Vitoria-Gasteiz | Arqueología.


 
 
 

 

Aproximación desde la Arqueología del Paisaje al poblamiento y antropización de la montaña occidental cantábrica durante la Prehistoria reciente.

TESIS DOCTORAL.

MEMORIA PARA OPTAR AL GRADO DE DOCTOR.

David González Álvarez.

Directores: Gonzalo Ruiz Zapatero, Margarita Fernández Mier Carlos Marín Suárez.

FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

Madrid, 2016.


 Poblamiento y antropización de la montaña occidental cantábrica durante la Prehistoria reciente: una aproximación desde la Arqueología del Paisaje.

Agradecimientos.

Esta tesis doctoral no podría haber visto la luz sin el apoyo que me ha brindado la ciudadanía del estado español. En los tiempos oscuros que vivimos, en los que la universalización de la educación superior o la igualdad de oportunidades para todas las personas – independientemente de su origen social o familiar– están siendo cuestionadas, este reconocimiento es más que necesario. 

A lo largo de los últimos años, he disfrutado de distintas ayudas, becas y contratos sostenidos por un sistema público de educación e investigación que hoy se tambalea entre la incertidumbre por el abandono y desmantelamiento controlado que sufren sus organismos e instituciones públicas, y la creciente precarización laboral del empleo en este ámbito. 

Confío en que el resultado final de mi trabajo doctoral sirva de refrendo a este modelo de corresponsabilidad ciudadana que ha de sostener un modelo educativo que actúe como herramienta igualadora «por arriba», así como vehículo para el fomento de la convivencia en la igualdad y en el progreso social.

Entre las personas que han hecho posible esta tesis doctoral, he de destacar en primer lugar a mi familia, por su apoyo y comprensión. Mis padres, mis abuelos y mi hermano me animaron en todo momento a continuar con este largo camino. No sólo debo agradecerles su soporte y ayuda material en los momentos en que así lo necesité, sino que su cariño y su firme confianza me empujaron en todo momento a continuar adelante. 

Tengo especialmente presente en este momento a quienes ya no están para disfrutar conmigo de este particular rito de paso: mis abuelos Cándido y Luis, mi tía Rosario y mi bisabuelo Pepe.

Desde bien pequeño, siempre me había interesado la Historia Contemporánea, como consecuencia, sobre todo, de los relatos de la Guerra Civil y la dura postguerra que había escuchado de mi bisabuelo Pepe «el Paliz», y que tanto me costaba hacerle contar, pues él prefería olvidar. Los manuales universitarios de mi madre me ayudaron a conectar aquellas vivencias personales con los acontecimientos históricos generales. 

Ese interés se mantuvo latente durante mis estudios de Secundaria, aunque curiosamente fue Paco –mi profesor de Historia de la Filosofía– quien despertó en mí una protovocación arqueológica durante el estudio en Bachillerato de temas como la teoría de la evolución de Lamarck o los procesos de hominización, que me condujeron a leer La especie elegida de Juan Luis Arsuaga durante una convalecencia en el hospital. Sin el espíritu crítico de aquellos profesores heterodoxos – los menos–, como Paco, Armando o Raúl, mi camino hubiera sido otro.

Aún recuerdo aquel día que fui decidido hacia la sala de profesores del instituto para preguntarles a Paco y Armando qué camino debía seguir para convertirme en arqueólogo. Aquel mismo verano, antes de iniciar mis estudios de Historia en la Universidad de Oviedo, participé como voluntario en las excavaciones del poblado castreño de Os Castros, en Taramundi (Asturias), verdadera escuela base de mi formación arqueológica de campo. 

En ese yacimiento, en cuyas excavaciones tomé parte durante cinco veranos, aprendí metodología de excavación gracias a la paciencia del excepcional equipo excavador dirigido por Alfonso Menéndez Granda y Ángel Villa Valdés, y que completaban técnicos arqueólogos como David Expósito Mangas, José Antonio Fanjul Mosteirín, Álvaro Menéndez Granda, Patricia Prado Díaz y Fernando Rodríguez del Cueto. 

A todos ellos, así como a los estudiantes con los que compartí aquellos inolvidables veranos, debo agradecer las valiosas lecciones de estratigrafía y los buenos momentos vividos en El Taramundistán. Igualmente, todas y cada una de mis experiencias como voluntario en yacimientos diversos como Cabo Blanco (El Franco, Asturias), El Chao Samartín (Grandas de Salime, Asturias), La Roca del Bous (Sant Llorenc de Montgai, Lleida), Maltravieso (Cáceres), las minas de L’lramo (L.lena-Riosa, Asturias), Numancia (Garray, Soria), Segeda (Mara, Zaragoza) o las prospecciones del Parc Nacional d’ligüestortes i Estany de Sant Maurici (Lleida) me sirvieron de una u otra manera para completar mi formación técnica, conocer gente diversa y descubrir nuevos temas, enfoques y formas de entender la Arqueología.

En la Universidad de Oviedo disfruté de docentes valiosos que apuntalaron mi interés por la Arqueología, como Juan Antonio Fernández-Tresguerres o Miguel Ángel de Blas. Aunque nada hubiera sido lo mismo de no haber realizado un intercambio SICUE en la Universidad Complutense de Madrid, gracias a una beca Séneca.

Quienes hemos estudiado Historia con el objetivo profesional puesto de antemano en la Arqueología, y lo hemos hecho además en una universidad pequeña como la de Oviedo –en la que no existían optativas variadas ni itinerarios especializados– sabemos de las dificultades por completar una formación amplia y coherente en Arqueología. 

Afortunadamente, el curso 2005/2006 que realicé en la Complutense no sólo desbordó las estrecheces del plan de estudios ovetense, sino que significó además un punto de ruptura en mi formación. En Madrid me encontré un Departamento de Prehistoria diverso y acogedor que aunaba investigadores y docentes excepcionales. 

El espíritu crítico de los debates que desarrollaban algunos de estas profesoras y profesores generaba una efervescencia sin igual que amplificaba el alumnado y las jóvenes doctorandas y doctorandos del Departamento. 

Ese motivador ambiente me llevó a trasladarme a Madrid para iniciar los cursos de doctorado en la Complutense.

Mi manera de entender nuestra disciplina debe mucho a las experiencias obtenidas de mi participación en proyectos de Arqueología preventiva en el sector privado. Por ello, he de agradecer a Otilia Requejo Pagés (Gabinete Arqueológico), Alfonso Menéndez Granda y Estefanía Sánchez Hidalgo (MSArqueo) las oportunidades de trabajo que me brindaron antes de finalizar mis estudios en Asturias, así como a los compañeros con los que compartí tajo en aquellas intervenciones. 

Tras mi llegada a Madrid, acumulé una valiosa experiencia en este ámbito profesional gracias a la confianza de Juan Gómez Herranz (Arqueoestrato), gran amigo con quien aprendí en diferentes etapas entre 2007 y 2009 a moverme –y salir bien parado– en el avispero de las obras públicas urbanas en ese papel entre exótico, extraño e incómodo que desempeñamos los arqueólogos en tales escenarios.

Las experiencias vividas en plataformas asamblearias como la Asociación Madrileña de Trabajadores y Trabajadoras en Arqueología (AMTTA) o la Organización de Jóvenes en Investigación Arqueológica (OrJIA) en búsqueda de miradas más críticas y condiciones más humanas para la práctica arqueológica han marcado profundamente mi trayectoria personal e investigadora. 

Por ello, quiero agradecer especialmente el apoyo, la alegría compartida y todo lo que aprendí de Arqueología y de otras muchas cosas a los jóvenes investigadores con quienes coincidí en el Departamento de Prehistoria de la UCM: Jaime Almansa Sánchez, Cristina Charro Lobato, Fernando Colino Polo, Manuel Fernández Götz, Núria Gallego Lletjós, Iván González García, Sandra Lozano Rubio, Beatriz Marín Aguilera, Carlos Marín Suárez, Lucía Moragón Martínez, Pedro Moya Maleno, Gustavo Pajares Borbolla, Paloma de la Peña Alonso, Jesús Rodríguez Hernández, Manuel Sánchez-Elipe, José María Señorán Martín y Jorge de Torres Rodríguez..

Gracias a todos ellos puedo decir que, de todo lo que he aprendido en el desarrollo de mi formación doctoral, lo que más valoro me ha llegado en horizontal: sin los tés, cafés y cervezas que nos tomamos en el césped o frente al local de la UCA, o las cañas del Bar Peyma a la salida de las asambleas de AMTTA, nada hubiera sido lo mismo y, seguramente, no hubiera valido la pena.

En mayo de 2009 me encontraba en un tren camino de Bournemouth (Reino Unido) para asistir al Iron Age Student Seminar de 2009. En aquel vagón recibí una llamada feliz que me haría perder un tren en conexión y que cambiaría mi vida: desde el otro lado del teléfono me decían que había ganado una beca predoctoral FPU del Ministerio de Educación (ref. AP2008-00390), la cual me ha permitido dedicarme enteramente a la investigación durante cuatro años en los que realicé el grueso del trabajo que ahora da forma a esta tesis doctoral. 

Asimismo, pude impartir docencia universitaria, disfruté de estancias formativas financiadas en universidades del extranjero, además de realizar otros trabajos investigadores y formación complementaria. 

