Arqueología subacuática. Una importante herramienta para el estudio de Mesoamérica. La arqueología subacuática: una herramienta para el estudio de Mesoamérica. Víctor Barrera Alarcón.
El siguiente trabajo se plantea como una introducción al mundo de la arqueología subacuática para lectores ajenos a la materia. Por ello es conveniente realizar en una primera parte un acercamiento superficial al mundo del buceo, desde unas pinceladas relativas a la fisiología básica del buceo hasta los diferentes procesos postdeposicionales que más comúnmente afectan a los restos arqueológicos ubicados en los entornos anegados, haciendo especial incidencia en aquellos localizados en el medio marino. Posteriormente se realiza una aproximación al propio quehacer de la arqueología subacuática, una introducción a su metodología de trabajo más común, desde las primeras fases de recopilación de información hasta la excavación arqueológica subacuática propiamente dicha. Por último se muestran una serie de ejemplos donde ha quedado probada la utilidad de esta disciplina para el estudio de las diferentes culturas que poblaron Mesoamérica a lo largo de su historia. Se parte de la base de que el lector es conocedor o posee ciertas nociones y/o inquietudes sobre la teoría y la metodología básica de la arqueología como disciplina. Existen en la actualidad un ingente número de publicaciones sobre el tema ( 1 ). En cambio, no son tantas las publicaciones dedicadas a la introducción de los principios teóricos y metodológicos de la arqueología subacuática ( 2 ) y, en su mayor parte, no se tratan de libros o manuales al uso como podría ser el caso anterior, sino capítulos de obras monográficas o artículos en revistas científicas con un alcance menor para el público en general. Todo ello ha contribuido a crearse entre el gran público una idea algo distorsionada de la arqueología subacuática, revistiéndola con un halo de romanticismo en el que la disciplina pierde su faceta científica, siendo los arqueólogos subacuáticos considerados una especie de aventureros que se lanzan a explorar las profundidades marinas para recuperar diferentes restos arqueológicos y depositarlos en un museo para su exposición. Sin embargo, y de acuerdo con las palabras de Javier Nieto ( 3 ), la arqueología subacuática conlleva una serie de operaciones antes, durante y después de la excavación que serán las que permitan rodear al objeto hallado de una serie de informaciones que harán que esa pieza recuperada sea realmente válida para el conocimiento de la historia. Así, por ejemplo, un ánfora puede ser la consecuencia de un acto de voluntad humana que la fabricó en un momento y un lugar determinado como respuesta, por ejemplo, a una necesidad económica y que propició que la hallásemos en un yacimiento muy alejado de su lugar de producción gracias a un entramado de sistemas de transportes y relaciones comerciales ( 4 ). La arqueología (y por ende, la arqueología subacuática) resuelve cuestiones acerca del pasado, no acumula objetos antiguos por sí mismos. La arqueología es investigación, no coleccionismo. Así, la pieza arqueológica de nuestro ejemplo, será útil para la investigación en la medida que pueda ofrecer información a los interrogantes que planteemos y que nos permitan aproximarnos a conocer el modo de vida de los individuos y las sociedades relacionadas con ella.
