades: sillería (23); sillería y piezas escultóricas (24), cuando además de bloques paralelepípedos se utilizan otras piezas talladas, generalmente con fines decorativos (impostas, trasdoses, columnas, etc.); sillería, mampostería y piezas escultóricas (25); sillería y mampostería de diverso tratamiento (26); elementos reutilizados (27); elementos reutilizados y mampostería (28); mampostería (29).
–– La morfología del ábside incluye tres alternativas: recto (20), con la fachada E perpendicular a los muros N y S de la nave; semicircular (21); ochavado (22), con varios paños rectos e iguales formando un polígono.
–– La morfología de la portada está determinada por la presencia de un arco o de arquivoltas y por sus apoyos. Se diferencian cuatro opciones, de mayor a menor complejidad arquitectónica: arquivoltas y columnas (30); arquivoltas y baquetones (31), siendo estos últimos molduras circulares y estrechas que generalmente tratan de imitar columnas; arquivoltas y jambas de arista (32), sin apoyos elaborados; arco y jambas de arista (33), la opción más sencilla.
–– La tipología de los vanos orientales tiene en cuenta el tipo de vanos presentes en el paño oriental, diferenciando saeteras (34), ventanales (35) y óculos (36). Las primeras son sencillas aberturas en el exterior, estrechas y alargadas, pese a tener cierto abocinamiento por el interior. Los ventanales, aunque son también alargados y estrechos, presentan una mayor complejidad, disponiendo de elementos decorativos diversos. Los óculos son ventanas de forma circular.
–– El sistema productivo está relacionado con las características de la organización productiva y parte de la distinción entre la tradición constructiva local, representada por la figura del albañil, y la especializada, liderada por la figura del cantero.
( 14 )
De esta forma, se diferencia el sistema del albañil (45), el del cantero (42) y dos sistemas mixtos en el que participan ambas figuras, uno en el que se utilizan sólo litologías locales (44) y otro en el que también se usan rocas alóctonas (43) y que reflejaría a priori un mayor esplendor de la construcción y una capacidad de movilización de recurso más elevada por parte de los promotores.
–– Los materiales se refieren únicamente a los litologías empleadas para la sillería y las piezas escultóricas, ya que en las iglesias de la Diócesis de Vitoria los mampuestos proceden siempre del entorno local de la construcción (Martínez-Torres 2003: 185; Martínez-Torres 2004: 47; Martínez-Torres 2007: 865).
Esta variable contiene seis opciones: caliza paleocena ( 15 ) (14); arenisca
albiense ( 16 ) (15); arenisca miocena ( 17 ) (16); calizas del Cretácico Superior
( 18 ) (17); travertino ( 19 ) (18);
aragonito ( 20 ) (19).
–– Los instrumentos de talla aluden a aquellos útiles empleados por los canteros sólo para la talla final de los bloques, al ser la operación de labra que tiene lugar en último lugar y, por ello, la más fácilmente reconocible. No obstante, la presencia de marcas de talla depende en buena medida de las litologías empleadas.
Mientras que en las rocas duras como la arenisca albiense rara vez se han identificado, en aquellas más aptas para la labra, como la caliza paleocena o la arenisca miocena, son mucho más comunes. Las opciones que tiene en cuenta esta variable son cuatro. El tallante (37), útil de percusión directa (también conocido como escoda), fue el principal instrumento empleado para la talla final en las iglesias románicas, acotándose su uso entre el siglo XI y mediados del siglo XIII (Bessac 1986: 51 y 104; Sánchez Zufiaurre 2007: 328-341).
La gradina (40) es el útil dentado de percusión indirecta que sustituirá en preeminencia al tallante en el siglo XIII y hasta mediados del siglo XVI (Bessac 1986: 142 y 185).
El trinchante (39) es un útil de percusión directa, como el tallante, pero dentado, como la gradina.
Según J. C. Bessac, que lo denomina “bretture”, ( 21 ) habría aparecido algo antes que la gradina, a finales del siglo XII, empleándose de forma paralela a ésta hasta el final de la Edad Media (Bessac 1986: 51 y 67).
El parecido de las marcas del trinchante y la gradina, que en ocasiones dificultan la propia adscripción a uno u otra, se ve afortunadamente paliado por una horquilla cronología muy semejante. El pico (41), instrumento de percusión directa, se ha utilizado de forma intermitente y genérica desde el año mil hasta nuestros días (Bessac 1986: 104).
( 13 ) T. Mannoni estableció que los sillares (conci ortogonali) deben cumplir dos reglas. Primero, todas sus caras han de constituir un plano rectangular. Segundo, todas las caras tienen que ser perfectamente perpendiculares con sus cuatro caras colindantes, cuestión que se logra con el uso de la escuadra (Mannoni 1997: 15-16).
( 14 ) Ambos conceptos divergen en el material empleado, su tratamiento y su puesta en obra. Así, la tradición especializada implica, por un lado, una elevada capacidad de movilización de recursos por parte de los promotores de la obra, ya que se sustenta en la producción de bloques ortogonales procedentes ex professo de una cantera. Por otro, supone una división del trabajo diversificada con un ciclo de la piedra muy elaborado, esto es, con un gran número de operaciones realizadas por diferentes individuos. La puesta en obra de los bloques es, asimismo, ordenada y predecible. Finalmente, exige la disposición de conocimientos técnicos complejos sobre el trabajo de la piedra. Todo esto desaparece o se simplifica en las producciones de tradición local, cuya dirección no es asumida ya por canteros, sino por albañiles. En ellas no es necesaria una gran inversión o conocimientos técnicos de importancia y apenas hay división del trabajo, puesto que su ciclo productivo se reduce a dos fases: obtención del material y puesta en obra, proceso en el que hay además una mayor libertad (Bianchi 1995; Mannoni 1997: 15, 21; Quirós 2001: 81-282; Quirós 2007: 45).