En todo este tiempo, he de agradecer la ayuda y colaboración de mis compañeros en el programa de doctorado, del profesorado del Departamento de Prehistoria de la UCM y de su personal administrativo.

Margarita Díaz-Andreu, Tom Moore, Elena Salinas Pleguezuelo y César Villalobos fueron huéspedes, compañeros y consejeros excepcionales en una valiosa estancia de cuatro meses en el Department of Archaeology de la University of Durham (Reino Unido, 2010/2011) que fue en gran parte responsable del enfoque y los temas que he abordado finalmente en mi investigación doctoral a partir de los cursos y seminarios a los que allí asistí. Niall Sharples e Ian Morris me ayudaron en la misma dirección durante mis respectivas estancias en el Department of Archaeology & Conservation, de la Cardiff University (Reino Unido, 2011) y en el Department of Classics y el Stanford Archaeology Center de la Stanford University (Estados Unidos, 2012/2013), en las que fundamentalmente realicé trabajo en biblioteca.

Igualmente, quiero mostrar mi agradecimiento a todas las personas e instituciones que hicieron posible el desarrollo de los trabajos de excavación entre 2009 y 2013 en el entorno de Vigaña. 

Especialmente, quiero dar las gracias a los y las estudiantes de grado y máster que tomaron parte en aquellas campañas estivales, a las amigas y amigos que participaron como técnicos: Pablo Alonso González, Patricia Aparicio Martínez, Jesús Fernández Fernández, Pablo López Gómez, Carlos Marín Suárez, Candela Martínez, César Martínez Gallardo, Andrés Menéndez Blanco, Jesús Rodríguez Hernández y Carlos Tejerizo García. 

Las intervenciones fueron financiadas por el proyecto de investigación «La formación de los paisajes del Noroeste peninsular durante la Edad Media (Siglos V-XII)» (Ref. HAR201021950-C03-03) dirigido por Margarita Fernández Mier. 

En el transcurso de estas investigaciones conté con la ayuda de personas expertas en diferentes ámbitos, como Gianluca Catanzariti, Carlotta Farci, José Antonio López Sáez, Marcos Martinón-Torres, Marta Moreno García, Leonor Peña Chocarro o Guillem Pérez Jordá, quienes me ayudaron a ensanchar el enfoque disciplinar de mi investigación. 

El Ayuntamiento de Belmonte de Miranda, La Fundación Valdés-Salas y el Aula de Extensión Valdés-Salas de la Universidad de Oviedo prestaron su colaboración en las labores de socialización de la investigación. Por su parte, los vecinos y vecinas de Vigaña siempre estuvieron resueltos a prestarnos su ayuda, entre los que he de destacar la paciencia de Mariano y la buena disposición de Javier, Fran y Adrián.

Uno de los aspectos más felices al hacer el repaso de estos últimos años es poner en valor la calidad humana y el apoyo sincero de tantas personas sin cuya complicidad esta tesis no hubiera llegado a buen puerto. 

Me gustaría recalcar la relevancia de algunas de ellas. Armando Graña García ha sido todos estos años un apoyo fundamental para no perder de vista el suelo sobre el que piso; ese no-profesor del que, sin embargo, tanto he aprendido. Valentín Álvarez Martínez es un arqueólogo todoterreno de quien he aprendido mucho tras compartir infinidad de experiencias en común, aunque debo destacar de él su pragmatismo, su honestidad y sus «bofetadas de realidad». 

Con Gudelia García Fernández y Gustavo Pajares Borbolla me trasladé a Madrid, y gracias a su calidez y tranquilidad disfruté de una vida plácida y alegre que, junto a Ángel Villa González y Manuel de la Fuente Fernández, mantuvo en todo momento unos mínimos de asturianía en nuestra vida capitalina. 

Andrés Menéndez Blanco es un paisano tranquilo y generoso con el que he tenido la suerte de trabajar en diversos frentes; junto a él he valorado más si cabe la importancia del paisanaje para el estudio de los paisajes pretéritos, y también me ha contagiado en cierta medida la meticulosidad que caracteriza su trabajo.

Jesús Rodríguez Hernández ha sido compañero de biblioteca, lecturas, fotocopiadora y menús en la facultad durante muchos años; sin su apoyo cotidiano y las discusiones sobre Edad del Hierro entremezcladas con banalidades, todo hubiera sido mucho más tedioso. 

De Pepe Fernández de Córdoba he aprendido a mantener la calma sin renunciar a nada; inestimable guía en la telaraña administrativa de la Gestión del Patrimonio cultural asturiano, siempre estuvo resuelto a hacer avanzar este proyecto. Pablo Alonso González ha constituido un apoyo elemental en mis encierros cepedanos, así como una fuente continua de distracciones que han terminado por ensanchar mi mirada disciplinar. 

Sin intervenir directamente en el contenido de este trabajo –aunque algunos me acompañasen en excursiones y salidas de campo– mis amigos de Salas me han mantenido mínimamente ligado –no tanto como me hubiera gustado– a la realidad de nuestra generación, lo cual agradece quien tiene tantas dificultades para aterrizar sus ensoñaciones en la vida real: Javier Fojaco, Manuel y Carlos de la Fuente, David García, Miguel Garrido, Juan Martínez, Xaime Menéndez y Miguel Ángel Pertierra siempre han estado ahí cuando volvía a casa.

Muchas otras personas –enumerarlas todas sería una temeridad, ante el inexcusable riesgo de olvidarme de alguien– me han ayudado de muy diferentes maneras en estos años de trabajo: facilitándome publicaciones e informaciones inéditas, fotografías o cartografías, contestando llamadas y correos electrónicos, compartiendo dudas ante cafés, indicándome lecturas interesantes o manteniendo conversaciones reveladoras en los pasillos de los congresos. 

Especialmente, debo explicitar la paciencia y la ayuda prestada en diferentes momentos por Andrés Menéndez Blanco, Cristina Charro Lobato, Jesús Ignacio Jiménez Chaparro y Patricia Aparicio Martínez en relación con los análisis SIG. Sin la ayuda de todas estas personas y las reflexiones compartidas, no me cabe duda de que este trabajo sería más débil.

Por último, debo dar las gracias a mis tres codirectores de tesis, cuya guía ha sido fundamental en las diferentes etapas de esta investigación doctoral. Cada cual en su espacio, han sido valiosos compañeros de viaje que han abonado el crecimiento progresivo de esta obra. Lógicamente, el punto de maduración alcanzado es únicamente responsabilidad de quien suscribe. 

Carlos Marín Suárez ha sido una pieza clave en mi formación como investigador, catalizador fundamental en el arranque de esta tesis y fuente en todo momento de ese espíritu crítico que lo caracteriza. 

Trabajar con él me ha permitido mirar al distante pasado sin olvidar los debates sociales y políticos actuales, ni las condiciones estructurantes del campo social que compone nuestro propio contexto investigador. Hay ideas en esta tesis doctoral que no hubiera podido movilizar o formular sin su ayuda. Además, debo agradecerle su colaboración en las excavaciones de El Castru, así como en la discusión de los datos recuperados. 

Margarita Fernández Mier ha sido una persona clave en la formulación definitiva de esta tesis doctoral. Su generosidad me permitió emplear parte de los recursos de sus proyectos para ejecutar las excavaciones que proporcionaron buena parte de los datos que sujetan este trabajo. 

Además, me ha transmitido una forma distinta de escudriñar los paisajes de las montañas cantábricas, exprimiendo la vertiente vivencial de la relación entre el investigador y el territorio, y señalando las conexiones entre esos paisajes pretéritos y las posibilidades de repensar en el presente el futuro del medio rural. 

Gonzalo Ruiz Zapatero ha sido mi tutor todos estos años y de él siempre he admirado, ante todo, su honestidad e integridad en la investigación y en la vida universitaria. Aún recuerdo sus clases de Protohistoria de Europa, donde la mayoría de los días la Edad del Hierro constituía un mero pretexto para discutir acerca del valor social de la Arqueología, de política científica y universitaria, o de otros temas de actualidad. 

Desde entonces, debo agradecer la absoluta confianza que Gonzalo ha depositado en mi trabajo, sus siempre certeros consejos, así como la libertad que me ha brindado para desarrollar mi investigación, con la tranquilidad de saber que él estaba ahí para superar cualquier bache.

Reservo un lugar especial en estos agradecimientos para Candela Martínez Barrio; ese lugar destacado que ella ocupa en mi vida. Sin su confianza ni su afecto, no me hubiera sido posible llevar a buen puerto esta labor presuntamente profesional y que demasiadas veces desborda esos límites para adentrarse y anegar peligrosamente el terreno más personal. Todo este tiempo, el brillo de sus ojos ha sido mi principal aliento.

 


Resumen/Abstract.

Resumen:

Esta tesis doctoral estudia el proceso de antropización de las montañas occidentales cantábricas a lo largo de la Prehistoria reciente desde una perspectiva diacrónica. La Arqueología del Paisaje constituye el marco teórico-metodológico de partida para una investigación centrada en comprender las relaciones que establecen las comunidades humanas con su entorno en el sector asturleonés de la Cordillera Cantábrica. 

Para ello, se analizan las pautas de poblamiento y de subsistencia desplegadas por los grupos humanos en estas montañas durante los cinco milenios que median entre la aparición de la agricultura y la ganadería (ca. 4800 cal a.C.) y la conquista romana de este territorio (finales del siglo I a.C.).