La práctica de la arqueología subacuática, o al menos los primeros pasos de la disciplina, comenzaron muchos años antes de comenzarse a conocer con tal nombre. El descubrimiento en el año 1901 de un importante cargamento de esculturas de bronce y mármol en las aguas de Anticythera (Grecia) recuperadas con nulo rigor científico por las autoridades griegas y trasladadas al Museo Arqueológico Nacional de Atenas, así como una serie de precedentes anteriores como, por ejemplo, el descubrimiento del pecio de Cala Cativa y su importante lote de ánforas itálicas en España (Cabo de Creus) en 1891, provocaron la aparición del término de Arqueología Submarina a lo largo de los primeros años del siglo XX, término que se popularizaría con notables hallazgos en la costa tunecina o, de manera algo posterior, en la Provenza francesa. No hemos de olvidar que estamos hablando de los primeros pasos de la arqueología subacuática (recordemos, arqueología submarina por aquel entonces) disciplina que para aquellos momentos de comienzos del siglo XX era vista con cierto desinterés por parte del mundo científico, actitud lógica para algunos autores ( 5 ) ligada, junto a otra serie de factores, al desconocimiento que se tenía por aquel entonces del mundo submarino. ( 1 ). Sólo por señalar algunas publicaciones donde el lector puede encontrar información básica sobre buena parte de las nociones que hablaremos en el presente capítulo destacaremos, entre muchos otros manuales de referencia, las obras de: Renfrew, Colin y Bahn, Paul: Arqueología. Teoría, métodos y prácticas. Madrid: Akal, 2011.; Gutiérrez, Sonia: Arqueología. Introducción a la historia material de las sociedades del pasado. Murcia: Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2001; Roskams, Steve: Teoría y práctica de la excavación. Barcelona: Crítica, 2003. ( 2 ). En castellano tenemos, entre otros, los trabajos de: Nieto, Francisco Javier: Introducción
a la arqueología subacuática. Barcelona: Cymys, 1984; Nieto, Francisco Javier. Principios
metodológicos de una excavación arqueológica subacuática. En: Cau
Ontiveros, Miguel Ángel y Nieto, Francisco Javier (coords.). Arqueología nàtica
mediterrània, pp. 183-188. Girona: Centre d’Arqueologia Subacuàtica de Catalunya, 2009; Fuertes,
Fuertes, Carlos de Juan. La prospección arqueológica subacuática. Principios y métodos.
En: Cau Ontiveros, Miguel Ángel y Nieto, Francisco Javier (coords.). Arqueología
nàutica mediterrània, pp. 131-132. Girona: Centre d’Arqueologia Subacuàtica de Catalunya, 2009.; León, Carlos. Metodología
de la arqueología subacuática. Monte Buciero. Núm. 9 (2003), pp. 109-125. ( 4 ). Nieto (1984), Op. Cit., pp. 35-127. ( 5 ). Martín-Bueno, Manuel. Patrimonio cultural sumergido: investigar y conservar para el futuro. Monte Buciero. Núm. 9 (2003), pp. 23-27 No será hasta la invención de la escafandra de buceo autónomo con circuito abierto por parte de los franceses Jacques-Yves Cousteau y Émile Gagnan en 1943 y, especialmente, el paso de este descubrimiento a la vida civil con la patente comercial del mismo en 1946 bajo el nombre comercial de Aqua Lung cuando el buceo comenzó a calar más hondamente en la sociedad y muchos más individuos se lanzaron a explorar las profundidades del mundo marino. Así, si antes de la invención del equipo autónomo de buceo se conocían algunos campos de ánforas, ahora eran reconocidos por doquier. Estos nuevos “exploradores”, los buceadores deportivos, comenzaron una larga tarea de localización, información y, en algunos casos lamentablemente, destrucción de multitud de yacimientos sumergidos. No será hasta la década de los sesenta cuando, con el fin de precisar mejor los términos y para no dejar fuera de la categoría a todo el rico patrimonio cultural de las aguas interiores, se propuso un cambio en la terminología en el que la hasta entonces arqueología submarina comenzaría a denominarse arqueología subacuática. Ahora bien… ¿dónde quedaron los arqueólogos en todo este proceso? Sorprende la respuesta a esta pregunta pero, pese a la gran cantidad de restos arqueológicos que desde mediados del siglo XX comenzaron a registrarse en aguas del Mediterráneo, los arqueólogos apenas tienen un papel relevante en la historia por el momento. La ausencia de arqueólogos durante estas primeras etapas de vida de la arqueología subacuática es el resultado de una situación lógica para el Doctor Martín Bueno: Una actividad que partía de la base de la exploración subacuática, con la utilización de unos recursos técnicos y materiales, que estaban a disposición de muy pocos, para cuyo uso se exigían unas facultades físicas, similares a las de los atletas, era algo que no estaba al alcance de todo el mundo y sin duda un poco menos al de los arqueólogos e historiadores más dados a actividades sedentarias que a las que requerían una notable preparación física. Por ello no es de extrañar que fueran precisamente esos deportistas agrupados en clubes de pesca submarina en un