( 15 ) También conocida como “piedra blanca” o “piedra franca alavesa”, fue la más demandada para la talla y construcción monumental en Álava debido a su gran calidad, llegando también a ser empleada por canteros y escultores foráneos, principalmente a lo largo del Camino de Santiago. Dispone de unas equilibradas propiedades de labrabilidad y dureza y su textura y color permiten en las tallas estilizar el relieve y realzar los volúmenes (Martínez-Torres 2004: 51-52; Martínez-Torres 2009a: 11-14).
( 16 ) Litología de enorme dureza, usada incluso para afilar herramientas, y difícil talla cuyas canteras se hallan en el norte de Álava (Martínez-Torres 2004: 50).
( 17 ) Esta litología se encuentra en afloramientos de la Rioja Alavesa y Treviño y se caracteriza por su escasa dureza. Ello permite que sea la roca que más fácil se trabaja e, igualmente, la que menos durabilidad tiene (Martínez-Torres 2004: 50).
18 Roca muy común, de origen local y frecuentemente usada para la mampostería que se caracteriza por una gran compacidad y una densidad algo superior a la de la media de las calizas, debido a la ausencia de poros y laminación interna, así como por su gran resistencia al desgaste y a la meteorización (Martínez-Torres 2004: 49).
( 19 ) Conocida como toba en lenguaje coloquial, esta litología se empleaba sobre todo para la construcción de bóvedas, debido a su baja densidad, aunque también ocasionalmente para sillares o piezas escultóricas concretas (Martínez-Torres 2004: 48; Martínez-Torres 2011: 106).
( 20 ) Se considera una roca exótica, al aparecer sólo puntualmente en algunos sillares de templos de nuestro entorno, aunque probablemente se obtenía de zonas de extracción cercanas. Es blanda, por lo que su labra es sencilla y si se pule se obtienen resultados llamativos para cualquier construcción (Martínez-Torres 2004: 52).
( 21 ) L. Martínez Torres lo denomina trinchante (o hacha) dentado en oposición al trinchante liso (nuestro tallante) (Martínez-Torres 2004: 30).
Fig. 2.
Algunos de los aparejos de muros y esquinales: (1) sillería de caliza paleocena
(Markinez); (2) sillería de caliza paleocena y arenisca miocena (San Martín de Zar); (3) sillarejo de travertino (Ribera); (4)
mamp. semielaborada y spaccatura con esquinales de sillarejo (Katadiano); (5)
mamp. semielaborada y spaccatura con esquinales de mamp. escuadrada (Ntra. Sra. de Ayala,
Alegría-Dulantzi); (6) material recogido y esquinales de mamp. escuadrada
(Etxabarri-Kuartango); (7) material recogido (Valluerca); (8) material reutilizado
(Ullíbarri-Arana).
Fig. 3.
Marcas de talla: (1) Tallante a 45º (Moraza, Condado de Treviño); (2) Trinchante (San
Vicentejo, Condado de Treviño); (3) Gradina (Corro, Valdegovía).
–– Los patrones decorativos se tendrán en cuenta cuando se hallen en impostas, arquivoltas, canes y capiteles. Comprenden 12 opciones, repartidas entre la decoración geométrica y de temática vegetal: ajedrezado (54), círculos (55), encestado (56), sogueado (57), hojas de acanto con la parte superior doblada (58), clavos (59), hojas lanceoladas (60), taqueado simple (61), flores en aspa (62), semiesferas (63) y motivos vegetales organizados en círculos entrelazados (65).
–– Dentro de otras variables constructivas se incluyen todos aquellos aspectos que podría ser interesante tener en cuenta para rastrear las capacidades de los constructores y promotores de la obra: la presencia de contrafuertes (53), fragmentos de cornisa decorados (46), de canes
decorados ( 22 ) (47), de un marco de sillería (48) o de tímpano (50) en la portada o de elementos decorativos adicionales, como arcos ciegos, semicolumnas o impostas (49). También si la portada se ubica en una posición distinta a la oriental acostumbrada, como al oeste (51) o al norte (52).
Delimitación en periodos. Las marcas de talla como guía preliminar.
Relacionar todas estas variables para definir grupos constructivos homogéneos es una tarea complicada, y más con una muestra de iglesias tan elevada. Las aparentes correlaciones no están exentas de excepciones y resulta arduo definir con claridad los rasgos característicos de cada conjunto.
A estas dificultades hay que añadir que trabajamos sobre un lapso cronológico de dos siglos en el que se solaparon diversas soluciones edilicias cuya fijación temporal, sin embargo, no es posible determinar debido a la casi total ausencia de cronologías absolutas.
Salvo que cuenten con lápidas fundacionales conservadas o que hayan sido objeto de excavaciones arqueológicas, desconocemos en qué momento preciso se edificaron estas iglesias.
Por todo ello, en una primera aproximación se decidió utilizar como guía principal de ordenación la única
variable ( 23 ) con la que, gracias a las obras de J. C. Bessac, era posible obtener cronologías precisas: los instrumentos de talla.
Como se ha comentado previamente, el empleo del tallante se extendió entre el siglo XI y mediados del siglo XIII, cuando fue sustituido por la gradina, que se convirtió en el útil predominante hasta la segunda mitad del siglo XVI.