El trabajo nace como un proyecto de investigación interdisciplinar atento a la producción de los campos científicos próximos a la Arqueología. La investigación se desarrolla a tres escalas territoriales de análisis, con un estudio a escala micro alrededor de la actual aldea de Vigaña (Miranda, Asturias), en donde se han realizado prospecciones arqueológicas intensivas y excavaciones de asentamientos y espacios productivos de diferentes cronologías; un área de estudio a escala intermedia en la cuenca del río Pigüeña (Asturias) y la comarca de Babia (León), en la que se han conducido prospecciones, análisis territoriales y estudios de poblamiento para los diferentes períodos considerados; y un contexto más amplio para la discusión de las propuestas interpretativas enunciadas en las anteriores escalas de análisis en el contexto geográfico más amplio del Occidente Cantábrico. 

A la luz de estos datos, se reflexiona acerca de las experiencias humanas y los procesos históricos que mediaron en la construcción social de los paisajes culturales en los que se vieron inmersas las comunidades de la Prehistoria reciente en este territorio.

A partir del Neolítico se produce el desarrollo de la producción de alimentos, con la extensión de la agricultura y la ganadería. Como resultado de ello, los grupos humanos dieron lugar a nuevas formas de relación con su entorno, iniciándose procesos de humanización del territorio que dieron forma a paisajes caracterizados por una alta movilidad residencial, unas fórmulas productivas itinerantes y la monumentalización del paisaje a través de construcciones megalíticas que se concentran en puntos nodales para las comunicaciones, así como en los espacios productivos más destacados en sus modos de vida.

Con la Edad del Bronce se desarrolla la metalurgia y se observan cambios en la gestión del territorio que aceleran la antropización del paisaje. La movilidad de los grupos humanos se reduce, observándose una mínima tendencia hacia la territorialización de las comunidades.

La Edad del Hierro supone la plena sedentarización de los grupos humanos, que eligen para ello enclaves destacados en el paisaje (los castros) que son fortificados con imponentes dispositivos defensivos. Las comunidades castreñas desarrollan nuevos manejos ganaderos e intensifican la agricultura con la aparición de campos de cultivo estables. 

Nace entonces un paisaje compartimentado y antropizado en mosaico alrededor de los castros: verdaderas aldeas monumentalizadas. Este modelo se prolonga hasta la conquista romana, cuando las montañas occidentales cantábricas son incorporadas al Imperio romano, lo que supone una fuerte ruptura de las formas políticas e identitarias que conllevan el abandono de la mayoría de los castros.

La contribución de esta tesis doctoral se centra en proveer una narración histórica de la biografía de los paisajes culturales a lo largo de la Prehistoria reciente a partir de la lectura social de los datos arqueológicos y las secuencias paleoambientales disponibles para el Occidente Cantábrico. El argumento central en el relato es que el esfuerzo colectivo invertido por las comunidades humanas en el trabajo de la tierra constituye el elemento más destacado en la modelación del paisaje durante este período en el que se inicia y se amplifica la antropización efectiva de estas montañas.

 


Abstract.

This volume investigates the anthropization of the Western part of the Cantabrian Mountains during the Later Prehistory from a diachronic perspective drawing on the theoretical and methodological framework of Landscape Archaeology. The aim of this volume is to understand the relationships between human communities and their environment in the areas of Asturias and León comprised within the Cantabrian Mountains range. 

This is achieved by analysing the patterns of settlement and subsistence deployed by human groups during the five millennia that mediate between the emergence of agriculture and animal farming (ca. 4800 BC) and the Roman conquest of the area under study (late first century BC).

The investigation has adopted an interdisciplinary perspective that takes into account the works of other scientific fields closely related to archaeology. The study addresses three territorial levels of analysis. First, a micro-scale scale of analysis deals with the contemporary village of Vigaña (Miranda, Asturias), where intensive field surveys and excavations have been carried out with a focus on productive areas and settlements of different chronologies. 

A second, mid-scale of analysis, focuses on the basin of the river Pigüeña (Asturias) and on the region of Babia (León). Here, intensive surveys and settlement pattern analyses have been carried out for the different periods in question. The third level of analysis concerns the incorporation of the former data and interpretations within the archaeological debates in the broader context of the West Cantabrian area. In light of these data, the investigation reflects about the human experiences and the historical processes that intervened in the social construction of the cultural landscapes of the Later Prehistory in the area.

The dissertation is structured as follows. First, it addresses the Neolithic period, which witnesses the development of food production in parallel with the spread of agriculture and farming. This resulted in human communities developing new forms of relation with their environment, and the emergence of humanisation processes characterised by high patterns of mobility, itinerary forms of production, and the monumentalization of the landscape through megalithic constructions that focus on nodal points of communication and on the most salient areas of production.

Then, the dissertation discusses the Bronze Age period, when metallurgy developed and significant territorial changes intensified the anthropization of the territory. The mobility of human communities decreased, revealing a certain tendency towards their territorialisation.

The Iron Age implied the almost complete adoption of sedentary forms of life by human groups in the area. The preferred areas for settlement became fortified enclaves called castros (hillforts), characterised by their imposing defensive devices. Iron Age communities developed new livestock and farming practices, now intensified with the emergence of stable crop fields. This new productive pattern led to the emergence of a compartmentalised and highly anthropized landscape around the hillforts, which became truly monumentalised villages. 

This settlement pattern endured until the incorporation of the western Cantabrian Mountains to the Roman Empire. The Roman conquest entailed a significant rupture with previous sociopolitical articulations, and eventually to the abandonment of most hillforts.

The contribution of this thesis is to provide a historical narrative that accounts for the biography of the cultural landscapes of the Western Cantabrian area based on a social interpretation of archaeological data and paleo environmental sequences. The central argument is that the collective effort of these communities in transforming their environment constitutes the most prominent feature in the shaping of landscapes throughout this period, which witnessed the beginning and subsequent intensification of the anthropization of these mountains.

 

 

Capítulo 1. Introducción.

La presente tesis doctoral ha sido elaborada a lo largo de los ocho años que median entre mi llegada al Departamento de Prehistoria de la Universidad Complutense, en donde inicié los cursos de doctorado en octubre de 2007, y la defensa final de este documento académico ante el correspondiente tribunal calificador. 

En este período de tiempo mi investigación ha atravesado diferentes estadios de maduración, dispersión y reorganización, con sucesivas modificaciones en la estructura y objetivos de esta tesis doctoral. Lejos de provocar retrasos, o de hacer crecer el grado de entropía que acumulaba la composición de este trabajo, han sido esos kilómetros de desniveles y curveo los que me han señalado diferentes preguntas, nuevos argumentos o miradas complementarias. 

Todas y cada una de las distracciones que por momentos me alejaron de la tesis, así como las pausas y los rodeos entre etapa y etapa, han sido elementos indispensables para finalmente alcanzar esta meta, que a su vez confío se sitúe como una nueva salida para continuar planteando y respondiendo interrogantes acerca de la construcción social de los paisajes culturales por parte de las comunidades humanas de las montañas cantábricas.

Una serie de acontecimientos diversos transformaron el programa de investigación original que había delimitado al recibir en 2009 una beca predoctoral del Programa de Formación de Profesorado Universitario (FPU) del Ministerio de Educación. Las modificaciones que se fueron produciendo en la gestación de este trabajo derivan del lógico ritmo cambiante de mi trayectoria profesional y académica, del impacto de nuevas lecturas, y de los distintos enfoques que fui descubriendo o desechando en esta etapa eminentemente formativa. 

No obstante, si he de sopesar la importancia de los factores que han supuesto puntos de inflexión en dicho proceso, sin lugar a duda destacan por su impacto las vivencias obtenidas durante las estancias de investigación que realicé en las universidades de Durham (Reino Unido), Cardiff (Reino Unido) y Stanford (Estados Unidos).

Si bien las preguntas generales de investigación y el marco teórico y metodológico se han mantenido a grandes rasgos constantes a lo largo de estos años, la horquilla cronológica del estudio –que en origen se circunscribía únicamente al I milenio a.C.– finalmente terminaría por incluir la Prehistoria reciente ( 1 ) en su conjunto para potenciar así la mirada diacrónica de la investigación. 

Este cambio sería consecuencia, sobre todo, de mi incorporación a un proyecto de investigación ( 2 ) integrado por investigadores poco ortodoxos en cuanto al establecimiento de unos límites cronológicos precisos para sus preguntas históricas, lo cual sin duda me ha influido notablemente y ha enriquecido la mirada que pretende ofrecer esta tesis doctoral. 

Al mismo tiempo, el área geográfica de atención prioritaria se vería reducida a la vista de la relevancia que progresivamente adquiría el estudio de caso que fundamenta la discusión general de la tesis, debido al creciente peso específico derivado del análisis de las fructíferas intervenciones arqueológicas desarrolladas en el marco de dicho proyecto investigador.

El resultado final de este trabajo es la obra que el lector tiene entre sus manos. En ella, se integran los datos disponibles sobre las pautas de poblamiento y subsistencia puestas en práctica en las montañas occidentales cantábricas por las comunidades humanas que vivieron en este espacio durante los cinco milenios que transcurrieron entre la aparición de la agricultura y la ganadería ca. 4800 cal a.C. ( 3 ), y la conquista romana de este territorio a finales del siglo I a.C. 