principio, quienes se arriesgaran entusiásticamente a utilizar los primeros equipos de buceo autónomo y se lanzaran a la exploración submarina; luego vendría el resto. ( 6 ) Efectivamente, tal y como se señala en el párrafo anterior, no hemos de olvidar que la formación de los buceadores hasta finales de la década de 1980 residió sobre la base de la formación que se exigía a los buceadores de combate. Una vez abandonado el viejo sistema de enseñanza a partir de la década de los 90 se modernizó la docencia modificándose el entrenamiento de los comúnmente denominados “buceadores deportivos”, experimentándose un auténtico auge de la actividad del buceo y todo aquello que la rodea. Auge que aún perdura hasta nuestros días. Hasta aquí se ha realizado un breve repaso por la historia de la disciplina
y del tránsito en su denominación de arqueología submarina a arqueología
subacuática pero… ¿Qué significa realmente el término arqueología subacuática?. De esta manera, la idea presente en la obra de Bass ( 8 ), que define la arqueología subacuática como arqueología y no como una disciplina supeditada a ésta, es quizá el consenso más extendido en este campo. De acuerdo con las palabras de dos grandes personalidades
de la arqueología subacuática como son Piero Gianfrotta y Patrice Pomey: ( 6 ). Martín-Bueno (2003), Op. Cit., p. 27 ( 7 ). Nieto (1984), Op. Cit., p. 17. ( 8 ). Bass, George: Archaeology under water. New York: Praeger, 1966. ( 9 ). Gianfrotta, Piero y Pomey, Patrice: Archeologia subacquea. Milan: Mondadori, 1980. Por lo tanto, si partimos de la premisa propuesta por Gianfrotta y Pomey en la que “arqueología subacuática = arqueología” la definición del segundo término de la ecuación nos servirá para dotar de significado al primero. De esta manera, necesitaríamos reformular la pregunta a “¿Qué es la arqueología?”… una difícil pregunta no exenta de debate. Para responder a la cuestión podemos ser tan sintéticos como “la arqueología es el estudio de las sociedades pasadas a través de sus restos materiales” ( 10 ) o tan literarios como: La arqueología es, en parte, el descubrimiento de los tesoros del pasado, el trabajo meticuloso del analista científico y el ejercicio de la imaginación creativa. Es fatigarse bajo el sol en una excavación en el desierto de Irak, y trabajar con esquimales en las nieves de Alaska. Es sumergirse en busca de navíos españoles hundidos en la costa de Florida, e investigar las cloacas del York romano. Pero es también la tarea esmerada de interpretación que nos permite entender qué significaron estas cosas en la historia de la humanidad. Y también la protección del patrimonio cultural mundial contra el saqueo, la negligencia y la destrucción. La arqueología es, pues, tanto una actividad física de campo como una búsqueda intelectual en el estudio o el laboratorio. ( 11 ) Tal y como podemos apreciar en el fragmento anterior, según las palabras de Colin Renfrew y Paul Bahn, todo ello es arqueología y, tal y como podemos apreciar, la arqueología subacuática tiene cabida dentro de esta descripción. Sólo existe una arqueología: la que trata de reconstruir la historia por medio de los restos materiales de las sociedades pasadas. Los planteamientos metodológicos son los mismos tanto a la hora de excavar un poblado de la Edad del Hierro o una ciudad del período Clásico Tardío mesoamericano como a la hora de excavar un galeón del siglo XVI d.C. o documentar los restos arqueológicos presentes en un antiguo fondeadero del siglo II d.C. ( 12 ). ( 10 ). Renfrew, Colin y Bahn, Paul: Arqueología. Conceptos clave. Madrid: Akal, 2008: p. 294. ( 11 ). Renfrew y Bahn (2011), Op. Cit., p. 12. ( 12 ). Nieto (1984), Op. Cit., p. 20; LEON (2003), Op. Cit., p. 111. El papel de la arqueología subacuática consiste, entonces, en adaptar las técnicas de trabajo de la investigación arqueológica al medio subacuático usando para ello toda una panoplia de instrumentos adecuados para desenvolverse en un entorno ajeno en el que la profundidad, la presión atmosférica, las temperaturas o las corrientes, entre otros muchos factores que veremos con mayor detenimiento más adelante, condicionan enormemente el trabajo de los arqueólogos. Algunos apuntes previos Realizar una excavación arqueológica bajo el agua implica, necesariamente, una diferencia en las técnicas de trabajo condicionadas por el medio en que la actividad se debe desarrollar. Consiste en emplear una serie de técnicas útiles para una excavación en un ambiente aéreo y modificarlos para que sean aplicables en el entorno subacuático. Conocer cómo afecta este entorno subacuático a los materiales y a los individuos es un punto fundamental para poder preparar con precisión y con unos mínimos de seguridad todo el trabajo de campo. Así, realizaremos una breve introducción al efecto del entorno subacuático en los restos arqueológicos (procesos postdeposicionales del fondo marino) y en los individuos que han de realizar la inmersión (fisiología básica del buceo).