El trinchante, por su parte, apareció a finales del siglo XII y su uso se alargó hasta las postrimerías del siglo XV (Bessac 1986: 51, 67, 104, 142 y 185). Vemos, pues, que durante los siglos XII y XIII convivieron tres instrumentos de talla diferentes con cronologías diversas que podrían orientarnos en la tarea de agrupar las fases constructivas de la muestra.
( 22 ) No se tendrán en cuenta, por tanto, los canes lisos (cuarto de paralelepípedo con interior cilíndrico hueco), así como los de cuarto de esfera, con chaflán o en ángulo recto.
( 23 ) Si bien es cierto que en sus trabajos L. Martínez-Torres se refiere a cambios diacrónicos en el uso de las litologías constructivas, éstos son demasiado amplios y no permiten afinar las cronologías con el detalle necesario en este estudio. Según este autor durante el periodo románico y gótico (siglos X-XV) se preferían calizas paleocenas, en el Renacimiento y el Barroco (siglos XVIXVII) areniscas albienses y en los siglos siguientes areniscas miocenas. Estos cambios en la roca más demandada los explica a partir de las limitaciones de extracción de cada una, más que en criterios de facilidad de labra o alterabilidad (Martínez-Torres 2004: 57-58; 2007: 864 y 2009b: 42 y 44).
Fig. 4.
Cronología aproximada de uso del tallante, el trinchante y la
gradina. Fuente: elaboración propia a partir de Bessac 1986.
Sin embargo, antes de continuar conviene cotejar las cronologías absolutas de algunas iglesias con sus marcas de talla para ponderar hasta qué punto es válida la secuencia propuesta por J. C. Bessac en nuestro ámbito geográfico.
Tres de las ermitas de la muestra conservan inscripciones que remiten a su fundación, pese a que dos de ellas están en posición secundaria. La primera, San Juan Bautista en Markinez es la única que se conserva in situ y está datada en 1226
( 24 ) y en sus sillares se aprecia el uso mayoritario del tallante (en el ábside, el presbiterio y buena parte de la nave) pero también de la gradina (en la nave y los canes del ábside).
La segunda inscripción, de La Concepción en San Vicentejo (Treviño), tiene una fecha discutida, 1162 (era de 1200),
( 25 ) que algunos historiadores ven posible (Castiñeiras 2012: 237) pero que otros consideran errónea. Según estos autores dicha inscripción estaría incompleta, al faltarle algunos trazos, por lo que su cronología sería posterior, de comienzos del siglo XIII (Portilla y Eguía 1968: 190; Ocón 1996: 74).
Sus sillares muestran el empleo de tallante y trinchante.
El tercer epígrafe fue hallado en la restauración llevada a cabo en 1975 de la ermita de San Juan Bautista de Karkamu (Valdegovía), en un sillar oculto en el muro interno, bajo la ventana del ábside. Está fechado en 1150
( 26 ) y los sillares y piezas líticas del templo reflejan una talla final exclusiva a tallante.
Existe una cuarta lápida de una iglesia que no está en la muestra pero en la que debemos hacer un alto. La ermita y antigua parroquia de San Juan Bautista de Treviño dispone de un epígrafe en posición secundaria que hace referencia a su fundación en 1251 (Portilla y Eguía 1968: 217-218).
En la iglesia, asimismo, se emplea tanto tallante como gradina, con una ligera preeminencia de la segunda, principalmente en los paramentos superiores del ábside. La combinación de ambas tallas alcanza tal punto que uno de los sillares exteriores del torreón semicircular al norte tiene la mitad de su cara vista trabajada con tallante y la otra mitad con gradina, sin que se aprecien procesos posteriores de retallado.
( 24 ) La lápida dice así: “HEDIFICATIO : HUIUS : TEMPLI : FUIT : FACTA : SUB : ANNO : D : OMNI : M : CC : XX : VI : NONO : KL : DECEMBRIS : IOHE : PETRI : EPO : EXISTENTE : IN : CALAGURRA : ET : REGNANTE : FERDINADO : REGE : IN : CASTELLA : ET : M : ARCHIDIACONO : IN : ARMENTIA : ET : FURTUNIO : DE : MARQUINIZ : ARCHIPRESBITERO : IN : TRIVINIO : ET : GARSIAS : DE : PANGUA : MAGISTRO : IN : ARMENTIA : UT : VIDENTES : HOC : SCRIPTUM : ORENT : PRO : ANIMA : EPI : ESPECIALITER : ET : OMNIBUS : BENEFACTORIBUS : HUIUS : TEPLI ” (Portilla y Eguía 1968: 127-128). “Este templo se edificó el día noveno de la calenda del mes de diciembre del año del Señor de 1226, siendo Juan Pedro obispo en Calahorra y reinando Fernando en Castilla y siendo M(artín) arcediano en Armentia y Fortunio de Marquínez arcipreste en Treviño y García de Pangua maestro en Armentia. Para los que vean esta inscripción rueguen especialmente por el alma del obispo y por todos los benefactores de este templo” (Gómez Gómez 1997: 253, nota al pie nº 30).
( 25 ) “++ I(n) N(omin)ED(omin)I N(ost)RI IH(es)V X(rist)I EDIFICATVM EST HOC TEMPLVM IN (h)ONORE(M)S(anc)TI VICENCII ERA MILESIMA CC”. “En nombre de Nuestro Señor Jesucristo fue edificado este templo en honor de San Vicente en la era de 1200” (Castiñeiras 2012: 237).