Todo ello sirve de sustento para plantear reflexiones acerca de las experiencias y los procesos culturales de construcción social del paisaje en los que se vieron inmersas estas gentes. 

De este modo, la presente tesis doctoral presenta una narración sobre el proceso de antropización de las montañas cantábricas a lo largo de la Prehistoria reciente.

Tal labor ha sido realizada mediante la consideración y discusión de los datos disponibles en la literatura académica y en los catálogos e inventarios arqueológicos de las administraciones públicas competentes para la gestión y protección del Patrimonio cultural ( 4 ), así como de nuevas informaciones recuperadas en el transcurso de esta investigación mediante prospecciones ( 5 ) y excavaciones arqueológicas ( 6 )  (Fig.1.1).


( 1 ) Con «Prehistoria reciente» me referiré en este trabajo al segmento temporal que media entre la extensión de las formas de producción de alimentos en el Neolítico y la conquista y asimilación de este territorio hacia el cambio de era por parte del Imperio Romano.

( 2 )  Proyecto de Investigación «La formación de los paisajes del Noroeste peninsular durante la Edad Media (Siglos V-XII)» (Ref. HAR2010-21950-C03-03) dirigido por Margarita Fernández Mier (Universidad de León) y financiado por la Secretaría de Estado de I+D+i del Ministerio de Economía y Competitividad dentro de su Subprograma de Proyectos de Investigación fundamental no orientada del Plan Nacional de I+D (FERNÁNDEZ MIER et al. 2013a).

( 3 )  Tomando como inicio más antiguo para el área occidental cantábrica la aparición de taxones de cereales domésticos que acompañan un marcado proceso deforestador en el intervalo 4787-4546 cal. a.C. de los estudios paleoambientales realizados en la turbera de Monte Areo (LÓPEZ MERINO et al. 2010), situada en un espacio megalítico significativo en el área costera del centro de Asturias (DE BLAS CORTINA 1999a, 2013).

( 4 )  Agradezco la colaboración prestada por el personal de las administraciones e instituciones en las que realicé consultas y vaciados de información pública de cartas arqueológicas, inventarios patrimoniales o expedientes de actuaciones arqueológicas inéditas: Servicio Territorial de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León (Delegación Territorial de León), Servicio de Patrimonio Cultural de la Consejería de Educación, Cultura y Deporte del Principado de Asturias y Museo Arqueológico de Asturias.

( 5 )  «Proyecto de Prospección Arqueológica de la cuenca hidrográfica del río Pigüeña (Belmonte de Miranda–Salas–Somiedo)» (Nº EXP CPCA 807/11), director: David González Álvarez (2011-2012). 

( 6 ) Excavaciones arqueológicas en el entorno de la localidad de Vigaña (Miranda, Asturias) enmarcadas en el proyecto «Arqueología del campesinado medieval en la comarca del Camín Real de La Mesa» (Nº EXP CPCA. 334/2009; CPCA. 511/2011; CPCA. 225/2012; CPCA. 458/2013), directores de las distintas campañas: Margarita Fernández Mier, David González Álvarez, Jesús Fernández Fernández, Candela Martínez Barrio, Juan Antonio Quirós Castillo y Gonzalo Ruiz Zapatero (2009-2013).




Fig.1.1: Trabajos de prospección en el entorno del túmulo de La Chalga –al fondo– en la braña de L’Estoupieḷḷu (Vigaña, Miranda, Asturias) durante la campaña de 2011.

Este trabajo es fruto de una investigación interdisciplinar atenta a la producción de campos científicos próximos a la Arqueología. Por ello, los datos manejados en la elaboración de esta obra no son sólo arqueológicos –aunque estos dominan el argumentario–, sino que también se utilizan informaciones e interpretaciones proporcionadas por investigaciones procedentes de disciplinas como la Historia, la Geografía, los estudios paleoambientales o la Geología. 

A partir de ellos, considerando siempre la cultura material como el pilar fundamental de mis interpretaciones, he tratado de generar narraciones sobre los modos de vida en la Prehistoria reciente cantábrica que sitúen la cotidianeidad de las gentes del pasado como eje central del relato histórico. En la consideración de dichos datos, he de destacar la importancia que ha desempeñado en mi trabajo la atención a investigaciones desarrolladas desde Ciencias Sociales como la Antropología o la Sociología. 

La lectura de este género de estudios me ha dotado de elementos catalizadores para la interpretación arqueológica. Con el mismo objetivo, y en paralelo a la elaboración de esta tesis, he realizado algunos estudios etnoarqueológicos o de cultura material en el área de estudio ( 7 )  que sirven de referentes apegados al terreno sobre estos temas particulares para valorizar y relativizar las fuentes de analogías más alejadas geográficamente (DAVID Y KRAMER 2001; GONZÁLEZ RUIBAL 2003a; POLITIS 2015), que no obstante también han tenido gran importancia. 

Por ello, y a pesar de la marcada soledad que caracteriza la elaboración de una tesis doctoral, he transitado este camino en compañía de muchas compañeras y compañeros, cuyas respuestas y preguntas han guiado con frecuencia los pasos decisivos de mi investigación.

Las particulares características geográficas del área de estudio, la naturaleza del conocimiento arqueológico preexistente en la zona en cuestión y los objetivos concretos de esta tesis doctoral, me llevaron a considerar la Arqueología del Paisaje como el mejor armazón teórico y metodológico para anclar esta investigación.

Dicha estrategia investigadora ofrece un conjunto de procedimientos y un corpus de reflexión teórica que permiten exprimir al máximo la capacidad informativa de los datos disponibles ( 8 ). 


( 7 )  Sobre aspectos como las formas tradicionales de la subsistencia campesina, con especial atención al pastoralismo (GONZÁLEZ ÁLVAREZ 2009a, 2013b; GONZÁLEZ ÁLVAREZ et al. 2016), los relatos orales del folklore relacionados con elementos arqueológicos (GONZÁLEZ ÁLVAREZ 2008, 2011a) o estudios sobre el cambio cultural en las sociedades campesinas contemporáneas (GONZÁLEZ ÁLVAREZ 2011b; GONZÁLEZ ÁLVAREZ Y ALONSO GONZÁLEZ 2014).

( 8 ) Ver epígrafe «4.4. ¿Qué es la Arqueología del Paisaje?».


 

A través de los canales interpretadores que nos abre esta línea investigadora podemos analizar conjuntamente –e interpretar socialmente– aspectos geográficos, paleoambientales, antropológicos y arqueológicos. Con estos mimbres, la perspectiva reflexiva adoptada en mi investigación tratará de aprovechar esta multiplicidad informativa para plantear una aproximación comprensiva a las realidades cotidianas de los protagonistas de los procesos históricos examinados. 

Todo ello mejora las condiciones para que la materialidad del pasado se sitúe como el eje creador de narraciones arqueológicas densas sobre procesos históricos como la antropización de las montañas cantábricas a lo largo de una secuencia temporal prolongada. En definitiva, la Arqueología del Paisaje ofrece al presente proyecto doctoral el mejor itinerario posible para escrutar los datos disponibles y obtener respuestas relevantes a las preguntas de investigación previamente establecidas.

Cabe destacar la marcada intención en la elaboración de esta obra de atender a la diacronía de los procesos culturales analizados. Se pretende así realizar un estudio de tiempos largos (sensu BRAUDEL 1972) en el que se consideren con una mirada temporal amplia aspectos importantes de las formas de vida en la Prehistoria reciente como la antropización del medio, el origen de la producción de alimentos, la percepción o conceptualización cambiante de los paisajes culturales por parte de las sociedades prehistóricas, los cambios en las formas de poblamiento y subsistencia, la sedentarización y la movilidad residencial, o la monumentalización del paisaje para las gentes que habitaron estas montañas. 

No obstante, trataré de combinar esta lectura más amplia con la atención a la perspectiva vivencial de las personas protagonistas de estos procesos históricos, por lo que en ocasiones atenderé a determinados aspectos de tiempos cortos con el objetivo de no perder de vista en el relato la cotidianeidad de las gentes de la Prehistoria reciente.

En un sentido amplio, el área general de estudio de esta tesis doctoral se corresponde con el tercio occidental de la Cordillera Cantábrica, cuyo eje axial discurre por el límite entre los actuales territorios de Asturias y León (Fig.1.2). 

 

 

Fig.1.2: Localización del área de estudio: el Occidente de la Cordillera Cantábrica.

No obstante, la gran extensión de esta región montañosa, los vacíos investigadores preexistentes, la metodología empleada y los objetivos de esta tesis me han llevado a contemplar tres escalas de análisis diferenciadas en lo geográfico en función de la densidad analítica que persigo en cada escala territorial. 

En primer lugar, parto de un estudio a escala micro realizado en el entorno de la aldea de Vigaña (Miranda, Asturias) que constituye un ejemplo representativo de los valles montañosos de la Cordillera Cantábrica. 

A un segundo nivel, he seleccionado un área de estudio a modo de transecto que atraviesa de Norte a Sur la Cordillera Cantábrica a lo largo de unos 50 km. Esta área, que constituye el estudio de caso central para la tesis, incluye la cuenca del río Pigüeña hacia la vertiente cantábrica y la comarca leonesa de Babia hacia el mediodía, coincidiendo respectivamente con los municipios asturianos de Miranda y Somiedu, y los leoneses Cabrillanes y San Emiliano. 