Del mismo modo que los restos arqueológicos en superficie son afectados por una amplia variedad de procesos postdeposicionales desde su abandono hasta su excavación ( 14 ), los restos subacuáticos sufren toda una serie de procesos postdeposicionales derivados del entorno que los circunda. Debemos conocer con detalle cuáles han podido ser estos procesos que, dadas las dinámicas del fondo subacuático, ha sufrido el yacimiento arqueológico que se desea estudiar ( 15 ). Los principales procesos postdeposicionales que sufren con mayor frecuencia los yacimientos subacuáticos y que condicionan en buena medida su estado de conservación son los fondos de ola activa ( 16 ), la propia biología marina y los procesos de alteración geomorfológica de los fondos. Respecto a los primeros de los enumerados, los fondos de ola activa, hacen
referencia al grado de incidencia del oleaje en el lecho marino. Tal y como podemos suponer, son varios Los yacimientos que se encontrasen dentro de estos parámetros, probablemente y siempre que no se encuentren demasiado enterrados, presentarán un alto grado de dispersión y de fragmentación de sus elementos constituyentes. Aunque muy importantes, los fondos de ola activa no son los únicos que protagonizan el dinamismo submarino. Como se ha destacado con anterioridad, la biología del entorno subacuático también juega un papel importante. La Posidonia Oceánica, ya sea viva o en forma de mata muerta, se trata de una planta de escasa raíz y lento crecimiento vertical que termina, con el paso del tiempo, enmascarando los yacimientos, condicionando así su correcto cartografiado. Otros elementos de alteración biológica sería la acción de organismos xilófagos como el Teredo navalis, o las diferentes concreciones bioquímicas de los metales sumergidos. Por último, otro tipo de proceso postdeposicional puede ser la evolución geomorfológica de los fondos que, bien de origen natural (como los sedimentos depositados en la desembocadura de los ríos) o antrópicos (construcciones costeras que implican la remoción de toneladas de arena), pueden ocasionar que un yacimiento que se encontraba en un principio en el nivel superficial del fondo marino quede enterrado por fangos o arenas. ( 13 ). Hemos de entender por proceso postdeposicional en el contexto subacuático la evolución del elemento a estudiar desde el mismo momento en que se posó sobre el lecho marino (“tocó fondo”) hasta que es excavado y documentado por los arqueólogos. ( 14 ). Renfrew y Bahn (2008), Op. Cit., pp. 293-298. ( 15 ). Fuertes (2009), Op. Cit., p. 125. ( 16 ). Cuando la longitud de onda del oleaje (es decir, la distancia entre las crestas de las olas, expresada en metros) es igual o inferior a la mitad de la profundidad del fondo marino, la dinámica del oleaje incidirá en el fondo. El fondo marino afectado por la acción de la energía del oleaje se denomina fondo de ola activa. ( 17 ). Fuertes (2009), Op. Cit., p. 125.