( 26 ) En ella se lee: “AN CEI L CISTER VENIT”. “Anno centesimo quinquagesimo cister venit” (García Guinea y Pérez González 2011: 902). Una fecha que para A. Gómez, no obstante, resulta extraña, por ser temprana, todavía en vida de San Bernardo, para la orden del Cister en la península (Gómez Gómez 2000: 132).
Fig. 5. Tres de las inscripciones fundacionales referidas: (1) San Juan Bautista
(Markinez); (2) San Juan Bautista (Treviño); (3) La Concepción (San
Vicentejo).
Resultan útiles a este respecto los resultados de las excavaciones arqueológicas en iglesias, ya que aportan indicadores que permiten vincular los instrumentos de labra con cronologías concretas.
Así, tanto las piezas de caliza paleocena en posición secundaria halladas junto al templo de Santa María erigido en la primera mitad del siglo XII en el despoblado de Zornoztegi (Salvatierra) como los paramentos in situ de San Prudencio de Armentia (Vitoria-Gasteiz) o San Román de Tobillas (Valdegovía), sugieren una clara relación entre la arquitectura eclesial de este siglo y el empleo del tallante (Quirós 2008; Lasagabaster et al. 2006; Azkarate 1995).
Estos ejemplos permiten, en definitiva, concluir una serie de cuestiones sobre el empleo del tallante, el trinchante y la gradina durante los siglos XII y XIII. En primer lugar, parece confirmarse la horquilla cronológica ofrecida por J. C. Bessac para el tallante. Tanto los ejemplos referidos de iglesias excavadas, como su uso en la ermita de San Juan Bautista de Karkamu (1150) y Treviño (1251), así lo confirman.
Por otro lado, la gradina está documentada desde 1226, así que sabemos que ya se empleaba en nuestro territorio como mínimo en esta fecha. Ello no contradice necesariamente lo dicho por el arqueólogo francés, que consideraba dudoso el uso de la gradina para la primera mitad del siglo XIII por los pocos casos en los que se había identificado (Bessac 1986: 185).
En tercer lugar, queda la duda, debido a los problemas de transcripción de la lápida de San Vicentejo, de si realmente el empleo del trinchante puede adelantarse a una fecha tan temprana como 1162.
( 27 )
Con todo, e independientemente de la fecha en que se erigió dicha iglesia, parece plausible afirmar que el empleo del trinchante se adelantó en el tiempo al de la gradina.
En cualquier caso, estos problemas de delimitación temporal del trinchante, su coincidencia cronológica, aunque adelantándose quizá unas décadas, con la gradina, las ocasionales dificultades, ya referidas, para diferenciar las marcas de ambos útiles y las diferencias cuantitativas y cualitativas entre la muestra de iglesias de uno frente a la de la otra
( 28 ) nos han permitido aunar ambos instrumentos y diferenciar tres grandes periodos en la edificación de iglesias de los siglos XII y XIII: fases constructivas con tallante (ca. 1100-1250), fases con útiles dentados (ca. 1220-1300) y fases con tallante y útiles dentados (ca. 1220-1250).
( 27 ) Cabe mencionar, en cualquier caso, que J. C. Bessac consideró factible que ya en el tercer cuarto del siglo XII se pudiera haber usado este útil (Bessac 1986: 104).
( 28 ) Se han identificado 17 sólo con gradina y cuatro únicamente con evidencias de trinchante.
Delimitación en periodos. Distribución definitiva.
Siguiendo el criterio anterior se han definido tres periodos: el periodo 1, el más antiguo y correspondiente a las fases constructivas con tallante, queda formado por 45 de las 112 de la muestra; el periodo 2, tallante y útiles dentados, integra 11; y el periodo 3, útiles dentados, 23.
No ha sido posible atribuir a ninguno de estos tres periodos 33 fases constructivas de los siglos XII-XIII (29,5 % de la muestra) puesto que sus paramentos no evidenciaron el empleo de ninguno de estos útiles. Un porcentaje importante que trataremos de reducir a lo largo de los siguientes párrafos.
Fig. 6. Cronología de los tres periodos diferenciados.
Para ello se hará uso de un instrumento común del que debe valerse la arqueología de la arquitectura, junto a la estratigrafía, la arqueometría o la propia estratigrafía (Quirós 2002: 28-29): los estudios histórico-artísticos, basados en las analogías formales de elementos.
Hace más de dos décadas G. P. Brogiolo defendía así la necesidad de este tipo de análisis para la naciente disciplina: Un edificio no está constituido sólo por estratos, sino también por formas. La lectura estratigráfica, al limitarse a documentar y secuenciar las acciones constructivas, no posee los instrumentos conceptuales que definen los aspectos estilísticos y formales de un edificio. [...]
Los conocimientos histórico-artísticos son también indispensables para establecer la equivalencia entre distintas acciones constructivas (Brogiolo 1995: 32).
Resulta fundamental, con todo, que estos estudios se desarrollen siempre una vez se haya desarrollado la secuencia estratigráfica.
( 29 )
( 29 ) “Stratigraphy provides a route to understanding of the elaborate constructional and decorative sequences that will be the basis for developing new and accurate typologies. Related to these, parallels emerging from traditional typologies do not work any longer, because they have to consider the building as a whole, and as having several constructions. Parallels thus become more complex and difficult to establish, as far as they depend on the stratigraphic sequence” (Utrero 2010: 25).
De esta forma, “una vez documentado en contextos estratigráficos, el estilo de ciertos elementos constructivos y ornamentales también constituye una variable tipológica capaz de ofrecer cronologías de notable precisión para espacios culturalmente acotados” (Moreno 2014: 10).