En tercer y último lugar, me referiré al sector occidental de la Cordillera Cantábrica, que en la actualidad se reparte entre Asturias y León, para plantear la discusión general de fondo en la que se inserta esta tesis doctoral. Con ello pretendo superar la tradicional asimilación de los espacios de montaña como espacios liminales y al mismo tiempo trataré de que la investigación desarrollada en las escalas micro e intermedia no deriven en visiones descontextualizadas respecto al contexto regional de la Prehistoria reciente en el área cantábrica.

La elección del área dentro de la Cordillera Cantábrica para el estudio de caso no es casual. Si bien se corresponde con un territorio apropiado para abordar las preguntas de investigación para las que esta tesis doctoral pretende encontrar res puestas, es igualmente cierto que existen otros territorios en estas montañas que podrían haber constituido zonas apropiadas para emprender este trabajo. 

Ha sido mi propia biografía la que me ha conducido a seleccionar este territorio como área de estudio, pues es difícil en mi familia no asociar la Cordillera Cantábrica con estos paisajes en particular. 

En primer lugar, por la propia la inmediatez de esta región respecto a Salas, el municipio en el que se hunden mis raíces. Pero además, ese territorio cercano que he seleccionado como área de estudio ha sido frecuentemente frecuentado por mi familia, primero por mi abuelo Luis, quien transportaba en su camión madera hacia las panaderías de Quintanilla y Piedrafita de Babia y volvía a través del Puerto de Somiedu cargado con pienso desde Hospital de Órbigo, y quien también acarreaba los enseres de las últimas familias de vaqueiros d’alzada que trashumaban anualmente entre los concejos de Salas y Miranda, y las brañas-pueblo de Somiedu. 

Esos viajes generaron una impronta duradera en mi padre, y a través de éste también en mí. Por ello, los 51 km de curvas en la carretera que asciende a través del valle del río Pigüeña hacia la divisoria de la Cordillera Cantábrica, para luego descender suavemente hacia los amplios y luminosos paisajes de Babia, han sido repetidamente transitados desde mi infancia en excursiones a estas montañas. 

Desde los 100 m de altitud en La Ponte Samartín (Miranda, Asturias), en la confluencia entre los ríos Pigüeña y Narcea, hasta los 1.486 m de altitud de El Puertu, límite entre los concejos de Somiedu (Asturias) y Cabrillanes (León), se suceden tramos de valles encajados con aldeas funambulescas en sus laderas, y extensos pastizales en las zonas altas salpicados de construcciones ganaderas como los teitos cubiertos por escobas. 

Si bien las historias sobre tormentas invernales, pastores, osos o la trashumancia de los vaqueiros escuchadas en mi infancia han estado siempre resonantes en mi imaginario, en los últimos años recobraron una notable presencia en mi memoria al volver mi mirada a estos territorios, ahora con preguntas moldeadas por mi formación arqueológica. 

El despertar de este interés renovado por este territorio partió fundamentalmente de un trabajo sobre los vaqueiros d’alzada elaborado en el marco de la asignatura de Etnoarqueología que cursé con Almudena Hernando en la Universidad Complutense ( 9 ). 


( 9 ) Aquel trabajo daría lugar a mi primera publicación académica (GONZÁLEZ ÁLVAREZ 2007).


 

Con posterioridad, mis estancias en Vigaña, con la hospitalidad de Margarita y Mariano, terminaron por configurar mi relación estrecha con estos valles y sus habitantes.

En este punto, cabe repasar aquellos interrogantes que dieron inicio a esta tesis doctoral, aquellas cuestiones que han permanecido más sonoras en mi mente durante su elaboración: ¿cómo se desarrollaron los procesos culturales de construcción social del paisaje en las montañas de la mitad occidental del área cantábrica –en las actuales regiones de Asturias y León– a lo largo de la Prehistoria reciente? ¿Se puede identificar, describir e interpretar arqueológicamente la genealogía y la evolución a lo largo del tiempo de los diversos paisajes culturales relacionados con distintas fases históricas, modos de subsistencia o formaciones socio-políticas? ¿Qué relación tienen las formas culturales, políticas y económicas de las comunidades humanas que habitaron este territorio montañoso durante la Prehistoria reciente con la percepción y la construcción social de los paisajes culturales por parte de estos grupos? ¿Qué relevancia adquieren los paisajes culturales en la conformación de las identidades de las sociedades humanas?.

La presente tesis doctoral comienza con un grupo de capítulos dedicados a la formulación y justificación de esta investigación. Tras esta introducción, el capítulo 2 presenta los objetivos del trabajo. El capítulo 3 realiza un repaso genérico del estado actual de conocimientos de la Prehistoria reciente en el área occidental cantábrica en el que, más allá de presentar un relato pormenorizado de la evolución de la disciplina, se prioriza la evaluación crítica del campo científico, subrayando sus principales huecos y los retos que se pretenden abordar con esta tesis doctoral. 

El capítulo 4 presenta el marco teórico en el que se desenvuelve esta tesis. Comienza con una genealogía del término «paisaje» y una reflexión abierta sobre su definición en el conjunto de las Ciencias Sociales, con especial atención a las implicaciones que se han derivado de su utilización en la Gestión y en el ámbito disciplinar de la Antropología, la Geografía o la Historia. 

A continuación, llevo esta reflexión hacia la arena de la Arqueología, con una presentación del armazón teórico-metodológico de la «Arqueología del Paisaje», profundizando especialmente en la posición de partida adoptada en este trabajo y el marco estatal en el que se desenvuelve. 

En el capítulo 5 desgrano la metodología y los procedimientos empleados en el transcurso de esta investigación. 

El capítulo 6 se ocupa de delimitar y caracterizar el área de estudio de la presente investigación, presentando los diferentes niveles territoriales de análisis y caracterizando los casos de estudio. 

Por su parte, los capítulos 7, 8 y 9 constituyen el cuerpo central de la tesis doctoral. En ellos se presentan y discuten los datos analizados en este trabajo para los períodos Neolítico, Edad del Bronce y Edad del Hierro, respectivamente. Las evidencias disponibles son presentadas en las sucesivas escalas territoriales de estudio, y se plantean hipótesis y modelos interpretativos derivados de su análisis reflexivo. 

Finalmente, el capítulo 10 está dedicado a la síntesis y discusión de las principales conclusiones obtenidas en esta investigación, incluyendo las líneas pendientes de trabajo, a modo de agenda investigadora de futuro.

 



Capítulo 2. Objetivos.

El objetivo transversal de esta investigación es analizar los procesos de construcción social de los paisajes culturales en las montañas de la mitad occidental de la región cantábrica a lo largo de la Prehistoria reciente. Con ello, trataré de identificar la genealogía y las vicisitudes de estos procesos sociales e históricos para calibrar su relevancia en la construcción cultural de los modos de vida de las personas que habitaron esta área montañosa. 

En definitiva, intento abrir reflexiones para esta región que impliquen avances en la comprensión de las formas culturales, políticas, económicas e identitarias de estas comunidades desde una mirada diacrónica centrada en sus relaciones con el entorno.

 


2.1. Abrir nuevos debates desde la Arqueología del Paisaje.

Mediante esta investigación pretendo poner en valor el potencial de la Arqueología del Paisaje como estrategia investigadora capaz de abrir nuevos debates sobre la Prehistoria reciente en el área de estudio. Hasta el momento, este marco teórico y metodológico no ha sido extensamente desplegado en la investigación arqueológica de la región occidental cantábrica, pese a su notable capacidad para plantear interpretaciones novedosas acerca de la Prehistoria reciente. 

No obstante, existen experiencias en regiones limítrofes que iluminan este objetivo, desde donde nos ofrecen referentes de partida para implementar esta estrategia investigadora (CRIADO BOADO et al. 1991; DÍEZ CASTILLO 1996-1997; OREJAS 1996; PARCERO OUBIÑA 2002; PARCERO OUBIÑA Y CRIADO BOADO 2013). 

Por ello, esta tesis doctoral supone un intento por extender y explorar la potencialidad de esa estrategia en el área de estudio.

En este sentido, no quiero dejar de destacar que la Arqueología del Paisaje ofrece un marco investigador propicio para incorporar a la interpretación arqueológica perspectivas e informaciones novedosas de orden paleoambiental, geográfico, sociológico… 

Estos enfoques permiten plantear reflexiones inéditas sobre los modos de vida de los grupos prehistóricos cantábricos: el impacto de los sucesivos formatos de la agricultura y la ganadería en el entorno, la estacionalidad de las formas de subsistencia, los patrones de movilidad residencial, las formas de poblamiento, la extensión de la sedentarización, la naturaleza de las diferentes tecnologías agrarias empleadas en distintos periodos, el impacto de las actividades metalúrgicas en el paisaje, las relaciones de intercambio entre comunidades cercanas, las pautas de territorialización, etc.

Dentro de la apertura de vías de reflexión, uno de los objetivos centrales de esta investigación es valorar la capacidad de agencia de los grupos humanos en la antropización de las montañas cantábricas a lo largo de la Prehistoria reciente (sensu DOBRES Y ROBB 2000: 8), y calibrar su impacto en relación con procesos naturales como los cambios climáticos y el principio de sucesión ecológica. Pretendo así discernir entre aquellas transformaciones físicas de los paisajes pretéritos relacionadas con procesos naturales y las presiones antrópicas producidas por la acción directa –consciente o inconsciente– de los seres humanos.