No hemos de olvidar que trabajamos en un entorno ajeno al que estamos acostumbrados, por lo tanto hemos de saber a la perfección cómo va a responder nuestro cuerpo al medio en el que se ha de desenvolver y, dado el caso, de qué manera va a reaccionar ante una situación complicada. Es por ello que hemos de tener unas nociones previas de fisiología, disciplina encargada de estudiar las funciones de los seres vivos y la manera en que un organismo es capaz de llevar a cabo las diferentes actividades vitales como, por ejemplo y centrándonos en el caso que nos ocupa, su adaptación a unas circunstancias ambientales cambiantes. La profundidad es uno de los principales factores que determinarán la presencia de un equipo humano en el lugar de trabajo o si, por el contrario, ha de buscarse otra manera de realizar la investigación. Aun así, pese a darse el caso en el que los trabajos subacuáticos se realicen a una profundidad adecuada para la experiencia y capacidad del equipo humano, seguirán estando muy condicionados por este factor ya que no se planean del mismo modo trabajos subacuáticos a una profundidad máxima de -12 metros que a una profundidad máxima de -30 metros. ( 18 ). La principal causa de que la profundidad sea un condicionante de primer orden es la presión ( 19 ). En la vida cotidiana no somos consciente de la presión que ejerce el aire que nos rodea sobre nuestro organismo porque estamos totalmente acostumbrados a ella. Sin embargo, cuando ascendemos a una determinada altitud, es posible que notemos molestias en los oídos; esto es debido a una disminución moderada de la presión existente a nuestro alrededor. También es bastante probable que hayamos experimentado los efectos del aumento de presión (manifestándose en forma de dolor de oídos) al sumergirnos de cabeza rápidamente hasta el fondo de una piscina. El motivo por el que sentimos dolor a la escasa profundidad de 2-3 metros es que el agua es mucho más densa que el aire (unas 800 veces aproximadamente) ( 20 ) y su presión sobre nuestro cuerpo (es decir, la fuerza que ejerce sobre nosotros) aumenta rápidamente a medida que descendemos. A diferencia de los cuerpos sólidos, que apenas se ven afectados por la fuerza de compresión que realiza el agua con el aumento de profundidad, los gases sí son mucho más susceptibles a ésta. ( 21 ) Es por ello por lo que sentimos dolor o un cierto malestar con el aumento o con la disminución de la presión: por la presencia de gases en ciertas zonas de nuestro organismo (principalmente oídos, senos nasales y pulmones). Así, por ejemplo, a una profundidad de -10 metros, donde el cuerpo está bajo la presión de 2 atmósferas (ATM), el volumen de los espacios de aire del interior del cuerpo se reduciría a la mitad a menos que se equilibre la presión. ( 22 ) ( 18 ). León, Carlos (2003), Op. Cit.; Fuertes (2009), Op. Cit. ( 19 ). La presión se define como la cantidad de fuerza que se ejerce por unidad de superficie. Se mide en kilos por centímetro cuadrado (kg/cm2), atmósferas (ATM) o, en el sistema anglosajón, libras por pulgada cuadrada (PSI). ( 20 ). SNSI: Deep Diver. Madrid: SNSI Speciality, 2013: pp. 76. ( 21 ). SNSI (2013) Op. Cit., pp. 76-77. ( 22 ). SNSI (2013) Op. Cit., pp. 76-77.
Tal y como se puede observar en la tabla anterior (Tabla 1), a mayor profundidad mayor densidad tendrán los gases. Traducido al buceo quiere decir que respiraremos más moléculas de gas a medida que aumentamos la profundidad y, por lo tanto, veremos reducido el tiempo total de inmersión. ( 23 ) Es por ello por lo que se recomienda el trabajo del equipo humano a unas profundidades no demasiado elevadas y que buena parte de estas actividades se realicen en fondos de no más de -20 metros. ( 24 ) La visibilidad sería otro de los factores que determinan el rendimiento de los trabajos subacuáticos, especialmente aquellos relacionados con la prospección. En el entorno aéreo somos capaces de ver gracias a los rayos de luz, que se refractan por la córnea y se enfocan en la retina. Sin embargo, bajo el agua las imágenes que vemos parecen estar borrosas. Esto se debe a que nuestros ojos no están adaptados a la visión en el medio acuático, por lo que hemos de establecer un espacio de aire entre el ojo y el agua para lograr una visión correcta, siendo ésta la función básica de las gafas de buceo. ( 25 ) ( 23 ). SNSI (2013) Op. Cit., pp. 77-79. ( 24 ). Fuertes (2009), Op. Cit.: p. 121. ( 25 ). SSI (2004), Op. Cit., p. 2. Otro problema muy importante relacionado con la visibilidad a la hora de realizar actividades subacuáticas, especialmente aquellas que impliquen la remoción de sedimento, sea la turbicidad del agua. En muchas ocasiones los arqueólogos subacuáticos deben trabajar con unas condiciones de visibilidad bastante malas donde el campo de visión puede llegar a reducirse hasta el medio metro. Junto a estos problemas hemos de añadir la limitación de nuestra visibilidad por la absorción, la dispersión o la difusión de los rayos de luz. Este hecho influirá en nuestra percepción del entorno (Tabla 2).
