Hacer arqueología
desde las alturas.
María Eugenia De Feo.
J. Diego Gobbo.
Reinaldo A. Moralejo
La tarea del arqueólogo siempre estuvo
asociada a las excavaciones y prospecciones en el terreno, sin embargo, en las
últimas décadas se ha visto vinculada a diversas herramientas basadas en la
Teledetección. A partir de esta ha sido posible efectuar diferentes observaciones de
la superficie terrestre, constituyendo un avance tecnológico altamente significativo
en cuanto a la interpretación de los fenómenos humanos en el pasado y la gestión
del patrimonio arqueológico.
Si bien la tarea del arqueólogo se asocia comúnmente con la excavación y el trabajo de campo, cada vez resulta más frecuente
hallar publicaciones, tanto referidas a la investigación como a la gestión patrimonial, donde se menciona el uso de la Teledetección. Se
entiende por esta última, a la observación y adquisición de información
de la superficie terrestre mediante el empleo de sensores relativamente alejados de la tierra y su posterior análisis a través del procesamiento
digital y la interpretación visual de las imágenes logradas. Los avances
tecnológicos ocurridos durante las últimas décadas, en particular
aquellos relacionados con esta metodología, han posibilitado el desarrollo
de nuevas técnicas no intrusivas de aplicabilidad en arqueología, no obstante ello, su uso posee larga data.
Una de las primeras técnicas de Teledetección aplicadas en esta disciplina fue la interpretación y medición a partir de fotografías aéreas,
también llamada Fotogrametría. Este tipo de imágenes son captadas por cámaras transportadas por globos aerostáticos o aviones.
Constituyen una importante herramienta para los arqueólogos, permitiéndoles obtener
información tanto de la superficie terrestre como de los vestigios culturales que allí se
encuentren.
Su gran utilidad reside en que poseen una excelente resolución espacial,
es decir, que el grado de detalle con que se puede visualizar una imagen es alto, lo que
hace posible identificar evidencias superficiales como sitios arqueológicos o antiguos
caminos. En otros casos, la manera en que se proyectan las sombras sobre el terreno o
en que se distribuye la vegetación, sirven de indicadores de estructuras enterradas
que no son visibles en superficie como por ejemplo restos de muros arqueológicos.
Sin embargo, las fotografías en blanco y negro comúnmente utilizadas, poseen una
pobre resolución espectral en comparación a las obtenidas por otros sensores más
modernos, registrando sólo alrededor de veintidós matices de gris. Además, pueden verse
afectadas por fenómenos meteorológicos o atmosféricos como las neblinas y operan
únicamente durante el día.
A pesar de estas limitaciones, las fotografías son un recurso usado por los arqueólogos desde mediados del siglo XIX hasta el
presente, entre otros fines, en la planificación de trabajos de campo, la detección de
nuevos sitios, o la investigación de otros ya conocidos, para determinar densidades de
ocupación, realizar mediciones de superficie, distancias, entre otras.
Aunque más reciente, otra fuente importante de información territorial en
arqueología son las imágenes satelitales. El trabajo con este tipo de imágenes se apoya
en las "firmas espectrales", que son la forma en que cada superficie u objeto (rocas, agua,
vegetación densa, suelos desnudos, ciudades, etc.) refleja la energía emitida, ya sea
por el sol o por el satélite que transporta el sensor. Conociendo esto, los investigadores
pueden interpretar el terreno observado.
Son de gran apoyo cuando se requiere la cobertura global de un área, ya que
abarcan mayores extensiones que por ejemplo, las fotografías aéreas. Por otra parte, los
sistemas satelitales actuales proveen datos de mayor resolución espacial.
Su aplicación resulta muy provechosa, especialmente para el análisis de fenómenos no observables en regiones visibles del
espectro electromagnético, es decir, que no pueden ser vistas por el ojo humano,
-como variaciones en la temperatura o la humedad de los suelos, pero que sí pueden ser
captados por las cámaras de infrarrojos o ultravioleta portadas por los satélites. Esta
información, es usada por los arqueólogos, por ejemplo, para realizar estudios que
permitan identificar antiguas zonas de producción agrícola o ganadera. Asimismo, la
capacidad que poseen algunos sensores de penetrar en el subsuelo o atravesar la
vegetación, es una característica muy interesante para la arqueología, donde una parte
importante del registro suele hallarse enterrado o cubierto de plantas o líquenes.