La atención a los paisajes culturales en un sentido amplio puede ayudar a la Arqueología a superar la tradicional miopía derivada de la atención exclusiva a poblados o monumentos funerarios bien delimitados: enclaves que normalmente son investigados mediante excavaciones arqueológicas convencionales. 

Si bien parece claro que las personas del pasado “no pasaban toda su vida en un solo asentamiento y sus actividades rutinarias pueden estar dispersas en un área extensa, en la que se conjugan una amplia variedad de lugares distintos” (THOMAS 2008: 301), tal apreciación no parece haber sido asumida en los principales estudios de síntesis que preceden a esta tesis (DE BLAS CORTINA 1983, 2008a, 2008b, 2008c, 2008d; CAMINO MAYOR 2005; CELIS SÁNCHEZ 1996; VILLA VALDÉS 2007d), salvo contadas excepciones (DÍEZ CASTILLO 1996-1997; MARÍN SUÁREZ 2011a). 

De hecho, prácticamente la totalidad de los proyectos arqueológicos desarrollados en el área general de estudio se han centrado en investigar intensivamente yacimientos de este período en un sentido clásico: megalitos, cuevas, poblados, etc., al tiempo que escasean o directamente no existen trabajos fundamentados en prospecciones o colaboraciones interdisciplinares estrechas con otros campos como los estudios de paleoambiente o la geomorfología. 

En estos ámbitos investigadores existen paradójicamente trabajos pioneros para el área de estudio con una marcada preocupación por interpelar a los estudios históricos y arqueológicos (LÓPEZ MERINO 2009; LÓPEZ MERINO et al. 2010, 2011; LÓPEZ SÁEZ et al. 2006; MORENO et al. 2011; SILVA SÁNCHEZ et al. 2014), que sin embargo están teniendo un impacto limitado en la investigación arqueológica de la Prehistoria reciente de nuestro campo disciplinar. 

Sí disponemos, en cambio, de algunas experiencias en esta línea que son resultado de la colaboración entre especialistas de la Arqueología y aquellas disciplinas para la época romana (LÓPEZ MERINO et al. 2009, 2014; REHER DÍEZ et al. 2012), período que constituye el epílogo de la presente investigación.

La perspectiva adoptada en esta tesis doctoral me ha empujado a caminar más allá del perímetro de los yacimientos, para alejarme de los megalitos, los abrigos rocosos o los poblados castreños, y tratar de contextualizar estos hitos en su contexto paisajístico desde una perspectiva política, social, económica y ecológica mucho más amplia. Este objetivo me lleva a buscar metodologías diversas que exploran el terreno más allá de los límites claramente definidos de yacimientos monumentales o enclaves con ocupaciones densas. 

A la vez, lanzo interpelaciones interdisciplinares que me permiten considerar el registro off-site, los procesos de antropización o la mediación de la experiencia en las relaciones que se establecerían entre las personas, los grupos humanos pretéritos y su entorno para configurar culturalmente los paisajes prehistóricos. Por ello, estos propósitos me empujan a formular preguntas que, obligatoriamente, implican alzar la vista sobre el horizonte mientras cuestiono ciertos apriorismos interiorizados derivados de mi propio pensamiento occidental, capitalista, masculino y urbano. 

Tales planteamientos me obligan a delimitar objetivos precisos de investigación como calibrar la importancia de los procesos de construcción social de los paisajes culturales en la configuración de las identidades prehistóricas; valorar las implicaciones de la extensión de determinadas formas de relacionarse con su entorno entre las comunidades prehistóricas, a la hora de naturalizar o afianzar determinadas relaciones de poder entre diferentes personas; comprender las pautas de territorialidad en los modos de poblamiento prehistóricos; o explorar la significación de ciertos aspectos políticos o simbólicos en la cotidiana percepción y construcción social de los paisajes por parte de los seres humanos que poblaron las montañas de la Cordillera Cantábrica a lo largo de la Prehistoria reciente.

 

 

2.2. Generar relatos arqueológicos centrados en la cotidianeidad de las personas de la Prehistoria reciente.

Con el desarrollo de esta investigación, intento generar narraciones arqueológicas que otorguen el protagonismo central de los relatos a las personas que vivieron en el área de estudio durante la Prehistoria reciente. Con la delimitación de este objetivo pretendo atender a la necesidad de que la Arqueología profundice en la construcción de conocimientos relevantes sobre aspectos relacionados con la cotidianeidad de las comunidades pretéritas. 

Así, asumo que las estrategias investigadoras desplegadas en el transcurso de esta tesis tienen un objetivo finalista de carácter sociohistórico. Quiero decir con esto que el análisis de modelos digitales del terreno mediante herramientas informáticas, la construcción de tipologías cerámicas o las lectura de diagramas polínicos han de constituir vías para generar interpretaciones arqueológicas referentes a las formas de vida de las gentes prehistóricas.

Este objetivo va más allá de la retórica y surge precisamente de la necesidad de superar visiones tradicionales marcadamente positivistas que aún imperan en ciertos períodos del área considerada en esta tesis doctoral como marco general de discusión. Tales situaciones se han visto agravadas con la reciente escalada en la tecnificación de nuestra disciplina. 

Por citar un ejemplo, las hachas metálicas de la Edad del Bronce son frecuentemente estudiadas con una energía analítica inmensa, dando lugar a catálogos y disquisiciones tipológicas muy detalladas (DE BLAS CORTINA 1983, 2008a; DELIBES DE CASTRO et al. 1999; MARTÍNEZ VELASCO Y BOLADO DEL CASTILLO 2005, 2008), así como a estudios arqueográficos verdaderamente avanzados en términos técnicos (e.g. HERRÁN MARTÍNEZ 2008). 

Sin embargo, todos esos aspectos terminan por tener una relevancia poco o nada destacada en las interpretaciones sociológicas de las comunidades cantábricas del II milenio a.C., salvando recientes aproximaciones (MARÍN SUÁREZ 2011a: 73-213). 

En esta línea, el objetivo que me marco al inicio de esta investigación es llevar a cabo procedimientos investigadores sólo en función de la obtención previsible de resultados que contribuyan a caracterizar mejor aquellos aspectos relacionados con el día a día de las personas que habitaron en estas montañas durante la Prehistoria reciente.

 

 

2.3. Romper con las visiones uniformizadoras del pasado.

Resulta evidente que es necesario disponer de lecturas a gran escala que identifiquen los puntos en común de los conocimientos arqueológicos disponibles para regiones geográficas amplias en un período determinado. 

Estas narraciones sirven de introducción o contextualización general para tales períodos, y al mismo tiempo nos ofrecen la posibilidad de trasladar relatos o interpretaciones generales hacia áreas en las que carecíamos de informaciones arqueológicas previas lo suficientemente densas. 

Esta práctica responde a un procedimiento lógico pues, ante la ausencia de datos locales, es útil disponer al menos de grandes narraciones con las que aventurar el comportamiento cultural de aquellas zonas peor conocidas arqueo-lógicamente hablando.

No obstante, la propia existencia de estos relatos generales (e.g. EARLE Y KRISTIANSEN 2010; HARDING 2003; HARDING Y FOKKENS 2013; KRISTIANSEN 2001 para la Edad del Bronce europea) termina a veces por condicionar la interpretación de un conjunto de datos locales en función de un discurso dado más amplio. 

En este punto, parece obvio reconocer que existen procesos sociales y desarrollos culturales diversos en distintas áreas geográficas, y que estos a su vez pueden verse modificados en el tiempo, sin que deban seguir patrones evolucionistas o unilineales. Así, si bien es cierto que resulta interesante identificar los puntos en común a gran escala entre distintas regiones y distintos períodos, también es necesario analizar las particularidades regionales, las experiencias fallidas, las excepciones y los desarrollos insólitos. 

Tales ejemplos enriquecen la propia interpretación arqueológica del devenir histórico de los seres humanos sin caer en el particularismo boasiano más extremo.

Considerando estas cuestiones, en la presente tesis doctoral prestaré atención a la identificación en el área de estudio de aquellos parámetros culturales generales que efectivamente se observan a una escala territorial amplia. Al mismo tiempo, exploraré los procesos sociohistóricos que se desarrollaron en este territorio en búsqueda de aquellas peculiaridades regionales relacionadas con las formas de organización social, las tecnologías disponibles o las pautas de poblamiento, por citar algunos ejemplos.

El caso más ilustrativo de este objetivo puede ser ejemplificado con la caracterización cultural general de las comunidades de la Edad del Hierro en el área occidental cantábrica. En esta región, como en todo el Noroeste ibérico en un sentido amplio, se ha asumido tradicionalmente que existe un desarrollo histórico determinado para gran parte del I milenio a.C. que podría ser englobado en la «Cultura Castreña» (vid. LÓPEZ CUEVILLAS 1988 [1953]; MALUQUER DE MOTES 1975; MAYA GONZÁLEZ 1983). 

Tal etiqueta tiene un uso ampliamente extendido, que lamentablemente esconde en gran parte de los casos una simplificación marcada en términos de interpretación social de la amplia diversidad regional que se esconde bajo este concepto de marcada raigambre histórico-cultural (MARÍN SUÁREZ 2011b). 

El mejor ejemplo que informa de esta situación lo constituye el abuso por múltiples autores de la generalización acrítica de un modelo de poblamiento generado a partir de un estudio regionalmente contextualizado en una de las «áreas nucleares» de esta construcción historiográfica (PARCERO OUBIÑA 2000). 