Tabla 2: Profundidades aproximadas de la absorción de los colores en aguas claras. ( 26 ) ( 26 ). Tabla elaborada por el autor a partir de los datos extraídos de: SSI (2004), Op. Cit., p. 34; SNSI: Open Water Diver. Manual del alumno. Madrid: SNSI, 2012: p. 46. La tabla anterior (Tabla 2) refleja cómo a medida que aumenta la profundidad disminuirá la gama cromática que podemos percibir (hecho conocido como “absorción de luz”). Aunque no se trata de un problema grave para la realización de las diferentes actividades subacuáticas, es muy recomendable el uso de focos o linternas que permiten restablecer el espectro cromático completo. Por último, un factor clave que se debe destacar es la temperatura. Su control es fundamental para el buceador ya que en el entorno subacuático el calor corporal se pierde mucho más rápido que en el entorno aéreo asumiendo que ambos estén a la misma temperatura (el calor corporal se disipa unas 25 veces más rápido en el agua que en el aire) dado el agua es un transmisor de la temperatura mucho más efectivo que el aire. ( 27 ) El cuerpo del buceador comenzará a perder temperatura desde el mismo momento en que se
sumerja en una masa de agua con una temperatura menor que la corporal (lo que será lo habitual). Cuando el cuerpo
pierde el calor suficiente se enfría y se comienza a temblar, momento que por
cuestiones de seguridad es el indicado Hasta aquí se han enumerado algunos de los condicionantes fisiológicos relativos a cualquier actividad subacuática, pero existe toda una amplia gama de condicionantes no fisiológicos que, de un modo u otro, influyen a la hora de planificar una inmersión como pueden las corrientes marinas, las mareas o la propia orografía de los fondos.
Una aproximación a la metodología de la arqueología subacuática. Prospección Arqueológica Con carácter previo a cualquier prospección subacuática se debe realizar una investigación documental de todas aquellas fuentes que nos permitan conocer las circunstancias que afectan al entorno físico e histórico del área a estudiar. ( 29 ) Antes de sumergirnos y prospectar un área hemos de realizar una importante labor de recogida de información de múltiples fuentes tanto presentes como pasadas. Conocer a la perfección todas las excavaciones arqueológicas realizadas en la zona es básico, pero también lo es el trabajo de archivo. La recogida de información en diferentes archivos históricos sobre noticias de naufragios, textos judiciales, registros de carga… puede aportar valiosas pistas para la localización de posibles restos arqueológicos. De acuerdo con Carlos León: Este es un trabajo lento y minucioso en el que la información puede ser tremendamente voluminosa, dada la calidad y la cantidad de la burocracia antigua, sobre todo la relacionada con la Carrera de Indias, que trataba de registrar y controlar con absoluto detalle el comercio que se realizaba por vía marítima. ( 30 ) Del mismo modo, la información cartográfica es fundamental. Cartas náuticas antiguas y portulanos pueden ofrecernos una interesante información sobre la línea de costa en un momento histórico determinado, los pasos especialmente difíciles para la navegación y los bajos peligrosos (ambos potenciales puntos donde encontrar yacimientos sumergidos), así como los puntos utilizados normalmente como fondeaderos. El análisis de los condicionantes náuticos de nuestra zona de estudio es un punto fundamental. Conocer cómo se navegaba y de qué manera afectaron los diferentes vientos, corrientes y el propio oleaje nos permitirán determinar las zonas donde la posibilidad de encontrarnos con yacimientos, ya sean éstos subacuáticos o costeros, sea mayor. Por último, es también muy recomendable el trabajo de campo. Visitar la zona puede aportar múltiples pistas: el diálogo con la gente del lugar (especialmente con los pescadores aunque también con buceadores acostumbrados a sumergirse en esa área), visitar los museos arqueológicos de la región e, incluso, prestar atención a la toponimia (oficial o no) de los lugares ya que puede aportar pistas decisivas para localizar posibles restos arqueológicos. Nombres como Bajo del tesoro, Punta encalladora, o Bahía de la nave perdida son nombres demasiado