El primero de estos análisis se centrará en las seis iglesias del noroeste de Álava próximas entre sí cuyos vanos comparten destacables características. Se trata de las parroquias de Katadiano, Zuhatzu-Kuartango (en Kuartango), Beluntza, Oiardo (en Urkabustaiz), Guillerna (en Zuia) y Olano (en Zigoitia). Forman un área triangular de unos 80 km2, cuyo vértice norte estaría en Oiardo, el este en Olano y el sur en Zuhatzu-Kuartango.
Al menos uno de los vanos de cada uno de estos templos se corresponde con un ventanal ornamentado elaborado con piezas talladas en diferentes litologías (salvo en el caso de Guillerna, donde sólo se empleó la arenisca albiense). En ellos tanto la disposición (con trasdós, arquivoltas, imposta y tres columnas) como los motivos decorativos, se repiten de forma llamativa.
Asimismo, y salvo la mencionada excepción de Guillerna, todos estos ventanales se ejecutaron empleando litologías variadas. En tres de los casos se alternaron piezas de caliza paleocena, arenisca albiense y calizas del Cretácico Superior (Zuhatzu-Kuartango, Katadiano y Beluntza) y en los otros dos se combinaron estas últimas con calizas paleocenas (Oiardo) y areniscas albienses (Olano).
Este fenómeno, que hallamos en otros templos de los ayuntamientos de Kuartango y Urkabustaiz, implica una elevada planificación y un amplio conocimiento de las características de cada roca por parte de los canteros, que debían ocuparse de preseleccionar las piedras, transportarlas desde canteras dispersas y subrayar las cualidades de cada una, fundamentalmente cromáticas, en el conjunto (Martínez-Torres 2011: 108-109).
Fig. 7. Relación de motivos decorativos en los vanos de las seis iglesias del noroeste alavés.
Fig. 8. Ventanales semejantes de Beluntza (1), Guillerna (2), Katadiano (3), Oiardo (4), Olano (5) y
Zuhatzu-Kuartango (6).
Las composiciones litológicas complejas y las similitudes decorativas apuntadas sugieren que las seis iglesias se edificaron en un lapso de tiempo breve y muy probablemente a manos del mismo taller constructivo.
Dado que la fase de la parroquia de Beluntza está ubicada dentro del periodo 3
(c.a. 1220-1300), al contar con marcas de gradina, podemos adscribir sin excesivos obstáculos el resto de templos a este mismo momento.
El segundo de estos acercamientos histórico-artísticos hará referencia a las cuatro iglesias en Kuartango (el antiguo edificio parroquial de Archua y las parroquias de Sendadiano, Tortura y Urbina Eza) que disponen de un tipo de portada muy similar y poco común en la arquitectura de nuestro territorio en los siglos XII-XIII: cuatro arquivoltas apuntadas (tres en el caso de Archua) que apoyan sobre jambas de arista, con imposta y trasdós.
Todo ello ejecutado mediante el empleo de calizas del Cretácico Superior y sin un solo elemento decorado.
Esta misma morfología de portada (con tres arquivoltas) hallamos en la ermita de San Pedro de Gorostiza, en Zestafe (Zigoitia), al norte de la provincia, aunque en arenisca albiense.
La similitud de estas portadas con la de la parroquia de Arenaza (Arraia-Maeztu), a pesar de situarse en el otro extremo de la provincia y de estar realizada con calizas del Paleoceno, es indiscutible. Su vano de acceso, que cuenta con las tres arquivoltas de Archua y la ermita de San Pedro, muestra idéntica sobriedad y disposición.
Por ello es posible que, de nuevo, nos hallemos ante un mismo taller constructivo que trabajó en varias iglesias del territorio o, al menos, ante una preferencia para la que presuponemos cierta coincidencia cronológica.
Así pues, esta similitud tipológica nos posibilita adscribir las fases de los cuatro templos cuartangueses y la ermita en el periodo 3
(c.a. 1220-1300), donde, debido a las evidencias del uso de gradina en la propia portada, habíamos incluido la fase de Arenaza.
Fig. 9. Portadas semejantes de Sendadiano (1), Tortura (2), Arenaza (3), Artxua (4), Urbina Eza (5) y San Pedro de Gorostiza (6).
En tercer lugar, el ábside semicircular en sillería de la ermita de Nuestra Señora de Elizmendi, en Kontrasta (Valle de Arana), parece tener poco que ver con las elaboradas cabeceras de esta morfología que hallamos en otras iglesias de la muestra.
Sus reducidas dimensiones, ( 30 ) la presencia de una única saetera en el ábside a modo de iluminación y de excepcionales modillones circulares sin cornisa en su remate o que se planificase una cubierta de madera y no una bóveda de horno podrían sugerir una mayor antigüedad o los “tanteos de una fase creativa temprana” (López de Ocáriz 2014: 40-41).
( 30 ) El análisis de las dimensiones de los presbiterios en las iglesias de cabecera semicircular en Álava y Treviño revela que las de esta ermita son excepcionalmente reducidas. La medida A (anchura del presbiterio) es de 2,1 m, la B (longitud del presbiterio) de 2,2 m y su área útil de 4,6 m2, mientras que las medias excluyendo este templo alcanzan los 4,6 m para la medida A, los 2,6 m para la B y los 12,1 m2 para el área útil.
Estas peculiares características y el hecho de que, como veremos más adelante, las iglesias con ábside semicircular se concentran en el periodo 1 (ca. 1100-1250) nos impelen a ubicar aquí, y quizá en un momento inicial del periodo, esta ermita.