Así, esta propuesta fue posteriormente extendida de manera acrítica por parte de otros autores hacia diversos territorios castreños del Noroeste ibérico y la cornisa cantábrica sin cuestionarse la existencia de desarrollos locales divergentes (vid. GONZÁLEZ ÁLVAREZ 2011c). 

Más aún cuando en los últimos años se ha planteado la existencia de una regionalización acusada entre las comunidades castreñas de diferentes áreas de esta amplia zona de la Iberia húmeda (AYÁN VILA 2012a; CARBALLO ARCEO Y FÁBREGAS VALCARCE 2006; GONZÁLEZ RUIBAL 2006b, 2011b; MARÍN SUÁREZ 2011a, 2012).

Por todo ello, romper con la uniformidad en los estudios arqueológicos regionales podría situarse como uno de los objetivos de partida de esta tesis doctoral, siempre que los datos disponibles para el caso de estudio y a una escala regional más amplia nos permitan descender a una escala de análisis lo suficientemente detallada. Volviendo al ejemplo utilizado, es necesario deconstruir o problematizar la aparente uniformidad de la «Cultura castreña» –así como de otros conceptos uniformizadores ampliamente asentados, como el «Bronce atlántico» o el «Neolítico cantábrico»–. 

Para ello, centraré mi atención en analizar los modelos de organización social de los grupos humanos de la Prehistoria reciente cantábrica a través del estudio de los patrones de asentamiento, los modelos de organización de los poblados, los modos de subsistencia y las fórmulas de territorialización de las comunidades.

Atenderé para ello a las reflexiones como las que establecía Richard Hingley (1984) en relación con los estudios de poblamiento de la Edad del Hierro en Inglaterra: la descripción aséptica de ciertos temas como la fisonomía o la distribución interna de los asentamientos no es objetiva, sino que ha de ser contextual y debe descansar en una serie de categorías específicamente pensadas para los contextos culturales –espaciales y temporales– en los que se pretende trabajar. 

Por lo tanto, si el objetivo es generar narraciones densas sobre la sociedad o las formas de subsistencia de las comunidades humanas de un determinado período histórico, de nada servirán las sistematizaciones de industrias líticas o de tecnologías del cuerpo por sí mismas. Tales procedimientos sólo cobrarán su verdadero valor interpretativo al integrarlas en un marco comprensivo general vinculado directamente a su propio contexto regional y cronológico.

 


2.4. Llenar vacíos geográficos: Arqueología en áreas de montaña.

Resulta frecuente que la realización de una investigación doctoral en Arqueología pretenda poner solución a la existencia de ciertos vacíos o carencias en el conocimiento previo, a la vez que se intenta sistematizar o actualizar informaciones dispersas a la luz de miradas renovadas, como efectivamente persigue este trabajo. 

Pero además, esta tesis está anclada en estudios de caso a tres escalas diferentes que servirán de hilo conductor para la discusión más general del trabajo, lo cual se relaciona con uno de sus objetivos básicos: llenar ciertos vacíos existentes desde una perspectiva geográfica en los conocimientos disponibles sobre la Prehistoria reciente del área occidental cantábrica.

Más en concreto, el área seleccionada como caso de estudio a escala intermedia constituye un territorio prácticamente inexplorado previamente para los períodos objeto de atención. Así, los datos que hasta el momento disponíamos para esta zona derivan fundamentalmente de hallazgos dispersos o de la realización de los catálogos e inventarios patrimoniales desarrollados en las últimas tres décadas a instancia de las administraciones autonómicas competentes en materia de protección del Patrimonio arqueológico. 

Por ello, la revisión de las evidencias disponibles y su incorporación a los debates arqueológicos más amplios para la Prehistoria reciente cantábrica es un objetivo básico para este trabajo.

En general, las zonas montañosas como las que son objeto de atención en este estudio constituyen un vacío geográfico destacado para los conocimientos arqueológicos disponibles en el período aquí considerado. 

Dicha observación podría hacerse extensible hace algo más de una década a la inmensa mayoría de cadenas montañosas de nuestro continente, las cuales eran consideradas áreas marginales para la investigación arqueológica (GASSIOT BALLBÈ et al. 2014; GONZÁLEZ ÁLVAREZ Y RODRÍGUEZ HERNÁNDEZ 2011; WALSH 2005). 

Alejadas de las zonas más pobladas y de los principales centros investigadores, las montañas no habían sido exploradas con igual intensidad que otras regiones con una geografía más amable. Por ello, las zonas altimontanas pasaban desapercibidas en los relatos históricos y arqueológicos. 

Eran consideradas la mayoría de las veces como áreas periféricas o marginales hacia las cuales se proyectaban de forma diluida las narraciones construidas desde áreas costeras, valles interiores o llanuras, como si el batir del oleaje sociocultural de cada fase no lograse elevarse lo suficiente, por lo que las zonas de montaña sólo recibían espuma marina y salitre.

Afortunadamente, la situación es hoy completamente diferente a escala europea, ya que en los últimos años se ha desplegado un enorme esfuerzo investigador en zonas de montaña como los Alpes (ANGELUCCI et al. 2014; CARRER 2013a; DELLA CASA 2007; TZORTZIS et al. 2008; WALSH Y MOCCI 2011; WALSH et al. 2007) o los Pirineos (GASSIOT BALLBÈ et al. 2014; PALET MARTÍNEZ et al. 2007; RENDU 2003; ROJO GUERRA et al. 2013). 

En estos espacios se han llevado a cabo proyectos de investigación centrados en documentar arqueológicamente y comprender los procesos sociohistóricos allí observados como objetivos en sí mismos, para finalmente integrar sus resultados en síntesis generales sobre los paisajes prehistóricos a escala continental (WALSH 2014). 

Fundamentalmente, estos trabajos parten de diferentes concepciones más o menos positivistas de la Arqueología del Paisaje. 

Como estrategias fundamentales se aplican diferentes métodos de prospección que, mediante el uso de tecnologías de información geográfica o la implementación de modelos predictivos, tratan de maximizar los resultados del trabajo de campo en un medio tan agreste. 

Sobre todo, en la Arqueología en áreas de montaña se otorga un énfasis destacado a la colaboración interdisciplinar con diferentes líneas de los estudios paleoambientales y la Arqueobiología (EJARQUE MONTOLIO et al. 2009; EUBA REMENTERIA 2009; MAZIER et al. 2009; MIRAS et al. 2007; MOCCI et al. 2008; OBEA et al. 2011), así como a la atención a los referentes etnohistóricos o etnográficos locales (CARRER 2013b; CHRISTIE et al. 2004; GARCIA CASAS 2013; GASSIOT BALLBÈ Y GARCIA CASAS 2014).

A la luz de estas experiencias, uno de los objetivos centrales de esta tesis es el de aplicar al área de estudio las enseñanzas derivadas de proyectos arqueológicos como los anteriormente citados, con el ánimo de incorporar la Cordillera Cantábrica a este dinámico ámbito de estudios en nuestra disciplina a escala europea. 

En este sentido, este área ofrece una situación de partida privilegiada, puesto que los estudios paleoambientales del área de estudio son relativamente completos para el Holoceno (CARRIÓN GARCÍA et al. 2012; JALUT et al. 2010; LÓPEZ MERINO 2009; LÓPEZ SÁEZ et al. 2006; MORENO et al. 2011). 

Al mismo tiempo, existe una abundante literatura de carácter etnográfico y etnohistórico sobre las formas tradicionales de aprovechamiento de estas montañas, fundamentalmente pastoriles (BARRENA DÍEZ 2001; CORBERA MILLÁN 2008, 2013; GARCÍA FERNÁNDEZ 1988; GARCÍA MARTÍNEZ 1988, 2003; GONZÁLEZ ÁLVAREZ et al. 2016; LÓPEZ ÁLVAREZ Y GRAÑA GARCÍA 2003; RODRÍGUEZ GUTIÉRREZ 1989; SORDO SOTRES 1997). 

En esta dirección, uno de los objetivos fundamentales de esta tesis es analizar las montañas cantábricas como escenarios privilegiados para comprender históricamente las interacciones establecidas entre las sociedades humanas y el medio que les rodea. Trato así de calibrar los cambios y las continuidades en estas relaciones en un marco de debate comprensivo y contextual que atienda a los aspectos culturales, sociales, políticos y subsistenciales de las comunidades humanas que protagonizan tales procesos históricos.

La Arqueología del Paisaje es especialmente interesante para el caso de estudio analizado por tratarse de un espacio montañoso de apariencia relativamente prístina o salvaje. Subyace en tal consideración la mirada cartesiana que tanto critican autores como Tim Ingold (2000), pues la aspiración por delimitar lo natural de lo cultural se muestra como una operación inalcanzable. 

Una mirada a nuestro alrededor no puede encuadrar cada paisaje de forma automática en una determinada categoría asociada a un gradiente continuo entre lo natural y lo cultural. Simplemente, las propias condiciones vitales e identitarias del observador le llevarán a adoptar tal decisión, lo cual ya es una operación reflexiva profundamente cultural en sí misma. 