Tienen además, otra ventaja respecto de otro tipo de imágenes y esta reside en la
naturaleza numérica de los datos. Esto permite trabajarlas de forma analógica como imágenes o mapas, a través de su interpretación
visual, y/o en forma matemática mediante la aplicación de algoritmos matemáticos tales
como, índices, filtros y clasificaciones, para optimizar la información que brindan, así
como también generar nuevos datos.
1.
Fotografía aérea del valle de
Hualfín, Catamarca.
Fotogrametría y Arqueología.
Se considera que la primera fotografía aérea arqueológica fue tomada en
el año 1899 por Sacano Boni, quien desde un globo aerostático capturó
el foro romano.
Los desarrollos en la aviación y la fotografía aérea durante las Guerras
Mundiales significaron un importante impulso para la técnica de fotogrametría. En los años posteriores el uso de este tipo de fotografías con fines
no bélicos comienza a ser cada vez más frecuente. En arqueología, entre
los trabajos pioneros son de destacar los del británico O.G.S. Crawford,
quien hacia principios del siglo XX intenta confeccionar un mapa del Imperio Romano a partir de fotografías aéreas.
Antoine Poidebard, para la misma época, lleva a cabo el primer estudio fotogramétrico sistemático
que permite la localización de antiguas caravanas romanas en el desierto
de Siria. Son famosos también los relevamientos aéreos de aldeas pueblo
en Arizona y sitios de Yucatán realizados por el aviador Charles Lindebergh
en la década de 1920. Hacia el sur y unos años más tarde, sobresalen los relevamientos de María Reiche sobre los geoglifos Nazca, en Perú.
En Argentina, los primeros trabajos que utilizan fotografías aéreas son
los de Alberto Rex González en los años `50, donde el autor destaca la
importancia de esta fuente de información en la localización de sitios y
el reconocimiento del terreno. Este además, realiza una serie de vuelos
junto al IGM (Instituto Geográfico Militar) de diferentes áreas del
Noroes- te argentino. Las fotografías obtenidas son utilizadas por otros trabajos
posteriores, entre los que se destacan los de Cigliano y Raffino en el año
1973, Albeck y Scattolin en el año 1981.
En la actualidad las fotografías aéreas son una fuente de información a
la que recurren mayormente los arqueólogos que trabajan en sociedades sedentarias con arquitectura perdurable, para la la localización de sitios,
su clasificación según la forma de las estructuras, la realización de
mediciones de superficie o distancias, entre otras aplicaciones.
Resolución espacial.
Esta se define por el tamaño de cada pixel, que es la unidad más pequeña que compone la
imagen, medido en metros sobre el terreno. Así por ejemplo, cada pixel de una imagen Landsat
7 (ETM+) posee 30 metros, a excepción de la banda pancromática que es de 15 metros;
en las Aster la resolución es de 15 metros; en las Spot-5 de 2,5 metros (pancromática) y 10
metros (multiespectral); en Ikonos de 1 metro (pancromática) y 4 metros (multiespectral); en
GeoEye-1 de 0,5 metros (pancromática) y 2 metros (multiespectral); y en las QuickBird
de 0,6 metros (pancromática) y 2,4 metros (multiespectral), entre otras.
Imágenes de última generación.
El uso de imágenes satelitales en arqueología se remonta hacia finales de la década
del setenta, cuando comienzan a ser usadas por ejemplo, para localizar sitios de
importante magnitud en el área Mesoamericana o Mesopotamia, identificar antiguas rutas
o canales de irrigación en ambientes de planicie, entre otras. Las principales
limitaciones en su uso estaban dadas por la menor resolución espacial que estas poseían en
sus inicios. Si bien las imágenes satelitales modernas poseen cada vez mayor detalle
de la superficie terrestre, permitiendo a los arqueólogos su aplicación incluso para el
relevamiento de estructuras arquitectónicas hacia el interior de los sitios, una de las
principales virtudes continúa residiendo en el amplio espectro de longitudes de
onda que los sensores satelitales detectan.