Por último, el remate de los muros de la nave de la ermita de San Julián y Santa Basilisa (Zalduondo), sin cornisa y con grandes canes decorados, recuerda más al de la ermita de Nuestra Señora de Elizmendi que al típico de la arquitectura “románica” por lo que podría ser reflejo de su antigüedad.
Por ello, y a pesar de que las intervenciones arqueológicas no han ofrecido hasta la fecha una cronología precisa de dicha reforma, consideramos que esta fase debe integrarse también en el periodo 1
(c.a. 1100-1250).
En definitiva, y a partir de la argumentación expuesta, se habría conseguido reducir la cantidad de individuos sin clasificar de 33 a 21, a un más razonable 18,8 %, quedando la distribución definitiva entre periodos de la siguiente manera: periodo 1, 47 fases; periodo 2, 11 fases; periodo 3, 33 fases.
Tendencias.
Tras llevar a cabo esta distribución ya podemos analizar con más detalle las variables de los individuos para subrayar así los contrastes en las formas de edificar iglesias de los tres periodos.
Con todo, asumimos que, salvo excepciones concretas, ninguno de los periodos será totalmente homogéneo o dispondrá de rasgos diferenciales únicos. Las transformaciones edilicias en estos dos siglos deberán ser rastreadas a partir de alteraciones destacadas en los porcentajes de cada una de las opciones.
Hay que tener en cuenta que la mayoría de las variables analizadas no deberían contar con un significado diacrónico claro, respondiendo más a otros factores funcionales, sociales o productivos (Ferrando et al. 1989: 654), por lo que no hay que tomar todas en consideración, “...sino sólo aquellas que tengan un valor lo suficientemente representativo como para ser consideradas como marcadores cronológicos” (Vargas 2013: 13).
De esta forma, se reconocen hasta cuatro variables con alteraciones tan significativas entre los periodos 1 y 3 como para poder atribuirles un sentido diacrónico.
En primer lugar, el sistema productivo de cantería se reduce considerablemente en el periodo 3 respecto al 1 y al 2. Esto es, a lo largo del siglo XIII se generalizan las iglesias con sistema mixto en cuya construcción el cantero tiene un menor protagonismo, limitándose sólo al remate, los vanos y, de forma ocasional, los esquinales.
Fig. 10. Mapa con la distribución de las iglesias de los tres periodos diferenciados (Autor: J.
Ordoño).
Mientras que en los periodos 1 y 2 más del 40 % de las fases están erigidas sólo por canteros (42,6 %, 20 de 47, en el primero y 45,5 %, 5 de 11, en el segundo), en el periodo 3 dicho porcentaje se reduce hasta el 15,2 % (5 de 33).
También en la morfología del ábside se identifican destacables cambios. En el periodo 1 los ábsides rectos están prácticamente igual de representados que los semicirculares, 48,7 % (19 de 39)
( 31 ) y 46,2 % (18 de 39) respectivamente, siendo los ochavados muy minoritarios (5,1 %, 2 de 39).
Aunque en una muestra mucho más reducida, y por tanto más tendente a error, parece que esta proporción se reduce en el periodo 2, siendo el 54,6 % ábsides rectos (6 de 11), el 36,4 % semicirculares (4 de 11) y el 9,1 % (1 de 11) ochavados.
En cualquier caso, esta tendencia se verá acentuada en el periodo 3, donde prácticamente los templos de ábside semicircular desaparecen. De los 25 templos que componen la muestra 23 tienen ábside recto (92 %), uno semicircular
( 32 ) y otro ochavado (ambos 4 %).
Otra de las tendencias de cambio sobre la que debemos hacer un alto corresponde a la tipología de los vanos en la fachada oriental. Aunque en los tres periodos los ventanales tienen un predominio manifiesto sobre las saeteras, parece observarse un descenso del uso de éstas últimas en los periodos 2 y 3.
En este sentido y durante el periodo 1, la presencia de ventanales en el muro de cierre oriental corresponde al 71,4 % de la muestra (25 de 35), la de saeteras al 22,9 % (8 de 35) y la de saeteras-ventanales y óculos-ventanales al 2,9 % cada una (1 de 35).
En el periodo 2 el porcentaje de saeteras se reduce al 9,1 % (1 de 11), mientras que aumenta el de ventanales (81,8 %, 9 de 11) y saeteras-ventanales (9,1 %, 1 de 11), produciéndose escasos cambios en dichos porcentajes
( 33 ) durante el periodo 3.
Estos datos sugieren una clara preferencia, según se avance en estos dos siglos, hacia vanos más elaborados, costosos y con mayores posibilidades de ornamentación que las ventanas monolíticas o las sencillas saeteras.
Por último, haremos referencia a los cambios en el empleo de aquellas litologías utilizadas para la ejecución de sillares, sillarejos y piezas talladas, generalmente traídos de canteras alejadas pero que ocasionalmente tenían un origen local.
( 34 )
( 31 ) Cuando, como en este caso, la muestra específica para esta variable no corresponda con la muestra total del periodo, significa que no se han tenido en cuenta los casos en los que no se haya conservado el objeto de análisis (ábsides, portadas o vanos orientales).