Al mismo tiempo, y esto se deriva de las aportaciones de los antropólogos perspectivistas (VIVEIROS DE CASTRO 2010), no pueden definirse unos parámetros claros que funcionen como rasgos con validez universal en ese sentido, de tal manera que resulta complejo delimitar no ya lo natural y lo cultural, sino también lo humano y lo no-humano, o lo animado y lo inanimado (INGOLD 1988).

Llevando este debate a terrenos prácticos, esta tesis doctoral toma las montañas del área asturleonesa del occidente cantábrico como área central de análisis. En su vertiente septentrional, que en la actualidad forma parte de la CCAA del Principado de Asturias, existe desde hace varias décadas una campaña de promoción turística muy arraigada que expresa a las claras que los visitantes se encontrarán a su llegada un verdadero «paraíso natural» (Fig.2.1). 

 

 

Fig. 2.1: «Asturias Paraíso Natural» es la exitosa marca de promoción turístico del gobierno autonómico asturiano desde hace décadas. Pese a su notoriedad, no deja de enmascarar una lectura falaz que subordina la relevancia de las comunidades campesinas en la gestión del territorio occidental cantábrico a lo largo de milenios.

El logotipo de esta exitosa campaña muestra un idílico paisaje rural, con prados que descienden desde las montañas hasta la orilla del Mar Cantábrico, en los que perfectamente podríamos imaginar rebaños de vacas pastando en los omnipresentes prados cercados del paisaje rural con el que habitualmente se asocia Asturias, visto todo ello a través de los arcos de la iglesia prerrománica de Santa María del Naranco en Uviéu. 

Parece evidente que, más bien, ese paraíso natural es en realidad un paisaje en el que lo cultural tiene un peso significativo. Por ello, el desarrollo de esta investigación doctoral también pretende contribuir a dignificar el papel trascendental que las comunidades campesinas han desempeñado a lo largo de milenios en la gestión de estos paisajes rurales, que ahora pretenden encapsular como realidades estáticas que vienen dadas (Fig.2.2). 

 

 

Fig.2.2: En contraste con la referida campaña de promoción turística, el paisaje rural actual del área occidental cantábrica es producto de siglos de esfuerzo y sudor invertido en esta tierra por las familias campesinas que la han habitado. En la imagen, de 1966, mujeres arando en Torrebarrio, Babia (fotografía de José Ramón Lueje, tomada de LOMBARDÍA y LÓPEZ ÁLVAREZ 2003: 142).

Es ésta una perspectiva profundamente colonial, para la que las familias de labradores y ganaderos que vienen habitando estas montañas serían una suerte de «otros internos», de quienes los habitantes actuales de esos espacios serían una especie de epifenómeno marginal.

En este sentido, la adopción del marco de referencia teórico y metodológico de la Arqueología del Paisaje nos permite problematizar esta concepción de las áreas de montaña como paisajes eminentemente naturales, pensamiento por otra parte predominante entre buena parte de la ciudadanía actual. 

Por concretar algunas líneas de actuación práctica, estas consideraciones tienen su interés de cara a diseñar la agenda política futura a la hora de enfrentarnos a procesos como el éxodo rural, el abandono de la producción primaria en el medio rural, o si pensamos en la necesidad de potenciar la concienciación social respecto a la incidencia de las actividades antrópicas en el medio ambiente. 

Estos temas constituyen algunas de las claves para reclamar o defender la activación de políticas productivas y de gestión del territorio con una clara preocupación por la sostenibilidad ambiental, partiendo para ello del examen histórico de la evolución del paisaje en relación con los sistemas productivos puestos en práctica por las sociedades a lo largo de los tiempos. Cabría concluir, por tanto, con una pregunta retórica que nos permita recapitular y explicitar estas consideraciones:

– ¿Son los paisajes de montaña de la Cordillera Cantábrica paisajes naturales?.


– No, no lo son. Son también paisajes culturales, una suerte de palimpsesto producto de fenómenos naturales y procesos sociohistóricos desarrollados en estos espacios a lo largo de milenios como resultado de la interacción dinámica y cambiante entre los seres humanos y su entorno. Un largo tiempo en el que diferentes comunidades humanas, con formas de vida diversas y maneras particulares de entender y relacionarse con su entorno, han habitado este territorio y han impreso su huella en él, de forma más o menos elocuente.

En definitiva, cadenas montañosas como la Cordillera Cantábrica pueden ser abordadas como espacios liminales que separan territorios de distintas características geográficas –las tierras llanas del Duero y la hoya berciana al mediodía y la cornisa cantábrica con sus valles estrechos y encajados al Norte–, pero también pueden ser consideradas como espacios de contacto entre aquellos territorios. 

Por tanto, si relativizamos esa concepción limitante de las montañas entendidas como barreras que compartimentan los procesos culturales que se desarrollarían en áreas diferenciadas en lo geográfico, podremos abordarlas como áreas de contacto cultural en las que fluirían los intercambios de ideas, productos y personas. 

Es por ello que la selección del estudio de caso en esta tesis doctoral queda delimitada por una especie de transecto perpendicular al eje axial de la Cordillera Cantábrica con el objetivo de analizar esa situación de contacto cultural entre las poblaciones cantábricas y las de la meseta central ibérica. Así, tomaré un área de esta cadena montañosa como objeto de estudio en sí mismo, y no como mero espacio liminal.

 



2.5. Los paisajes culturales en la longue durée.

El enfoque que adopta esta investigación doctoral pretende analizar los paisajes culturales de la Prehistoria reciente en las montañas cantábricas desde una perspectiva diacrónica con el objetivo de enriquecer las narrativas arqueológicas sobre este período a partir de datos inéditos obtenidos con nuevos métodos y una mirada renovada. 

La Arqueología del Paisaje constituye un programa investigador adecuado para cumplir con este objetivo, pues el análisis de una misma región geográfica a lo largo del tiempo nos puede ayudar a calibrar mejor la modulación en las relaciones entre los seres humanos y su entorno. 

Como discutían geógrafos como Sauer (1925, 1956), el concepto de «paisajes culturales» nos brinda la potencialidad de analizar las genealogías y los procesos históricos mediante los cuales las sociedades humanas han ido familiarizándose con aquello que les rodea, actuando sobre ello a nivel físico y simbólico. Por lo tanto, el componente acumulativo – obligatoriamente diacrónico– es uno de los niveles de análisis más necesarios a contemplar si pretendemos abordar estos temas desde las Ciencias Sociales. 

Entonces, si el paisaje no constituye una realidad estática, la Arqueología se muestra como una herramienta poderosa para calibrar su diacronía y señalar los procesos históricos relacionados con la construcción social de los paisajes culturales. 

Con estos objetivos, la !rqueología del Paisaje "no puede sino adoptar la perspectiva temporal de la longue durée" (BENEŠ Y ZVELEBIL 1999: 75), pues el paisaje constituye el marco más apropiado para investigar la vida social a largo plazo (THOMAS 2001: 174).

Con la adopción de esta mirada de tiempos largos trato de explorar desde la Arqueología esos cambios y novedades, pero también las continuidades o las redundancias que caracterizaron la experiencia vivida por las sucesivas generaciones que poblaron estas mismas montañas. 

En esta línea son valiosos algunos antecedentes investigadores que parten de los principios que emanan de la escuela de Annales, destacando como referente más importante la obra histórica de Braudel (1972) acerca de la cuenca del Mediterráneo en tiempos de Felipe II. En Arqueología existen experiencias previas que han sido muy inspiradoras para el planteamiento de este trabajo (BINTLIFF 1991), entre las que querría destacar los trabajos de Graeme Barker (1995), Ian Morris (2000), Christine Rendu (2003) y Kevin Walsh (2014). 

En definitiva, en la línea de estos autores, trato de aproximarme a los paisajes culturales para auscultar la larga respiración de la Historia, que normalmente se mantiene pausada y constante, aunque en algunos momentos se agita ante sobresaltos diversos.

Con estos referentes, un proyecto como éste puede delimitar como objetivos la interpretación diacrónica de los paisajes campesinos para contextualizar e integrar en lecturas más amplias aquellos estudios particulares centrados en aspectos como las tecnologías agrarias, la progresiva antropización de las montañas o las distintas formas de poblamiento, territorialización u organización política seleccionadas en cada momento por los grupos humanos.

Las diferencias –y las coincidencias– entre los modos de subsistencia, las prácticas cotidianas o las percepciones y experiencias que distintas comunidades humanas desplegaron ante un mismo territorio a lo largo de un período dilatado de tiempo, pueden señalarnos las transformaciones –más rápidas o más lentas– y las inercias de las formas sociopolíticas, económicas e identitarias que caracterizaron a esas sociedades. 

El mantenimiento de ciertos parámetros sociales, económicos o culturales consolida ciertos rasgos en las relaciones de las comunidades con su entorno, por lo que estabiliza los procesos que pueden dejar evidencias materiales rastreables para la Arqueología. 

Por el contrario, ciertos cambios pueden desencadenar modificaciones sustanciales en las relaciones entre las personas y su entorno, y si dichos cambios son importantes, los grupos pueden también redefinir su percepción del paisaje y ciertos parámetros identitarios (GREIDER Y GARKOVICH 1994: 21). 

Por ello es importante en estos estudios diacrónicos prestar a la vez atención a los tiempos largos y a los tiempos cortos, pues la combinación de ambas lecturas ofrecerá una narración más completa de las experiencias cotidianas de las comunidades humanas (MORRIS 2000), que permitirá detectar los momentos de cambio y las fases de mantenimiento cultural.