Esta superior resolución espectral es la que les hace posible registrar una amplia
variedad de fenómenos medioambientales y geomorfológicos que son relevantes para
el trabajo del arqueólogo. Conociendo las firmas espectrales de distintos materiales o
superficies, el investigador puede distinguir por ejemplo, qué suelos pudieron presentar
en el pasado un mayor potencial para la agricultura, o cuáles pudieron verse afectados
como consecuencia de la actividad agrícola prehistórica, también la distribución de
recursos, como antiguas fuentes de arcilla usadas en manufactura de alfarería o
materias primas empleadas en la confección de instrumental para la caza.
Las imágenes satelitales brindadas por el Google Earth han revolucionado la
aplicación de la Teledetección en arqueología, multiplicando su uso, ya que permiten
obtener información con gran detalle sobre la superficie terrestre a costos bajos o nulos.
Los ejemplos de la utilización de este tipo de imágenes son numerosos y van desde la
localización de antiguas sendas usadas por los pobladores de la isla de Pascua para
movilizar sus moáis; la observación de geoglifos en proximidades al Lago Titicaca en Bolivia
y Perú; la detección de pirámides enterradas en Egipto o grandes poblados en la espesura
de la selva amazónica; el seguimiento de antiguos caminos prehispánicos, entre las
que se destacan las utilizadas por los Incas para conectar sus territorios pocos siglos antes de la conquista española.
2. Comparación de diferentes resoluciones espaciales para una misma escala y lugar. Sitio incaico
Machu Picchu, Perú.
El radar.
Las imágenes de radar son otra fuente de información cada vez más usadas por
los arqueólogos. Estas brindan datos sobre la superficie terrestre y el subsuelo de
forma periódica y las veinticuatro horas del día, dado que no requieren de la luz solar o
iluminación artificial. Además, los radares pueden captar imágenes a
través de las nubes o de la vegetación densa, incluso del suelo cuando éste es seco y poroso, lo que las
convierte de gran interés para los arqueólogos.
El LiDAR (Light Detection and Ranging) y el SAR (Synthetic Aperture Radar) trabajan
emitiendo ondas electromagnéticas hacia el suelo, tomando el tiempo que demora la
misma en regresar y grabando la energía reflejada, la cual va a variar según las
características de la superficie de recepción (vegetación, arena, rocas, agua, y otros).
La diferencia entre ambos reside en que el primero emite ondas luminosas (láser) y el
segundo ondas de radio.
La implementación de imágenes de radar en arqueología si bien es más reciente, ya
ha brindado importantes descubrimientos.
Por ejemplo, las imágenes captadas por el radar Spaceborne-C/X - Radar de Apertura
Sintética (SIR-C/X-SAR) han sido usadas para identificar antiguos
poblados y caminos próximos a la ciudad de Petra en Jordania, monitorear el avance de asentamientos
modernos sobre el patrimonio arqueológico local.
También mediante el uso de imágenes SAR obtenidas por el satélite
japonés JERS-1 y el satélite europeo ERS-2 se ha logrado la localización de
Xucutaco-Hueitapalan, una antigua ciudad del siglo XVI localizada al nordeste de Honduras, que Hernán Cortés
menciona en sus crónicas. Debido a la espesura de la vegetación se debieron utilizar
ciertos filtros, que son algoritmos que se aplican a la imagen con el objetivo de realzar
los atributos buscados, por ejemplo, cambios en la topografía, o en la vegetación.
Por su parte, imágenes captadas por el radar LIDAR han servido para
detectar antiguas ciudades y caminos maya, salvando las dificultades que la densa vegetación acarrea
al trabajo de campo.
3.
Imagen satelital QuickBird del sitio incaico El Shincal de
Quimivil, Catamarca, Argentina.
[tomada del Google Earth].
4.
Imagen LiDAR del sitio maya de Caracol,
Bélice. [Tomado de A.F. Chase, et al.
"Airborne LiDAR, archaeology, and the ancient Maya landscape at Caracol,
Belize", Journal of
Archaeological Science 38: 387-398, 2011.]