sugerentes como para no tenerlos especialmente en cuenta a la hora de realizar la prospección. Una vez concluida toda la parte relativa a la documentación previa y delimitada nuestra zona de prospección basándonos en la información obtenida, es el momento de rastrear la zona en busca de los posibles yacimientos. De acuerdo con la legislación actual ( 31 ), una prospección arqueológica consiste básicamente en una exploración superficial sin remoción de terreno de la zona de estudio. Se trata de un trabajo encaminado al estudio de una amplia zona geográfica con el fin de localizar yacimientos arqueológicos que, una vez localizados, serán reconocidos, clasificados y evaluado su estado de conservación por parte de los arqueólogos. ( 32 ) Los diferentes métodos de prospección en arqueología subacuática pueden ser catalogados en dos grandes bloques como son los métodos indirectos o teledetección y los métodos directos o la prospección mediante buceadores. Reciben el nombre de métodos indirectos de prospección o teledetección aquellas prospecciones mediante técnicas auxiliares no intrusivas que se basan en la interpretación de los datos adquiridos por una amplia variedad de equipos. Dentro de los métodos indirectos de prospección arqueológica subacuática encontramos una gran variedad de tipos, en función de los medios técnicos a emplear (sonar de barrido lateral, magnetómetro, sonda multihaz, multibean…). A rasgos generales, las principales ventajas de este tipo de trabajo son que facilitan la documentación de grandes extensiones de terreno, así como que permiten conocer y documentar los fondos sin necesidad de un equipo de buceadores y, por último, posibilitan la documentación de zonas que podrían ser inaccesibles para éstos por la profundidad. Quizá, a día de hoy su principal desventaja sean los altos costes de muchos de estos medios técnicos. El sonar de barrido lateral es quizá, la herramienta más conocida para este tipo de trabajos. El principio básico de este aparato de teledetección es la emisión de señales acústicas a una alta frecuencia, cuyo reflejo acústico transforma, por medio de transductores, en impulsos eléctricos para producir un registro rápido y continuo de la superficie del fondo marino. Básicamente consiste en un sensor (denominado pez) remolcado por un barco que, conectado a un registrador que obtiene imágenes del fondo marino, emite sonidos de alta frecuencia que al rebotar en el fondo va configurando un registro o plano del lecho marino. El registro obtenido variará dependiendo de la naturaleza de los suelos y de la amplitud de la zona prospectada. La ecosonda multihaz es un instrumento fundamental para la navegación y, en los últimos años, también muy útil para la prospección de los fondos subacuáticos. Su función es medir la distancia existente entre la embarcación y el fondo mediante pulsos de sonido de alta frecuencia que, al reflejarse contra el fondo, regresan a la fuente de emisión. Este aparato calcula el tiempo transcurrido desde la emisión del pulso hasta la recepción de su “rebote” y, tras la aplicación de la variable de la densidad de agua, deduce el espacio recorrido por las hondas y, por tanto, la profundidad del fondo. ( 33 ) El perfilador de sedimentos es usado para conocer los perfiles verticales del sedimento que forman los fondos. Tiene un poder de penetración considerable (aproximadamente unos cincuenta metros) en fondos fangosos o de sedimentos blandos aunque está bastante condicionado por la dureza y la densidad de los sedimentos. Del mismo modo que el sonar de barrido lateral, también es un método de prospección acústico; pero presenta una importante diferencia con él y es que, al penetrar en el fondo, proporciona una imagen de las secciones del mismo, formando así el dibujo de una serie de líneas estratigráficas basadas en horizontes acústicos que indican las variaciones del material que se encuentran bajo el fondo. El magnetómetro es un instrumento que detecta las variaciones en el campo magnético y, por tanto, un buen detector de metales sumergidos. Su funcionamiento es similar al de los dos anteriores: el sensor, en forma de campana, es arrastrado por el barco mediante un cable transmisor