( 32 ) El único ejemplar de ábside semicircular en el periodo 3 corresponde a la parroquia de San Juan Evangelista en Acebedo (Valdegovía). El templo ha sido adscrito a este periodo por las marcas de gradina que se observan en algunas piezas del remate pero lo cierto es que nos es imposible aseverar con una mínima seguridad que la cornisa y los canes fueran realmente elaborados en los siglos XII-XIII. Las modificaciones a las que ha sido sometido el templo en épocas posteriores resultan evidentes por la ausencia de vano oriental, puesto que todas las iglesias medievales, y hasta la extensión de los retablos en el siglo XVI, contaban con uno o más vanos abiertos hacia el este. Sin embargo, estas reformas son difícilmente identificables por el enlucido que cubre sus muros de materiales no trabajados. Este hecho, junto a la propia morfología de la portada, que parece asociarse más con el periodo 1 (véase más adelante), hacen sospechar que la iglesia quizá fuera edificada en un momento anterior.
( 33 ) 73,7 % de ventanales (14 de 19); 10,5 % de saeteras (2 de 19), así como de saeteras-ventanales; 5,3 % de óculos (1 de 19).
( 34 ) Ello ocurre con las parroquias de Leorza, Musitu (Arraia-Maeztu) y San Miguel (Ribera Alta), construidas íntegramente con rocas de calidad, incluyendo la mampostería, debido a afloramientos locales. En concreto, las dos primeras emplean calizas paleocenas y la tercera areniscas miocenas.
Si analizamos los datos en bruto, sin tener en consideración para qué se empleaban estas litologías o si su uso era generalizado o puntual (obras de cantería u obras mixtas), no se aprecian diferencias destacables entre los tres periodos. El empleo de calizas paleocenas es mayoritario o exclusivo.
En el periodo 1 el 40,4 % (19 de 47) de las fases emplean exclusivamente este tipo de roca, mientras que el 53,2 % (25 de 47) lo hace en combinación con otros. Sólo en el 6,4 % (3 de 47) de los casos no se atestigua su uso.

Fig. 11. Representación
porcentual de los sistemas productivos mixto y de cantería por periodo.
Fig. 12.
Representación porcentual de ábsides rectos, semicirculares y ochavados por periodo.
Fig. 13. Representación porcentual de los tipos de vanos en la fachada oriental por periodo.
Fig. 14. Representación porcentual de las litologías empleadas en sillares, sillarejos y piezas talladas por periodo.
En el periodo 2 la caliza paleocena aparece en sus once fases: en siete de forma exclusiva (63,6 %) y en las cuatro restantes combinada (36,4 %). El periodo 3 muestra una utilización semejante de este material, representando un 84 % de la muestra total (45,4 %, 15 de 33, solo y 39,4 %, 13 de 33, combinado).
Resulta significativo que sea en las fases sin periodo asignado donde se encuentra el menor porcentaje de empleo de calizas paleocenas, apareciendo de forma exclusiva en el 10 % (2 de 20)
( 35 ) de los casos.
( 35 ) No se ha contabilizado la ermita de Nuestra Señora de Goikogana (Oiardo) por ser la única ejecutada bajo un sistema productivo de albañilería, al menos a tenor de los restos conservados.
Ello se explica sin duda porque las marcas de talla, guía de la distribución en periodos, se identifican mejor en las calizas paleocenas que en el resto de litologías.
No obstante, si ceñimos el análisis a las fases con sistema productivo mixto, aquéllas en las que se limitó el empleo de rocas de calidad a elementos puntuales, se observan cambios relevantes entre el periodo 1 y 3.
Parece que, mientras que en el periodo 1 la caliza paleocena es claramente el material predominante en las piezas de cantería (esquinales, portada, vanos y remate), en el periodo 3 su demanda se reduce en favor de otros materiales.
Ello se percibe perfectamente al comparar los datos sobre los esquinales. En el periodo 1 los esquinales de sillería y sillarejo y en litologías de calidad representan el 75 % de la muestra (15 de 20), empleándose en un 40 % de los casos totales (8 de 20) la caliza paleocena de forma exclusiva y en un 15 % (3 de 20) combinada con otra roca.
En el periodo 3, por el contrario, los esquinales de sillería y sillarejo con estas litologías se reducen a un 25 % (7 de 28), ejecutándose un 14,3 % de la muestra total (4 de 28) con caliza paleocena, de forma exclusiva (10,7 %, 3 de 28) o combinada (3,6 %, 1 de 28).
Parece, por tanto, que en este momento las iglesias que optan por emplear en sus esquinales sillares y sillarejos en materiales de calidad son una clara minoría, prefiriendo otras litologías locales que podían ser trabajadas y puestas en obra por albañiles a un menor coste.
Esta misma reducción en el empleo de la caliza paleocena, aunque menos acusada, se identifica al analizar la evolución de las portadas, vanos y remates (canes y cornisas). Mientras que en el periodo 1 el 95 % (19 de 20) de las portadas se han elaborado con caliza paleocena, el 80 % (16 de 20) empleándola de forma exclusiva, en el periodo 3 esos porcentajes se reducen al 66,7 % (12 de 18) y 55,6 % (10 de 18) respectivamente.
Del mismo modo, en el 87,5 % (21 de 24) de los casos del periodo 1 se ejecutaron vanos con caliza paleocena, en el 66,7 % (16 de 24) sin combinarla con ninguna otra roca. En el periodo 3, sin embargo, dichos porcentajes caen al 76,2 % (16 de 21) y 42,9 % (9 de 21).
Los materiales empleados para los canes y cornisa del remate reflejan idéntico proceso. Siendo en el periodo 1 los remates realizados sólo en caliza paleocena los más demandados (52,4 %, 11 de 21) y apareciendo esta litología en el 76,2 % de los casos (16 de 21), en el periodo 3 estas cifras disminuyen considerablemente. El 30,4 % de los remates de este periodo (7 de 23) fueron realizados exclusivamente con caliza paleocena, empleándose esta roca en el 47,8 % (11 de 23) de los casos.
El resto de variables analizadas no presentan diferencias tan marcadas entre periodos. Así, tanto en el periodo 1 como en el 3 se identifican las cuatro opciones discriminadas para la morfología de la portada: arquivoltas-columnas, arquivoltas-baquetones, arquivoltas-jambas de arista y arco-jambas de arista. Sin embargo, sus porcentajes muestran una cierta tendencia a la homogeneización que no puede ser pasada por alto.
Mientras que en el periodo 1 son dos opciones las predominantes (arquivoltas-columnas y arquivoltas-jambas de arista), con valores por encima del 30 % (39,3 % y 32,1 %
respectivamente), ( 36 ) en el periodo 3 la morfología arquivoltas-jambas de arista despunta con claridad, ocupando casi la mitad de la muestra (47,6 %, 10 de 21), sobre la de arquivoltas-columnas (28,6 %, 6 de 21), arquivoltas-baquetones (19 %, 4 de 21) y arco-jambas de arista, prácticamente desaparecida, con un único caso
( 37 ) (4,8 %).
Variaciones más sutiles entre los periodos 1 y 3 se evidencian también en las opciones tenidas en cuenta en “Otras variables constructivas”. En este sentido, los canes decorados son mayoritarios en el 1 respecto al 3.
De las 42 fases en las que los hallamos el 57,1 % (24) pertenecen al periodo 1 y el 21,4% (9) al periodo 3. ( 38 )
Lo mismo ocurre con las cornisas decoradas: mientras que del periodo 1 son el 61,5 % (8 de 13), del periodo 3 únicamente el 15,4 % (2 de 13).
( 39 )
( 36 ) Le siguen más lejos las portadas con arquivoltas-baquetones y arcojambas de arista (ambas 14,3 %, 4 de 28).
( 37 ) Éste corresponde a la referida parroquia de Acebedo. Como comentábamos más arriba, la presencia tanto de esta portada, más típica del periodo 1 (aunque minoritaria), como del propio ábside semicircular, pueden sugerir una cronología más temprana a la establecida.
( 38 ) Faltan los dos casos del periodo 2 (4,8 %) y los siete sin periodo asignado (16,7 %).
( 39 ) Faltan los dos casos del periodo 2 (15,4 %) y la fase sin periodo asignado (7,7 %).
Fig. 15.
Representación porcentual por periodo de las litologías empleadas en los esquinales de las iglesias con sistema productivo mixto.
Fig. 16. Representación porcentual por periodo de las litologías empleadas en portadas, vanos y remates de las iglesias con sistema productivo mixto.
Fig. 17. Representación porcentual de los tipos de portada por periodo.
Igualmente, los elementos decorativos adicionales (semicolumnas, impostas o arcos ciegos) que ornamentaban algunos ábsides durante el periodo 1 no pervivieron más allá del periodo 2, probablemente por su relación con las morfologías semicirculares y ochavadas, que prácticamente desaparecen en este momento. Los porcentajes son claros: el 66,7 % de las fases con estos elementos se adscriben al periodo 1 (8 de 12) y el 33,3 % al periodo 2 (4 de 12).
Con todo, el resto de opciones de esta variable no parece reflejar grandes desigualdades entre periodos.
Los contrafuertes, ( 40 ) tímpanos ( 41 ) o marcos de sillería rodeando la portada
( 42 ) aparecen representados de forma homogénea en los tres periodos. Por otro lado, los tres casos en que la portada se emplazó al oeste (las parroquias de Jokano, Sendadiano y Tortura) parecen responder a una tendencia concreta del valle de Kuartango que sobrepasa nuestra periodización.
( 43 )
El único caso en que se situó al norte, la ermita de San Martín de Lantarón en Sobrón, se debió probablemente a la orografía, ya que la parte sur daba a un desfiladero y la norte al camino de acceso a la antigua aldea.
Tampoco la preferencia por un patrón decorativo parece estar relacionada directamente con un periodo específico, aunque sí que ciertos motivos tienen más presencia en unos que en otros. Ello ocurre con el ajedrezado
( 44 ) y las semiesferas, ( 45 ) representados de forma mayoritaria en el periodo 1 (59 % y 63 % respectivamente).
El resto de patrones tiene una muestra demasiado limitada o está lo suficientemente repartido para ser tomado en consideración. ( 46 )
( 40 ) Periodo 1: 4. Periodo 2: 2. Periodo 3: 3. Sin clasificar: 1.
( 41 ) Periodo 2: 1. Periodo 3: 1.
( 42 ) Periodo 1: 5. Periodo 2: 5. Periodo 3: 6. Sin clasificar: 1.
( 43 ) Periodo 1: 1. Periodo 3: 2.
( 44 ) Periodo 1: 23. Periodo 2: 3. Periodo 3: 10. Sin clasificar: 3.
( 45 ) Periodo 1: 10. Periodo 3: 2. Sin clasificar: 4.
( 46 ) El caso de las hojas lanceoladas es significativo. Cuatro de las cinco fases en las que se identificó este motivo (las parroquias de Beluntza, Miñano Menor, Oiardo y Olano) pertenecen al periodo 3, siendo la quinta la parroquia de Ondategi, sin periodo asignado. Si la muestra hubiese sido mayor y, en consecuencia, la correlación entre este patrón decorativo y el periodo 3 hubiese estado más fundamentada, se habría considerado la adscripción de la fase de Ondategi al mismo.
Fig. 18. Representación porcentual de la presencia de canes decorados, cornisas decoradas y elementos decorativos adicionales en los periodos 1 y 3.