conectado a un registrador gráfico. ( 34 ) ( 27 ). SSI (2004), Op. Cit., pp. 42-43 ( 28 ). SNSI (2012), Op. Cit., pp. 54-55 ( 29 ). Fuertes, Carlos de Juan (2009), Op. Cit., p. ( 30 ). León, Carlos (2003), Op. Cit., p. 112. ( 31 ). VV.AA.: Libro Verde: Plan Nacional de Protección del Patrimonio Cultural Subacuático Español. Madrid: Ministerio de Cultura, 2010. ( 32 ). León, Carlos (2003), Op. Cit., p. 112. ( 33 ). Galindo, Roberto: Prospección geofísica en la arqueología subacuática. Una herramienta para la localización de restos culturales sumergidos. En: Moya, Vera (coord.): Arqueología Marítima en México. Estudios interdisciplinarios en torno al patrimonio cultural sumergido, p. 125. México D.F.: Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2012.; León, Carlos (2003) Op. Cit., p. 115. ( 34 ). Galindo (2012), Op. Cit., p. 124. Otros medios técnicos empleados para la localización de restos arqueológicos subacuáticos son las cámaras de vídeo. Bien remolcadas o bien robotizadas, mediante un sistema de circuito cerrado, permiten la prospección en tiempo real a profundidades a las que un buceador no podría acceder o lo haría con el tiempo de inmersión muy reducido (Tabla 1). Sin embargo la suspensión del sedimento o la difracción son condicionantes muy importantes para este tipo de prospecciones. Independientemente de la técnica que utilicemos, la prospección con equipos de teledetección deberá, siempre que sea posible, ser complementada por una prospección directa en la que los arqueólogos puedan presenciar in situ todas aquellas anomalías detectadas por los diferentes aparatos. Tal y como afirma Carlos León: El resultado de una prospección con equipos de teledetección será una batimetría del fondo submarino de la zona elegida y una serie de anomalías o puntos de interés cada vez más definidos que, siempre que sea posible, deberán ser inspeccionados mediante una prospección ocular con buceadores para descartar la posibilidad de que se trate de un resto arqueológico. ( 35 ) Por su parte, los métodos directos de prospección arqueológica subacuática o prospección mediante buceadores implican, tal y como su nombre indica, el trabajo de los arqueólogos bajo el agua. La metodología a emplear variará mucho dependiendo de varios factores como, por ejemplo, el tipo de investigación que deseemos realizar, el tiempo disponible para ello o los medios técnicos y humanos para realizar las labores de prospección. No obstante, suelen diferenciarse tres tipos de prospecciones directas: las prospecciones en círculos concéntricos y/o por calles, que podríamos considerarlas como “prospecciones minuciosas”, y las prospecciones rápidas. La prospección en círculos concéntricos consiste en situar un punto de referencia en el centro del área de estudio y, a partir de él, realizar vueltas con un radio cada vez mayor. Por lo general, el punto central lo constituye un hallazgo previo a partir del cual se determina la extensión del yacimiento observando la presencia o la dispersión de materiales que se hallan, indicando la distancia al punto central, su profundidad y su orientación. Otro método empleado es la prospección en calles en la que el terreno a prospectar se parcela en cuadricula y se forman calles de una anchura de unos dos o tres metros mediante cabos muertos y boyas. Las calles son recorridas por parejas de arqueólogos cubriendo el terreno con un campo visual por buceador de unos dos metros aproximadamente si las condiciones de visibilidad lo permiten. El terreno es cubierto en un doble sentido, a lo largo y ancho de la zona a prospectar, permitiendo así el rastreo sistemático dejando el mínimo de espacio por explorar. Por último, las prospecciones rápidas son aquellas realizadas con la ayuda de un planeador: tabla adaptada para transportar al buceador mientras observa el fondo, remolcada por una embarcación en superficie, o un torpedo de propulsión. Este tipo de técnica requiere una buena visibilidad de las aguas y es empleada para prospectar áreas de una mediana extensión en las que el fondo esté poco accidentado y la profundidad no sobrepase los 15-17 metros. ( 35 ). León (2003), Op. Cit., p. 117.
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